En España, sin ir más lejos, cerca del 50% de toda la población juega a videojuegos.
No tenemos datos exactos sobre cuántos de esos juegos son violentos,
pero si miramos a países de nuestro entorno, vemos como en lugares como
el Reino Unido dos tercios de los adolescentes británicos son usuarios habituales de videojuegos violentos (un 50% en el caso de las mujeres).
No es un caso aislado, las cifras se repiten en la mayoría de países donde tenemos datos siguiendo una tendencia que se remonta a hace más de una década: a medida que crece la industria del video juego, crecen los usuarios de juegos violentos.
Solo por esa tendencia, la relación entre los videojuegos y la violencia es crítica. No es de extrañar, pues, que la opinión pública está muy dividida en ese asunto. Sobre todo, porque históricamente la investigación que tenemos a nuestra disposición ha estado llena de sesgos, estudios de mala calidad y conflictos de interés. Pero ese debate se ha terminado, ya está resuelto. ¿Por qué es tan difícil darlo por cerrado?
Por más que hemos buscado esa relación, no la hemos podido encontrar
Violencia, videojuegos y viceversa Esta semana el Oxford Internet Institute y la Universidad de Cardiff han publicado un estudio sobre la relación entre los videojuegos y la violencia en adolescentes que ha vuelto a llevar la cuestión a la palestra. El estudio es interesante porque está pre-registrado y tiene una muestra considerable (1004 adolescentes y sus cuidadores). Además, han tratado de controlar algunas variables extrañas que afectaban a investigaciones anteriores.
Sin embargo, aporta poco al debate general. Sigue siendo un estudio
observacional con un diseño que difícilmente hubiera servido para
demostrar nada. Ni en un sentido ni en otro. Las conclusiones, por lo
demás, han sido que no hay una relación directa entre el uso de juegos
violentos y la agresividad de niños, adolescentes y jóvenes en general.
Debate cerrado No aporta nada porque el consenso académico en este tema es sencillo: actualmente no hay ninguna evidencia disponible que conecte violencia y videojuegos. De hecho, las organizaciones profesionales llevan mucho tiempo recomendando que se destierre ese mito urbano del debate público. Muchos investigadores sociales conectan esta preocupación social con los recurrentes pánicos morales que nos llevan acompañando desde hace 60 ó 70 años.
Los sesgos los llevamos de casa. No ha sido eso lo
más interesante el estudio, claro. Como explicaba la psicóloga Netta
Weinstein, de la Universidad de Cardiff, sus “hallazgos sugieren que las
inclinaciones de los investigadores influyen en estudios previos y
distorsionaban nuestro entendimiento de los efectos de los videojuegos”.
Leyendo esto me vienen a la mente los trabajos de los 2000 (¡hace casi 20 años!) que ahondaban en el problema de manera problemática.
No, no y no Pero si tomamos la mejor investigación sobre el tema, la única conclusión (como en el caso de la pornografía) es la contraria de la que nos preocupa: en todo caso, la popularidad de los juegos correlaciona con bajadas de la violencia (y no con aumentos). Como dice Christian Ferguson,
uno de los mayores expertos mundiales en el tema, “cualquier afirmación
de que existe evidencia consistente de que los videojuegos violentos
fomentan la agresión es simplemente falsa”.
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En España, sin ir más lejos, cerca del 50% de toda la población juega a videojuegos. No tenemos datos exactos sobre cuántos de esos juegos son violentos, pero si miramos a países de nuestro entorno, vemos como en lugares como el Reino Unido dos tercios de los adolescentes británicos son usuarios habituales de videojuegos violentos (un 50% en el caso de las mujeres).
No es un caso aislado, las cifras se repiten en la mayoría de países donde tenemos datos siguiendo una tendencia que se remonta a hace más de una década: a medida que crece la industria del video juego, crecen los usuarios de juegos violentos.
Solo por esa tendencia, la relación entre los videojuegos y la violencia es crítica. No es de extrañar, pues, que la opinión pública está muy dividida en ese asunto. Sobre todo, porque históricamente la investigación que tenemos a nuestra disposición ha estado llena de sesgos, estudios de mala calidad y conflictos de interés. Pero ese debate se ha terminado, ya está resuelto. ¿Por qué es tan difícil darlo por cerrado?
Por más que hemos buscado esa relación, no la hemos podido encontrar
Violencia, videojuegos y viceversa Esta semana el Oxford Internet Institute y la Universidad de Cardiff han publicado un estudio sobre la relación entre los videojuegos y la violencia en adolescentes que ha vuelto a llevar la cuestión a la palestra. El estudio es interesante porque está pre-registrado y tiene una muestra considerable (1004 adolescentes y sus cuidadores). Además, han tratado de controlar algunas variables extrañas que afectaban a investigaciones anteriores.
Sin embargo, aporta poco al debate general. Sigue siendo un estudio observacional con un diseño que difícilmente hubiera servido para demostrar nada. Ni en un sentido ni en otro. Las conclusiones, por lo demás, han sido que no hay una relación directa entre el uso de juegos violentos y la agresividad de niños, adolescentes y jóvenes en general.
Debate cerrado No aporta nada porque el consenso académico en este tema es sencillo: actualmente no hay ninguna evidencia disponible que conecte violencia y videojuegos. De hecho, las organizaciones profesionales llevan mucho tiempo recomendando que se destierre ese mito urbano del debate público. Muchos investigadores sociales conectan esta preocupación social con los recurrentes pánicos morales que nos llevan acompañando desde hace 60 ó 70 años.
Los sesgos los llevamos de casa. No ha sido eso lo más interesante el estudio, claro. Como explicaba la psicóloga Netta Weinstein, de la Universidad de Cardiff, sus “hallazgos sugieren que las inclinaciones de los investigadores influyen en estudios previos y distorsionaban nuestro entendimiento de los efectos de los videojuegos”. Leyendo esto me vienen a la mente los trabajos de los 2000 (¡hace casi 20 años!) que ahondaban en el problema de manera problemática.
No, no y no Pero si tomamos la mejor investigación sobre el tema, la única conclusión (como en el caso de la pornografía) es la contraria de la que nos preocupa: en todo caso, la popularidad de los juegos correlaciona con bajadas de la violencia (y no con aumentos). Como dice Christian Ferguson, uno de los mayores expertos mundiales en el tema, “cualquier afirmación de que existe evidencia consistente de que los videojuegos violentos fomentan la agresión es simplemente falsa”.
Hasta que no haya datos nuevos, el tema está más que cerrado. Es mejor no darle más vueltas. A río revuelto, ganancia de pescadores.
Fuente
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