Este articulo es para España pero hay mucho en común con Chile.
El sector público usa cada vez más este sistema de programación. Sus ventajas: permite editar y mejorar las aplicaciones y programas… y es más barato
unque a muchos les suene a klingon, el software libre es la base de un montón de aplicaciones y programas informáticos —como WordPress, Open Office y Mozilla Firefox— sin los que nos resultaría complicado vivir. Cada vez cobra más importancia también en la Administración que, con su uso, ahorra dinero y aumenta la seguridad de los sistemas. Esta idea se va extendiendo poco a poco y por eso, cuando el Ayuntamiento de Madrid preguntó a los ciudadanos en qué gastar sus presupuestos, uno de los proyectos participativos más votados fue que se decidiese a trabajar con código abierto, otra forma de referirse al software libre. Pero, ¿por qué es tan importante que las entidades públicas funcionen con este sistema de programación?
Las administraciones que utilizan este código abierto se benefician de algunas ventajas: es una alternativa más barata —no se paga una licencia por el producto, aunque sí el soporte— y supone menos dependencia respecto al proveedor. La calidad final del programa aumenta porque es verificado por multitud de desarrolladores que se dedican a aportar su “granito de arena”. Así lo explica Pedro Martínez-Juliá, que trabaja en el Instituto Nacional de Información y Comunicaciones de Tecnología de Japón.
Según Martínez-Juliá, “este modelo encaja perfectamente en lo que debe favorecer una administración pública: enriquecer, en la medida de lo posible, a la sociedad que está administrando”. Y añade: “Cualquier cosa financiada con fondos públicos debe estar a disposición del público que aporta dichos fondos, lo cual no se consigue con software privativo y su licencia restrictiva, y sí con software libre y su licencia permisiva”.
También es un método más transparente porque los usuarios externos pueden detectar errores y sugerir cambios. Según la Secretaría General de Administración Digital, “al estar disponible el código que hay detrás de las aplicaciones, éstas pueden ser auditadas por terceros en busca de problemas de seguridad o errores en su desarrollo, lo que redunda en una mayor seguridad”.
¿De qué hablamos exactamente?
Para aclararnos: un programa es software libre cuando cualquier persona puede acceder, modificar y distribuir su código fuente, es decir, las instrucciones que debe seguir el ordenador para ejecutar un programa o cargar una página web. Podríamos decir que con el software libre puedes editar un programa creado por otra persona para adaptarlo a tus necesidades. “Aunque hay ciertas diferencias, a grandes rasgos la filosofía es la misma que cuando se usa una licencia creative commons para textos, música o imágenes”, explica David Cabo, director de la fundación Civio. “Cualquier persona puede descargarse una foto creative commons de Flickr y usarla en un libro sin pedir permiso, siempre que respete ciertas reglas, como reconocer al autor”.
Crear aplicaciones con código abierto permite que cualquier usuario con conocimientos de programación pueda participar en el desarrollo de ese programa. “Todos se benefician porque se evita duplicar esfuerzos”, explica Cabo. El código abierto ha tenido un enorme impacto en la industria del desarrollo de software desde los años 80. “Al principio se despreciaba la idea como algo que no era sostenible, pero hoy en día está muy presente. En los últimos años estamos viendo cómo las administraciones públicas también comienzan a adoptar esta filosofía, no solo como usuarios, sino también como generadores de software libre”.
El modelo está triunfando
Todo esto está muy bien, pero ¿cuántas administraciones lo usan? Según datos de la Secretaría General de Administración Digital, el 45% de las aplicaciones de los ordenadores en las corporaciones locales es de software libre, así como el 8% de los sistemas operativos. En Extremadura, Andalucía, la Comunidad Valenciana, Castilla-La Mancha, la Comunidad de Madrid, Cataluña, Galicia, Cantabria, el País Vasco, Canarias y Melilla ya tienen sus propios sistemas de código abierto.
Esta andadura comenzó en 2009, cuando el gobierno creó el Centro Nacional de Referencia de Aplicación de las Tecnologías de la Información y la Comunicación (CENATIC) para promocionar los sistemas de fuentes abiertas. Según el estudio más reciente de este organismo, las administraciones públicas apuestan por un modelo mucho más abierto y colaborativo, aunque es necesario “capacitar a los profesionales para que sean los verdaderos artífices de este cambio de modelo”.
Los expertos están de acuerdo en que la transformación digital ha propulsado el desarrollo de esta forma de programar y creen que ha llegado para quedarse. “Para mí el futuro del software libre no es discutible”, afirma, tajante, Martínez-Juliá. “Es algo que existe al margen de la moda, la economía y la propia administración pública. Nadie va a impedir a ningún desarrollador aportar su código, por lo que siempre existirá software libre”.
Fuente
Este articulo es para España pero hay mucho en común con Chile.
El sector público usa cada vez más este sistema de programación. Sus ventajas: permite editar y mejorar las aplicaciones y programas… y es más barato
unque a muchos les suene a klingon, el software libre es la base de un montón de aplicaciones y programas informáticos —como WordPress, Open Office y Mozilla Firefox— sin los que nos resultaría complicado vivir. Cada vez cobra más importancia también en la Administración que, con su uso, ahorra dinero y aumenta la seguridad de los sistemas. Esta idea se va extendiendo poco a poco y por eso, cuando el Ayuntamiento de Madrid preguntó a los ciudadanos en qué gastar sus presupuestos, uno de los proyectos participativos más votados fue que se decidiese a trabajar con código abierto, otra forma de referirse al software libre. Pero, ¿por qué es tan importante que las entidades públicas funcionen con este sistema de programación?
Las administraciones que utilizan este código abierto se benefician de algunas ventajas: es una alternativa más barata —no se paga una licencia por el producto, aunque sí el soporte— y supone menos dependencia respecto al proveedor. La calidad final del programa aumenta porque es verificado por multitud de desarrolladores que se dedican a aportar su “granito de arena”. Así lo explica Pedro Martínez-Juliá, que trabaja en el Instituto Nacional de Información y Comunicaciones de Tecnología de Japón.
Según Martínez-Juliá, “este modelo encaja perfectamente en lo que debe favorecer una administración pública: enriquecer, en la medida de lo posible, a la sociedad que está administrando”. Y añade: “Cualquier cosa financiada con fondos públicos debe estar a disposición del público que aporta dichos fondos, lo cual no se consigue con software privativo y su licencia restrictiva, y sí con software libre y su licencia permisiva”.
También es un método más transparente porque los usuarios externos pueden detectar errores y sugerir cambios. Según la Secretaría General de Administración Digital, “al estar disponible el código que hay detrás de las aplicaciones, éstas pueden ser auditadas por terceros en busca de problemas de seguridad o errores en su desarrollo, lo que redunda en una mayor seguridad”.
¿De qué hablamos exactamente?
Para aclararnos: un programa es software libre cuando cualquier persona puede acceder, modificar y distribuir su código fuente, es decir, las instrucciones que debe seguir el ordenador para ejecutar un programa o cargar una página web. Podríamos decir que con el software libre puedes editar un programa creado por otra persona para adaptarlo a tus necesidades. “Aunque hay ciertas diferencias, a grandes rasgos la filosofía es la misma que cuando se usa una licencia creative commons para textos, música o imágenes”, explica David Cabo, director de la fundación Civio. “Cualquier persona puede descargarse una foto creative commons de Flickr y usarla en un libro sin pedir permiso, siempre que respete ciertas reglas, como reconocer al autor”.
Crear aplicaciones con código abierto permite que cualquier usuario con conocimientos de programación pueda participar en el desarrollo de ese programa. “Todos se benefician porque se evita duplicar esfuerzos”, explica Cabo. El código abierto ha tenido un enorme impacto en la industria del desarrollo de software desde los años 80. “Al principio se despreciaba la idea como algo que no era sostenible, pero hoy en día está muy presente. En los últimos años estamos viendo cómo las administraciones públicas también comienzan a adoptar esta filosofía, no solo como usuarios, sino también como generadores de software libre”.
El modelo está triunfando
Todo esto está muy bien, pero ¿cuántas administraciones lo usan? Según datos de la Secretaría General de Administración Digital, el 45% de las aplicaciones de los ordenadores en las corporaciones locales es de software libre, así como el 8% de los sistemas operativos. En Extremadura, Andalucía, la Comunidad Valenciana, Castilla-La Mancha, la Comunidad de Madrid, Cataluña, Galicia, Cantabria, el País Vasco, Canarias y Melilla ya tienen sus propios sistemas de código abierto.
Esta andadura comenzó en 2009, cuando el gobierno creó el Centro Nacional de Referencia de Aplicación de las Tecnologías de la Información y la Comunicación (CENATIC) para promocionar los sistemas de fuentes abiertas. Según el estudio más reciente de este organismo, las administraciones públicas apuestan por un modelo mucho más abierto y colaborativo, aunque es necesario “capacitar a los profesionales para que sean los verdaderos artífices de este cambio de modelo”.
Los expertos están de acuerdo en que la transformación digital ha propulsado el desarrollo de esta forma de programar y creen que ha llegado para quedarse. “Para mí el futuro del software libre no es discutible”, afirma, tajante, Martínez-Juliá. “Es algo que existe al margen de la moda, la economía y la propia administración pública. Nadie va a impedir a ningún desarrollador aportar su código, por lo que siempre existirá software libre”.
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