La llegada de la pandemia de la COVID-19 ha supuesto para los lingüistas una inagotable fuente de datos para el análisis. Hemos estudiado no sólo la aparición de nuevas palabras para describir esta realidad, sino también los distintos usos y excesos retóricos que han caracterizado la comunicación política sobre la pandemia.
Entre ellos, el uso de la metáfora bélica ha sido particularmente relevante, con políticos como Emanuel Macron, Pedro Sánchez, Boris Johnson o Donald Trump describiendo la pandemia como una guerra contra un enemigo invisible.
Este tipo de usos discursivos muestra la importancia de la metáfora. No sólo porque son mecanismos cognitivos que permiten comprender y explicar la realidad, con frecuencia aludiendo a experiencias personales o colectivas con las que se pueden establecer paralelismos. Sino también porque la elección de una u otra metáfora también permite interpretar la realidad de distinta manera.
No más metáforas bélicas
Ante la proliferación de discursos que se basaban en el marco de la guerra, en Twitter surge la iniciativa #Reframecovid en la que un grupo internacional de lingüistas responde al llamamiento de la lingüista navarra Inés Olza. En una base de datos en abierto se recogen y proponen alternativas al lenguaje de la guerra.
La misma preocupación por el uso de metáforas bélicas se observa también en prensa. Proliferan artículos de opinión y divulgación que, si bien explican que las metáforas bélicas pueden ser persuasivas al enfatizar la urgencia y necesidad de actuar contra el virus, advierten de que su uso puede ser también peligroso. También en el discurso político surgen voces, como la del Presidente de Alemania, que comienzan a negar el marco bélico y explicar que la pandemia “no es una guerra”.
Metáforas distintas para distintos aspectos de la pandemia
Como mecanismos cognitivos, la utilización de una u otra metáfora conlleva un proceso de conceptualización en el que se enfatizan determinados aspectos de la realidad. Se pueden encontrar distintas metáforas en función del aspecto de la pandemia al que nos estemos refiriendo, como por ejemplo el virus o la ciudadanía.
Un artículo en el blog de la lingüista Brigitte Norlich recopila distintas metáforas para hablar de la COVID-19, y reflexiona sobre los aspectos que se enfatizan en cada una de ellas.
Por ejemplo, al principio de la pandemia se pudieron ver varios vídeos e imágenes en redes que explicaban la transmisión del virus como un dominó cayendo, pelotas de ping pong moviéndose sin control, o cerillas que se queman por la proximidad del contacto entre ellas. Este tipo de metáforas, fundamentalmente visuales, permitieron explicar la necesidad de mantener la distancia física entre personas, así como de quedarse en casa para parar la expansión del virus.
Para mostrar la aleatoriedad con la que se contagia el coronavirus, en estos últimos meses se han visto explicaciones basadas en el juego. Por ejemplo, la del epidemiólogo Nacho de Blas, que describe la Covid-19 como una lotería.
Dicha aleatoriedad y la importancia de los actos individuales subyacen también a la reciente campaña del Ministerio de Sanidad #Estonoesunjuego, que niega el marco lúdico para concienciar a la población más joven. Esta negación, junto con una voz en solitario cantando una rifa infantil y la sucesión de imágenes que construyen una narrativa del virus basada en la causa/botellón-efecto/enfermedad, han generado una serie de críticas que dudan de la efectividad de esta propuesta metafórica.
Estudios previos confirman esta crítica, y explican que los mensajes que se centran en las consecuencias negativas de la falta de una acción son menos efectivos. Particularmente cuando no hay una motivación previa por parte de la audiencia para procesar ese mensaje.
Desastres naturales y léxico marítimo
Los desastres naturales se han evocado también como marcos en los que encuadrar la pandemia. Por ejemplo, la palabra tsunami destaca la rapidez y la fuerza con la que se propaga el virus.
El uso del léxico marítimo permite, también, establecer diferencias entre las distintas fases de la pandemia, descritas como olas o tsunamis. Enfatizan la variación entre el número de contagios en distintos momentos, así como la virulencia de la carga vírica.
De igual modo, este marco permite conceptualizar la importancia de la acción colectiva: como la referencia a remar juntos del papa Francisco.
A pesar de la fuerza visual de esta metáfora, a lo largo de la pandemia se han podido leercríticas a la descripción del virus como una ola. Algunos epidemiólogos han preferido la metáfora del fuego para explicar que la enfermedad “no se ha acabado de extinguir”.
La lingüista Elena Semino aboga también por la evocación del marco del fuego que permite explicar no sólo el proceso de propagación del virus sino otros aspectos de la gestión de la pandemia, como la necesidad de una actuación rápida y urgente, la rapidez de los contagios, las distintas fases de evolución, o la importancia de los trabajadores sanitarios.
Análisis previos sobre los efectos psicológicos de la metáfora muestran que la activación de distintos marcos conlleva diferencias de razonamiento y por tanto puede contribuir a justificar distintos aspectos de la realidad, algo que se ve también influido por los distintos contextos comunicativos.
Reflexionar de manera crítica sobre la descripción metafórica de la COVID-19 nos sirve para valorar la capacidad movilizadora de la metáfora. También para entender la relación entre esta última y las emociones activadas por diferentes usos retóricos en distintos contextos y ante diferentes evoluciones de la pandemia.
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por Laura Filardo-Llamas
La llegada de la pandemia de la COVID-19 ha supuesto para los lingüistas una inagotable fuente de datos para el análisis. Hemos estudiado no sólo la aparición de nuevas palabras para describir esta realidad, sino también los distintos usos y excesos retóricos que han caracterizado la comunicación política sobre la pandemia.
Entre ellos, el uso de la metáfora bélica ha sido particularmente relevante, con políticos como Emanuel Macron, Pedro Sánchez, Boris Johnson o Donald Trump describiendo la pandemia como una guerra contra un enemigo invisible.
Este tipo de usos discursivos muestra la importancia de la metáfora. No sólo porque son mecanismos cognitivos que permiten comprender y explicar la realidad, con frecuencia aludiendo a experiencias personales o colectivas con las que se pueden establecer paralelismos. Sino también porque la elección de una u otra metáfora también permite interpretar la realidad de distinta manera.
No más metáforas bélicas
Ante la proliferación de discursos que se basaban en el marco de la guerra, en Twitter surge la iniciativa #Reframecovid en la que un grupo internacional de lingüistas responde al llamamiento de la lingüista navarra Inés Olza. En una base de datos en abierto se recogen y proponen alternativas al lenguaje de la guerra.
La misma preocupación por el uso de metáforas bélicas se observa también en prensa. Proliferan artículos de opinión y divulgación que, si bien explican que las metáforas bélicas pueden ser persuasivas al enfatizar la urgencia y necesidad de actuar contra el virus, advierten de que su uso puede ser también peligroso. También en el discurso político surgen voces, como la del Presidente de Alemania, que comienzan a negar el marco bélico y explicar que la pandemia “no es una guerra”.
Metáforas distintas para distintos aspectos de la pandemia
Como mecanismos cognitivos, la utilización de una u otra metáfora conlleva un proceso de conceptualización en el que se enfatizan determinados aspectos de la realidad. Se pueden encontrar distintas metáforas en función del aspecto de la pandemia al que nos estemos refiriendo, como por ejemplo el virus o la ciudadanía.
Un artículo en el blog de la lingüista Brigitte Norlich recopila distintas metáforas para hablar de la COVID-19, y reflexiona sobre los aspectos que se enfatizan en cada una de ellas.
Por ejemplo, al principio de la pandemia se pudieron ver varios vídeos e imágenes en redes que explicaban la transmisión del virus como un dominó cayendo, pelotas de ping pong moviéndose sin control, o cerillas que se queman por la proximidad del contacto entre ellas. Este tipo de metáforas, fundamentalmente visuales, permitieron explicar la necesidad de mantener la distancia física entre personas, así como de quedarse en casa para parar la expansión del virus.
Alternativas: brillantina y lotería
Hay metáforas, como la equiparación entre el virus y la brillantina, que pueden contribuir también a enfatizar la capacidad de expansión del virus.
Para mostrar la aleatoriedad con la que se contagia el coronavirus, en estos últimos meses se han visto explicaciones basadas en el juego. Por ejemplo, la del epidemiólogo Nacho de Blas, que describe la Covid-19 como una lotería.
Dicha aleatoriedad y la importancia de los actos individuales subyacen también a la reciente campaña del Ministerio de Sanidad #Estonoesunjuego, que niega el marco lúdico para concienciar a la población más joven. Esta negación, junto con una voz en solitario cantando una rifa infantil y la sucesión de imágenes que construyen una narrativa del virus basada en la causa/botellón-efecto/enfermedad, han generado una serie de críticas que dudan de la efectividad de esta propuesta metafórica.
Estudios previos confirman esta crítica, y explican que los mensajes que se centran en las consecuencias negativas de la falta de una acción son menos efectivos. Particularmente cuando no hay una motivación previa por parte de la audiencia para procesar ese mensaje.
Desastres naturales y léxico marítimo
Los desastres naturales se han evocado también como marcos en los que encuadrar la pandemia. Por ejemplo, la palabra tsunami destaca la rapidez y la fuerza con la que se propaga el virus.
El uso del léxico marítimo permite, también, establecer diferencias entre las distintas fases de la pandemia, descritas como olas o tsunamis. Enfatizan la variación entre el número de contagios en distintos momentos, así como la virulencia de la carga vírica.
De igual modo, este marco permite conceptualizar la importancia de la acción colectiva: como la referencia a remar juntos del papa Francisco.
¿Olas o fuego?
El análisis de las múltiples viñetas dibujadas por el ilustrador iraní Alireza Pakdel muestra cómo a través de esta conceptualización metafórica se pueden enfatizar diferentes aspectos de la enfermedad y la acción social: la importancia de utilizar mascarilla, la necesidad de quedarse en casa para contener el virus, o el rol de los trabajadores esenciales.
A pesar de la fuerza visual de esta metáfora, a lo largo de la pandemia se han podido leer críticas a la descripción del virus como una ola. Algunos epidemiólogos han preferido la metáfora del fuego para explicar que la enfermedad “no se ha acabado de extinguir”.
La lingüista Elena Semino aboga también por la evocación del marco del fuego que permite explicar no sólo el proceso de propagación del virus sino otros aspectos de la gestión de la pandemia, como la necesidad de una actuación rápida y urgente, la rapidez de los contagios, las distintas fases de evolución, o la importancia de los trabajadores sanitarios.
Las metáforas activan emociones
El tratamiento discursivo de la pandemia ha potenciado estudios y reflexiones sobre las metáforas utilizadas tanto en el lenguaje público como en la cultura popular.
Análisis previos sobre los efectos psicológicos de la metáfora muestran que la activación de distintos marcos conlleva diferencias de razonamiento y por tanto puede contribuir a justificar distintos aspectos de la realidad, algo que se ve también influido por los distintos contextos comunicativos.
Reflexionar de manera crítica sobre la descripción metafórica de la COVID-19 nos sirve para valorar la capacidad movilizadora de la metáfora. También para entender la relación entre esta última y las emociones activadas por diferentes usos retóricos en distintos contextos y ante diferentes evoluciones de la pandemia.
The Conversation
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