Si bien muchas universidades y centros educativos han avanzado en la incorporación de licencias libres Creative Commons para publicar sus materiales, poco se ha avanzado en la utilización del software libre en la enseñanza superior.
Las instituciones educativas tienen como objetivo enseñar y educar a sus alumnos. El uso de software privativo es el más extendido. El argumento principal es que los preparan “para lo que usa el mercado” y lo sostienen con los beneficios que supone pagar descuentos muy económicos por las llamadas “licencias educativas” que les ofrecen las empresas de software.
Usar software privativo en la educación supone:
· Promover e incitar al delito:
Aunque los estudiantes y las alumnas puedan aprender en la universidad con software privativo gracias a estas licencias educativas, si quieren seguir practicando en sus casas deben comprar la licencia de esos programas.
Como no se podrán conseguir una licencia educativa, lo más probable es que acudan a una copia ilegal del programa. Según el último reporte de la Alianza de Negocios del Software (BSA) en América Latina el 59% de programas son ilegales.
Si sólo educamos con software privativo que luego tiene precios inalcanzables para la mayoría de estudiantes y profesionales, ¿no será lógico que la gente use programas piratas? Es difícil que las empresas bajen sus costos, por lo tanto, la solución parece venir más por el lado de la educación.
· Promover e incitar que el mercado siga mandando:
“Es que en las empresas usan este software y debemos enseñar a los alumnos para que tengan oportunidades”, dicen algunos profesores. Seguramente, en esa empresa, usan ese software porque todos los trabajadores que llegaron sabían manejar sólo ese programa y el dueño tuvo que comprar la licencia habiendo seguramente alternativas libres de las mismas características.
· Promover la dependencia:
Las licencias educativas son las primeras dosis de la adicción a lo privativo. A las empresas les interesa mucho regalar estas licencias y que los estudiantes se formen con esos programas. Porque cuando tengan que ir a trabajar en un estudio de diseño o abrir su propia empresa, ¿qué software van a usar? Obviamente, el que aprendieron a manejar.
Los convenios que las grandes corporaciones del software firman con las universidades no pretenden formar a los estudiantes o incentivar el desarrollo, sólo buscan garantizar futuros clientes para sus productos.
Estas transnacionales del software son esas manos (no tan) invisibles que mueven los hilos del mercado. Enseñar con software privativo en las universidades contribuye a que esta cadena de dependencia que no controla y enriquece más y más a estas empresas no se rompa nunca.
Si en muchos países es ilegal que, por ejemplo, un médico reciba incentivos de las farmaceúticas para recomendar sus medicamentos en vez de otros, igualmente debería ser ilegal que empresas de software regalen o incentiven a profesores y universidades a enseñar su programa en vez de otros. En la enseñanza debería ser obligatorio aplicar el principio de neutralidad tecnológica.
· Desincentiva la investigación:
Es uno de los pilares fundamentales de la educación universitaria: investigar. Pero si no podemos acceder al código de un programa para modificarlo, aprender cómo funciona o adaptarlo mutilamos la capacidad de investigar de los estudiantes. Perderán las ganas de saber cómo y por qué funcionan las cosas. Los convertimos en autómatas que pulsan teclas de programas que jamás sabrán qué hacen en realidad. Y esto es peligroso donde el software y las tecnologías tienen cada vez mayor presencia.
· Promueve la individualidad:
Formar a los estudiantes en entornos de aprendizaje colaborativos y libres incentiva su creatividad. La construcción del conocimiento se ha basado históricamente en la colectividad, en compartir ese conocimiento. Los docentes enseñan lo que saben a sus alumnos que serán los profesores del futuro. Los inventores basan sus investigaciones en otros inventos anteriores. La apertura y libertad del conocimiento es lo único que permitirá seguir generando conocimiento y desarrollo.
Entonces, ¿sólo se debería enseñar software libre?
No. Es cierto que en muchas empresas se usan aún aplicaciones privativas y no saber manejarlas podría privar a los alumnos de oportunidades laborales. También es cierto que en algunos campos las aplicaciones de software libre aún no están plenamente desarrolladas.
Lo ideal es proporcionar una educación lo más amplia posible. Que el estudiante conozca todas las opciones y luego elija, no que la universidad o una empresa de software decidan por él qué software usará en su futuro.
Y para llegar a esta formación integral a los primeros que hay que capacitar es a los docentes. Son ellas y ellos, en la mayoría de los casos no por mala intención sino por desconocimiento, los que no se atreven a salir de su zona de confort y enseñar nuevas herramientas.
El salón de clase dejo hace mucho de ser un espacio vertical donde el profesor dicta cátedra. Generemos espacios horizontales de aprendizaje e investigación mutua, donde todos aprendamos de todas. De seguro algún alumno sabe dibujar bien en Inkscape y puede ser quien ese día de la clase.
Hay que romper paradigmas. Es el camino para llegar a ser libres.
Publicado en Radios Libres: http://radioslibres.net/article/universidades-deben-usar-tecnologias-libres/
Si bien muchas universidades y centros educativos han avanzado en la incorporación de licencias libres Creative Commons para publicar sus materiales, poco se ha avanzado en la utilización del software libre en la enseñanza superior.
Las instituciones educativas tienen como objetivo enseñar y educar a sus alumnos. El uso de software privativo es el más extendido. El argumento principal es que los preparan “para lo que usa el mercado” y lo sostienen con los beneficios que supone pagar descuentos muy económicos por las llamadas “licencias educativas” que les ofrecen las empresas de software.
Usar software privativo en la educación supone:
· Promover e incitar al delito:
Aunque los estudiantes y las alumnas puedan aprender en la universidad con software privativo gracias a estas licencias educativas, si quieren seguir practicando en sus casas deben comprar la licencia de esos programas.
Como no se podrán conseguir una licencia educativa, lo más probable es que acudan a una copia ilegal del programa. Según el último reporte de la Alianza de Negocios del Software (BSA) en América Latina el 59% de programas son ilegales.
Si sólo educamos con software privativo que luego tiene precios inalcanzables para la mayoría de estudiantes y profesionales, ¿no será lógico que la gente use programas piratas? Es difícil que las empresas bajen sus costos, por lo tanto, la solución parece venir más por el lado de la educación.
· Promover e incitar que el mercado siga mandando:
“Es que en las empresas usan este software y debemos enseñar a los alumnos para que tengan oportunidades”, dicen algunos profesores. Seguramente, en esa empresa, usan ese software porque todos los trabajadores que llegaron sabían manejar sólo ese programa y el dueño tuvo que comprar la licencia habiendo seguramente alternativas libres de las mismas características.
· Promover la dependencia:
Las licencias educativas son las primeras dosis de la adicción a lo privativo. A las empresas les interesa mucho regalar estas licencias y que los estudiantes se formen con esos programas. Porque cuando tengan que ir a trabajar en un estudio de diseño o abrir su propia empresa, ¿qué software van a usar? Obviamente, el que aprendieron a manejar.
Los convenios que las grandes corporaciones del software firman con las universidades no pretenden formar a los estudiantes o incentivar el desarrollo, sólo buscan garantizar futuros clientes para sus productos.
Estas transnacionales del software son esas manos (no tan) invisibles que mueven los hilos del mercado. Enseñar con software privativo en las universidades contribuye a que esta cadena de dependencia que no controla y enriquece más y más a estas empresas no se rompa nunca.
Si en muchos países es ilegal que, por ejemplo, un médico reciba incentivos de las farmaceúticas para recomendar sus medicamentos en vez de otros, igualmente debería ser ilegal que empresas de software regalen o incentiven a profesores y universidades a enseñar su programa en vez de otros. En la enseñanza debería ser obligatorio aplicar el principio de neutralidad tecnológica.
· Desincentiva la investigación:
Es uno de los pilares fundamentales de la educación universitaria: investigar. Pero si no podemos acceder al código de un programa para modificarlo, aprender cómo funciona o adaptarlo mutilamos la capacidad de investigar de los estudiantes. Perderán las ganas de saber cómo y por qué funcionan las cosas. Los convertimos en autómatas que pulsan teclas de programas que jamás sabrán qué hacen en realidad. Y esto es peligroso donde el software y las tecnologías tienen cada vez mayor presencia.
· Promueve la individualidad:
Formar a los estudiantes en entornos de aprendizaje colaborativos y libres incentiva su creatividad. La construcción del conocimiento se ha basado históricamente en la colectividad, en compartir ese conocimiento. Los docentes enseñan lo que saben a sus alumnos que serán los profesores del futuro. Los inventores basan sus investigaciones en otros inventos anteriores. La apertura y libertad del conocimiento es lo único que permitirá seguir generando conocimiento y desarrollo.
Entonces, ¿sólo se debería enseñar software libre?
No. Es cierto que en muchas empresas se usan aún aplicaciones privativas y no saber manejarlas podría privar a los alumnos de oportunidades laborales. También es cierto que en algunos campos las aplicaciones de software libre aún no están plenamente desarrolladas.
Lo ideal es proporcionar una educación lo más amplia posible. Que el estudiante conozca todas las opciones y luego elija, no que la universidad o una empresa de software decidan por él qué software usará en su futuro.
Y para llegar a esta formación integral a los primeros que hay que capacitar es a los docentes. Son ellas y ellos, en la mayoría de los casos no por mala intención sino por desconocimiento, los que no se atreven a salir de su zona de confort y enseñar nuevas herramientas.
El salón de clase dejo hace mucho de ser un espacio vertical donde el profesor dicta cátedra. Generemos espacios horizontales de aprendizaje e investigación mutua, donde todos aprendamos de todas. De seguro algún alumno sabe dibujar bien en Inkscape y puede ser quien ese día de la clase.
Hay que romper paradigmas. Es el camino para llegar a ser libres.
Publicado en Radios Libres: http://radioslibres.net/article/universidades-deben-usar-tecnologias-libres/
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