El Bitcoin, desde su creación en 2009, ha logrado su objetivo de
establecer una moneda digital capaz de
registrar las transacciones y evitar el doble gasto sin un tercero
centralizado y de confianza, como por ejemplo bancos comerciales o
centrales. El Bitcoin, y otras criptomonedas establecidas desde entonces, han introducido nuevos mecanismos como pruebas de aceptación y la mejora de sus protocolos subyacentes para proporcionar funcionalidad adicional y permitir casos de uso no monetarios.
El mundo de las criptomonedas está cambiando y evolucionando rápidamente. Los innovadores y emprendedores son
constantemente introduciendo nuevas criptomonedas, cada una de las cuales promete nuevas y variadas características para atraer a inversores y usuarios. En abril de 2018, había más de 1.500 criptomonedas, según coinmarketcap.com, junto con Bitcoin, Ether y Ripple son los más utilizados.
El mercado de pagos en criptomonedas sigue siendo pequeño, a pesar de
la introducción regular de nuevos sistemas de pago. Los usuarios están
creciendo y evolucionando lentamente, sin embargo, hay que empezar a
valorar si existe la posibilidad hoy en día de que nos dirijamos a
modelos digitales con monedas descentralizadas y pueden desafiar
abiertamente al dólar o el euro.
Ventajas y los riesgos de las criptomonedas
Las criptomonedas y sus tecnologías subyacentes ofrecen beneficios
evidentes que han contribuido a su expansión exitosa pero también
conllevan riesgos. La tecnología puede reducir el coste de las transferencias internacionales,
incluidas las remesas, y fomentar la inclusión financiera, lo que se
traduce en mayor libertad financiera para cada uno de nosotros.
Algunos servicios de pago realizan ahora transferencias al extranjero
en cuestión de horas, no de días. La tecnología ETC puede proporcionar
beneficios más allá del sistema financiero. Por ejemplo, se puede utilizar para almacenar de forma segura registros importantes, como historiales médicos y escrituras de tierras.
Por otro lado, el pseudo-anonimato de muchas criptomonedas las hace vulnerables a su uso en el lavado de dinero y el uso de actividades terroristas, si ningún intermediario verifica la integridad de las transacciones o la identidad de las personas que las realizan.
En última distancia, las criptomonedas también podrían presentar
desafíos para los bancos centrales si afectaran al control de la oferta
monetaria y, por lo tanto, a la ejecución de la política monetaria que
durante el último siglo han marcado el paso y han tenido un papel especialmente intervencionista tras la crisis de 2007.
Las criptomonedas siguen sin ser sustitutivos
Toda moneda que sea considerada como tal debe ejercer dos funciones
principales. La primera, es tener la capacidad de depósito valor y, la
segunda, ser fácilmente intercambiable en futuras transacciones, el
conocido efecto red.
El problema principal para las criptomonedas que aún no ha quedado resuelto a día de hoy es cómo enfrentarse a la altísima volatilidad que soportan sus cotizaciones.
Si queremos llevar una planificación a corto plazo de nuestras
necesidades de liquidez para atender a los pagos oportunos, exigimos que
las valoraciones no se alteren considerablemente, por lo que las
criptomonedas al ser muy volátiles no podemos considerarlas como unidad
de cuenta estable.
Por ello, las criptomonedas, desde un punto de vista depósito
valor, son más bien un producto especulativo con características muy
particulares. En consecuencia, no son sustitutivos de monedas
como son el dólar o el euro representan el 62,7% y el 20,2% de las
reservas respectivamente. Las cotizaciones de una criptomoneda como es
el Bitcoin multiplican por 16 las volatilidades diarias las principales divisas.
Esa volatilidad tiene su explicación. Las criptomonedas derivan su
valor de mercado de su potencial para ser cambiados por otras monedas,
para ser usados para pagos y para ser usados como un depósito de valor. A
diferencia del valor de las monedas fiduciarias, que se basa en la
política monetaria y en su condición de moneda de curso legal, las criptomonedas se basa únicamente en la expectativa de que otros también los valorarán y utilizarán.
Dado que la valoración se basa en gran medida en creencias que no están
bien ancladas, la volatilidad de los precios ha sido alta.
Probablemente, a partir de la insuficiencia como depósito valor, el efecto red de estas monedas se vean altamente cuestionadas,
y existen serias dificultades para ser aceptados como medio de pago y
afrontar deudas, u otro tipo de obligaciones, entre las partes.
Lo que sí puede suceder es que en un entorno de amplia conectividad,
la información puede ser considerado como el bien más preciado -quién
adquiere y qué adquiere- por lo que puede existir una tendencia reactiva
hacia la mayor privacidad, y es ahí donde puede tener una respuesta las criptomonedas como sistema de cifrado que no deja rastro en las transacciones.
Sin embargo, por ahora, no estamos ante ese escenario. La tendencia es más favorable a que los agentes económicos prioricen en la toma de sus decisiones el depósito valor y el efecto red
de una moneda a la privacidad que pueda ofrecer, lo que resta puntos
para acercarnos a modelos digitales con monedas descentralizadas.
Las criptomonedas y la privatización del sistema de pago
Si los billetes y monedas han tenido su día, hoy, el público ya tiene
la opción que no acceder a un medio de pago garantizado por el Estado,
y, en consecuencia, puede darse que el sector privado controle en mayor medida la accesibilidad, los avances tecnológicos y la fijación de precios de los métodos de pago disponibles.
En la actualidad es difícil decir qué consecuencias podría tener
esto, pero es probable que limite aún más el acceso financiero de los
grupos de la sociedad que actualmente carecen de medios de pago
distintos del dinero en efectivo.
La competencia y la redundancia en la infraestructura de pagos
probablemente se reducirán si el Estado deja de ser participante. Esto
es fácil de entender, si el estado reclama impuestos en euros, forzosamente el contribuyente deberá acceder y utilizar habitualmente esta moneda.
Hoy en día, el efectivo tiene un lugar natural como única moneda de
curso legal. Pero la principal contribución de los activos de las
criptomonedas es mostrar que la infraestructura financiera puede
construirse de una manera nueva con tecnología de cadena de bloques (blockchain), contratos inteligentes y soluciones criptográficas.
Las mejoras técnicas y la globalización son acontecimientos positivos que aumentan nuestro bienestar económico colectivo. Solo podemos especular sobre qué nuevos servicios de pago pueden desarrollarse en el futuro. Pero hay varios desafíos por delante. Una cuestión clave a la que nos enfrentamos es si los bancos centrales pueden dejar de suministrar al público en general medios de pago garantizados por el Estado.
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El Bitcoin, desde su creación en 2009, ha logrado su objetivo de establecer una moneda digital capaz de registrar las transacciones y evitar el doble gasto sin un tercero centralizado y de confianza, como por ejemplo bancos comerciales o centrales. El Bitcoin, y otras criptomonedas establecidas desde entonces, han introducido nuevos mecanismos como pruebas de aceptación y la mejora de sus protocolos subyacentes para proporcionar funcionalidad adicional y permitir casos de uso no monetarios.
El mundo de las criptomonedas está cambiando y evolucionando rápidamente. Los innovadores y emprendedores son constantemente introduciendo nuevas criptomonedas, cada una de las cuales promete nuevas y variadas características para atraer a inversores y usuarios. En abril de 2018, había más de 1.500 criptomonedas, según coinmarketcap.com, junto con Bitcoin, Ether y Ripple son los más utilizados.
El mercado de pagos en criptomonedas sigue siendo pequeño, a pesar de la introducción regular de nuevos sistemas de pago. Los usuarios están creciendo y evolucionando lentamente, sin embargo, hay que empezar a valorar si existe la posibilidad hoy en día de que nos dirijamos a modelos digitales con monedas descentralizadas y pueden desafiar abiertamente al dólar o el euro.
Ventajas y los riesgos de las criptomonedas
Las criptomonedas y sus tecnologías subyacentes ofrecen beneficios evidentes que han contribuido a su expansión exitosa pero también conllevan riesgos. La tecnología puede reducir el coste de las transferencias internacionales, incluidas las remesas, y fomentar la inclusión financiera, lo que se traduce en mayor libertad financiera para cada uno de nosotros.
Algunos servicios de pago realizan ahora transferencias al extranjero en cuestión de horas, no de días. La tecnología ETC puede proporcionar beneficios más allá del sistema financiero. Por ejemplo, se puede utilizar para almacenar de forma segura registros importantes, como historiales médicos y escrituras de tierras.
Por otro lado, el pseudo-anonimato de muchas criptomonedas las hace vulnerables a su uso en el lavado de dinero y el uso de actividades terroristas, si ningún intermediario verifica la integridad de las transacciones o la identidad de las personas que las realizan.
En última distancia, las criptomonedas también podrían presentar desafíos para los bancos centrales si afectaran al control de la oferta monetaria y, por lo tanto, a la ejecución de la política monetaria que durante el último siglo han marcado el paso y han tenido un papel especialmente intervencionista tras la crisis de 2007.
Las criptomonedas siguen sin ser sustitutivos
Toda moneda que sea considerada como tal debe ejercer dos funciones principales. La primera, es tener la capacidad de depósito valor y, la segunda, ser fácilmente intercambiable en futuras transacciones, el conocido efecto red.
El problema principal para las criptomonedas que aún no ha quedado resuelto a día de hoy es cómo enfrentarse a la altísima volatilidad que soportan sus cotizaciones. Si queremos llevar una planificación a corto plazo de nuestras necesidades de liquidez para atender a los pagos oportunos, exigimos que las valoraciones no se alteren considerablemente, por lo que las criptomonedas al ser muy volátiles no podemos considerarlas como unidad de cuenta estable.
Por ello, las criptomonedas, desde un punto de vista depósito valor, son más bien un producto especulativo con características muy particulares. En consecuencia, no son sustitutivos de monedas como son el dólar o el euro representan el 62,7% y el 20,2% de las reservas respectivamente. Las cotizaciones de una criptomoneda como es el Bitcoin multiplican por 16 las volatilidades diarias las principales divisas.
Esa volatilidad tiene su explicación. Las criptomonedas derivan su valor de mercado de su potencial para ser cambiados por otras monedas, para ser usados para pagos y para ser usados como un depósito de valor. A diferencia del valor de las monedas fiduciarias, que se basa en la política monetaria y en su condición de moneda de curso legal, las criptomonedas se basa únicamente en la expectativa de que otros también los valorarán y utilizarán. Dado que la valoración se basa en gran medida en creencias que no están bien ancladas, la volatilidad de los precios ha sido alta.
Probablemente, a partir de la insuficiencia como depósito valor, el efecto red de estas monedas se vean altamente cuestionadas, y existen serias dificultades para ser aceptados como medio de pago y afrontar deudas, u otro tipo de obligaciones, entre las partes.
Lo que sí puede suceder es que en un entorno de amplia conectividad, la información puede ser considerado como el bien más preciado -quién adquiere y qué adquiere- por lo que puede existir una tendencia reactiva hacia la mayor privacidad, y es ahí donde puede tener una respuesta las criptomonedas como sistema de cifrado que no deja rastro en las transacciones.
Sin embargo, por ahora, no estamos ante ese escenario. La tendencia es más favorable a que los agentes económicos prioricen en la toma de sus decisiones el depósito valor y el efecto red de una moneda a la privacidad que pueda ofrecer, lo que resta puntos para acercarnos a modelos digitales con monedas descentralizadas.
Las criptomonedas y la privatización del sistema de pago
Si los billetes y monedas han tenido su día, hoy, el público ya tiene la opción que no acceder a un medio de pago garantizado por el Estado, y, en consecuencia, puede darse que el sector privado controle en mayor medida la accesibilidad, los avances tecnológicos y la fijación de precios de los métodos de pago disponibles.
En la actualidad es difícil decir qué consecuencias podría tener esto, pero es probable que limite aún más el acceso financiero de los grupos de la sociedad que actualmente carecen de medios de pago distintos del dinero en efectivo.
La competencia y la redundancia en la infraestructura de pagos probablemente se reducirán si el Estado deja de ser participante. Esto es fácil de entender, si el estado reclama impuestos en euros, forzosamente el contribuyente deberá acceder y utilizar habitualmente esta moneda.
Hoy en día, el efectivo tiene un lugar natural como única moneda de curso legal. Pero la principal contribución de los activos de las criptomonedas es mostrar que la infraestructura financiera puede construirse de una manera nueva con tecnología de cadena de bloques (blockchain), contratos inteligentes y soluciones criptográficas.
Las mejoras técnicas y la globalización son acontecimientos positivos que aumentan nuestro bienestar económico colectivo. Solo podemos especular sobre qué nuevos servicios de pago pueden desarrollarse en el futuro. Pero hay varios desafíos por delante. Una cuestión clave a la que nos enfrentamos es si los bancos centrales pueden dejar de suministrar al público en general medios de pago garantizados por el Estado.
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