Entonces, a pesar del secretismo con el cual se sellaron las negociaciones recientemente -sin perjuicio de las polémicas respecto de las industrias farmacéuticas- y a pesar del ruido provocado respecto de los derechos de autor, sin lugar a dudas el TPP redibujará el mapa del comercio mundial donde, aparentemente, China no tiene cabida en el corto plazo.
La región del Asia Pacífico ha adquirido, desde hace algunas décadas, preponderancia global a nivel político y económico. No es casualidad, sino más bien causalidad, que la creación de varias instituciones transregionales hayan tomado fuerza y vigor, posicionando a varios de los países que se encuentran en la cuenca como principales actores y negociadores de tratados para establecer los lineamientos de los intereses convergentes entre los diversos actores involucrados.
De esta manera la noción de interdependencia pareciera ser el denominador común dentro de las relaciones que se establecen para equilibrar los ejes conductuales y, en consecuencia, sacar provecho de los beneficios que implica cooperar en materia de integración. En esta dinámica, el Trans-Pacific Parnership (TPP) ha sido protagonista al terminar el ciclo de negociaciones entre las doce naciones que adhieren a dicho pacto.
Por su parte, Chile ha mirado a la región en cuestión como motivo de trabajo y colaboración para lograr acuerdos de integración que permitan diversificar sus matrices productivas y reducir las tasas arancelarias. Así, nuestro país ha logrado sacar dividendos positivos materializados en distintos TLCs. Dicho de otra forma, nuestras relaciones con los países de la cuenca del Pacífico se han afiatado conforme pasa el tiempo.
Ahora bien, ¿podemos hablar de integración en su sentido nato? ¿Qué implicancias políticas subyacen al TPP? ¿Por qué China, siendo un actor relevante en el Pacífico, no tiene cabida en el acuerdo recientemente firmado?
Posiblemente una mirada geopolítica nos ayude a dilucidar las interrogantes planteadas. China ha sido uno de los actores que más ha movido el sistema internacional, desde sus cambios económicos impulsados a finales de la década de los 70. Si bien actualmente el gigante asiático ha visto ralentizado su crecimiento, el posicionamiento estratégico que ha logrado esta nación lo tiene dentro del club de líderes regionales (y mundiales).
Este es el punto de inflexión: cuando un Estado comienza a plasmar sus intereses racionales dentro del sistema internacional, posiblemente surjan contraposiciones para que el poder relativo del actor “amenazante” sea amainado. Es así que surge la idea del Balance del Poder.
Lo anterior nos lleva inexorablemente a pensar en el TPP como una fórmula adecuada para que el poder relativo de China sea contrarrestado en aras de su némesis: los Estados Unidos (EE.UU.). Este último hizo un jaque dentro del tablero de ajedrez que el país del “reino medio” estaba liderando sin competidores que hayan podido hacer contrapeso efectivo.
Cabe destacar que este acuerdo no es menor: los 12 estados que componen el TPP comprende el 40% del Producto Interno Bruto (PIB) del orbe. Asimismo, es la zona de libre comercio más amplia del mundo con un mercado de más de ochocientos millones de habitantes. Además está compuesto por países de ambas costas del Océano Pacífico y de ambos hemisferios, lo que le da un potencial comercial incalculable.
Entonces, a pesar del secretismo con el cual se sellaron las negociaciones recientemente -sin perjuicio de las polémicas respecto de las industrias farmacéuticas- y a pesar del ruido provocado respecto de los derechos de autor, sin lugar a dudas el TPP redibujará el mapa del comercio mundial donde, aparentemente, China no tiene cabida en el corto plazo. Por ende, el desafío que tiene China no recae en ejercer una política de choque frente a esta exclusión. Muy por el contrario, este Estado debe sacar provecho de los tratados que ya maneja con las naciones de la cuenca y desarrollar políticas de aceptación y reputación, tal como ya lo viene haciendo (Soft Power).
A modo de síntesis, el control del sistema internacional no recae netamente en el ejercicio del poder armamentista. Si bien es una variable importante para que una potencia se posicione, también el liderazgo en materia comercial es un arma que intensifica los desafíos de influencia de los estados por sobre otros. Por lo pronto Chile, que se debate entre su amorío con China y EE.UU., debe sacar ventaja para no perder relevancia dentro del paradigma de integración y cooperación supranacional.
Philippe Werner-Wildner
Académico Universidad Gabriela Mistral
Entonces, a pesar del secretismo con el cual se sellaron las negociaciones recientemente -sin perjuicio de las polémicas respecto de las industrias farmacéuticas- y a pesar del ruido provocado respecto de los derechos de autor, sin lugar a dudas el TPP redibujará el mapa del comercio mundial donde, aparentemente, China no tiene cabida en el corto plazo.
La región del Asia Pacífico ha adquirido, desde hace algunas décadas, preponderancia global a nivel político y económico. No es casualidad, sino más bien causalidad, que la creación de varias instituciones transregionales hayan tomado fuerza y vigor, posicionando a varios de los países que se encuentran en la cuenca como principales actores y negociadores de tratados para establecer los lineamientos de los intereses convergentes entre los diversos actores involucrados.
De esta manera la noción de interdependencia pareciera ser el denominador común dentro de las relaciones que se establecen para equilibrar los ejes conductuales y, en consecuencia, sacar provecho de los beneficios que implica cooperar en materia de integración. En esta dinámica, el Trans-Pacific Parnership (TPP) ha sido protagonista al terminar el ciclo de negociaciones entre las doce naciones que adhieren a dicho pacto.
Por su parte, Chile ha mirado a la región en cuestión como motivo de trabajo y colaboración para lograr acuerdos de integración que permitan diversificar sus matrices productivas y reducir las tasas arancelarias. Así, nuestro país ha logrado sacar dividendos positivos materializados en distintos TLCs. Dicho de otra forma, nuestras relaciones con los países de la cuenca del Pacífico se han afiatado conforme pasa el tiempo.
Ahora bien, ¿podemos hablar de integración en su sentido nato? ¿Qué implicancias políticas subyacen al TPP? ¿Por qué China, siendo un actor relevante en el Pacífico, no tiene cabida en el acuerdo recientemente firmado?
Posiblemente una mirada geopolítica nos ayude a dilucidar las interrogantes planteadas. China ha sido uno de los actores que más ha movido el sistema internacional, desde sus cambios económicos impulsados a finales de la década de los 70. Si bien actualmente el gigante asiático ha visto ralentizado su crecimiento, el posicionamiento estratégico que ha logrado esta nación lo tiene dentro del club de líderes regionales (y mundiales).
Este es el punto de inflexión: cuando un Estado comienza a plasmar sus intereses racionales dentro del sistema internacional, posiblemente surjan contraposiciones para que el poder relativo del actor “amenazante” sea amainado. Es así que surge la idea del Balance del Poder.
Lo anterior nos lleva inexorablemente a pensar en el TPP como una fórmula adecuada para que el poder relativo de China sea contrarrestado en aras de su némesis: los Estados Unidos (EE.UU.). Este último hizo un jaque dentro del tablero de ajedrez que el país del “reino medio” estaba liderando sin competidores que hayan podido hacer contrapeso efectivo.
Cabe destacar que este acuerdo no es menor: los 12 estados que componen el TPP comprende el 40% del Producto Interno Bruto (PIB) del orbe. Asimismo, es la zona de libre comercio más amplia del mundo con un mercado de más de ochocientos millones de habitantes. Además está compuesto por países de ambas costas del Océano Pacífico y de ambos hemisferios, lo que le da un potencial comercial incalculable.
Entonces, a pesar del secretismo con el cual se sellaron las negociaciones recientemente -sin perjuicio de las polémicas respecto de las industrias farmacéuticas- y a pesar del ruido provocado respecto de los derechos de autor, sin lugar a dudas el TPP redibujará el mapa del comercio mundial donde, aparentemente, China no tiene cabida en el corto plazo. Por ende, el desafío que tiene China no recae en ejercer una política de choque frente a esta exclusión. Muy por el contrario, este Estado debe sacar provecho de los tratados que ya maneja con las naciones de la cuenca y desarrollar políticas de aceptación y reputación, tal como ya lo viene haciendo (Soft Power).
A modo de síntesis, el control del sistema internacional no recae netamente en el ejercicio del poder armamentista. Si bien es una variable importante para que una potencia se posicione, también el liderazgo en materia comercial es un arma que intensifica los desafíos de influencia de los estados por sobre otros. Por lo pronto Chile, que se debate entre su amorío con China y EE.UU., debe sacar ventaja para no perder relevancia dentro del paradigma de integración y cooperación supranacional.
Philippe Werner-Wildner
Académico Universidad Gabriela Mistral
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