El pasado julio Reino Unido hizo de ODF el formato estándar para documentos oficiales. Por el empujón que le supuso a OpenDocument, fue una gran noticia a la que siguió otra casi mejor, por su alcance global: Google Drive dio soporte a ODF. Causa y efecto. Pero, ¿cómo van a día de hoy las cosas? ¿Avanza la implantación del formato abierto?
Francis Maude, Ministro de Presidencia y una de las figuras clave impulsando el cambio, publicaba información actualizada a finales de marzo que cazamos ahora, y es que es lo suficientemente jugosa como para no dejarla escapar. Porque después meses de silencio desde que se anunciase la medida, la duda de su éxito o fracaso quedaba sin responder.
Todo marcha según lo planeado, sin embargo, a tenor de que el camino es largo y tiene etapas. En este tiempo los diferentes departamentos públicos han trazado sus hojas de ruta y algunos preparan programas piloto para comenzar la migración, a la par que departamentos como el de transportes, salud, trabajo y otros ya publican sus documentos en ODF.
Asimismo, los gigantes del software que operan en el país se han ido reblandeciendo y tras el insólito movimiento de Google, Microsoft adelanta mejor soporte para ODF en su suite de aplicaciones en la nube. Google, por su parte, no ha vuelto a mencionar el tema. Pero para eso está el Ministro Maude, para revelar por su cuenta que la firma estadounidense completará el soporte de ODF añadiendo exportación de presentaciones en dicho formato.
Pero aún hay más y desde las propias páginas del Gobierno se hacen eco del movimiento en torno a ODF, e incluso tienen en consideración a LibreOffice Online, dando por sentado que estaría disponible a finales de año como servicio en la nube. O sea que sí, se avanza y como nunca se llegó a imaginar (aunque aconsejamos al lector no dar por concluyente ninguna fecha con respecto al lanzamiento de LibreOffice Online).
¿Y cuál es la causa del efecto? Una decisión política hecha ley, que además de ahorrarle al contribuyente británico la friolera de 1.200 millones de libras, incide en la interoperabilidad y la libre competencia.
El pasado julio Reino Unido hizo de ODF el formato estándar para documentos oficiales. Por el empujón que le supuso a OpenDocument, fue una gran noticia a la que siguió otra casi mejor, por su alcance global: Google Drive dio soporte a ODF. Causa y efecto. Pero, ¿cómo van a día de hoy las cosas? ¿Avanza la implantación del formato abierto?
Francis Maude, Ministro de Presidencia y una de las figuras clave impulsando el cambio, publicaba información actualizada a finales de marzo que cazamos ahora, y es que es lo suficientemente jugosa como para no dejarla escapar. Porque después meses de silencio desde que se anunciase la medida, la duda de su éxito o fracaso quedaba sin responder.
Todo marcha según lo planeado, sin embargo, a tenor de que el camino es largo y tiene etapas. En este tiempo los diferentes departamentos públicos han trazado sus hojas de ruta y algunos preparan programas piloto para comenzar la migración, a la par que departamentos como el de transportes, salud, trabajo y otros ya publican sus documentos en ODF.
Asimismo, los gigantes del software que operan en el país se han ido reblandeciendo y tras el insólito movimiento de Google, Microsoft adelanta mejor soporte para ODF en su suite de aplicaciones en la nube. Google, por su parte, no ha vuelto a mencionar el tema. Pero para eso está el Ministro Maude, para revelar por su cuenta que la firma estadounidense completará el soporte de ODF añadiendo exportación de presentaciones en dicho formato.
Pero aún hay más y desde las propias páginas del Gobierno se hacen eco del movimiento en torno a ODF, e incluso tienen en consideración a LibreOffice Online, dando por sentado que estaría disponible a finales de año como servicio en la nube. O sea que sí, se avanza y como nunca se llegó a imaginar (aunque aconsejamos al lector no dar por concluyente ninguna fecha con respecto al lanzamiento de LibreOffice Online).
¿Y cuál es la causa del efecto? Una decisión política hecha ley, que además de ahorrarle al contribuyente británico la friolera de 1.200 millones de libras, incide en la interoperabilidad y la libre competencia.
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