A estas alturas de la película, ¿quién no sabe quién es Edward Snowden? Su denuncia sobre los sistemas de espionaje masivo e indiscriminado utilizados por la Agencia de Seguridad Nacional de Estados Unidos (NSA) contra gobiernos, corporaciones y hasta sus propios ciudadanos ha pasado ya a la historia como la mayor filtración de un trabajador de los servicios de inteligencia jamás publicada. Y si a alguien hemos de dar gracias por ello –además de al joven informático– es a Laura Poitras, documentalista estadounidense afincada en Berlín, a quien Citizenfour eligió para hacer pública su historia “sin importar lo que le pasara a él”. Ella, arriesgando también su vida, así lo hizo.
Durante más de cinco meses mantuvieron comunicaciones cifradas hasta que en junio de 2013 decidieron reunirse en la habitación de un hotel de Hong Kong, junto a los periodistas Glenn Greenwald y Ewan MacAskill. Allí, durante ocho días de máxima tensión, Poitras se colocó detrás de la cámara dispuesta a registrar un documento casi tan revelador como los que estaban a punto de desvelar: el backstage de los preparativos previos a la publicación del bombazo informativo que finalmente llevaría a Snowden al destierro en Moscú, donde vive temporalmente como exiliado político.
Un año y medio después de esas primeras publicaciones –entonces anónimas– que coparon las portadas de medios de comunicación de todo el mundo, seguimos descubriendo nuevos datos con cuentagotas. Pero por más que estemos familiarizados ya con el caso Snowden, el documental de Poitras resulta irremediablemente sobrecogedor y una oportunidad única de ser testigos de esta trama que se desarrolla entre comunicaciones cifradas, fuentes anónimas, espionaje internacional, filtraciones periodísticas y un reloj que corre en contra de los protagonistas, antes de que la agencia de inteligencia estadounidense pueda llegar a descubrirles.
Me da la sensación de que muchos medios de comunicación mayoritarios han fallado al público, y por eso es tan necesario que haya periodistas que hagan preguntas incómodas y pidan cuentas al gobierno
En pocas ocasiones como en esta la realidad supera tan claramente la ficción, así que lejos de reconstruir o recrear una supuesta realidad, Citizenfour es una filmación en directo de un pedazo de historia del siglo XXI, que ha marcado sin duda un antes y un después en la credibilidad de Estados Unidos como potencia política internacional, pero también en la forma en que los ciudadanos se comportan como miembros de la sociedad en red.
Desde su estreno mundial en octubre en Nueva York, Poitras se encuentra en una incesante gira de premieres en festivales por toda Europa –si bien aún sigue sin haber fecha confirmada para su llegada a las salas de cine españolas– entre los que se incluye el festival internacional de cine documental IDFA de Amsterdam, donde eldiario.es tuvo oportunidad de entrevistarla.
¿Cuándo comienza su interés por el tema de la vigilancia?
Viene de hace mucho tiempo, mientras trabajaba en mis últimos documentales, centrados en la América post11-S. La vigilancia estaba siendo utilizada en la denominada war on terror, ya sabe, justo después del 11-S había que espiar a prácticamente todos los americanos en los Estados Unidos. Antes había hecho una película sobre la ocupación de Irak [ My Country My Country] y otra sobre Guantánamo [ The Oath], y con esta última película en la que estaba trabajando [en el otoño de 2012 se traslada a Berlín para editar de forma segura el material de la que sería la última parte de su trilogía post11-S] quería traer la historia de vuelta a Estados Unidos, que estuviera más centrada en cómo se estaba desarrollando esta ‘guerra contra el terrorismo’ en el país.
Pero también tenía un interés a nivel personal porque estoy en una lista de vigilancia y durante muchos años me han parado en la frontera cada vez que viajaba. Empezaron a pararme en la frontera en 2006 después de rodar la película en Irak. De alguna forma la historia que estaba documentando me puso en esa lista.
¿Fue también esa la razón por la cual empezó a usar criptografía?
En un principio, sí, porque tenía que proteger mi material cuando cruzaba la frontera. Pero también, en un determinado momento empecé a contactar con algunas personas que me interesaban para el proyecto en el que estaba trabajando y con las que para comunicarte necesitas criptografía. Entre ellas Jacob Appelbaum, con quería hablar acerca de filmar el trabajo que estaba realizando con activistas de todo del mundo instruyéndoles en tácticas para sortear sistemas de vigilancia. ¡Así que tuve que aprender!
Esa combinación entre sus trabajos previos en vigilancia doméstica y sus conocimientos en comunicación cifrada fueron decisivos para que Snowden decidiera que usted sería la periodista a quien revelaría su secreto. ¿Cómo fue ese primer contacto en enero de 2013?
Por suerte yo ya usaba PGP. Me escribió y me pidió que le mandara mi ‘key’, se la mandé y le pregunté quién era y qué quería. Me dijo que trabajaba para la agencia de inteligencia y que tenía cierta información. Me avisó de que sería peligroso pero quería que le prometiera que, sin importar lo que le pasara a él, yo revelaría la información.
¿Qué pensó al recibir esos primeros correos?
Llevaba tiempo trabajando en el tema de la vigilancia y sabía que si era real lo que me decía iba a ser un asunto gordo, y que él tenía razón, que podía ser muy peligroso para él y para mí. Pero no sentí que hubiera una parte de mí que dijera ‘voy a mantenerme al margen de esto’. Al llevar bastante tiempo en este tema, al estar en una lista de vigilancia y que me hayan parado en la frontera tantas veces, creo que de alguna forma hace tiempo que tomé la decisión de no sentirme intimidada, de hacer mi trabajo y de que lo que tenía que preocuparme es de lo que hace el Gobierno.
Porque creo que el periodismo es necesario, especialmente en el contexto de lo que está pasando en estos momentos en Estados Unidos, me da la sensación de que muchos medios de comunicación mayoritarios han fallado al público, y por eso es tan necesario que haya periodistas que hagan preguntas incómodas y pidan cuentas al Gobierno. Yo ya había tomado esa determinación, así que cuando Snowden me contactó, estaba nerviosa pero bastante decidida.
¿No dudó ni por un momento?
Para nada, no lo dudé. Sí fui con mucho cuidado y le hice muchas preguntas, porque desconfiaba que pudiera ser una emboscada del Gobierno. Por otro lado, yo soy periodista visual, así que tenía especial curiosidad por saber por qué me contactaba a mí. Me dijo que sabía que trabajaba en el tema de vigilancia por un corto que publiqué en The New York Times.
‘Se eligió a sí misma’ tal y como aparece en la película que Snowden le dice en uno de sus correos.
¡Sí, dice que me elegí a mí misma! Porque publiqué esa historia en el NYT y hablo de estar incluida en una lista de vigilancia, y porque había leído que Glenn [Greenwald] había escrito sobre el tema… Todos esos factores le hicieron pensar que estaría interesada y que no me dejaría intimidar.
¿Era consciente en ese momento de que la historia alcanzaría tal magnitud? ¿Tuvo que enfrentarse a ello usted sola o pudo compartirlo con alguien?
¡Ni me lo imaginaba! Estábamos hablando de agencias de inteligencia, no se filtran cosas de esas agencias. Ya hubo antes otros whistleblowers, los conocidos como los cuatro de la NSA [que incluye a William Binney, Thomas Drake, J. Kirk Wiebe y Edward Loomi] que ya habían hablado con reporteros pero la diferencia con Snowden es que ellos no tenían documentación.
Hubo cierto avance a lo largo de los cinco meses de correspondencia, hasta que en un determinado momento se hizo evidente que iba a convertirse en una realidad. Entonces avisé a mi entorno más cercano y la gente con la que trabajo de lo que estaba sucediendo, de que probablemente derivara en una investigación masiva y que todo el que estuviera en contacto conmigo quedaría involucrado. Se lo dije a mi editora Mathilde Bonnefoy, al productor Dirk Wilutzky, mi coproductora Katy Scoggin… Y fue increíble porque nadie se echó atrás, si no, todo podría haber sido distinto.
Y a continuación Glenn Greenwald sube a bordo.
Sí, Glenn fue genial, muy valiente y sin ningún tipo de dudas. En febrero de 2013 Snowden me dijo que la información iba a requerir que más de una persona trabajara en su publicación y recomendó que contara con Glenn. Pero en ese momento él estaba en Río de Janeiro y yo no podía hablar a nadie sobre esto por email, sólo lo haría en persona. Así que no fue hasta el mes de abril que estábamos los dos en Nueva York cuando pude explicarle lo que estaba pasando y le propuse trabajar en ello. Dijo que sí de inmediato, sin dudarlo.
Así que él volvió a Río pero no sabía cómo utilizar criptografía y eso fue un gran problema porque cada vez parecía más claro que se iba a producir un encuentro [con Snowden] pero no podía darle ningún detalle. Yo no sabía exactamente cuándo se produciría, pero a mediados del mes de mayo regresé a Estados Unidos a la espera de saber dónde sería. Durante todo ese tiempo yo le decía a Glenn que teníamos que hablar, que tenía que contarle lo que estaba pasando, pero no quería decir demasiado porque temía que los mensajes pudieran ser interceptados. Finalmente se puso en contacto directamente con Snowden a través del chat cifrado.
Greenwald desvela en su libro que fue con él con quien Snowden intentó contactar en un primer momento pero no fue posible debido a su desconocimiento de la comunicación cifrada. Y que más tarde fue el propio exagente de inteligencia quien le instruyó en el uso de programas de comunicación cifrada.
Sí, Glenn no sabía lo suficiente para poder comunicarnos con seguridad y yo tampoco tenía la experiencia como para poder guiarle, y tampoco quería cagarla porque sabía que el riesgo era muy grande. Así que Snowden tomó las riendas y le dijo cómo hacerlo. ¡Se convirtió en su profesor!
Y por fin llega el momento en el que Greenwald, el reportero de The Guardian, Ewen MacAskill y usted, se reúnen en el Hotel Mira de Hong Kong con Snowden.
Nosotros no sabíamos dónde sería la reunión hasta que Snowden había salido ya del país, por razones obvias no quería revelarlo antes. Entonces nos dijo que sería en Hong Kong. En ese momento ya había cierto peligro, de hecho The Washington Post decidió en el último momento no mandar a su corresponsal. Ahora mismo en Estados Unidos hay implantada cierta cultura del miedo, en la que los periodistas se convierten en el blanco, y supongo que pensaron que era arriesgado. También me aconsejaron a mí que no fuera… Pero no seguí su consejo y fui.
Y gracias a eso el mundo tiene acceso a un documento cinematográfico único en el que se desvela cómo se hizo pública la mayor filtración de información confidencial de la historia de la NSA desde la habitación de un hotel en la otra punta del mundo. ¿Cómo fue ese primer momento en el que se encuentran en persona?
Glenn y yo nos quedamos bastante perplejos con lo joven que era. Creo que a mí me dejó más en shock porque había estado hablando con él durante cinco meses. Y sólo tiene 29 años. Fuimos a su habitación del hotel y enseguida preparé la cámara y me puse a grabar. Los demás se sorprendieron un poco, pero yo tenía claro que quería grabar todo, sabía que Glenn no iba a perder el tiempo y empezaría a hacer preguntas inmediatamente. ¡No quería perderme nada!
¿Cómo surgió la idea de filmar esa reunión? ¿Y cómo accedió Snowden a ello, teniendo en cuenta que iba a convertirse en el hombre más buscado por los servicios de inteligencia de medio mundo?
Tuve que convencerle pero eso fue antes de viajar a Hong Kong. En un primer momento él fue el que tomó la decisión de revelar su identidad aunque supongo que no pensaba que fuera necesario que nos conociéramos, que podía simplemente darnos los documentos sin reunirnos. Pero cuando me dijo eso, le dije que teníamos que reunirnos y que necesitaba grabarlo. Y él se negó, no era partidario porque pensaba que podría volverse en su contra; yo le dije que los medios iban a hacerlo de cualquier forma y que en esa situación no tenía demasiadas alternativas.
¿Y por qué decidió dar la cara en vez de intentar permanecer en la sombra el máximo tiempo posible?
Creo que tomó la decisión porque sabía que acarrearía una investigación masiva a su alrededor, y aunque pensara que podría hacerlo y permanecer en el anonimato, tenía la sensación de que la vida de otras personas se vería afectada y que por qué arrastrar a otras personas a ser investigadas. Quería asumir la responsabilidad.
En todo momento en el documental vemos a un Snowden muy seguro de lo que está haciendo, hasta el punto de resultar sorprendente su tranquilidad. Aunque el film transmite al espectador una tensión constante de principio a fin, parece que en esa habitación de hotel reinara en cierto modo la calma.
¡Bueno, yo no estaba tranquila para nada! Estaba muy nerviosa y preparada pensando que nos cogerían en cualquier momento. Pero tienes razón que hay cierto ambiente de calma, que se va haciendo más tenso a medida que la semana avanza y empezamos a publicar. Pero sí que es sorprendente, especialmente por Snowden, lo tranquilo que está, con todo lo que está arriesgando.
¿Por qué cree que Snowden asumió ese riesgo y decidió denunciar las prácticas de la NSA, sabiendo lo que había pasando a otros exagentes de inteligencia convertidos en whistleblowers como Chelsea Manning?
Él lo dice muy claro en la película: los gobiernos están haciendo cosas en secreto que el público debe saber. Vivimos en una democracia y las democracias no suceden a puerta cerrada, pero aquí se están tomando decisiones sin el conocimiento de la población. Estos programas [de espionaje e interceptación de comunicaciones] son muy significativos y tienen un gran impacto en las personas; y muchos de ellos estaban violando leyes fundamentales de la Constitución. Creo que todas esas razones fueron su motivación para compartir esa información con el público.
En otro momento de la grabación, Snowden comenta que no quiere ser retratado para que ello no distraiga la atención de la noticia en sí, como muchos medios de comunicación hacen hoy en día. ¿Cree que ha sucedido así, que se habla más de él que de lo que ha destapado?
Creo que él de verdad intenta mantenerse al margen todo lo que puede. Después de Hong Kong no habló con ningún medio, pero sí que es cierto que en cierto modo se ha convertido en un símbolo. Sé que no era su meta, pero creo que cuando hace algunas declaraciones lo hace porque siente que tiene cierta autoridad en este tema y que puede ayudar a la gente a entender el por qué de su importancia.
El 9 de junio de 2013 todos los medios de comunicación se hacen eco del vídeo colgado en YouTube con el que Snowden revela su identidad y asume toda responsabilidad en la filtración de los documentos que acaban de ver la luz. ¿Cómo consigue salir de Hong Kong y por qué entra Wikileaks en escena?
De inmediato Snowden se ocultó. Yo no sabía cuáles eran sus planes ni por qué escogió Hong Kong, lo que sé es que Sarah Harrison es quien acudió a tratar las gestiones de asilo político en múltiples países. Cuando Estados Unidos emitió la orden de extradición contra él, supongo que se dieron cuenta de que no era seguro quedarse allí.
Wikileaks tenía experiencia en cuestiones de asilo porque habían pasado por ello con Julian [Assange], así que supieron inmediatamente que Hong Kong no era un sitio seguro. Tal vez no porque fueran a extraditarle inmediatamente pero por si le detenían, que era precisamente la situación que él quería evitar.
¿Por qué cree que Rusia es prácticamente el único país en el mundo que ha concedido asilo político a Snowden?
Lo que sucedió es que mientras estaban haciendo escala en Moscú su pasaporte fue revocado. Así que no es que estuviera realmente planeado quedarse allí. Solicitaron asilo en muchos otros países pero…
Sí, pero Rusia no es precisamente un país que se caracterice por la transparencia y el respeto a la libertad de prensa. ¿Cree que tiene a Snowden como un activo contra Estados Unidos?
Lo que sé seguro es que él no está cooperando o trabajando para ninguna otra agencia de inteligencia. Lo sé y cualquiera que le conozca lo sabe. Es simplemente una historia creada por el Gobierno y que realmente no tiene ningún sentido. Si alguien fuera a querer trabajar con otro Gobierno por qué iba a reunirse con Glenn y conmigo para darnos documentación. Es completamente ilógico. Así que no lo describiría de esa forma.
¿Cómo se encuentra con Snowden en Rusia?
Normalmente nos reunimos en lugares, digamos, neutrales. Pero en realidad tampoco puedo decir lo que sé.
Cuando fueron a grabar esa última escena en la que aparece él con su novia Lindsey, tuvieron oportunidad de enseñarle la película. ¿Cuál fue su reacción?
En septiembre mi editora Mathilde Bonnefoy y yo viajamos a Moscú e hicimos una proyección para él. No paraba de tomar notas cada vez que aparecía alguna imagen de las pantallas de ordenador. Él sabía que las agencias de inteligencia revisarían la película fotograma a fotograma. Así que tuvimos una conversación sobre cómo editaríamos ciertas partes en las que, por supuesto, no queríamos poner toda la información. Por lo demás tuve control total en la edición y Snowden no puso ninguna condición.
Una de las cuestiones que más impresionan sobre el documental es pensar que todo sucedió sin que ninguna de esas agencias de inteligencia pudiera descubrirles. Fueron siempre un paso por delante. ¿Cómo consiguieron mantenerse fuera del radar? ¿Fue un plan diseñado por el propio Snowden?
Con criptografía. ¡La criptografía funciona! Obviamente, él estaba bien entrenado en esto y sólo me iba dando la información necesaria para que fuera dando el siguiente paso. Yo iba conociendo un paso a cada momento. Por ejemplo, no me contó que estaba planeando buscar asilo político para dejar el país, él me dijo que iba a dejar el país cuando nosotros ya nos habíamos marchado.
No creo que tuviera exactamente un plan, sino más bien una cuestión de qué era lo que la gente necesitaba conocer. No es que las publicaciones estuvieran orquestadas de alguna manera… Yo estaba en contacto con Glenn pero no es que nos coordinásemos.
El pasado mes de abril, recibió junto a Glenn Greenwald y Barton Gellman el premio Pulitzer al Servicio Público, en reconocimiento a su labor en la publicación de los documentos de la NSA. Por otro lado, desde el estreno deCitizenfour hace apenas un mes no son pocos los que piden el Oscar para el film. ¿Cuál de estos premios cree que reconoce mejor su trabajo?
Sinceramente, creo que cuando las personas arriesgan sus vidas no se trata de premios o cosas por el estilo. Se trata de honrar el riesgo que han tomado estas personas, eso es lo que importa. Si el trabajo es reconocido, genial, porque significa que más gente va a verlo. Tampoco podría elegir uno u otro. Creo que el Pulitzer fue una validación de mis colegas de profesión y el Oscar haría mi trabajo más fácil. Ya he comentado que durante muchos años me han parado en la frontera así que ahora es más difícil que lo hagan porque el trabajo que hago está siendo reconocido como un servicio público. Así que de alguna manera tiene un impacto positivo porque me permite seguir haciendo lo que hago.
Cuando grabó el primer documental de la trilogía en Iraq, My Country, My Country, dijo que la experiencia había cambiado su vida. ¿Cómo le ha afectado Citizenfour?
Definitivamente ha marcado un antes y un después. En parte sé que probablemente nunca podré volver a trabajar en un proyecto o visitar un país sin ser observada o marcada. No sé si controlan todo lo que hago pero lo que sé es que estaré bajo el radar de las agencias de inteligencia de todo el mundo.
Recientemente falleció Benjamin Bradlee, director del The Washington Post y encargado de destapar otro gran escándalo histórico de la Casa Blanca, el Watergate, y el presidente Obama aprovechó para rendirle homenaje y destacar su gran labor periodística al contar “historias que necesitaban ser contadas”. Sin embargo, periodistas como Greenwald o usted son perseguidos, vigilados y criticados públicamente.
Ben Bradlee también fue objetivo de la Administración de Nixon, cuando destapó los Papeles del Pentágono no es que tuvieran palabras amables para él tampoco. Sucede siempre que alguien expone información que los gobiernos quieren mantener en secreto. Creo que lo que hemos visto con Obama es que, en este caso, no siente que su poder esté amenazado porque es algo que forma parte de la historia, pero lo que Glenn y yo publicamos ahora con Snowden cuestiona directamente su liderazgo. Es un contexto diferente.
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Laura Poitras, documentalista que ayudó a Edward Snowden. Foto cedida por su agente (PRAXIS FILMS)
A estas alturas de la película, ¿quién no sabe quién es Edward Snowden? Su denuncia sobre los sistemas de espionaje masivo e indiscriminado utilizados por la Agencia de Seguridad Nacional de Estados Unidos (NSA) contra gobiernos, corporaciones y hasta sus propios ciudadanos ha pasado ya a la historia como la mayor filtración de un trabajador de los servicios de inteligencia jamás publicada. Y si a alguien hemos de dar gracias por ello –además de al joven informático– es a Laura Poitras, documentalista estadounidense afincada en Berlín, a quien Citizenfour eligió para hacer pública su historia “sin importar lo que le pasara a él”. Ella, arriesgando también su vida, así lo hizo.
Durante más de cinco meses mantuvieron comunicaciones cifradas hasta que en junio de 2013 decidieron reunirse en la habitación de un hotel de Hong Kong, junto a los periodistas Glenn Greenwald y Ewan MacAskill. Allí, durante ocho días de máxima tensión, Poitras se colocó detrás de la cámara dispuesta a registrar un documento casi tan revelador como los que estaban a punto de desvelar: el backstage de los preparativos previos a la publicación del bombazo informativo que finalmente llevaría a Snowden al destierro en Moscú, donde vive temporalmente como exiliado político.
Un año y medio después de esas primeras publicaciones –entonces anónimas– que coparon las portadas de medios de comunicación de todo el mundo, seguimos descubriendo nuevos datos con cuentagotas. Pero por más que estemos familiarizados ya con el caso Snowden, el documental de Poitras resulta irremediablemente sobrecogedor y una oportunidad única de ser testigos de esta trama que se desarrolla entre comunicaciones cifradas, fuentes anónimas, espionaje internacional, filtraciones periodísticas y un reloj que corre en contra de los protagonistas, antes de que la agencia de inteligencia estadounidense pueda llegar a descubrirles.
En pocas ocasiones como en esta la realidad supera tan claramente la ficción, así que lejos de reconstruir o recrear una supuesta realidad, Citizenfour es una filmación en directo de un pedazo de historia del siglo XXI, que ha marcado sin duda un antes y un después en la credibilidad de Estados Unidos como potencia política internacional, pero también en la forma en que los ciudadanos se comportan como miembros de la sociedad en red.
Desde su estreno mundial en octubre en Nueva York, Poitras se encuentra en una incesante gira de premieres en festivales por toda Europa –si bien aún sigue sin haber fecha confirmada para su llegada a las salas de cine españolas– entre los que se incluye el festival internacional de cine documental IDFA de Amsterdam, donde eldiario.es tuvo oportunidad de entrevistarla.
¿Cuándo comienza su interés por el tema de la vigilancia?
Viene de hace mucho tiempo, mientras trabajaba en mis últimos documentales, centrados en la América post11-S. La vigilancia estaba siendo utilizada en la denominada war on terror, ya sabe, justo después del 11-S había que espiar a prácticamente todos los americanos en los Estados Unidos. Antes había hecho una película sobre la ocupación de Irak [ My Country My Country] y otra sobre Guantánamo [ The Oath], y con esta última película en la que estaba trabajando [en el otoño de 2012 se traslada a Berlín para editar de forma segura el material de la que sería la última parte de su trilogía post11-S] quería traer la historia de vuelta a Estados Unidos, que estuviera más centrada en cómo se estaba desarrollando esta ‘guerra contra el terrorismo’ en el país.
Pero también tenía un interés a nivel personal porque estoy en una lista de vigilancia y durante muchos años me han parado en la frontera cada vez que viajaba. Empezaron a pararme en la frontera en 2006 después de rodar la película en Irak. De alguna forma la historia que estaba documentando me puso en esa lista.
¿Fue también esa la razón por la cual empezó a usar criptografía?
En un principio, sí, porque tenía que proteger mi material cuando cruzaba la frontera. Pero también, en un determinado momento empecé a contactar con algunas personas que me interesaban para el proyecto en el que estaba trabajando y con las que para comunicarte necesitas criptografía. Entre ellas Jacob Appelbaum, con quería hablar acerca de filmar el trabajo que estaba realizando con activistas de todo del mundo instruyéndoles en tácticas para sortear sistemas de vigilancia. ¡Así que tuve que aprender!
Esa combinación entre sus trabajos previos en vigilancia doméstica y sus conocimientos en comunicación cifrada fueron decisivos para que Snowden decidiera que usted sería la periodista a quien revelaría su secreto. ¿Cómo fue ese primer contacto en enero de 2013?
Por suerte yo ya usaba PGP. Me escribió y me pidió que le mandara mi ‘key’, se la mandé y le pregunté quién era y qué quería. Me dijo que trabajaba para la agencia de inteligencia y que tenía cierta información. Me avisó de que sería peligroso pero quería que le prometiera que, sin importar lo que le pasara a él, yo revelaría la información.
¿Qué pensó al recibir esos primeros correos?
Llevaba tiempo trabajando en el tema de la vigilancia y sabía que si era real lo que me decía iba a ser un asunto gordo, y que él tenía razón, que podía ser muy peligroso para él y para mí. Pero no sentí que hubiera una parte de mí que dijera ‘voy a mantenerme al margen de esto’. Al llevar bastante tiempo en este tema, al estar en una lista de vigilancia y que me hayan parado en la frontera tantas veces, creo que de alguna forma hace tiempo que tomé la decisión de no sentirme intimidada, de hacer mi trabajo y de que lo que tenía que preocuparme es de lo que hace el Gobierno.
Porque creo que el periodismo es necesario, especialmente en el contexto de lo que está pasando en estos momentos en Estados Unidos, me da la sensación de que muchos medios de comunicación mayoritarios han fallado al público, y por eso es tan necesario que haya periodistas que hagan preguntas incómodas y pidan cuentas al Gobierno. Yo ya había tomado esa determinación, así que cuando Snowden me contactó, estaba nerviosa pero bastante decidida.
¿No dudó ni por un momento?
Para nada, no lo dudé. Sí fui con mucho cuidado y le hice muchas preguntas, porque desconfiaba que pudiera ser una emboscada del Gobierno. Por otro lado, yo soy periodista visual, así que tenía especial curiosidad por saber por qué me contactaba a mí. Me dijo que sabía que trabajaba en el tema de vigilancia por un corto que publiqué en The New York Times.
‘Se eligió a sí misma’ tal y como aparece en la película que Snowden le dice en uno de sus correos.
¡Sí, dice que me elegí a mí misma! Porque publiqué esa historia en el NYT y hablo de estar incluida en una lista de vigilancia, y porque había leído que Glenn [Greenwald] había escrito sobre el tema… Todos esos factores le hicieron pensar que estaría interesada y que no me dejaría intimidar.
¿Era consciente en ese momento de que la historia alcanzaría tal magnitud? ¿Tuvo que enfrentarse a ello usted sola o pudo compartirlo con alguien?
¡Ni me lo imaginaba! Estábamos hablando de agencias de inteligencia, no se filtran cosas de esas agencias. Ya hubo antes otros whistleblowers, los conocidos como los cuatro de la NSA [que incluye a William Binney, Thomas Drake, J. Kirk Wiebe y Edward Loomi] que ya habían hablado con reporteros pero la diferencia con Snowden es que ellos no tenían documentación.
Hubo cierto avance a lo largo de los cinco meses de correspondencia, hasta que en un determinado momento se hizo evidente que iba a convertirse en una realidad. Entonces avisé a mi entorno más cercano y la gente con la que trabajo de lo que estaba sucediendo, de que probablemente derivara en una investigación masiva y que todo el que estuviera en contacto conmigo quedaría involucrado. Se lo dije a mi editora Mathilde Bonnefoy, al productor Dirk Wilutzky, mi coproductora Katy Scoggin… Y fue increíble porque nadie se echó atrás, si no, todo podría haber sido distinto.
Y a continuación Glenn Greenwald sube a bordo.
Sí, Glenn fue genial, muy valiente y sin ningún tipo de dudas. En febrero de 2013 Snowden me dijo que la información iba a requerir que más de una persona trabajara en su publicación y recomendó que contara con Glenn. Pero en ese momento él estaba en Río de Janeiro y yo no podía hablar a nadie sobre esto por email, sólo lo haría en persona. Así que no fue hasta el mes de abril que estábamos los dos en Nueva York cuando pude explicarle lo que estaba pasando y le propuse trabajar en ello. Dijo que sí de inmediato, sin dudarlo.
Así que él volvió a Río pero no sabía cómo utilizar criptografía y eso fue un gran problema porque cada vez parecía más claro que se iba a producir un encuentro [con Snowden] pero no podía darle ningún detalle. Yo no sabía exactamente cuándo se produciría, pero a mediados del mes de mayo regresé a Estados Unidos a la espera de saber dónde sería. Durante todo ese tiempo yo le decía a Glenn que teníamos que hablar, que tenía que contarle lo que estaba pasando, pero no quería decir demasiado porque temía que los mensajes pudieran ser interceptados. Finalmente se puso en contacto directamente con Snowden a través del chat cifrado.
Greenwald desvela en su libro que fue con él con quien Snowden intentó contactar en un primer momento pero no fue posible debido a su desconocimiento de la comunicación cifrada. Y que más tarde fue el propio exagente de inteligencia quien le instruyó en el uso de programas de comunicación cifrada.
Sí, Glenn no sabía lo suficiente para poder comunicarnos con seguridad y yo tampoco tenía la experiencia como para poder guiarle, y tampoco quería cagarla porque sabía que el riesgo era muy grande. Así que Snowden tomó las riendas y le dijo cómo hacerlo. ¡Se convirtió en su profesor!
Y por fin llega el momento en el que Greenwald, el reportero de The Guardian, Ewen MacAskill y usted, se reúnen en el Hotel Mira de Hong Kong con Snowden.
Nosotros no sabíamos dónde sería la reunión hasta que Snowden había salido ya del país, por razones obvias no quería revelarlo antes. Entonces nos dijo que sería en Hong Kong. En ese momento ya había cierto peligro, de hecho The Washington Post decidió en el último momento no mandar a su corresponsal. Ahora mismo en Estados Unidos hay implantada cierta cultura del miedo, en la que los periodistas se convierten en el blanco, y supongo que pensaron que era arriesgado. También me aconsejaron a mí que no fuera… Pero no seguí su consejo y fui.
Y gracias a eso el mundo tiene acceso a un documento cinematográfico único en el que se desvela cómo se hizo pública la mayor filtración de información confidencial de la historia de la NSA desde la habitación de un hotel en la otra punta del mundo. ¿Cómo fue ese primer momento en el que se encuentran en persona?
Glenn y yo nos quedamos bastante perplejos con lo joven que era. Creo que a mí me dejó más en shock porque había estado hablando con él durante cinco meses. Y sólo tiene 29 años. Fuimos a su habitación del hotel y enseguida preparé la cámara y me puse a grabar. Los demás se sorprendieron un poco, pero yo tenía claro que quería grabar todo, sabía que Glenn no iba a perder el tiempo y empezaría a hacer preguntas inmediatamente. ¡No quería perderme nada!
¿Cómo surgió la idea de filmar esa reunión? ¿Y cómo accedió Snowden a ello, teniendo en cuenta que iba a convertirse en el hombre más buscado por los servicios de inteligencia de medio mundo?
Tuve que convencerle pero eso fue antes de viajar a Hong Kong. En un primer momento él fue el que tomó la decisión de revelar su identidad aunque supongo que no pensaba que fuera necesario que nos conociéramos, que podía simplemente darnos los documentos sin reunirnos. Pero cuando me dijo eso, le dije que teníamos que reunirnos y que necesitaba grabarlo. Y él se negó, no era partidario porque pensaba que podría volverse en su contra; yo le dije que los medios iban a hacerlo de cualquier forma y que en esa situación no tenía demasiadas alternativas.
¿Y por qué decidió dar la cara en vez de intentar permanecer en la sombra el máximo tiempo posible?
Creo que tomó la decisión porque sabía que acarrearía una investigación masiva a su alrededor, y aunque pensara que podría hacerlo y permanecer en el anonimato, tenía la sensación de que la vida de otras personas se vería afectada y que por qué arrastrar a otras personas a ser investigadas. Quería asumir la responsabilidad.
En todo momento en el documental vemos a un Snowden muy seguro de lo que está haciendo, hasta el punto de resultar sorprendente su tranquilidad. Aunque el film transmite al espectador una tensión constante de principio a fin, parece que en esa habitación de hotel reinara en cierto modo la calma.
¡Bueno, yo no estaba tranquila para nada! Estaba muy nerviosa y preparada pensando que nos cogerían en cualquier momento. Pero tienes razón que hay cierto ambiente de calma, que se va haciendo más tenso a medida que la semana avanza y empezamos a publicar. Pero sí que es sorprendente, especialmente por Snowden, lo tranquilo que está, con todo lo que está arriesgando.
¿Por qué cree que Snowden asumió ese riesgo y decidió denunciar las prácticas de la NSA, sabiendo lo que había pasando a otros exagentes de inteligencia convertidos en whistleblowers como Chelsea Manning?
Él lo dice muy claro en la película: los gobiernos están haciendo cosas en secreto que el público debe saber. Vivimos en una democracia y las democracias no suceden a puerta cerrada, pero aquí se están tomando decisiones sin el conocimiento de la población. Estos programas [de espionaje e interceptación de comunicaciones] son muy significativos y tienen un gran impacto en las personas; y muchos de ellos estaban violando leyes fundamentales de la Constitución. Creo que todas esas razones fueron su motivación para compartir esa información con el público.
En otro momento de la grabación, Snowden comenta que no quiere ser retratado para que ello no distraiga la atención de la noticia en sí, como muchos medios de comunicación hacen hoy en día. ¿Cree que ha sucedido así, que se habla más de él que de lo que ha destapado?
Creo que él de verdad intenta mantenerse al margen todo lo que puede. Después de Hong Kong no habló con ningún medio, pero sí que es cierto que en cierto modo se ha convertido en un símbolo. Sé que no era su meta, pero creo que cuando hace algunas declaraciones lo hace porque siente que tiene cierta autoridad en este tema y que puede ayudar a la gente a entender el por qué de su importancia.
El 9 de junio de 2013 todos los medios de comunicación se hacen eco del vídeo colgado en YouTube con el que Snowden revela su identidad y asume toda responsabilidad en la filtración de los documentos que acaban de ver la luz. ¿Cómo consigue salir de Hong Kong y por qué entra Wikileaks en escena?
De inmediato Snowden se ocultó. Yo no sabía cuáles eran sus planes ni por qué escogió Hong Kong, lo que sé es que Sarah Harrison es quien acudió a tratar las gestiones de asilo político en múltiples países. Cuando Estados Unidos emitió la orden de extradición contra él, supongo que se dieron cuenta de que no era seguro quedarse allí.
Wikileaks tenía experiencia en cuestiones de asilo porque habían pasado por ello con Julian [Assange], así que supieron inmediatamente que Hong Kong no era un sitio seguro. Tal vez no porque fueran a extraditarle inmediatamente pero por si le detenían, que era precisamente la situación que él quería evitar.
¿Por qué cree que Rusia es prácticamente el único país en el mundo que ha concedido asilo político a Snowden?
Lo que sucedió es que mientras estaban haciendo escala en Moscú su pasaporte fue revocado. Así que no es que estuviera realmente planeado quedarse allí. Solicitaron asilo en muchos otros países pero…
Sí, pero Rusia no es precisamente un país que se caracterice por la transparencia y el respeto a la libertad de prensa. ¿Cree que tiene a Snowden como un activo contra Estados Unidos?
Lo que sé seguro es que él no está cooperando o trabajando para ninguna otra agencia de inteligencia. Lo sé y cualquiera que le conozca lo sabe. Es simplemente una historia creada por el Gobierno y que realmente no tiene ningún sentido. Si alguien fuera a querer trabajar con otro Gobierno por qué iba a reunirse con Glenn y conmigo para darnos documentación. Es completamente ilógico. Así que no lo describiría de esa forma.
¿Cómo se encuentra con Snowden en Rusia?
Normalmente nos reunimos en lugares, digamos, neutrales. Pero en realidad tampoco puedo decir lo que sé.
Cuando fueron a grabar esa última escena en la que aparece él con su novia Lindsey, tuvieron oportunidad de enseñarle la película. ¿Cuál fue su reacción?
En septiembre mi editora Mathilde Bonnefoy y yo viajamos a Moscú e hicimos una proyección para él. No paraba de tomar notas cada vez que aparecía alguna imagen de las pantallas de ordenador. Él sabía que las agencias de inteligencia revisarían la película fotograma a fotograma. Así que tuvimos una conversación sobre cómo editaríamos ciertas partes en las que, por supuesto, no queríamos poner toda la información. Por lo demás tuve control total en la edición y Snowden no puso ninguna condición.
Una de las cuestiones que más impresionan sobre el documental es pensar que todo sucedió sin que ninguna de esas agencias de inteligencia pudiera descubrirles. Fueron siempre un paso por delante. ¿Cómo consiguieron mantenerse fuera del radar? ¿Fue un plan diseñado por el propio Snowden?
Con criptografía. ¡La criptografía funciona! Obviamente, él estaba bien entrenado en esto y sólo me iba dando la información necesaria para que fuera dando el siguiente paso. Yo iba conociendo un paso a cada momento. Por ejemplo, no me contó que estaba planeando buscar asilo político para dejar el país, él me dijo que iba a dejar el país cuando nosotros ya nos habíamos marchado.
No creo que tuviera exactamente un plan, sino más bien una cuestión de qué era lo que la gente necesitaba conocer. No es que las publicaciones estuvieran orquestadas de alguna manera… Yo estaba en contacto con Glenn pero no es que nos coordinásemos.
El pasado mes de abril, recibió junto a Glenn Greenwald y Barton Gellman el premio Pulitzer al Servicio Público, en reconocimiento a su labor en la publicación de los documentos de la NSA. Por otro lado, desde el estreno deCitizenfour hace apenas un mes no son pocos los que piden el Oscar para el film. ¿Cuál de estos premios cree que reconoce mejor su trabajo?
Sinceramente, creo que cuando las personas arriesgan sus vidas no se trata de premios o cosas por el estilo. Se trata de honrar el riesgo que han tomado estas personas, eso es lo que importa. Si el trabajo es reconocido, genial, porque significa que más gente va a verlo. Tampoco podría elegir uno u otro. Creo que el Pulitzer fue una validación de mis colegas de profesión y el Oscar haría mi trabajo más fácil. Ya he comentado que durante muchos años me han parado en la frontera así que ahora es más difícil que lo hagan porque el trabajo que hago está siendo reconocido como un servicio público. Así que de alguna manera tiene un impacto positivo porque me permite seguir haciendo lo que hago.
Cuando grabó el primer documental de la trilogía en Iraq, My Country, My Country, dijo que la experiencia había cambiado su vida. ¿Cómo le ha afectado Citizenfour?
Definitivamente ha marcado un antes y un después. En parte sé que probablemente nunca podré volver a trabajar en un proyecto o visitar un país sin ser observada o marcada. No sé si controlan todo lo que hago pero lo que sé es que estaré bajo el radar de las agencias de inteligencia de todo el mundo.
Recientemente falleció Benjamin Bradlee, director del The Washington Post y encargado de destapar otro gran escándalo histórico de la Casa Blanca, el Watergate, y el presidente Obama aprovechó para rendirle homenaje y destacar su gran labor periodística al contar “historias que necesitaban ser contadas”. Sin embargo, periodistas como Greenwald o usted son perseguidos, vigilados y criticados públicamente.
Ben Bradlee también fue objetivo de la Administración de Nixon, cuando destapó los Papeles del Pentágono no es que tuvieran palabras amables para él tampoco. Sucede siempre que alguien expone información que los gobiernos quieren mantener en secreto. Creo que lo que hemos visto con Obama es que, en este caso, no siente que su poder esté amenazado porque es algo que forma parte de la historia, pero lo que Glenn y yo publicamos ahora con Snowden cuestiona directamente su liderazgo. Es un contexto diferente.
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