La ONG Fundación Fronteras Electrónicas (EFF en inglés) examinó por qué no hay que confiar en las cinco apologías más comunes del espionaje masivo de la Agencia de Seguridad Nacional estadounidense (NSA), constantemente repetidas por el presidente Obama y otros altos cargos políticos y funcionarios.
Gracias al espionaje masivo la NSA logró prevenir al menos 50 amenazas, afirmó Barack Obama poco después de las primeras revelaciones de Snowden. Desde entonces la fórmula sobre las 54 amenazas —o ataques terroristas, o complots— ha sido repetida por diferentes figuras, ante todo por el director de la NSA en los años 2005-2014, el general Keith Alexander. No obstante, fue el propio general quien se vio obligado a desmentir esta afirmación en octubre de 2013. A la pregunta del senador Patrick Leahy sobre si estaba de acuerdo con que de los 54 casos citados por la Administración no todos fueron complots, y que de todos ellos solo 13 tenían algún nexo con EE.UU., el entonces director de la NSA contestó afirmativamente.
En el apogeo de la polémica iniciada por Snowden el junio pasado el exvicepresidente Dick Cheney incluso llegó a afirmar que si en 2001 hubieran existido programas parecidos habría sido posible prevenir el ataque terrorista del 11 de septiembre. Según él, un programa como los de la NSA era necesario para localizar a uno de ejecutores del ataque, Khalid al Mihdhar. Pero la realidad es que las agencias de inteligencia estadounidenses conocían la identidad del terrorista y dónde buscarlo mucho antes de que se perpetrara el ataque, pero fallaron, según el expresidente del comité del Senado sobre inteligencia, Bob Graham.
Varias investigaciones y puntas de vista citadas por EFF coinciden en una cosa: para luchar con éxito contra los terroristas no es necesario desarrollar programas de vigilancia masiva, sino que bastan las medidas amparadas por la Constitución.
Que se recolecten los metadatos de llamadas (y no su contenido) no debería preocupar a nadie. Este es otro argumento muy común. Lo que le interesa a la comunidad de inteligencia son datos como números de teléfonos o duración de la llamadas, afirmó una vez el presidente Barack Obama, algo que según defensores no puede contarse como invasión a la privacidad. Tal vez es así, pero el exdirector de la NSA y de la CIA Michael Hayden afirmó que “matamos a gente basándonos en metadatos“, mientras el exconsejero general de la NSA Stewart Baker aseguró que “si uno tiene metadatos, no necesita el contenido”, ya que los metadatos pueden contarlo absolutamente todo sobre la vida de alguien.
La NSA no abusa de su poder mientras espía, según el presidente Barack Obama, quién afirmó en una entrevista que no hubo alegaciones al respecto. Pero en realidad sí las hubo. De hecho, entre las personas que trabajan para la NSA incluso existe el término coloquial ‘loveint’ (de las palabras amor, ‘love’ en inglés, e ‘inteligencia’) para espiar a sus parejas usando sus capacidades de vigilancia. Y una investigación profunda podría revelar mucho más, afirma EFF.
Despojar a los ciudadanos de su privacidad está bien si se hace para prevenir ataques terroristas. Este otro argumento constantemente repetido que se basa en la afirmación de que la vigilancia es una herramienta crucial para proteger a los estadounidenses del terrorismo e implica que esta es la principal meta del Gobierno. Pero no la es: los datos de vigilancia igual se usan en la lucha contra las drogas y que para el espionaje económico y diplomático.
El junio pasado Obama afirmó que los representantes en el Congreso de EE.UU. “habían sido constantemente informados sobre lo que estamos haciendo”. De esta manera Obama y los apologistas de la NSA quieren convencer a los ciudadanos de que el control al que es sometida la NSA y la supervisión que ejercen sobre ella el Congreso y otros organismos son suficiente. Pero en realidad, incluso al Congreso le resulta extremadamente difícil obtener información sobre las prácticas de la NSA, algunas de las cuales son totalmente desconocidas incluso para el Pentágono. Supuestamente la NSA tiene que ser supervisada por el Tribunal de Vigilancia de Inteligencia Extranjera (FISC), pero este tribunal tiene muy poco que ver con las cortes ordinarias y a menudo no cuenta con suficiente información para tomar decisiones justas.
La ONG Fundación Fronteras Electrónicas (EFF en inglés) examinó por qué no hay que confiar en las cinco apologías más comunes del espionaje masivo de la Agencia de Seguridad Nacional estadounidense (NSA), constantemente repetidas por el presidente Obama y otros altos cargos políticos y funcionarios.
Gracias al espionaje masivo la NSA logró prevenir al menos 50 amenazas, afirmó Barack Obama poco después de las primeras revelaciones de Snowden. Desde entonces la fórmula sobre las 54 amenazas —o ataques terroristas, o complots— ha sido repetida por diferentes figuras, ante todo por el director de la NSA en los años 2005-2014, el general Keith Alexander. No obstante, fue el propio general quien se vio obligado a desmentir esta afirmación en octubre de 2013. A la pregunta del senador Patrick Leahy sobre si estaba de acuerdo con que de los 54 casos citados por la Administración no todos fueron complots, y que de todos ellos solo 13 tenían algún nexo con EE.UU., el entonces director de la NSA contestó afirmativamente.
En el apogeo de la polémica iniciada por Snowden el junio pasado el exvicepresidente Dick Cheney incluso llegó a afirmar que si en 2001 hubieran existido programas parecidos habría sido posible prevenir el ataque terrorista del 11 de septiembre. Según él, un programa como los de la NSA era necesario para localizar a uno de ejecutores del ataque, Khalid al Mihdhar. Pero la realidad es que las agencias de inteligencia estadounidenses conocían la identidad del terrorista y dónde buscarlo mucho antes de que se perpetrara el ataque, pero fallaron, según el expresidente del comité del Senado sobre inteligencia, Bob Graham.
Varias investigaciones y puntas de vista citadas por EFF coinciden en una cosa: para luchar con éxito contra los terroristas no es necesario desarrollar programas de vigilancia masiva, sino que bastan las medidas amparadas por la Constitución.
Que se recolecten los metadatos de llamadas (y no su contenido) no debería preocupar a nadie. Este es otro argumento muy común. Lo que le interesa a la comunidad de inteligencia son datos como números de teléfonos o duración de la llamadas, afirmó una vez el presidente Barack Obama, algo que según defensores no puede contarse como invasión a la privacidad. Tal vez es así, pero el exdirector de la NSA y de la CIA Michael Hayden afirmó que “matamos a gente basándonos en metadatos“, mientras el exconsejero general de la NSA Stewart Baker aseguró que “si uno tiene metadatos, no necesita el contenido”, ya que los metadatos pueden contarlo absolutamente todo sobre la vida de alguien.
La NSA no abusa de su poder mientras espía, según el presidente Barack Obama, quién afirmó en una entrevista que no hubo alegaciones al respecto. Pero en realidad sí las hubo. De hecho, entre las personas que trabajan para la NSA incluso existe el término coloquial ‘loveint’ (de las palabras amor, ‘love’ en inglés, e ‘inteligencia’) para espiar a sus parejas usando sus capacidades de vigilancia. Y una investigación profunda podría revelar mucho más, afirma EFF.
Despojar a los ciudadanos de su privacidad está bien si se hace para prevenir ataques terroristas. Este otro argumento constantemente repetido que se basa en la afirmación de que la vigilancia es una herramienta crucial para proteger a los estadounidenses del terrorismo e implica que esta es la principal meta del Gobierno. Pero no la es: los datos de vigilancia igual se usan en la lucha contra las drogas y que para el espionaje económico y diplomático.
El junio pasado Obama afirmó que los representantes en el Congreso de EE.UU. “habían sido constantemente informados sobre lo que estamos haciendo”. De esta manera Obama y los apologistas de la NSA quieren convencer a los ciudadanos de que el control al que es sometida la NSA y la supervisión que ejercen sobre ella el Congreso y otros organismos son suficiente. Pero en realidad, incluso al Congreso le resulta extremadamente difícil obtener información sobre las prácticas de la NSA, algunas de las cuales son totalmente desconocidas incluso para el Pentágono. Supuestamente la NSA tiene que ser supervisada por el Tribunal de Vigilancia de Inteligencia Extranjera (FISC), pero este tribunal tiene muy poco que ver con las cortes ordinarias y a menudo no cuenta con suficiente información para tomar decisiones justas.
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