El TPP es una propuesta de tratado entre 12 países que en conjunto suman más de 800 millones de personas: en América incluye a Canadá, Estados Unidos, México, Perú y Chile; mientras que en Asia incluye a Brunéi, Nueva Zelanda, Singapur, Australia, Japón, Malasia y Vietnam. Como hemos dicho antes, se presenta como un tratado de libre comercio cuando en realidad no lo es: tiene 6 capítulos que se refieren a rebajas arancelarias, y 24 capítulos que hablan sobre “otros temas.”
Uno de esos temas es la “propiedad intelectual” entendida en un sentido muy amplio, desde películas y canciones hasta publicaciones científicas, y medicamentos usados para luchar contra las consecuencias del cáncer.
En el caso de las películas, canciones, libros y otros elementos creativos, en la mitad de los países miembros el TPP aumenta retroactivamente en 20 años el período de monopolio para estudios, discográficas y editoriales. Esto significa 20 años que pasarán del dominio público a manos privadas. Además, existirán mayores sanciones criminales para usuarios de Internet, y en general un desbalance que terminará con la presunción de inocencia y creará una enorme sobrecarga sobre los sistemas judiciales.
Pero esto no es lo peor del tratado.
Un enorme regalo para las farmacéuticas
Una serie de dictámenes judiciales en los últimos años han concluido algo extremadamente sensato: los elementos presentes en la naturaleza no son patentables. Una patente requiere que exista un acto de invención, y extraer, por ejemplo, una hormona o un gen, no lo constituye. El caso más famoso son los genes BRCA1 y BRCA2, que han sido relacionados con la propensión a ciertos tipos de cáncer de mama, y que tanto en EEUU como en Australia generaron dictámenes judiciales indicando que los genes no son patentables.
¿Qué han hecho las farmacéuticas para eludir estos dictámenes? Conseguir que algunos estados les entregen monopolios sobre “medicamentos biológicos” independientemente de su patentabilidad. En el TPP, se establece que desde el momento en que una empresa farmacéutica determine que un cierto compuesto existente en la naturaleza, por ejemplo, puede ser usado para tratar una enfermedad, nadie puede usar ese tratamiento durante 8 años sin pagar por ello. Esto es un enorme regalo para la industria farmacéutica, que en estos casos no tiene que inventar nada. Además, los datos usados durante las pruebas clínicas serán secretos, generando una demora adicional en la llegada de medicamentos a precios asequibles al mercado.
No contentos con lo anterior, el texto incluye una Comisión TPP que tiene atribuciones para revisar estos períodos de monopolio, por supuesto con la intención de extenderlos en el futuro.
¿Cuáles son los beneficios?
Las farmacéuticas son un negocio más lucrativo que el petróleo, sólo comparables con los bancos.
Los supuestos beneficios del TPP son más dinero para las empresas farmacéuticas, que invertirán este dinero en investigación y desarrollo para crear nuevos medicamentos. Esto es cierto, en parte. En realidad, la mayor partida de gastos para todas estas empresas no es la creación de medicamentos, sino los costos de marketing y ventas. Por ejemplo la multinacional británica GlaxoSmithKlein, la sexta empresa más grande de este sector en el mundo, gasta unos 10 mil millones de dólares al año en marketing y ventas, y poco más de la mitad de esa cantidad (5.3 mil millones de dólares) en investigación y desarrollo.
El texto del Capítulo de Propiedad Intelectual del TPP continúa siendo en teoría “secreto” (porque las negociaciones se realizaron a puerta cerrada) pero se conoce gracias a Wikileaks. Al leerlo, es evidente que no se busca un balance entre costos de salud para los pacientes, y beneficios para las empresas farmacéuticas. Todo es acerca de extender las ganancias de la industria farmacéutica en el futuro, atar de manos a los países para que no puedan regular a favor de su población, y entregarle un regalo fantástico a un sector empresarial que ya es, a estas alturas, extremadamente rico.
Fuentes: Derechos Digitales, Wikileaks, Freezenet.
El TPP es una propuesta de tratado entre 12 países que en conjunto suman más de 800 millones de personas: en América incluye a Canadá, Estados Unidos, México, Perú y Chile; mientras que en Asia incluye a Brunéi, Nueva Zelanda, Singapur, Australia, Japón, Malasia y Vietnam. Como hemos dicho antes, se presenta como un tratado de libre comercio cuando en realidad no lo es: tiene 6 capítulos que se refieren a rebajas arancelarias, y 24 capítulos que hablan sobre “otros temas.”
Uno de esos temas es la “propiedad intelectual” entendida en un sentido muy amplio, desde películas y canciones hasta publicaciones científicas, y medicamentos usados para luchar contra las consecuencias del cáncer.
En el caso de las películas, canciones, libros y otros elementos creativos, en la mitad de los países miembros el TPP aumenta retroactivamente en 20 años el período de monopolio para estudios, discográficas y editoriales. Esto significa 20 años que pasarán del dominio público a manos privadas. Además, existirán mayores sanciones criminales para usuarios de Internet, y en general un desbalance que terminará con la presunción de inocencia y creará una enorme sobrecarga sobre los sistemas judiciales.
Pero esto no es lo peor del tratado.
Un enorme regalo para las farmacéuticas
Una serie de dictámenes judiciales en los últimos años han concluido algo extremadamente sensato: los elementos presentes en la naturaleza no son patentables. Una patente requiere que exista un acto de invención, y extraer, por ejemplo, una hormona o un gen, no lo constituye. El caso más famoso son los genes BRCA1 y BRCA2, que han sido relacionados con la propensión a ciertos tipos de cáncer de mama, y que tanto en EEUU como en Australia generaron dictámenes judiciales indicando que los genes no son patentables.
¿Qué han hecho las farmacéuticas para eludir estos dictámenes? Conseguir que algunos estados les entregen monopolios sobre “medicamentos biológicos” independientemente de su patentabilidad. En el TPP, se establece que desde el momento en que una empresa farmacéutica determine que un cierto compuesto existente en la naturaleza, por ejemplo, puede ser usado para tratar una enfermedad, nadie puede usar ese tratamiento durante 8 años sin pagar por ello. Esto es un enorme regalo para la industria farmacéutica, que en estos casos no tiene que inventar nada. Además, los datos usados durante las pruebas clínicas serán secretos, generando una demora adicional en la llegada de medicamentos a precios asequibles al mercado.
No contentos con lo anterior, el texto incluye una Comisión TPP que tiene atribuciones para revisar estos períodos de monopolio, por supuesto con la intención de extenderlos en el futuro.
¿Cuáles son los beneficios?
Las farmacéuticas son un negocio más lucrativo que el petróleo, sólo comparables con los bancos.
Los supuestos beneficios del TPP son más dinero para las empresas farmacéuticas, que invertirán este dinero en investigación y desarrollo para crear nuevos medicamentos. Esto es cierto, en parte. En realidad, la mayor partida de gastos para todas estas empresas no es la creación de medicamentos, sino los costos de marketing y ventas. Por ejemplo la multinacional británica GlaxoSmithKlein, la sexta empresa más grande de este sector en el mundo, gasta unos 10 mil millones de dólares al año en marketing y ventas, y poco más de la mitad de esa cantidad (5.3 mil millones de dólares) en investigación y desarrollo.
El texto del Capítulo de Propiedad Intelectual del TPP continúa siendo en teoría “secreto” (porque las negociaciones se realizaron a puerta cerrada) pero se conoce gracias a Wikileaks. Al leerlo, es evidente que no se busca un balance entre costos de salud para los pacientes, y beneficios para las empresas farmacéuticas. Todo es acerca de extender las ganancias de la industria farmacéutica en el futuro, atar de manos a los países para que no puedan regular a favor de su población, y entregarle un regalo fantástico a un sector empresarial que ya es, a estas alturas, extremadamente rico.
Fuentes: Derechos Digitales, Wikileaks, Freezenet.
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