Esos Millenials en concreto parecían tremendamente disruptores y casi
hasta revolucionarios, y muchos veían en su trasgresora mentalidad la
causa de que muchos sectores y empresas empezasen a estar de capa caída.
Se suponía que los Millenials se abstenían de consumir ciertos
productos por convicción y por su propia naturaleza, y la realidad ha resultado ser radicalmente distinta a lo asumido hasta el momento.
Las nuevas generaciones definen los escenarios económicos del futuro que viene
Es uno de los clásicos por antonomasia de la econometría el hacer
estudios y estadísticas sobre las nuevas tendencias económicas que van
trayendo las nuevas generaciones, y que de alguna (o muchas) maneras van a acabar definiendo la que será la economía del futuro.
Son recurrentes los informes que tratan de retratar a las nuevas
generaciones por sus patrones de consumo, y que además los extrapolan a
tratar de definir a los jóvenes por sus valores, sus preferencias, y su
mentalidad.
En concreto, sobre los Millenials y sus trasgresiones económicas se
han escrito ríos de tinta. Con la entrada de los Millenials en edad
laboral, han cambiado muchas cosas, que se suponía que eran meramente
consecuencia del relevo generacional en su aspecto más socioeconómico.
Pero lo que tradicionalmente se ha venido atribuyendo a que esta
generación había cambiado de arriba abajo sus valores personales y sus
correspondientes hábitos de consumo, ha resultado no ser tal, y se ha
demostrado que en el fondo los Millenials no eran tan diferentes, lo que eran diferentes eran sus circunstancias.
Las personas que me conocen personalmente, saben perfectamente que
vengo advirtiendo desde hace años acerca de las consecuencias en el
largo plazo del progresivo encarecimiento de la vida demasiado por
encima de los salarios, con especial incidencia a raíz de la burbuja
inmobiliaria y la condena casi perpetua a la que somete a los osados que
se atreven a adquirir un piso. Si a este cóctel explosivo le añadimos
que el salario de las nuevas generaciones viene siendo
sensiblemente inferiores al que tenían a su misma edad las generaciones
anteriores, tenemos la tormenta perfecta no ya para que los
Millenials emerjan como una nueva generación con nuevos valores, sino
para que se sumerjan como una generación con muchas ganas pero poca
guita.
Y en este punto es donde ya explico abiertamente que precisamente lo
que un servidor afirmaba es que no iba a haber relevo generacional en
las clases que tiran del consumo, porque conforme se van jubilando las
generaciones con salarios más holgados, van subiendo en la pirámide
poblacional generaciones a las que casi les va justo para afrontar simplemente los gastos más básicos.
Como para pensar en que estos jóvenes se pueden plantear derrochar
dinero en los lujos más propios de aquellos que tienen buenos salarios y
ya no tantas cargas con el piso pagado y los hijos independizados. Con
salarios bajos e hipotecas a 30 (y hasta 40) años, lo que en realidad se está hipotecando es la futura economía y la capacidad de consumo de las generaciones venideras
(por no hablar de dónde pueden acabar en ese plazo los tipos de
interés), puenteándola ya con la jubilación (casi) siempre mucho más
espartana: a saber quién y cuánto cobraremos, pero que en todo caso no
será como para liderar el tirar con fuerza del carro del consumo.
Los Millenials no eran tan diferentes, en realidad son otra generación más de consumidores natos
Lo cierto es que Business Insider ha publicado un artículo en el que se hace eco de esta nueva revelación econométrica,
y sus ondas sísmicas han sacudido todo el mundo socioeconómico, hasta
impactar de lleno en lo que se asumía como más característico y
definitorio de toda una generación Millenial de jóvenes trabajadores. Al
final, los Millenials presentan patrones de consumo muy
similares a las generaciones anteriores, lo que no tienen en común es el
mismo poder adquisitivo.
Y el origen del tema de hoy, que ha removido los cimientos
socioeconómicos de los plazos más largos, no viene de un sitio
cualquiera: es la propia Reserva Federal la que ha publicado un informe exponiendo las (para algunos) sorprendentes conclusiones.
Éstas son que los Millenials tienen sensiblemente menores ingresos,
menores activos e inversiones, y menor bienestar económico. Ello se
traduce inevitablemente en que no tienen más alternativa que moderar
bastante su consumo, lo cual ha puesto contra las cuerdas a diversas industrias e incluso sectores enteros, que han quedado excluidos de los gastos limitados y más prioritarios de esta generación.
Aunque no puede negarse totalmente la influencia de otros factores de
entre los que hasta ahora se barajaban, como son la revolución
tecnológica o el simple proceso de relevo generacional y los cambios que
implican, parece que estos otros factores no acababan de justificar de por sí unos cambios tan dramáticos (especialmente para algunos).
Ha sido la Gran Recesión, que tan inoportunamente ha impactado de
lleno a esta generación cuando llegaba al mercado laboral, lo que ahora
parece justificar la parte más brusca del giro socioeconómico al que
estamos asistiendo De hecho, las cifras llaman la atención, y resultan
reveladoras, puesto que los hombres Millenials de media ganan entre un 18 y un 27% menos que lo que ganaban la Generación X y los Baby Boomers a su edad, una horquilla que se sitúa entre el 12 y el 24% para el caso de las mujeres.
En el fondo, lo que la gente trata de buscar es la eficiencia en comprar “trocitos” de felicidad
No obstante, está aún por ver qué ocurrirá (u ocurriría) en caso de
que los Millenials disfrutasen de los mismos ingresos que sus
predecesores. Pero lo cierto es que hay aún otro dato revelador, que
arroja algo de luz en este sentido: en cuanto lo peor de la Gran Recesión ha ido quedando atrás, la generación Millenial ha ido escalando puestos por ejemplo en el consumo de automóviles, hasta igualar a las generaciones anteriores.
Ahí ya les dejo con el hecho de que habrá evidentemente temas
económicos y socioeconómicos que cambien (y puede que mucho) con el
transcurso de los años, pero no lo hacen normalmente ni tan radicalmente
ni tan rápido como se suponía que había ocurrido con los Millenials en
tan sólo un salto generacional. Obviamente, esto no quita que, de forma
natural, las nuevas generaciones van siendo poco a poco distintas a las
anteriores, y en sus patrones de consumo tendremos
inevitablemente la radiografía económica de su cambio de mentalidad,
aunque también de sus necesidades económicas.
Pero también resulta igualmente obvio que a la mayoría de la gente le
gusta consumir, bien sea productos o experiencias, y así poder
disfrutar de la traducción en felicidad (relativa dependiendo del caso)
que le puede reportar el dinero que tanto le cuesta ganar. Lo que no acababa de tener sentido es que de repente una generación se volviese en general inusualmente espartana porque sí.
Al final, la gente es (salvo excepciones) eficiente también en lo
personal y, si el dinero les sirve como medio para poder conseguir o
hacer lo que en realidad creen que les hace felices (independientemente
de lo que esto represente en cada caso), si no lo hacen en media es casi
seguro que es porque no tienen el suficiente dinero. Todo el mundo trata de ser lo más eficientemente feliz que puede, al menos según el concepto de felicidad que les han vendido.
Este concepto de felicidad será uno u otro, aunque lamentablemente en
nuestro sistema (casi) siempre acaba pasando por una buena dosis de
gasto financiero obligado: como si todo lo que nos hace felices pudiese
medirse en dinero. Pero, a pesar de opiniones como la de estas líneas,
hoy por hoy es lo que hay, y merced a ello la bicicleta de la economía
sigue rodando: el pulso económico es en consumo en lo que principalmente
se sigue midiendo. Así de simple. Una vez más, también para los Millenials: “It’s the economy, stupid!”.
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Esos Millenials en concreto parecían tremendamente disruptores y casi hasta revolucionarios, y muchos veían en su trasgresora mentalidad la causa de que muchos sectores y empresas empezasen a estar de capa caída. Se suponía que los Millenials se abstenían de consumir ciertos productos por convicción y por su propia naturaleza, y la realidad ha resultado ser radicalmente distinta a lo asumido hasta el momento.
Las nuevas generaciones definen los escenarios económicos del futuro que viene
Es uno de los clásicos por antonomasia de la econometría el hacer estudios y estadísticas sobre las nuevas tendencias económicas que van trayendo las nuevas generaciones, y que de alguna (o muchas) maneras van a acabar definiendo la que será la economía del futuro. Son recurrentes los informes que tratan de retratar a las nuevas generaciones por sus patrones de consumo, y que además los extrapolan a tratar de definir a los jóvenes por sus valores, sus preferencias, y su mentalidad.
En concreto, sobre los Millenials y sus trasgresiones económicas se han escrito ríos de tinta. Con la entrada de los Millenials en edad laboral, han cambiado muchas cosas, que se suponía que eran meramente consecuencia del relevo generacional en su aspecto más socioeconómico. Pero lo que tradicionalmente se ha venido atribuyendo a que esta generación había cambiado de arriba abajo sus valores personales y sus correspondientes hábitos de consumo, ha resultado no ser tal, y se ha demostrado que en el fondo los Millenials no eran tan diferentes, lo que eran diferentes eran sus circunstancias.
Las personas que me conocen personalmente, saben perfectamente que vengo advirtiendo desde hace años acerca de las consecuencias en el largo plazo del progresivo encarecimiento de la vida demasiado por encima de los salarios, con especial incidencia a raíz de la burbuja inmobiliaria y la condena casi perpetua a la que somete a los osados que se atreven a adquirir un piso. Si a este cóctel explosivo le añadimos que el salario de las nuevas generaciones viene siendo sensiblemente inferiores al que tenían a su misma edad las generaciones anteriores, tenemos la tormenta perfecta no ya para que los Millenials emerjan como una nueva generación con nuevos valores, sino para que se sumerjan como una generación con muchas ganas pero poca guita.
Y en este punto es donde ya explico abiertamente que precisamente lo que un servidor afirmaba es que no iba a haber relevo generacional en las clases que tiran del consumo, porque conforme se van jubilando las generaciones con salarios más holgados, van subiendo en la pirámide poblacional generaciones a las que casi les va justo para afrontar simplemente los gastos más básicos.
Como para pensar en que estos jóvenes se pueden plantear derrochar dinero en los lujos más propios de aquellos que tienen buenos salarios y ya no tantas cargas con el piso pagado y los hijos independizados. Con salarios bajos e hipotecas a 30 (y hasta 40) años, lo que en realidad se está hipotecando es la futura economía y la capacidad de consumo de las generaciones venideras (por no hablar de dónde pueden acabar en ese plazo los tipos de interés), puenteándola ya con la jubilación (casi) siempre mucho más espartana: a saber quién y cuánto cobraremos, pero que en todo caso no será como para liderar el tirar con fuerza del carro del consumo.
Los Millenials no eran tan diferentes, en realidad son otra generación más de consumidores natos
Lo cierto es que Business Insider ha publicado un artículo en el que se hace eco de esta nueva revelación econométrica, y sus ondas sísmicas han sacudido todo el mundo socioeconómico, hasta impactar de lleno en lo que se asumía como más característico y definitorio de toda una generación Millenial de jóvenes trabajadores. Al final, los Millenials presentan patrones de consumo muy similares a las generaciones anteriores, lo que no tienen en común es el mismo poder adquisitivo.
Y el origen del tema de hoy, que ha removido los cimientos socioeconómicos de los plazos más largos, no viene de un sitio cualquiera: es la propia Reserva Federal la que ha publicado un informe exponiendo las (para algunos) sorprendentes conclusiones. Éstas son que los Millenials tienen sensiblemente menores ingresos, menores activos e inversiones, y menor bienestar económico. Ello se traduce inevitablemente en que no tienen más alternativa que moderar bastante su consumo, lo cual ha puesto contra las cuerdas a diversas industrias e incluso sectores enteros, que han quedado excluidos de los gastos limitados y más prioritarios de esta generación.
Aunque no puede negarse totalmente la influencia de otros factores de entre los que hasta ahora se barajaban, como son la revolución tecnológica o el simple proceso de relevo generacional y los cambios que implican, parece que estos otros factores no acababan de justificar de por sí unos cambios tan dramáticos (especialmente para algunos).
Ha sido la Gran Recesión, que tan inoportunamente ha impactado de lleno a esta generación cuando llegaba al mercado laboral, lo que ahora parece justificar la parte más brusca del giro socioeconómico al que estamos asistiendo De hecho, las cifras llaman la atención, y resultan reveladoras, puesto que los hombres Millenials de media ganan entre un 18 y un 27% menos que lo que ganaban la Generación X y los Baby Boomers a su edad, una horquilla que se sitúa entre el 12 y el 24% para el caso de las mujeres.
En el fondo, lo que la gente trata de buscar es la eficiencia en comprar “trocitos” de felicidad
No obstante, está aún por ver qué ocurrirá (u ocurriría) en caso de que los Millenials disfrutasen de los mismos ingresos que sus predecesores. Pero lo cierto es que hay aún otro dato revelador, que arroja algo de luz en este sentido: en cuanto lo peor de la Gran Recesión ha ido quedando atrás, la generación Millenial ha ido escalando puestos por ejemplo en el consumo de automóviles, hasta igualar a las generaciones anteriores.
Ahí ya les dejo con el hecho de que habrá evidentemente temas económicos y socioeconómicos que cambien (y puede que mucho) con el transcurso de los años, pero no lo hacen normalmente ni tan radicalmente ni tan rápido como se suponía que había ocurrido con los Millenials en tan sólo un salto generacional. Obviamente, esto no quita que, de forma natural, las nuevas generaciones van siendo poco a poco distintas a las anteriores, y en sus patrones de consumo tendremos inevitablemente la radiografía económica de su cambio de mentalidad, aunque también de sus necesidades económicas.
Pero también resulta igualmente obvio que a la mayoría de la gente le gusta consumir, bien sea productos o experiencias, y así poder disfrutar de la traducción en felicidad (relativa dependiendo del caso) que le puede reportar el dinero que tanto le cuesta ganar. Lo que no acababa de tener sentido es que de repente una generación se volviese en general inusualmente espartana porque sí.
Al final, la gente es (salvo excepciones) eficiente también en lo personal y, si el dinero les sirve como medio para poder conseguir o hacer lo que en realidad creen que les hace felices (independientemente de lo que esto represente en cada caso), si no lo hacen en media es casi seguro que es porque no tienen el suficiente dinero. Todo el mundo trata de ser lo más eficientemente feliz que puede, al menos según el concepto de felicidad que les han vendido.
Este concepto de felicidad será uno u otro, aunque lamentablemente en nuestro sistema (casi) siempre acaba pasando por una buena dosis de gasto financiero obligado: como si todo lo que nos hace felices pudiese medirse en dinero. Pero, a pesar de opiniones como la de estas líneas, hoy por hoy es lo que hay, y merced a ello la bicicleta de la economía sigue rodando: el pulso económico es en consumo en lo que principalmente se sigue midiendo. Así de simple. Una vez más, también para los Millenials: “It’s the economy, stupid!”.
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