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La tiranía de las mayorías: el discurso alternativo que no quieres oír

Vamos a hacer un ejercicio, y para ello voy a necesitar que durante unos segundos abra la mente más allá de lo que ética y socialmente es probable que esté preparado.

Imagínese, por un momento, que los chicos que ve en esta imagen, en vez de ser la turba de extrema derecha que el pasado fin de semana tomó Charlottesville, Virginia, acabando con la vida de tres “no arios” y decenas de heridos, son en realidad unos jóvenes muy educados que portan en sus manos un ramo de flores mientras cantan al unísono: “¡Paz para todos!”.

Además, vamos a suponer que su cuenta de Twitter, donde llevan semanas asegurando que el país está en guerra, amenazando con asumir el control de Estados Unidos y vanagloriándose del éxito que han tenido en este último ataque terrorista, no es más que una enrevesada manera de exponer al resto de fieles su interés por democratizar el acceso a vivienda digna a todos esos refugiados que llegan a sus costas. Mexicanos incluidos, por cierto :).

Imagínese, ya de paso, que su página, The Daily Stormer, fundada en 2013 por Andrew Anglin y que toma su nombre del medio nazi Der Stürmer, en vez de hacerse eco de todo lo que competa a la Alt-Right supremacista americana y atreverse incluso a denigrar públicamente a Heather Heyer, una de las mujeres de 32 años que fue asesinada por ellos mismos en la manifestación, es realmente un portal que aboga por el aprovechamiento de una energía renovable como puede ser la de los rayos (¿por qué no?).

Pues bajo este prisma, ¿qué pasaría si un buen día (digamos, por ejemplo, el lunes pasado) GoDaddy, uno de los proveedores de dominio más ampliamente usados en la red, cancela de forma unilateral su dominio, haciendo que The Daily Stormer desaparezca de la red? ¿Y si horas más tarde esto se repite a la hora de intentar volver a contratarlo con Google, aludiendo que el contenido del mismo “viola los términos del servicio de la compañía (EN)?

“Dado que este último artículo llega inmediatamente después de un acto violento, creemos que este tipo de artículo podría incitar a la violencia adicional, y viola nuestras condiciones de servicio”.

Que Facebook decida eliminar los enlaces al ya citado artículo (EN), y algunas grandes OTT hayan movido ficha hacia derroteros semejantes (EN), es algo que me lleva a escribir estas palabras.

La tiranía de la mayoría

A este tipo de compromisos se les ha acabado por llamar “La tiranía de la mayoría”, y es un problema que en esencia afecta a cualquier sistema democrático.

Las opiniones ampliamente aceptadas tienden a imponerse sobre las minoritarias, haciendo que éstas últimas siempre estén desplazadas, y por ende, desplazando un porcentaje significativo (muchas minorías) del discurso generalista.

Curiosamente, y por dotar a este debate de un perfil algo más técnico (cercano en todo caso a la amplia mayoría de perfiles interesados por lo que habitualmente publico por aquí :)), en medios digitales este paradigma empieza a ofrecer alternativas interesantes, como es el caso de TheDAO (EN), otra de esas “nuevas” criptomonedas basadas en Ethereum.

TheDAO parte del mismo principio que da sentido a Ethereum: Blockchain + contratos inteligentes. De esta manera, se pueden lanzar proyectos (ICOs) que deben cumplir una serie de objetivos (los que marque el contrato) a la hora de liberar los beneficios entre todos o algunos de los participantes (según diga el contrato, vaya).

El problema de esta estructura, que es, a fin de cuentas, la tradicional de una sociedad democrática, es que está afectada por la ya comentada “Tiranía de la mayoría”, de forma que puesto los contratos son definidos de forma consensuada, van a tender siempre a lo que decida la mayoría, independientemente de las decisiones de la minoría. Y esto puede llevar a que un contrato inteligente cambie, por ejemplo, para repartir los beneficios entre una mayoría, dejando de lado a la minoría.

¿Cómo han parcheado esto? Tras una votación, aquellos que estén descontentos con lo decidido por la mayoría, pueden o aceptar la nueva o segregarse. Lo que en una criptomoneda, y como expliqué hace apenas unas semanas a colación de la crisis del Bitcoin, pasa por hacer un hard fork y transformarse en un nuevo DAO que mantiene, al menos al principio, los beneficios que esa minoría tenía.

Claro que esto funciona únicamente en casos muy específicos (proyectos empresariales, desarrollo colaborativo…). Volviendo al tema principal de este artículo, veo complicado que, en base a que la amplia mayoría tenemos la sana manía de criminalizar aquellos que, cojeen del lado que cojeen, prefieran crear un mundo totalitarista para unos pocos, estas minorías de extrema derecha e izquierda pudieran crear sus propios reductos, segregándose de la mayoría y viviendo alegremente en cúpulas supremacistas o anárquicas.

Al menos, siempre y cuando se planteen hacerlo dentro de los límites de nuestra sociedad, con los beneficios y perjuicios que ello conlleva.

Y es que es aquí donde quería llegar, porque en esencia el problema de este parche radica en que no se da solución a la tiranía de la mayoría: simplemente se ofusca en una suerte de segregación.

Ya expliqué en su día que democracia significa aceptar que lo mismo lo que nosotros consideramos adecuado no es lo que consideran adecuado la mayoría. Que para que una democracia funcionase a pleno pulmón, todas las partes deberían estar muy pero que muy bien informadas, cosa que ya sabemos que no ocurre.

De ahí que a nivel social se haya tirado hacia la delegación del voto en partidos (es decir, en identidades sin asociación humana, y por tanto, con un patrón ético líquido) que son los que a la hora de la verdad deciden. De ahí que en regímenes democráticos lleguen a salir propuestas que no son representativas tan siquiera de la mayoría, sino únicamente de una mayoría minoritaria.

Aceptar la democracia es aceptar también la tiranía de la mayoría, y con ella, los handicaps a los que nos enfrentamos a diario. Que hay libertad de opinión siempre y cuando tu opinión no haga daño a la mayoría. Siempre y cuando tus intereses no choquen frontalmente con los intereses del grueso de la sociedad (sea éste mayoría o mayoría minoritaria).

Y hablamos de capas y capas de perjuicios, ética y moral, superpuestas a otras capas de historia, cultura y sociedad, tan enrevesadas como cabría esperar.

Que despidan a un trabajador (EN) de una tecnológica (digamos, por ejemplo, Google) por dar públicamente su opinión sobre los supuestos beneficios artificiales que ofrece su compañía a las mujeres, no solo demuestra que existe todavía un machismo mayoritario, sino que además lo políticamente correcto se antepone a los sesgos culturales, por la sencilla razón de ser el patrón mayoritario por el que cortamos el sistema.

Por ser, a fin de cuentas, los límites invisibles entre lo que podemos considerar tolerable y lo que ya pasa a ser nocivo para la mayoría. Aunque esa mayoría no represente el conjunto total de ciudadanos, usuarios, colaboradores y trabajadores, sino una simple mayoría minoritaria.