La situación de desigualdad en la renta de la población de Latinoamérica es para echarse las manos a la cabeza. He aquí los datos.
Saber que el 1% de los individuos de la población mundial posee más riqueza que todos los demás juntos, el privilegio de la gran minoría, no sería algo perverso y absolutamente indignante si no fuese por la situación de extrema pobreza de millones de seres humanos, que en infinidad de casos les conduce a la malnutrición, el hambre, la enfermedad y la muerte; y no hay manera de justificarlo. En el caso de América Latina, pese a que no es la zona más pobre, sí es casi aquella con la mayor desigualdad económica, después de África. Triste honor.
La diferencia entre inequidad y desigualdad
La base de datos del Banco Mundial se actualizó el pasado mes de diciembre con nueva información sobre desigualdad económica en el mundo, habiendo usando el coeficiente de Gini para determinarla. El propio Corrado Gini, que ideó el coeficiente con su nombre, desmentía la equivalencia y la correlación entre equidad e igualdad, frente a todos aquellos que asumen que alterar la distribución de ingresos con el objetivo de disminuir la desigualdad tiene como consecuencia un reparto socioeconómico más equitativo, igual que al contrario, que cualquier reforma que acrecienta la desigualdad vuelve al reparto más inequitativo.
Y eso, según Gini, no es así siempre: “¿Qué tiene de equitativo que reciban igual ingreso quienes trabajan y quienes no, quienes asumen riesgos y quienes no?”, preguntaba; y continuaba sentenciando que “sólo quienes piensan que el PIB cae del cielo sostienen que la distribución más equitativa es la igualitaria”. Porque equidad e igualdad “se refieren a planos distintos. Igualdad y desigualdad son conceptos estadísticos; equidad e inequidad son conceptos éticos o morales. Los primeros sirven para describir una realidad; los segundos, para calificarla”.
Teleférico sobre las favelas de Río de Janeiro – Lazyllama
El eugenésico Gini era, pues, contrario a la redistribución de la renta en la que se basan las socialdemocracias sobre las que se edificó el estado del bienestar europeo, que tanta estabilidad nos proporcionó tras décadas y siglos de revueltas y revoluciones alimentadas del descontento social generalizado por una difícil subsistencia. Otros, sin embargo y sin preferir los abusos de quien pretenden vivir mano sobre mano, piensan como Oscar Wilde, que “el objetivo adecuado es tratar de reconstruir la sociedad sobre una base tal que la pobreza resulte imposible”. Bonita idea, del todo acertada; la cuestión es cómo llevarla a cabo sin utopías, injusticias, corrupciones ni desajustes. Sobre todo porque la situación de desigualdad actual resulta inadmisible.
La desigualdad en América Latina
Si no es lo mismo equidad e igualdad, tampoco lo es desigualdad y pobreza. El grado de la primera tiene que ver con la distribución de la riqueza generada en un país; la pobreza, con los ingresos medios de su población, sin un vínculo lineal. Ese es el motivo de que existan estados empobrecidos en los que la desigualdad sea una lacra tanto como en otros con una renta media o alta, como en Estados Unidos. Los datos del Banco Mundial indican que, tras los cinco países africanos que encabezan el ranking de desigualdad económica de sus poblaciones entre los que más dinero ganan y poseen y los que menos, hay cinco latinoamericanos: Honduras, Colombia, Brasil, Guatemala y Panamá, con Chile en el décimo cuarto puesto.
En el quinto se encuentra Honduras, con un coeficiente de Gini que estima la desigualdad en un bárbaro 53,7, un 64,5% de pobreza y un 42.6% de extrema pobreza, con un índice de menos de 2,5 dólares diarios para subsistir. En el cuarto tenemos a Colombia, con un coeficiente del 53,5 e ingresos medios y altos, no muy lejos en el grado de desigualdad que los hondureños, y con un paradójico PIB de setenta y cuatro puntos superior al de estos; el 10% de los colombianos verdaderamente pudientes se embolsa una cantidad de dinero cuatro veces superior a la del 40% más pobre.
Chabolas junto a Little Manhattan, en Panamá – Panorama.com.ve
En Brasil, que es el mayor motor económico de América Latina, con un coeficiente del 52,9, al mismo tiempo que se reduce la pobreza, aumenta la desigualdad: en 2006, el 5% más rico retenía el 40% de los ingresos totales, y en 2012, el 44%; y todo pese a que las reformas políticas lograron que 40 millones de brasileños abandonaran su situación de pobreza. En cuanto a Guatemala, un país de renta media y baja, cuenta con un coeficiente del 52,4y, en 2011, un 53,7% de sus ciudadanos eran pobres, ocho de cada diez en las regiones rurales.
Panamá, con un 51,7 de coeficiente a pesar del aumento del 7% del PIB de media en la última década, las desigualdades son terriblemente visibles entre la Little Manhattan y las barriadas de chabolas, que se concretan en 5% de la población sin agua potable, un 11% con malnutrición y un 25% sin acceso a la sanidad. Y Chile, con un coeficiente del 50,5 y altos ingresos, el 10% más desahogado gana unas veintisiete veces más que el 10% más empobrecido.
Pero para que os hagáis una idea de lo que suponen estos números en el coeficiente de Gini, contextualicémoslos hablando del país con el más bajo, es decir, el más igualitario en la renta de su población, que es Noruega con un coeficiente del 25,9, y de aquel con el número mayor, un 63,4, que es Sudáfrica. Hay mucho trabajo por hacer; quizá algún día esa idea nebulosa de justicia socioeconómia que tenía Wilde se haga realidad.
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La situación de desigualdad en la renta de la población de Latinoamérica es para echarse las manos a la cabeza. He aquí los datos.
Saber que el 1% de los individuos de la población mundial posee más riqueza que todos los demás juntos, el privilegio de la gran minoría, no sería algo perverso y absolutamente indignante si no fuese por la situación de extrema pobreza de millones de seres humanos, que en infinidad de casos les conduce a la malnutrición, el hambre, la enfermedad y la muerte; y no hay manera de justificarlo. En el caso de América Latina, pese a que no es la zona más pobre, sí es casi aquella con la mayor desigualdad económica, después de África. Triste honor.
La diferencia entre inequidad y desigualdad
La base de datos del Banco Mundial se actualizó el pasado mes de diciembre con nueva información sobre desigualdad económica en el mundo, habiendo usando el coeficiente de Gini para determinarla. El propio Corrado Gini, que ideó el coeficiente con su nombre, desmentía la equivalencia y la correlación entre equidad e igualdad, frente a todos aquellos que asumen que alterar la distribución de ingresos con el objetivo de disminuir la desigualdad tiene como consecuencia un reparto socioeconómico más equitativo, igual que al contrario, que cualquier reforma que acrecienta la desigualdad vuelve al reparto más inequitativo.
Y eso, según Gini, no es así siempre: “¿Qué tiene de equitativo que reciban igual ingreso quienes trabajan y quienes no, quienes asumen riesgos y quienes no?”, preguntaba; y continuaba sentenciando que “sólo quienes piensan que el PIB cae del cielo sostienen que la distribución más equitativa es la igualitaria”. Porque equidad e igualdad “se refieren a planos distintos. Igualdad y desigualdad son conceptos estadísticos; equidad e inequidad son conceptos éticos o morales. Los primeros sirven para describir una realidad; los segundos, para calificarla”.
Teleférico sobre las favelas de Río de Janeiro – Lazyllama
El eugenésico Gini era, pues, contrario a la redistribución de la renta en la que se basan las socialdemocracias sobre las que se edificó el estado del bienestar europeo, que tanta estabilidad nos proporcionó tras décadas y siglos de revueltas y revoluciones alimentadas del descontento social generalizado por una difícil subsistencia. Otros, sin embargo y sin preferir los abusos de quien pretenden vivir mano sobre mano, piensan como Oscar Wilde, que “el objetivo adecuado es tratar de reconstruir la sociedad sobre una base tal que la pobreza resulte imposible”. Bonita idea, del todo acertada; la cuestión es cómo llevarla a cabo sin utopías, injusticias, corrupciones ni desajustes. Sobre todo porque la situación de desigualdad actual resulta inadmisible.
La desigualdad en América Latina
Si no es lo mismo equidad e igualdad, tampoco lo es desigualdad y pobreza. El grado de la primera tiene que ver con la distribución de la riqueza generada en un país; la pobreza, con los ingresos medios de su población, sin un vínculo lineal. Ese es el motivo de que existan estados empobrecidos en los que la desigualdad sea una lacra tanto como en otros con una renta media o alta, como en Estados Unidos. Los datos del Banco Mundial indican que, tras los cinco países africanos que encabezan el ranking de desigualdad económica de sus poblaciones entre los que más dinero ganan y poseen y los que menos, hay cinco latinoamericanos: Honduras, Colombia, Brasil, Guatemala y Panamá, con Chile en el décimo cuarto puesto.
En el quinto se encuentra Honduras, con un coeficiente de Gini que estima la desigualdad en un bárbaro 53,7, un 64,5% de pobreza y un 42.6% de extrema pobreza, con un índice de menos de 2,5 dólares diarios para subsistir. En el cuarto tenemos a Colombia, con un coeficiente del 53,5 e ingresos medios y altos, no muy lejos en el grado de desigualdad que los hondureños, y con un paradójico PIB de setenta y cuatro puntos superior al de estos; el 10% de los colombianos verdaderamente pudientes se embolsa una cantidad de dinero cuatro veces superior a la del 40% más pobre.
Chabolas junto a Little Manhattan, en Panamá – Panorama.com.ve
En Brasil, que es el mayor motor económico de América Latina, con un coeficiente del 52,9, al mismo tiempo que se reduce la pobreza, aumenta la desigualdad: en 2006, el 5% más rico retenía el 40% de los ingresos totales, y en 2012, el 44%; y todo pese a que las reformas políticas lograron que 40 millones de brasileños abandonaran su situación de pobreza. En cuanto a Guatemala, un país de renta media y baja, cuenta con un coeficiente del 52,4y, en 2011, un 53,7% de sus ciudadanos eran pobres, ocho de cada diez en las regiones rurales.
Panamá, con un 51,7 de coeficiente a pesar del aumento del 7% del PIB de media en la última década, las desigualdades son terriblemente visibles entre la Little Manhattan y las barriadas de chabolas, que se concretan en 5% de la población sin agua potable, un 11% con malnutrición y un 25% sin acceso a la sanidad. Y Chile, con un coeficiente del 50,5 y altos ingresos, el 10% más desahogado gana unas veintisiete veces más que el 10% más empobrecido.
Pero para que os hagáis una idea de lo que suponen estos números en el coeficiente de Gini, contextualicémoslos hablando del país con el más bajo, es decir, el más igualitario en la renta de su población, que es Noruega con un coeficiente del 25,9, y de aquel con el número mayor, un 63,4, que es Sudáfrica. Hay mucho trabajo por hacer; quizá algún día esa idea nebulosa de justicia socioeconómia que tenía Wilde se haga realidad.
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