Pero la criptoeconomía no es sólo Bitcoin como tal: es mucho mucho más que eso. Y es que el primo de Bitcoin, que es Blockchain, es una tecnología de (mucho) futuro. Así lo entienden también ciertos criptopotentados, que han decidido empezar a construir una ciudad basada en lo más utópico de Blockchain en medio del desierto de Nevada.
No estamos solos al seguir apostando por el futuro más cripto (aunque pueda no ser Bitcoin)
En este mundo en el que vivimos hoy en día, donde la realidad
converge con la economía de la esencial mano de la tecnología, es
doblemente peligroso caer en ser simplemente tecno-desaforados. Y lo es
porque esa pasión y esa euforia no permiten aproximarse a la tecnología con la debida cautela que merece cualquier nueva herramienta de modelado del futuro.
Pero a pesar de esta seria advertencia, lo cierto es que un servidor
es un tecno-entusiasta declarado, y por ello no podemos evitar sentir
una mezcla de interés y entusiasmo al leer sobre noticias como la que
les traemos hoy. Y para serles francos, por nuestra parte son noticias
muy esperadas, y no porque disipen una duda, sino porque ya las esperábamos desde hace tiempo desde la seguridad de que algún día tenían que llegar.
Como pueden leer en esta noticia del New York Times,
un criptomillonario ha optado por apostar decididamente por una
implementación socioeconómica real y en todo su alcance de Blockchain.
De hecho, está invirtiendo millones en crear en medio del desierto de
Nevada una ciudad cuya socioeconomía esté estructurada con Blockchain como su base más fundamental.
Todo el proyecto empezó rodeado de intriga y suspicacias entre la población local
Los habitantes locales no dejaban de hablar de ese intrigante
multimillonario, que había comprado en medio del desierto y al lado de
Reno (Nevada) un terreno de mayor extensión que la propia ciudad: nada
más y nada menos, eran unas 100 millas cuadradas las que se habían comprado para el supuesto criptoexperimento.
Al principio, todo venía envuelto en un halo de misterio, y la
cantidad que corría de boca en boca era efectivamente millonaria: al
parecer, el misterioso criptomagnate había invertido la mágica cantidad
de 170 millones de dólares que había pagado al contado.
Finalmente transcendió el nombre del misterioso millonario, que
resultó ser un tal Jeffrey Berns. Se trataba de un casi desconocido
potentado de la critpoeconomía de 56 años de edad, que se hizo millonario al calor de la explosiva y efervescente alza de las cotizaciones de las monedas digitales.
No es un simple experimento, trata de ser también una demostración real de lo que puede ser Blockchain
Berns no concibe su inversión sólo como un simple experimento con el
que ir desarrollando una socioeconomíá alrededor de un ecosistema
Blockchain. Su ambición real va mucho más allá. Posiblemente sea un
auténtico visionario, y no sólo porque sepa avanzar mirando al
horizonte, sino porque puede saber perfectamente cuál es el camino que nos lleva hacia él; en este caso: la utopía Blockchain.
Nuestro visionario millonario pretende construir sobre su gigantesca parcela una comunidad en el sentido más extenso de la palabra,
donde haya viviendas, colegios, centros comerciales e incluso estudios
de producción y… como no podía ser de otra forma, donde también se
cuente con un parque tecnológico. El nexo en común de todo ello (nunca
mejor dicho) será la tecnología Blockchain, esa famosa red de
contabilidad distribuída.
Como habrán leído, Berns apuesta por una comunidad en la que la
tecnología permita a la gente corriente que pueda controlar sus propios
datos (esa nueva materia prima de la economía, y que devuelva el poder del sistema a los ciudadanos.
Esto se conseguiría sin necesidad de que éste resida en intermediarios
que se erigen finalmente en regidores, como pueden ser las grandes
compañías o los propios gobiernos que, no lo olvidemos, deberían estar
ahí al servicio de los ciudadanos (y no al revés).
Hasta aquí no podemos hacer otra cosa más que emitir un sonoro y
efusivo aplauso a favor del visionario señor Berns. Abrazar la
criptoeconomía más idealista, y apostar buena parte de su fortuna por lo
mejor que tiene, alejado de meras ansias de enriquecimiento
especulativo que caracterizaron los últimos estertores de la
criptoburbuja, sólo merece alabanzas. Esto es así especialmente en el
caso de una persona que tiene la vida literalmente resuelta con la criptofortuna que amasó,
independientemente de cuáles pudiesen ser sus motivaciones iniciales a
la hora de invertir en los Bitcoins que le hicieron rico. Algunos no
dudarán en criticarlo por ello, pero otros se hicieron ricos de igual (o
peor) forma y, por si eso no fuera poco, el uso posterior que le dan al
dinero de idealista no tiene ni la presunción.
Precisamente lo que la criptoeconomía necesita ahora…
No puedo decir que fuese lo que se necesitaba, pero creo que, a estas
alturas, podemos afirmar sin ambages que lo que vimos hace unos
trimestres en el criptomercado fue la llama que prendió el cohete de la
especulación criptoeconómica (en el sentido más mainstream). Pero como
ha ocurrido con toda “fiebre del oro” que hemos visto en Historia
Económica (y lamentablemente han sido muchas, y van a seguir
existiendo), lo cierto es que tras subida de la marea y su posterior bajada, llega el futuro hecho realidad.
Y no, cuando llega ese futuro hecho realidad tangible, no tiene
necesariamente por qué negar taxativamente las corazonadas que
alimentaron la burbuja precedente, sino que muchas veces incluso
confirma que aquello efectivamente era el futuro, solo que no
exactamente cómo se estaba dibujando a golpe de ímpetu especulativo.
Cuando el humo se disipa, quedan a la vista las brasas iniciales que
dieron origen a todo, y que siguen desprendiendo un agradable calor que calienta la criptoestancia.
En el momento actual de la línea de vida socioeconómica de la
criptoeconomía, hace falta una chispa que prenda la mecha del hogar, que
deberá calentar de forma continuada y sostenible este particular salón.
Y esa chispa de ignición podría ser la que está tratando de poner avezadamente Jeffrey Berns.
No obstante, como no podía ser de otra forma, aparte de aplaudir lo
positivo que tiene todo asunto socioeconómico que analizamos, ya saben
que nunca faltan también nuestras críticas (siempre constructivas, eso
sí).
Lo que le puede estar fallando al visionario señor Berns es que le
esté cegando su euforia tecnófila. Tratándose de pasiones, aunque no se
le puede acabar de culpar por ello, lo cierto es que eso que le falla es precisamente la parte más netamente económica de todo este asunto: es algo típico entre (casi) todos los tecnodesaforados más reincidentes.
La pregunta económica más obvia que le viene a la mente a un servidor no tiene mucho mérito, pero ¿De qué diantres va a vivir una comunidad de habitantes en medio del desierto de Nevada, por mucho que tengan Blockchain?
Los más tecnodesaforados (lean este término crítico con el cariño y
reconocimiento con el que en realidad lo escribo) suelen cometer el
tremendo error de pensar que se puede vivir de Blockchain igual que
quien pretende vivir del aire.
Pero lo cierto es que el objetivo real a conseguir debe ser vivir de
lo que uno buenamente vive o puede vivir, pero articulando toda la
socioeconomía que construimos alrededor de ello como nativa en
Blockchain, para así poder aprovechar las grandes ventajas que brinda. Y
es así como realmente podremos transformar realmente nuestra
socioeconomía con cierta garantía de éxito, y devolverles a los
ciudadanos la parte del sistema que debe pertenecerles, y que, por
cierto, nunca se les debería haber arrebatado.
Blockchain no es un medio de vida que justifique irse a vivir en medio del desierto más árido,
sino que el medio de vida lo pone usted, y Blockchain pone (casi) todo
lo demás. Debería hacerlo más como instrumento habilitador, que como un
fin en sí mismo. Algunos argumentarán que, por ejemplo, Las Vegas ha
sido un caso de éxito sobre el mismo árido sustrato, pero en cambio la
capital de los casinos tenía un modelo de negocio real y muy claro. ¿Por
qué Blockchain va a hacer suficientemente habitable un desierto de
Nevada, como para que allí florezca toda una ciudad construida sobre la
estéril arena, transformándola en un vergel de vida socioeconómica?
Si ése es el verdadero objetivo final (y mucho me temo que debería
serlo), nos faltan bastantes más ingredientes de éxito en la receta de
la ciudad concebida por Berns, aunque… tal vez tenga estos otros
ingredientes ya pensados, y nos los vaya a ir desvelando conforme vaya
progresando en su plan. En cualquier caso, nos quedamos con que esta
experiencia socioeconómica es posiblemente la experiencia más
apasionante desde que lo cripto es cripto y… creo que también desde
que el dinero es dinero (en el sentido más fiduciario de la palabra).
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Pero la criptoeconomía no es sólo Bitcoin como tal: es mucho mucho más que eso. Y es que el primo de Bitcoin, que es Blockchain, es una tecnología de (mucho) futuro. Así lo entienden también ciertos criptopotentados, que han decidido empezar a construir una ciudad basada en lo más utópico de Blockchain en medio del desierto de Nevada.
No estamos solos al seguir apostando por el futuro más cripto (aunque pueda no ser Bitcoin)
En este mundo en el que vivimos hoy en día, donde la realidad converge con la economía de la esencial mano de la tecnología, es doblemente peligroso caer en ser simplemente tecno-desaforados. Y lo es porque esa pasión y esa euforia no permiten aproximarse a la tecnología con la debida cautela que merece cualquier nueva herramienta de modelado del futuro.
Pero a pesar de esta seria advertencia, lo cierto es que un servidor es un tecno-entusiasta declarado, y por ello no podemos evitar sentir una mezcla de interés y entusiasmo al leer sobre noticias como la que les traemos hoy. Y para serles francos, por nuestra parte son noticias muy esperadas, y no porque disipen una duda, sino porque ya las esperábamos desde hace tiempo desde la seguridad de que algún día tenían que llegar.
Como pueden leer en esta noticia del New York Times, un criptomillonario ha optado por apostar decididamente por una implementación socioeconómica real y en todo su alcance de Blockchain. De hecho, está invirtiendo millones en crear en medio del desierto de Nevada una ciudad cuya socioeconomía esté estructurada con Blockchain como su base más fundamental.
Todo el proyecto empezó rodeado de intriga y suspicacias entre la población local
Los habitantes locales no dejaban de hablar de ese intrigante multimillonario, que había comprado en medio del desierto y al lado de Reno (Nevada) un terreno de mayor extensión que la propia ciudad: nada más y nada menos, eran unas 100 millas cuadradas las que se habían comprado para el supuesto criptoexperimento.
Al principio, todo venía envuelto en un halo de misterio, y la cantidad que corría de boca en boca era efectivamente millonaria: al parecer, el misterioso criptomagnate había invertido la mágica cantidad de 170 millones de dólares que había pagado al contado.
Finalmente transcendió el nombre del misterioso millonario, que resultó ser un tal Jeffrey Berns. Se trataba de un casi desconocido potentado de la critpoeconomía de 56 años de edad, que se hizo millonario al calor de la explosiva y efervescente alza de las cotizaciones de las monedas digitales.
No es un simple experimento, trata de ser también una demostración real de lo que puede ser Blockchain
Berns no concibe su inversión sólo como un simple experimento con el que ir desarrollando una socioeconomíá alrededor de un ecosistema Blockchain. Su ambición real va mucho más allá. Posiblemente sea un auténtico visionario, y no sólo porque sepa avanzar mirando al horizonte, sino porque puede saber perfectamente cuál es el camino que nos lleva hacia él; en este caso: la utopía Blockchain.
Nuestro visionario millonario pretende construir sobre su gigantesca parcela una comunidad en el sentido más extenso de la palabra, donde haya viviendas, colegios, centros comerciales e incluso estudios de producción y… como no podía ser de otra forma, donde también se cuente con un parque tecnológico. El nexo en común de todo ello (nunca mejor dicho) será la tecnología Blockchain, esa famosa red de contabilidad distribuída.
Como habrán leído, Berns apuesta por una comunidad en la que la tecnología permita a la gente corriente que pueda controlar sus propios datos (esa nueva materia prima de la economía, y que devuelva el poder del sistema a los ciudadanos. Esto se conseguiría sin necesidad de que éste resida en intermediarios que se erigen finalmente en regidores, como pueden ser las grandes compañías o los propios gobiernos que, no lo olvidemos, deberían estar ahí al servicio de los ciudadanos (y no al revés).
Hasta aquí no podemos hacer otra cosa más que emitir un sonoro y efusivo aplauso a favor del visionario señor Berns. Abrazar la criptoeconomía más idealista, y apostar buena parte de su fortuna por lo mejor que tiene, alejado de meras ansias de enriquecimiento especulativo que caracterizaron los últimos estertores de la criptoburbuja, sólo merece alabanzas. Esto es así especialmente en el caso de una persona que tiene la vida literalmente resuelta con la criptofortuna que amasó, independientemente de cuáles pudiesen ser sus motivaciones iniciales a la hora de invertir en los Bitcoins que le hicieron rico. Algunos no dudarán en criticarlo por ello, pero otros se hicieron ricos de igual (o peor) forma y, por si eso no fuera poco, el uso posterior que le dan al dinero de idealista no tiene ni la presunción.
Precisamente lo que la criptoeconomía necesita ahora…
No puedo decir que fuese lo que se necesitaba, pero creo que, a estas alturas, podemos afirmar sin ambages que lo que vimos hace unos trimestres en el criptomercado fue la llama que prendió el cohete de la especulación criptoeconómica (en el sentido más mainstream). Pero como ha ocurrido con toda “fiebre del oro” que hemos visto en Historia Económica (y lamentablemente han sido muchas, y van a seguir existiendo), lo cierto es que tras subida de la marea y su posterior bajada, llega el futuro hecho realidad.
Y no, cuando llega ese futuro hecho realidad tangible, no tiene necesariamente por qué negar taxativamente las corazonadas que alimentaron la burbuja precedente, sino que muchas veces incluso confirma que aquello efectivamente era el futuro, solo que no exactamente cómo se estaba dibujando a golpe de ímpetu especulativo. Cuando el humo se disipa, quedan a la vista las brasas iniciales que dieron origen a todo, y que siguen desprendiendo un agradable calor que calienta la criptoestancia.
En el momento actual de la línea de vida socioeconómica de la criptoeconomía, hace falta una chispa que prenda la mecha del hogar, que deberá calentar de forma continuada y sostenible este particular salón. Y esa chispa de ignición podría ser la que está tratando de poner avezadamente Jeffrey Berns. No obstante, como no podía ser de otra forma, aparte de aplaudir lo positivo que tiene todo asunto socioeconómico que analizamos, ya saben que nunca faltan también nuestras críticas (siempre constructivas, eso sí).
Lo que le puede estar fallando al visionario señor Berns es que le esté cegando su euforia tecnófila. Tratándose de pasiones, aunque no se le puede acabar de culpar por ello, lo cierto es que eso que le falla es precisamente la parte más netamente económica de todo este asunto: es algo típico entre (casi) todos los tecnodesaforados más reincidentes.
La pregunta económica más obvia que le viene a la mente a un servidor no tiene mucho mérito, pero ¿De qué diantres va a vivir una comunidad de habitantes en medio del desierto de Nevada, por mucho que tengan Blockchain? Los más tecnodesaforados (lean este término crítico con el cariño y reconocimiento con el que en realidad lo escribo) suelen cometer el tremendo error de pensar que se puede vivir de Blockchain igual que quien pretende vivir del aire.
Pero lo cierto es que el objetivo real a conseguir debe ser vivir de lo que uno buenamente vive o puede vivir, pero articulando toda la socioeconomía que construimos alrededor de ello como nativa en Blockchain, para así poder aprovechar las grandes ventajas que brinda. Y es así como realmente podremos transformar realmente nuestra socioeconomía con cierta garantía de éxito, y devolverles a los ciudadanos la parte del sistema que debe pertenecerles, y que, por cierto, nunca se les debería haber arrebatado.
Blockchain no es un medio de vida que justifique irse a vivir en medio del desierto más árido, sino que el medio de vida lo pone usted, y Blockchain pone (casi) todo lo demás. Debería hacerlo más como instrumento habilitador, que como un fin en sí mismo. Algunos argumentarán que, por ejemplo, Las Vegas ha sido un caso de éxito sobre el mismo árido sustrato, pero en cambio la capital de los casinos tenía un modelo de negocio real y muy claro. ¿Por qué Blockchain va a hacer suficientemente habitable un desierto de Nevada, como para que allí florezca toda una ciudad construida sobre la estéril arena, transformándola en un vergel de vida socioeconómica?
Si ése es el verdadero objetivo final (y mucho me temo que debería serlo), nos faltan bastantes más ingredientes de éxito en la receta de la ciudad concebida por Berns, aunque… tal vez tenga estos otros ingredientes ya pensados, y nos los vaya a ir desvelando conforme vaya progresando en su plan. En cualquier caso, nos quedamos con que esta experiencia socioeconómica es posiblemente la experiencia más apasionante desde que lo cripto es cripto y… creo que también desde que el dinero es dinero (en el sentido más fiduciario de la palabra).
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