¿Qué pensarías si se pudiera saber en todo momento dónde estás, cómo y adónde viajas, dónde paras, si estás en una manifestación, si frecuentas más unos lugares que otros? ¿Te parecería bien? ¿O pedirías que se eliminara inmediatamente esa información? ¿Cómo la obtienen? La verdad es que no tenemos ni idea de la cantidad de información tienen y que pueden saber de nosotros. Todos (o casi todos) llevamos un teléfono móvil y, por tanto, accedemos mediante una compañía telefónica que nos conecta con el mundo digital.
Malte Spitz, miembro del Partido Verde alemán pidió en 2009 a su compañía telefónica, la Deutsche Telekom, todos los datos que tuviera de él. Tuvo que demandarlos para que le hicieran llegar un CD con una hoja de cálculo que tenía nada menos que 30.830 líneas de información. Esta información comprendía los últimos 6 meses de la información que tenían.
De los datos pudo extraerse muchísima información: cuándo iba en tren o en avión, cuándo y dónde se paraba, cuándo está comiendo o durmiendo, los mensajes que le mandaban, quién le llamaba, cuánto tiempo hablaba con el que le llamaba, etc. Y todo esto es porque llevaba todo el día consigo un teléfono móvil, que va emitiendo una señal cada cierto tiempo de dónde está, entre otras cosas.
Pero si juntamos los datos, ya no sólo de Malte Spitz, sino de muchas personas, podemos dibujar una red de comunicaciones y podemos, además, ver cuáles son los principales centros o puntos más importantes de dicha red. De hecho, esta información nos permitiría controlar la sociedad: puedes saber quién habla con quién, desde donde, cómo, etc.
¿Qué podemos hacer con los datos de muchas personas
Por ejemplo, imaginad una manifestación de personas, todos con su móvil en el bolsillo. Todos, automáticamente, están identificados. Es más, si hacemos un mapa de las comunicaciones podemos incluso ver los cabecillas o personas más influyentes o con más contactos de la misma.
Sólo desactivándolos ya podríamos intervenir en la misma y, por lo menos, ponerlos en problemas. Incluso identificarlos, como hizo el gobierno de Ucrania, identificando a los manifestantes y enviándoles un SMS donde se les advertía que habían participado en una manifestación ilegal.
¿Puede la compañía telefónica o proveedor de Internet tener esa información? En verano de 2006 la Unión Europea presentó la directiva de retención de datos que dice que todas las compañías con más de 10.000 clientes deben guardar los datos de sus clientes con una profundidad mínima de 6 meses hasta un máximo de 2 años.
La pregunta es, ¿queremos esto? ¿queremos que sea así? ¿nos parece bien que nuestros datos sean utilizados para los fines que los que están en el poder quieran?
Solemos aceptar que las instituciones tengan control sobre nosotros por, según afirman, nuestra seguridad; pues así son capaces de detectar malhechores; pero dicho esto, entonces, ¿dónde queda nuestra privacidad? ¿dónde está el límite en sacrificar nuestra privacidad por nuestra seguridad? ¿qué pasaría si esos datoscayeran en manos con no tan buenas intenciones?
Durante la Segunda Guerra Mundial, los holandeses llevaban un censo de las personas que contenía, entre otros datos, sus diferentes creencias religiosas: católicos, protestantes, judíos, etc; para ver cómo debían repartir el dinero entre las congregaciones. Cuando llegaron los nazis esa información les sirvió de mucho: sólo un 25% de los judíos holandeses sobrevivieron.
Según Marta Peirano, la mera existencia de esa información nos marca unos antecedentes y nos hace vulnerables de formas que ni siquiera podemos imaginar.
Fuente | Marta Peirano en TEDx
Fuente | Melte Spitz en TEDx
Imagen | Pixabay
Imagen | Michael Kreil
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¿Qué pensarías si se pudiera saber en todo momento dónde estás, cómo y adónde viajas, dónde paras, si estás en una manifestación, si frecuentas más unos lugares que otros? ¿Te parecería bien? ¿O pedirías que se eliminara inmediatamente esa información? ¿Cómo la obtienen? La verdad es que no tenemos ni idea de la cantidad de información tienen y que pueden saber de nosotros. Todos (o casi todos) llevamos un teléfono móvil y, por tanto, accedemos mediante una compañía telefónica que nos conecta con el mundo digital.
Malte Spitz, miembro del Partido Verde alemán pidió en 2009 a su compañía telefónica, la Deutsche Telekom, todos los datos que tuviera de él. Tuvo que demandarlos para que le hicieran llegar un CD con una hoja de cálculo que tenía nada menos que 30.830 líneas de información. Esta información comprendía los últimos 6 meses de la información que tenían.
De los datos pudo extraerse muchísima información: cuándo iba en tren o en avión, cuándo y dónde se paraba, cuándo está comiendo o durmiendo, los mensajes que le mandaban, quién le llamaba, cuánto tiempo hablaba con el que le llamaba, etc. Y todo esto es porque llevaba todo el día consigo un teléfono móvil, que va emitiendo una señal cada cierto tiempo de dónde está, entre otras cosas.
Pero si juntamos los datos, ya no sólo de Malte Spitz, sino de muchas personas, podemos dibujar una red de comunicaciones y podemos, además, ver cuáles son los principales centros o puntos más importantes de dicha red. De hecho, esta información nos permitiría controlar la sociedad: puedes saber quién habla con quién, desde donde, cómo, etc.
¿Qué podemos hacer con los datos de muchas personas
Por ejemplo, imaginad una manifestación de personas, todos con su móvil en el bolsillo. Todos, automáticamente, están identificados. Es más, si hacemos un mapa de las comunicaciones podemos incluso ver los cabecillas o personas más influyentes o con más contactos de la misma.
Sólo desactivándolos ya podríamos intervenir en la misma y, por lo menos, ponerlos en problemas. Incluso identificarlos, como hizo el gobierno de Ucrania, identificando a los manifestantes y enviándoles un SMS donde se les advertía que habían participado en una manifestación ilegal.
¿Puede la compañía telefónica o proveedor de Internet tener esa información? En verano de 2006 la Unión Europea presentó la directiva de retención de datos que dice que todas las compañías con más de 10.000 clientes deben guardar los datos de sus clientes con una profundidad mínima de 6 meses hasta un máximo de 2 años.
La pregunta es, ¿queremos esto? ¿queremos que sea así? ¿nos parece bien que nuestros datos sean utilizados para los fines que los que están en el poder quieran?
Solemos aceptar que las instituciones tengan control sobre nosotros por, según afirman, nuestra seguridad; pues así son capaces de detectar malhechores; pero dicho esto, entonces, ¿dónde queda nuestra privacidad? ¿dónde está el límite en sacrificar nuestra privacidad por nuestra seguridad? ¿qué pasaría si esos datoscayeran en manos con no tan buenas intenciones?
Durante la Segunda Guerra Mundial, los holandeses llevaban un censo de las personas que contenía, entre otros datos, sus diferentes creencias religiosas: católicos, protestantes, judíos, etc; para ver cómo debían repartir el dinero entre las congregaciones. Cuando llegaron los nazis esa información les sirvió de mucho: sólo un 25% de los judíos holandeses sobrevivieron.
Según Marta Peirano, la mera existencia de esa información nos marca unos antecedentes y nos hace vulnerables de formas que ni siquiera podemos imaginar.
Fuente | Marta Peirano en TEDx
Fuente | Melte Spitz en TEDx
Imagen | Pixabay
Imagen | Michael Kreil
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