En ocasiones sale a la discusión pública el papel de las universidades en relación con la ocupación de los jóvenes, la sobrecualificación o la baja inserción laboral de los universitarios. Obviando que las tasas de paro en los jóvenes no titulados superiores son el doble que las de los universitarios, es cierto que ajustar la oferta universitaria a las demandas del mercado de trabajo no es tarea fácil.
En primer lugar, porque la innovación y la velocidad de cambio de las empresas e instituciones en general no son las mismas que la innovación y la velocidad de cambio de la institución universitaria: formar un profesor en una determinada materia lleva años.
Segundo, las vocaciones no surgen habitualmente por demandas laborales, sino por capacidades individuales y por razones sociales, familiares o del propio entorno del estudiante, y muchos universitarios eligen sus estudios por vocación.
Tercero, porque la misión de la universidad no es únicamente proveer profesionales para el mercado laboral.
La función de la universidad
La universidad, de acuerdo con los principios fundamentales de la Carta Magna de las Universidades Europeas, un documento suscrito por un gran número de universidades, es una institución autónoma que, de manera crítica, produce y transmite la cultura por medio de la investigación y de la enseñanza.
La edad en la que entran las personas a las universidades es, por lo general, el momento del paso de la adolescencia a la edad adulta, del paso del colegio o instituto a una institución más abierta y libre, el momento en el que, real o metafóricamente, se deja la obediencia del hogar e intervienen muchas más influencias en la determinación cultural de la persona.
Formación integral
Tomo prestada de un documento del Boston College del 2006 (“The Journey into Adulthood. Understanding Student Formation”) la idea de que en la formación de la cultura del adulto actúan de forma interconectada elementos intelectuales, sociales y éticos. Muchas universidades se han centrado en la formación de las dimensiones intelectuales dejando a otras instituciones sociales la responsabilidad de las otras dimensiones.
En mi opinión, es un error. No se pueden disociar las dimensiones intelectuales de las sociales y de las éticas si se quiere cumplir con la misión de la universidad. Si se quieren personas socialmente responsables, comprometidas con el progreso social, cultural y económico del país, con calidad humana e integridad personal, exigencia profesional y responsables socialmente, si queremos personas innovadoras, creativas, críticas, emprendedoras y con cultura del esfuerzo y del trabajo, debemos abordar la formación universitaria de un modo integral.
La universidad debe formar con consciencia de la realidad, que significa tener conocimiento real del mundo y de las causas de lo que sucede, significa enfocar el conocimiento hacia las soluciones de los problemas reales, quiere decir que los alumnos no únicamente tienen la teoría sino también el contacto con experiencias reales trabajando conjuntamente con el resto de la comunidad universitaria. De nuevo, no sólo aspectos intelectuales sino también aspectos sociales y éticos. Estimulando la implicación personal para aprender a percibir, pensar, juzgar, elegir y actuar.
Dos ejemplos, que son retos globales, ilustrarán lo que acabo de decir. Uno reciente, de inmediata aplicación. Otro de futuro, pero que requiere empezar a actuar ya.
Uno atañe a la responsabilidad colectiva para adoptar de forma decidida los Objetivos de Desarrollo Sostenible de Naciones Unidas. La Educación Superior es una herramienta clave para desarrollar competencias en sostenibilidad: conocimientos, habilidades, actitudes y valores para transformar la realidad.
Tecnología y ser humano
Un segundo reto que hoy apenas está presente en la sociedad es el transhumanismo: la aplicación de las tecnologías avanzadas para crear un nuevo ser humano, la creación de un salto en la evolución humana un homo deus por encima del homo sapiens.
Las universidades deben abordar este reto, desde todos los puntos de vista, desde el principio: analizando y valorando las repercusiones científicas e intelectuales, sociales y éticas.
Hace casi cincuenta años que con el informe Meadows, “Los límites del crecimiento”, encargado por el Club de Roma al MIT en 1972, se ponían las bases de los objetivos de desarrollo sostenible. El mismo concepto de “sostenibilidad” no aparecía hasta el año 1984 en un informe del Banco Mundial.
Hoy las cosas suceden mucho más rápido y debemos crear cultura mundial ante las oportunidades y amenazas de la ciencia que supone el transhumanismo. Una formación universitaria integral: intelectual, social y ética. ¿Cabe pensar en sobrecualificaciones?
por Jordi Montaña
En ocasiones sale a la discusión pública el papel de las universidades en relación con la ocupación de los jóvenes, la sobrecualificación o la baja inserción laboral de los universitarios. Obviando que las tasas de paro en los jóvenes no titulados superiores son el doble que las de los universitarios, es cierto que ajustar la oferta universitaria a las demandas del mercado de trabajo no es tarea fácil.
En primer lugar, porque la innovación y la velocidad de cambio de las empresas e instituciones en general no son las mismas que la innovación y la velocidad de cambio de la institución universitaria: formar un profesor en una determinada materia lleva años.
Segundo, las vocaciones no surgen habitualmente por demandas laborales, sino por capacidades individuales y por razones sociales, familiares o del propio entorno del estudiante, y muchos universitarios eligen sus estudios por vocación.
Tercero, porque la misión de la universidad no es únicamente proveer profesionales para el mercado laboral.
La función de la universidad
La universidad, de acuerdo con los principios fundamentales de la Carta Magna de las Universidades Europeas, un documento suscrito por un gran número de universidades, es una institución autónoma que, de manera crítica, produce y transmite la cultura por medio de la investigación y de la enseñanza.
La edad en la que entran las personas a las universidades es, por lo general, el momento del paso de la adolescencia a la edad adulta, del paso del colegio o instituto a una institución más abierta y libre, el momento en el que, real o metafóricamente, se deja la obediencia del hogar e intervienen muchas más influencias en la determinación cultural de la persona.
Formación integral
Tomo prestada de un documento del Boston College del 2006 (“The Journey into Adulthood. Understanding Student Formation”) la idea de que en la formación de la cultura del adulto actúan de forma interconectada elementos intelectuales, sociales y éticos. Muchas universidades se han centrado en la formación de las dimensiones intelectuales dejando a otras instituciones sociales la responsabilidad de las otras dimensiones.
En mi opinión, es un error. No se pueden disociar las dimensiones intelectuales de las sociales y de las éticas si se quiere cumplir con la misión de la universidad. Si se quieren personas socialmente responsables, comprometidas con el progreso social, cultural y económico del país, con calidad humana e integridad personal, exigencia profesional y responsables socialmente, si queremos personas innovadoras, creativas, críticas, emprendedoras y con cultura del esfuerzo y del trabajo, debemos abordar la formación universitaria de un modo integral.
La universidad debe formar con consciencia de la realidad, que significa tener conocimiento real del mundo y de las causas de lo que sucede, significa enfocar el conocimiento hacia las soluciones de los problemas reales, quiere decir que los alumnos no únicamente tienen la teoría sino también el contacto con experiencias reales trabajando conjuntamente con el resto de la comunidad universitaria. De nuevo, no sólo aspectos intelectuales sino también aspectos sociales y éticos. Estimulando la implicación personal para aprender a percibir, pensar, juzgar, elegir y actuar.
Dos ejemplos, que son retos globales, ilustrarán lo que acabo de decir. Uno reciente, de inmediata aplicación. Otro de futuro, pero que requiere empezar a actuar ya.
Uno atañe a la responsabilidad colectiva para adoptar de forma decidida los Objetivos de Desarrollo Sostenible de Naciones Unidas. La Educación Superior es una herramienta clave para desarrollar competencias en sostenibilidad: conocimientos, habilidades, actitudes y valores para transformar la realidad.
Tecnología y ser humano
Un segundo reto que hoy apenas está presente en la sociedad es el transhumanismo: la aplicación de las tecnologías avanzadas para crear un nuevo ser humano, la creación de un salto en la evolución humana un homo deus por encima del homo sapiens.
Las universidades deben abordar este reto, desde todos los puntos de vista, desde el principio: analizando y valorando las repercusiones científicas e intelectuales, sociales y éticas.
Hace casi cincuenta años que con el informe Meadows, “Los límites del crecimiento”, encargado por el Club de Roma al MIT en 1972, se ponían las bases de los objetivos de desarrollo sostenible. El mismo concepto de “sostenibilidad” no aparecía hasta el año 1984 en un informe del Banco Mundial.
Hoy las cosas suceden mucho más rápido y debemos crear cultura mundial ante las oportunidades y amenazas de la ciencia que supone el transhumanismo. Una formación universitaria integral: intelectual, social y ética. ¿Cabe pensar en sobrecualificaciones?
Compartir esto: