Sergio Baldassarre
Las redes sociales han cambiado nuestras vidas. Y lo han hecho desde muchos aspectos. Lo que al principio apenas parecía un entretenimiento para adolescentes que los mantenía interconectados desde la PC o desde sus celulares, con el tiempo se transformó en un paradigma de la comunicación entre masas de la era digital.
Pero este nuevo sistema de herramientas de comunicación que hoy casi todos en el mundo utilizamos, nos hizo en principio cambiar algunas costumbres que antes no hubiéramos imaginado que cambiaríamos. Como por ejemplo, la seguridad y la protección de datos.
Cuando nos volcamos a la red Internet allá por fines de la década del ´90, todos abrimos una cuenta de correo electrónico como primer paso hacia ese nuevo universo. Y esas cuentas tenían contraseñas. Y las políticas de seguridad nos advertían que no utilizáramos fechas o nombres o datos personales que fueran sencillos de descifrar. Y algunos lo hicimos, otros no. Con el correr del tiempo, nacieron las plataformas Facebook, Twitter, Instagram, entre otras, y allí todo se volvió confuso.
Y entre ellos datos sensibles, como, por ejemplo, nombre de familiares directos, tipo de parentesco, lugares favoritos, nombres de mascotas, marca de vehículos, fechas favoritas, lugares favoritos, nombres de maestros queridos, libros queridos, filmes queridos, amigos de la infancia. Exactamente lo que muchos utilizamos en las contraseñas de nuestros correos, cuentas home banking, y todo lo demás.
Desde la llegada de las redes sociales a nuestra vida, pasamos mucho tiempo del día interactuando en las mismas, algunos llegan a pasar más tiempo en la vida “virtual” que en la vida real. Y más allá de que pueda tratarse un “mal” de la época, es un mal necesario. Porque forman parte de la comunicación humana como un día lo fueron la prensa de masas, el cine, la radio y la TV. Pero es necesario comprender que episodios como lo ocurrido con Facebook en los últimos días, ponen en evidencia que la seguridad y la protección de datos dejan mucho que desear. Y no hablamos simplemente de robo de identidades, estafas electrónicas, se trata también de usos y costumbres que por ejemplo esta red social, dejó al alcance de personas que utilizaron nuestros datos con otros fines. Y volvemos a la misma historia de siempre.
Estos datos son utilizados ya no solo para vendernos productos comerciales sino además para saber aspectos sociales de nuestra vida, para el direccionamiento de la propaganda política. Y somos abordados por el mensaje hecho a medida que deseamos oír. El asunto es, quiénes acceden a estos datos son corporaciones poderosamente económicas que juegan en desventaja con otras instituciones que podrían requerir de los mismos datos.
Esa sensación digna de la novela “1984” de Orwell, de vivir permanente espiados y adoctrinados, parece materializarse en nuestros días. Antiguamente los regímenes totalitarios lo lograban mediante el miedo y la propaganda. Hoy día, ya no se necesita nada más que sentarse a leer todo lo que regalamos de nuestra privacidad a la red, con el solo objetivo de sentirnos parte de algo. De algo que lamentablemente, se vuelve en muchos casos, en nuestra contra.
Fuente
Sergio Baldassarre
Las redes sociales han cambiado nuestras vidas. Y lo han hecho desde muchos aspectos. Lo que al principio apenas parecía un entretenimiento para adolescentes que los mantenía interconectados desde la PC o desde sus celulares, con el tiempo se transformó en un paradigma de la comunicación entre masas de la era digital.
Pero este nuevo sistema de herramientas de comunicación que hoy casi todos en el mundo utilizamos, nos hizo en principio cambiar algunas costumbres que antes no hubiéramos imaginado que cambiaríamos. Como por ejemplo, la seguridad y la protección de datos.
Cuando nos volcamos a la red Internet allá por fines de la década del ´90, todos abrimos una cuenta de correo electrónico como primer paso hacia ese nuevo universo. Y esas cuentas tenían contraseñas. Y las políticas de seguridad nos advertían que no utilizáramos fechas o nombres o datos personales que fueran sencillos de descifrar. Y algunos lo hicimos, otros no. Con el correr del tiempo, nacieron las plataformas Facebook, Twitter, Instagram, entre otras, y allí todo se volvió confuso.
Y entre ellos datos sensibles, como, por ejemplo, nombre de familiares directos, tipo de parentesco, lugares favoritos, nombres de mascotas, marca de vehículos, fechas favoritas, lugares favoritos, nombres de maestros queridos, libros queridos, filmes queridos, amigos de la infancia. Exactamente lo que muchos utilizamos en las contraseñas de nuestros correos, cuentas home banking, y todo lo demás.
Desde la llegada de las redes sociales a nuestra vida, pasamos mucho tiempo del día interactuando en las mismas, algunos llegan a pasar más tiempo en la vida “virtual” que en la vida real. Y más allá de que pueda tratarse un “mal” de la época, es un mal necesario. Porque forman parte de la comunicación humana como un día lo fueron la prensa de masas, el cine, la radio y la TV. Pero es necesario comprender que episodios como lo ocurrido con Facebook en los últimos días, ponen en evidencia que la seguridad y la protección de datos dejan mucho que desear. Y no hablamos simplemente de robo de identidades, estafas electrónicas, se trata también de usos y costumbres que por ejemplo esta red social, dejó al alcance de personas que utilizaron nuestros datos con otros fines. Y volvemos a la misma historia de siempre.
Estos datos son utilizados ya no solo para vendernos productos comerciales sino además para saber aspectos sociales de nuestra vida, para el direccionamiento de la propaganda política. Y somos abordados por el mensaje hecho a medida que deseamos oír. El asunto es, quiénes acceden a estos datos son corporaciones poderosamente económicas que juegan en desventaja con otras instituciones que podrían requerir de los mismos datos.
Esa sensación digna de la novela “1984” de Orwell, de vivir permanente espiados y adoctrinados, parece materializarse en nuestros días. Antiguamente los regímenes totalitarios lo lograban mediante el miedo y la propaganda. Hoy día, ya no se necesita nada más que sentarse a leer todo lo que regalamos de nuestra privacidad a la red, con el solo objetivo de sentirnos parte de algo. De algo que lamentablemente, se vuelve en muchos casos, en nuestra contra.
Fuente
Compartir esto: