Para cualquiera que tenga un mínimo espíritu crítico, y que lea medios de todo tipo y plurales, resulta evidente que la propaganda de la guerra cibersocial que vivimos es omnipresente.
Realmente, manipulación informativa siempre ha existido desde que la
democracia es democracia, debiendo remontarnos hasta la civilización
griega, pero no es menos cierto que el actual panorama es bastante
desolador con evidentes tácticas de desinformación por doquier.
El mundo económico no iba a ser una excepción, especialmente por
estar entre una de las principales preocupaciones de los ciudadanos de a
pie, con lógicas implicaciones electorales. Pero por si no teníamos ya
poca propaganda económica, ahora están ideado conceptualmente un nuevo y siniestro algoritmo de gran efectividad a la hora de fracturar las sociedades, y que lo haga no por una grieta de tamaño considerable, sino por cada mínima fisura que detecten en su superficie.
El algoritmo que nos puede enfrentar en un dañino “todos contra todos”
El algoritmo en cuestión es por ahora un mero producto conceptual,
fruto de un ejercicio teórico de proyección de nuestro presente unido a
la tecnología que se está desarrollando. Este concepto promete hacer las
delicias de la propaganda más agresiva, y se ha bautizado con el nombre
de la “Tijera de Covington”. Como pueden leer en este artículo del New York Times, dicha futura “joya” del software más social pretende hacer honor a su propio nombre, y servir para “cortar” la sociedad por cuantas partes pudiera interesar.
Dentro de ser (todavía) una ficción hoy por hoy, el ejercicio
científico-literario es muy interesante socioeconómicamente, y además
puede servir para otro capítulo épico de la distópica serie “Black
Mirror”: no es para nada descabellado que veamos esta “Tijera” hecha
realidad mucho antes de lo que pensamos.
De hecho, el ejercicio teórico de ingeniería social anterior aporta
interesantes casos de viralidad que han fracturado fuertemente las
sociedades desarrolladas en los últimos tiempos. Obviamente, conseguir
un software de estas características va a ser el objetivo de muchos
estados, especialmente de los que son superpotencias de la propaganda
internacional. Ello les permitiría anticiparse a su enemigo en
la guerra cibersocial, y provocar enfrentamiento en la sociedad-objetivo
con precisión cuasi-milimétrica. Como veremos en las próximas
líneas, diversos estudios científicos ya van por esta siniestra senda, y
lo literario del ejercicio anterior de la “Tijera de Covington” se
difumina para dar forma a algo mucho más potencialmente implementable.
No aterra el concepto en sí mismo, sino más bien lo cerca que estamos de
que pueda ser hecho realidad: y alguien llegará y lo hará.
La “sociosectomía” es la táctica número uno de la ingeniería social que hay tras la guerra cibersocial
Al contrario de lo que muchos piensan, este concepto de “sociosectomía”
que podemos acuñar aquí, no se practica únicamente induciendo en los
sujetos una opinión u otra, o simplemente sembrando el desacuerdo más
visceral, sino que también se consigue empezando en sus primeros estadios por fomentar una absoluta incredulidad ante cualquier asidero ideológico,
de tal manera que el individuo acaba quedando desprotegido y expuesto.
Si no dan crédito a este párrafo, simplemente miren a su alrededor (o
más bien escuchen).
La intención de tan siniestra manipulación no es otra que conseguir
una sensación de hartazgo para con los valores socioeconómicos más
sistémicos, que pueda acabar siendo redirigida hacia una polarización y hacia un estado de permanente exaltación conspiranoica.
Una vez en este estado, se induce en el sujeto esa reafirmante
convicción de que “yo soy de los pocos que ha visto LA verdad”, y se le
conmina a hacer apostolado de sus ideas. Finalmente, se reconduce a
estos sujetos reclutados en el hartazgo hacia una sensación de
enfrentamiento existencial con todo el que piense diferente, y a que se
plantee todo desacuerdo como una verdadera lucha a vida o muerte. Si
siguen sin dar crédito, de nuevo, miren a su alrededor y encontrarán, no
una, sino varias personas en alguna de estas fases en su entorno.
Huelga decir que, desde estas líneas, no despreciamos automáticamente
toda tesis conspiranoica por el mero hecho de serlo. De hecho, aquí
creemos firmemente aquello de que “un paranoico es alguien que
tiene una mínima noción de lo que está ocurriendo”, pero de ahí a ver
complots hasta en la forma en que luce el sol (por no hablar de
si la tierra es plana), pues hay un abismo que muchas veces tan sólo
pretende llevarnos varios siglos hacia atrás en el innegable y brutal
progreso conseguido gracias a la ciencia y a la tecnología.
El objetivo final de esta secuencia de “inducciones”
ideológico-mentales pasa por la poderosa variable sociológica de la
seguridad, e independientemente de lo que pase por el camino con el
enfrentamiento que también se promueve, parece que la intención no es
otra sino acabar vendiendo a las (ideológicamente) huérfanas víctimas
“algo intencionadamente idealizado” a lo que aferrarse, y así
permitirles recuperar esa sensación de seguridad y confianza en el
presente y futuro. Todo ser humano o animal se siente mucho más
confortable en un entorno seguro, y la propaganda juega con eso
(especialmente la económica).
Ese “algo intencionadamente idealizado” obviamente será “algo” sujeto
a los intereses del ministerio de la propaganda correspondiente. Estos
intereses pueden ir mucho más allá de simplemente conseguir que nos
matemos unos a otros, porque, obviamente, en el ministerio de la
propaganda muy probablemente trabajan ya sobre su escenario
post-enfrentamiento. Y recuerden que la ambición de toda superpotencia es dominar el mundo.
Hay países como Alemania que ya son por fin conscientes de la terrible
amenaza a la que nos enfrentamos y, aunque tarde, han decidido no
rendirse y contraatacar, creando una fuerza de contrainteligencia que posiblemente es la más poderosa del mundo.
Al final va a resultar que era muy real esa propagandística guerra
cibersocial sobre la que venimos advirtiéndoles desde hace años, ¿eh?
De la teoría a la demostración práctica de que el bisturí social profesional estará en breve en camino (si no lo está ya)
Como todo avance científico-tecnológico, esta “Tijera Social” (que de
avance más bien tendría poco) empieza por estar basada en avances
anteriores. Y estos avances ya están en camino. Primeramente, tienen
ustedes diversas investigaciones psico-sociales en las que este tipo de
temas son objeto de concienzudo estudio. A buen seguro que sus
investigadores serán ya muy conscientes de la importancia de lo que se
traen entre manos, y posiblemente algunos responsables de
organismos de inteligencia y/o militares ya tienen en mente cómo esta
nueva arma de destrucción social les daría una enorme ventaja si son los primeros en disponer de ella.
Podemos empezar por un interesante estudio conjunto de la Escuela de
Economía de la Universidad de Ciudad del Cabo y del Centro para el
Análisis Económico del Riesgo de la Universidad Estatal de Georgia, y
que lleva por título “Coordinación y fundamentos de la inteligencia social”. El firmante es Don Ross y, a juzgar por el tono evidentemente salmón de los entes responsables del estudio, definitivamente el tema de hoy va de economía: o más bien, de esa socioeconomía de la que tantas veces les hemos hablado desde aquí.
Una de las conclusiones de este estudio es que, en nuestro mundo de
hoy en día, resulta clave la enorme popularidad de la inteligencia
social. Desde aquí no podemos negar que es un tema realmente
apasionante el analizar esa inteligencia social, pero debemos añadir que
igualmente de importante (o más) es analizar la (llamémosla así)
“estupidez social”, en la cual todos podemos caer alguna vez (y
yo el primero). Efectivamente, el comportamiento social como colectivo
unido por un objetivo común es un paso más en la evolución de las
especies. Así se pasó de comportamientos puramente individualistas y
egoístas ya presentes desde los primeros seres vivos, a especies más
evolucionadas que desarrollaron una colectivización de sus
comportamientos y necesidades.
Un buen ejemplo lo pueden tener en cómo los lobos sobreviven gracias a la manada,
en la cual el macho alfa supera su egoísmo natural, y procura que cada
miembro tenga su ración de comida para que sobreviva y contribuya a los
objetivos del grupo. Igualmente, otras especies como los lóridos poseen una gran inteligencia social, y se organizan en grupos sociales dentro de los que los individuos colaboran
(también con una jerarquía establecida). De esta manera, tenemos por
ejemplo esos grupos de cotorras silvestres que ya sobreviven en nuestros
parques y jardines con el cambio climático, y en cómo se defienden
entre sí y se procuran alimento en grupo, manteniendo atenazadas y
desplazando a especies autóctonas mucho más individualistas como los
gorriones, las palomas, o las urracas.
El sano equilibrio entre lo colectivo y lo individual
Pero lo colectivo tampoco lo es absolutamente todo, especialmente
cuando se confunde con anular totalmente al individuo. De la misma
manera que es totalmente necesario en nuestras socioeconomías mantener
un sano equilibrio entre el libre mercado y el mercado totalmente
estatalizado y colectivizado, es necesario mantener en la sociedad un mix saludable entre individualismo y colectivización: ambos aportan enormes ventajas, cada uno en su justa medida.
En la era de la guerra cibersocial, esto queda más de relieve que
nunca, y se puede decir que aquellas sociedades en las que los
individuos carecen en masa de un vital espíritu crítico individual
corren un serio peligro de sucumbir ante el enemigo. Esto ocurre porque la
dañina práctica más habitual es abandonarse ciegamente al parecer
general que, una vez “centralizado”, casualmente resulta mucho más
fácilmente manipulable para los poderes (de cualquier naturaleza y origen).
Este muchas veces terrible “efecto manada” es uno de los principales
motivos por el que la propaganda consigue tantos adeptos incondicionales
una vez alcanza una masa crítica mínima. Si ejercitasen mínimamente su
espíritu crítico y contrastasen datos y noticias lo más mínimo (aquí
para lo calamitoso del Brexit y aquí para la cuestión catalana), lo
que deberían conseguir es simplemente una retahíla de preguntas para la
que los responsables propagandísticos no tienen respuesta alguna más allá de un efectista arranque de vehemencia.
La propaganda económica es la propaganda “Number One”, y trata de
golpear a Occidente donde más le duele (y en lo que más poder le
confiere)
En concreto, la propaganda económica está entre las primeras en protagonismo en las dinámicas descritas. Lo vimos durante la falaz campaña del Brexit, y también lo analizamos desde un prisma local más acorde al contexto nacional.
Ahora lo ponemos en un contexto socioeconómico ya a nivel global. No
nos engañemos, salvo febriles capítulos de burbujas como la
inmobiliaria, generalmente el “pueblo” mayormente se suele conformar con
poder llevar una vida en la que el fruto de su trabajo les provea
recursos suficientes, con poder disfrutar de una vida más o menos
desahogada, y a poder ser con poder permitirse algún que otro lujillo.
Bajo estas condiciones, rara vez se ha producido en la Historia una
revolución en ningún país… hasta ahora.
Efectivamente, con todos sus defectos, el éxito de las sociedades
occidentales ha sido mayormente económico, como se demuestra como mínimo
en términos de supervivencia del sistema (en comparación con otros
sistemas socioeconómicos). Y es precisamente ahí donde la propaganda
pretende atacar al que ha sido su eterno enemigo, instrumentalizando la
objetividad y la veracidad (especialmente del cuarto poder que son los
medios). Si examinan ustedes los artículos de desinformación que inundan
las redes, entre los temas más recurrentes está la economía. Sí, esa
economía nuestra gracias a la cual comemos cada día y nos vamos de
vacaciones, pretenden hacernos creer ahora que es en realidad
mucho peor que la economía de aquellos que no se pueden permitir ni la
mitad del bienestar (también social) del que disfrutamos nosotros (con todas sus carencias, y aunque ciertas diferencias puedan llegar a ser tremendamente injustas).
Ya no es por hablar de salarios medios y de PIB per cápita, unos
indicadores muy objetivos para unas cosas, y muy sesgados para otras.
Hablo simplemente de la vida que se puede llevar en media en unos países
en comparación a otros. Es ni más ni menos esa “prueba de la economía del algodón que no engaña”.
Si usted se cree que nuestro sistema socioeconómico es un desastre
total y sólo merece el derribo que algunos tanto predican, viaje un poco
por ahí fuera y mire a su alrededor. Me temo que, siendo todo lo
mejorable que desde estas líneas siempre les decimos que es, algo
habremos hecho bien, al contrario de lo que afirman impunemente los
medios de la propaganda como un venenoso mantra cancerígeno.
La ingeniería más social de las redes es otro de los componentes de las armas del futuro (que ya es presente)
Es por todo ello por lo que esa propaganda va muchas veces dirigida a
la línea de flotación de nuestra conciencia y cultura económica.
Destruir primero, para dominar después, ése es el lema. Y ahora ya hay nuevos avances de ingeniería social que prometen que esa propaganda solo se va a refinar cada vez más y va a ir a peor,
pretendiendo arrastrarnos con ella. Es en este punto donde entra en
escena la segunda “pata” socio-tecnológica que sienta las bases de la
futura “Tijera de Covington”. Aunando la naturaleza psico-social de las
investigaciones más de ciencias sociales, con las posibilidades de
ingeniería social tecnificada que han abierto las redes sociales,
tenemos la funesta combinación que da lugar a una llave psicológica que
abre nuestras mentes, y las pone a disposición del ministerio de la
propaganda correspondiente.
Efectivamente, hay ya numerosa literatura científica y de
investigación sobre las redes sociales y cómo explotarlas para obtener
información sobre tendencias sociales de todo tipo. Es algo que explotan ya muchas empresas con software especializado, para así poder tener un valioso feedback
sobre el impacto sobre su imagen de marca de determinadas campañas de
marketing, de cualquier polémica en la que se vean involucradas, o
simplemente para estimar la satisfacción de sus clientes. Es por ello
por lo que aquellas quejas que nunca consiguen nada mediante los canales
tradicionales de las empresas, son rápidamente resueltas cuando se hacen a través de las redes sociales.
Pero el tema de hoy va un paso más allá de la mera medición de
tendencias. Hay ya también estudios que empiezan a indagar no sólo sobre
una sociedad que simplemente se pretende medir desde el exterior, sino
en cómo a través de las redes sociales puede ser manipulada y dirigida
hacia donde pueda interesar en cada caso. Tras escándalos como los de Cambridge Analytica y la teledirigida campaña pro-Brexit, resulta obvio cómo estos
estudios de investigación simplemente van a remolque de una realidad
que la propaganda descubrió mucho antes, y que puso en práctica
visionariamente sin necesidad de ver sus teorías refrendadas por investigaciones académicas.
No obstante, no se puede negar que las nuevas líneas de investigación pueden aportar aún más en este nuevo campo (“aportar” entrecomillado), y que van a contribuir a refinar y hacer mucho más certera la propaganda económica.
Es lo que podemos acuñar aquí como “el arte de la falla social”, que
pretende detectar incipientes puntos de fricción, de carácter
socioeconómico a ser posible (pero les vale todo), para enfrentar entre
sí a los individuos, a los sectores, y a las comunidades, en cismas que
aspiran a ser visceralmente irreconciliables.
En ambos lados del espectro ideológico de los contrincantes de cada falla, la propaganda provee de la seguridad de saberse respaldado por “una mayoría” (aunque muchas veces no es tal)
que ha descubierto LA verdad única e inmutable. Aventúrense un poco en
los medios de la propaganda, o lean algunos artículos con el debido
espíritu crítico y contrastando datos mínimamente, y podrán apreciar la
verdadera dimensión de la colosal amenaza socioeconómica a la que nos enfrentamos hoy en día.
Tenemos tan sólo una nueva herramienta, y su bondad o su maldad
depende de cómo la utilicemos: únanse a la “Resistencia Sináptica” y
combatan la propaganda
Lo anterior pueden parecer muy malos augurios para cualquier
socioeconomía y sus individuos, especialmente a juzgar por la deriva
social que vemos en la mayor parte de los países desarrollados.
Simplemente recordarles aquí que, por ejemplo, la invención de la rueda
sirvió tanto para fabricar medios de transporte, como para inventar
medios de tortura descoyuntando poco a poco a las víctimas. Lo mismo
ocurre con las redes sociales y con los avances en técnicas
psico-sociales de masas: pueden haber traído muchas cosas buenas a
nuestro mundo, pero pueden ser también utilizadas como macabras armas de
manipulación masiva. El problema no es este o aquel invento, sino que el problema es la propia naturaleza humana (de algunos).
Por poner una nota de (matizado) optimismo con la que cerrar este análisis, les diré que, al igual que las ofensivas cibersociales se intensifican día a día, también lo hacen los mecanismos de defensa social. Por ahora, realmente todavía no hay nada con demasiada entidad, pero hay prometedoras iniciativas dispersas destinadas a fomentar el espíritu crítico desde los colegios e institutos.
Sí, esas mismas redes sociales que sirven para propagar la
desinformación, son la clave para igualmente combatirla y propagar la
información veraz: no hay otra, o es eso o es poner fronteras a internet.
Y para los que alberguen todavía alguna duda de la dimensión económica
del asunto de hoy, les recomiendo leer en el penúltimo enlace cómo los
patrones más recurrentes de predicción de revueltas populares son por el
deterioro de algún factor netamente económico.
¿Recuerdan lo que les decía de que la gente (generalmente) se
conforma y se mantiene mansamente tolerante con el sistema mientras que
tiene sus necesidades básicas cubiertas? He aquí la demostración. La
economía y la ingeniería social más puntera han encontrado un terreno
donde se solapan y que se disputan fervientemente. El nexo de unión es
que lo económico es clave en nuestros sistemas porque una mayoría ya es
consciente de su importancia: muchas veces proyectamos nuestro
futuro con lo económico, por lo que toca la sensación de seguridad más
instintiva, y se presta a la visceralidad.
Obviamente, los mecanismos de defensa social que citábamos antes van
como siempre por detrás de las nuevas formas de ofensiva, pero el hecho
es que llegar van llegando conforme van aflorando los peligros de las
nuevas herramientas. En realidad, la ecuación se reduce a si
seremos capaces de defendernos de la propaganda económica más rápido del
ritmo con el que sean capaces de ir inoculándola. Pongan su
granito de arena, y esfuércense día a día por informarse de forma plural
y leer con espíritu crítico (también a nosotros).
Sé que supone un gran esfuerzo, pero nadie dijo que una
democracia sana fuese fácil de conseguir: ésa es la mejor forma que
tienen ustedes de asegurar su futuro socioeconómico (y el de
sus hijos). Resistan, lean, contrasten, chequeen, huyan de lo
dirigidamente pasional, ejerciten el espíritu crítico, y no se rindan
jamás ante la sinrazón de otros. Por favor, únanse a la “Resistencia
Sináptica”: la democracia y la socioeconomía les necesitan más que
nunca. El futuro del mundo está en sus manos y… sobre todo, en sus
mentes.
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Para cualquiera que tenga un mínimo espíritu crítico, y que lea medios de todo tipo y plurales, resulta evidente que la propaganda de la guerra cibersocial que vivimos es omnipresente. Realmente, manipulación informativa siempre ha existido desde que la democracia es democracia, debiendo remontarnos hasta la civilización griega, pero no es menos cierto que el actual panorama es bastante desolador con evidentes tácticas de desinformación por doquier.
El mundo económico no iba a ser una excepción, especialmente por estar entre una de las principales preocupaciones de los ciudadanos de a pie, con lógicas implicaciones electorales. Pero por si no teníamos ya poca propaganda económica, ahora están ideado conceptualmente un nuevo y siniestro algoritmo de gran efectividad a la hora de fracturar las sociedades, y que lo haga no por una grieta de tamaño considerable, sino por cada mínima fisura que detecten en su superficie.
El algoritmo que nos puede enfrentar en un dañino “todos contra todos”
El algoritmo en cuestión es por ahora un mero producto conceptual, fruto de un ejercicio teórico de proyección de nuestro presente unido a la tecnología que se está desarrollando. Este concepto promete hacer las delicias de la propaganda más agresiva, y se ha bautizado con el nombre de la “Tijera de Covington”. Como pueden leer en este artículo del New York Times, dicha futura “joya” del software más social pretende hacer honor a su propio nombre, y servir para “cortar” la sociedad por cuantas partes pudiera interesar. Dentro de ser (todavía) una ficción hoy por hoy, el ejercicio científico-literario es muy interesante socioeconómicamente, y además puede servir para otro capítulo épico de la distópica serie “Black Mirror”: no es para nada descabellado que veamos esta “Tijera” hecha realidad mucho antes de lo que pensamos.
De hecho, el ejercicio teórico de ingeniería social anterior aporta interesantes casos de viralidad que han fracturado fuertemente las sociedades desarrolladas en los últimos tiempos. Obviamente, conseguir un software de estas características va a ser el objetivo de muchos estados, especialmente de los que son superpotencias de la propaganda internacional. Ello les permitiría anticiparse a su enemigo en la guerra cibersocial, y provocar enfrentamiento en la sociedad-objetivo con precisión cuasi-milimétrica. Como veremos en las próximas líneas, diversos estudios científicos ya van por esta siniestra senda, y lo literario del ejercicio anterior de la “Tijera de Covington” se difumina para dar forma a algo mucho más potencialmente implementable. No aterra el concepto en sí mismo, sino más bien lo cerca que estamos de que pueda ser hecho realidad: y alguien llegará y lo hará.
La “sociosectomía” es la táctica número uno de la ingeniería social que hay tras la guerra cibersocial
Al contrario de lo que muchos piensan, este concepto de “sociosectomía” que podemos acuñar aquí, no se practica únicamente induciendo en los sujetos una opinión u otra, o simplemente sembrando el desacuerdo más visceral, sino que también se consigue empezando en sus primeros estadios por fomentar una absoluta incredulidad ante cualquier asidero ideológico, de tal manera que el individuo acaba quedando desprotegido y expuesto. Si no dan crédito a este párrafo, simplemente miren a su alrededor (o más bien escuchen).
La intención de tan siniestra manipulación no es otra que conseguir una sensación de hartazgo para con los valores socioeconómicos más sistémicos, que pueda acabar siendo redirigida hacia una polarización y hacia un estado de permanente exaltación conspiranoica. Una vez en este estado, se induce en el sujeto esa reafirmante convicción de que “yo soy de los pocos que ha visto LA verdad”, y se le conmina a hacer apostolado de sus ideas. Finalmente, se reconduce a estos sujetos reclutados en el hartazgo hacia una sensación de enfrentamiento existencial con todo el que piense diferente, y a que se plantee todo desacuerdo como una verdadera lucha a vida o muerte. Si siguen sin dar crédito, de nuevo, miren a su alrededor y encontrarán, no una, sino varias personas en alguna de estas fases en su entorno.
Huelga decir que, desde estas líneas, no despreciamos automáticamente toda tesis conspiranoica por el mero hecho de serlo. De hecho, aquí creemos firmemente aquello de que “un paranoico es alguien que tiene una mínima noción de lo que está ocurriendo”, pero de ahí a ver complots hasta en la forma en que luce el sol (por no hablar de si la tierra es plana), pues hay un abismo que muchas veces tan sólo pretende llevarnos varios siglos hacia atrás en el innegable y brutal progreso conseguido gracias a la ciencia y a la tecnología.
El objetivo final de esta secuencia de “inducciones” ideológico-mentales pasa por la poderosa variable sociológica de la seguridad, e independientemente de lo que pase por el camino con el enfrentamiento que también se promueve, parece que la intención no es otra sino acabar vendiendo a las (ideológicamente) huérfanas víctimas “algo intencionadamente idealizado” a lo que aferrarse, y así permitirles recuperar esa sensación de seguridad y confianza en el presente y futuro. Todo ser humano o animal se siente mucho más confortable en un entorno seguro, y la propaganda juega con eso (especialmente la económica).
Ese “algo intencionadamente idealizado” obviamente será “algo” sujeto a los intereses del ministerio de la propaganda correspondiente. Estos intereses pueden ir mucho más allá de simplemente conseguir que nos matemos unos a otros, porque, obviamente, en el ministerio de la propaganda muy probablemente trabajan ya sobre su escenario post-enfrentamiento. Y recuerden que la ambición de toda superpotencia es dominar el mundo. Hay países como Alemania que ya son por fin conscientes de la terrible amenaza a la que nos enfrentamos y, aunque tarde, han decidido no rendirse y contraatacar, creando una fuerza de contrainteligencia que posiblemente es la más poderosa del mundo. Al final va a resultar que era muy real esa propagandística guerra cibersocial sobre la que venimos advirtiéndoles desde hace años, ¿eh?
De la teoría a la demostración práctica de que el bisturí social profesional estará en breve en camino (si no lo está ya)
Como todo avance científico-tecnológico, esta “Tijera Social” (que de avance más bien tendría poco) empieza por estar basada en avances anteriores. Y estos avances ya están en camino. Primeramente, tienen ustedes diversas investigaciones psico-sociales en las que este tipo de temas son objeto de concienzudo estudio. A buen seguro que sus investigadores serán ya muy conscientes de la importancia de lo que se traen entre manos, y posiblemente algunos responsables de organismos de inteligencia y/o militares ya tienen en mente cómo esta nueva arma de destrucción social les daría una enorme ventaja si son los primeros en disponer de ella.
Podemos empezar por un interesante estudio conjunto de la Escuela de Economía de la Universidad de Ciudad del Cabo y del Centro para el Análisis Económico del Riesgo de la Universidad Estatal de Georgia, y que lleva por título “Coordinación y fundamentos de la inteligencia social”. El firmante es Don Ross y, a juzgar por el tono evidentemente salmón de los entes responsables del estudio, definitivamente el tema de hoy va de economía: o más bien, de esa socioeconomía de la que tantas veces les hemos hablado desde aquí.
Una de las conclusiones de este estudio es que, en nuestro mundo de hoy en día, resulta clave la enorme popularidad de la inteligencia social. Desde aquí no podemos negar que es un tema realmente apasionante el analizar esa inteligencia social, pero debemos añadir que igualmente de importante (o más) es analizar la (llamémosla así) “estupidez social”, en la cual todos podemos caer alguna vez (y yo el primero). Efectivamente, el comportamiento social como colectivo unido por un objetivo común es un paso más en la evolución de las especies. Así se pasó de comportamientos puramente individualistas y egoístas ya presentes desde los primeros seres vivos, a especies más evolucionadas que desarrollaron una colectivización de sus comportamientos y necesidades.
Un buen ejemplo lo pueden tener en cómo los lobos sobreviven gracias a la manada, en la cual el macho alfa supera su egoísmo natural, y procura que cada miembro tenga su ración de comida para que sobreviva y contribuya a los objetivos del grupo. Igualmente, otras especies como los lóridos poseen una gran inteligencia social, y se organizan en grupos sociales dentro de los que los individuos colaboran (también con una jerarquía establecida). De esta manera, tenemos por ejemplo esos grupos de cotorras silvestres que ya sobreviven en nuestros parques y jardines con el cambio climático, y en cómo se defienden entre sí y se procuran alimento en grupo, manteniendo atenazadas y desplazando a especies autóctonas mucho más individualistas como los gorriones, las palomas, o las urracas.
El sano equilibrio entre lo colectivo y lo individual
Pero lo colectivo tampoco lo es absolutamente todo, especialmente cuando se confunde con anular totalmente al individuo. De la misma manera que es totalmente necesario en nuestras socioeconomías mantener un sano equilibrio entre el libre mercado y el mercado totalmente estatalizado y colectivizado, es necesario mantener en la sociedad un mix saludable entre individualismo y colectivización: ambos aportan enormes ventajas, cada uno en su justa medida.
En la era de la guerra cibersocial, esto queda más de relieve que nunca, y se puede decir que aquellas sociedades en las que los individuos carecen en masa de un vital espíritu crítico individual corren un serio peligro de sucumbir ante el enemigo. Esto ocurre porque la dañina práctica más habitual es abandonarse ciegamente al parecer general que, una vez “centralizado”, casualmente resulta mucho más fácilmente manipulable para los poderes (de cualquier naturaleza y origen).
Efectivamente, también nos equivocamos en masa, y esa seguridad que da la sensación de sentirse resguardado en la colectividad, anula ese esencial espíritu crítico que, de otro modo, nos habría alertado desde el primer minuto del sinsentido hacia el que nos encaminábamos “colectivizadamente”. Analizamos este mecanismo social desde otra perspectiva en “La psicología laboral de negar las fatídicas evidencias o El rebaño que va mansamente al matadero“. Y ciertamente, los efectos macroeconómicos y socioeconómicos de este tipo de “efecto manada” son muy relevantes: a la vista está el calamitoso Brexit (acerca de cuyo infame desenlace ya les venimos advirtiendo desde el fatídico referendum), o al igual que en el caso de otros suicidios socioeconómicos como la independencia catalana.
Este muchas veces terrible “efecto manada” es uno de los principales motivos por el que la propaganda consigue tantos adeptos incondicionales una vez alcanza una masa crítica mínima. Si ejercitasen mínimamente su espíritu crítico y contrastasen datos y noticias lo más mínimo (aquí para lo calamitoso del Brexit y aquí para la cuestión catalana), lo que deberían conseguir es simplemente una retahíla de preguntas para la que los responsables propagandísticos no tienen respuesta alguna más allá de un efectista arranque de vehemencia.
La propaganda económica es la propaganda “Number One”, y trata de golpear a Occidente donde más le duele (y en lo que más poder le confiere)
En concreto, la propaganda económica está entre las primeras en protagonismo en las dinámicas descritas. Lo vimos durante la falaz campaña del Brexit, y también lo analizamos desde un prisma local más acorde al contexto nacional. Ahora lo ponemos en un contexto socioeconómico ya a nivel global. No nos engañemos, salvo febriles capítulos de burbujas como la inmobiliaria, generalmente el “pueblo” mayormente se suele conformar con poder llevar una vida en la que el fruto de su trabajo les provea recursos suficientes, con poder disfrutar de una vida más o menos desahogada, y a poder ser con poder permitirse algún que otro lujillo. Bajo estas condiciones, rara vez se ha producido en la Historia una revolución en ningún país… hasta ahora.
Es precisamente esa sensación de relativa satisfacción lo que pretende derruir totalmente la propaganda internacional. Y ya saben que desde aquí hemos escrito mucho sobre la creciente desigualdad en las sociedades desarrolladas y las importantes implicaciones para la sostenibilidad del sistema, o sobre la necesidad de incluir en la ecuación de la sostenibilidad socioeconómica un espacio social en nuestras ciudades también para las clases menos pudientes. Pero de ahí a lo que se lee en los medios habituales de la propaganda hay un abismo: desde estas líneas hacemos una crítica objetiva para mejorar que pretende construir, mientras que fíjense cómo en los medios de la propaganda lo que pretenden es destruir produciendo hartazgo, odio e inestabilidad social. Un significativo matiz que demuestra lo que se persigue en cada caso.
Efectivamente, con todos sus defectos, el éxito de las sociedades occidentales ha sido mayormente económico, como se demuestra como mínimo en términos de supervivencia del sistema (en comparación con otros sistemas socioeconómicos). Y es precisamente ahí donde la propaganda pretende atacar al que ha sido su eterno enemigo, instrumentalizando la objetividad y la veracidad (especialmente del cuarto poder que son los medios). Si examinan ustedes los artículos de desinformación que inundan las redes, entre los temas más recurrentes está la economía. Sí, esa economía nuestra gracias a la cual comemos cada día y nos vamos de vacaciones, pretenden hacernos creer ahora que es en realidad mucho peor que la economía de aquellos que no se pueden permitir ni la mitad del bienestar (también social) del que disfrutamos nosotros (con todas sus carencias, y aunque ciertas diferencias puedan llegar a ser tremendamente injustas).
Ya no es por hablar de salarios medios y de PIB per cápita, unos indicadores muy objetivos para unas cosas, y muy sesgados para otras. Hablo simplemente de la vida que se puede llevar en media en unos países en comparación a otros. Es ni más ni menos esa “prueba de la economía del algodón que no engaña”. Si usted se cree que nuestro sistema socioeconómico es un desastre total y sólo merece el derribo que algunos tanto predican, viaje un poco por ahí fuera y mire a su alrededor. Me temo que, siendo todo lo mejorable que desde estas líneas siempre les decimos que es, algo habremos hecho bien, al contrario de lo que afirman impunemente los medios de la propaganda como un venenoso mantra cancerígeno.
La ingeniería más social de las redes es otro de los componentes de las armas del futuro (que ya es presente)
Es por todo ello por lo que esa propaganda va muchas veces dirigida a la línea de flotación de nuestra conciencia y cultura económica. Destruir primero, para dominar después, ése es el lema. Y ahora ya hay nuevos avances de ingeniería social que prometen que esa propaganda solo se va a refinar cada vez más y va a ir a peor, pretendiendo arrastrarnos con ella. Es en este punto donde entra en escena la segunda “pata” socio-tecnológica que sienta las bases de la futura “Tijera de Covington”. Aunando la naturaleza psico-social de las investigaciones más de ciencias sociales, con las posibilidades de ingeniería social tecnificada que han abierto las redes sociales, tenemos la funesta combinación que da lugar a una llave psicológica que abre nuestras mentes, y las pone a disposición del ministerio de la propaganda correspondiente.
Efectivamente, hay ya numerosa literatura científica y de investigación sobre las redes sociales y cómo explotarlas para obtener información sobre tendencias sociales de todo tipo. Es algo que explotan ya muchas empresas con software especializado, para así poder tener un valioso feedback sobre el impacto sobre su imagen de marca de determinadas campañas de marketing, de cualquier polémica en la que se vean involucradas, o simplemente para estimar la satisfacción de sus clientes. Es por ello por lo que aquellas quejas que nunca consiguen nada mediante los canales tradicionales de las empresas, son rápidamente resueltas cuando se hacen a través de las redes sociales.
Pero el tema de hoy va un paso más allá de la mera medición de tendencias. Hay ya también estudios que empiezan a indagar no sólo sobre una sociedad que simplemente se pretende medir desde el exterior, sino en cómo a través de las redes sociales puede ser manipulada y dirigida hacia donde pueda interesar en cada caso. Tras escándalos como los de Cambridge Analytica y la teledirigida campaña pro-Brexit, resulta obvio cómo estos estudios de investigación simplemente van a remolque de una realidad que la propaganda descubrió mucho antes, y que puso en práctica visionariamente sin necesidad de ver sus teorías refrendadas por investigaciones académicas.
No obstante, no se puede negar que las nuevas líneas de investigación pueden aportar aún más en este nuevo campo (“aportar” entrecomillado), y que van a contribuir a refinar y hacer mucho más certera la propaganda económica. Es lo que podemos acuñar aquí como “el arte de la falla social”, que pretende detectar incipientes puntos de fricción, de carácter socioeconómico a ser posible (pero les vale todo), para enfrentar entre sí a los individuos, a los sectores, y a las comunidades, en cismas que aspiran a ser visceralmente irreconciliables.
En ambos lados del espectro ideológico de los contrincantes de cada falla, la propaganda provee de la seguridad de saberse respaldado por “una mayoría” (aunque muchas veces no es tal) que ha descubierto LA verdad única e inmutable. Aventúrense un poco en los medios de la propaganda, o lean algunos artículos con el debido espíritu crítico y contrastando datos mínimamente, y podrán apreciar la verdadera dimensión de la colosal amenaza socioeconómica a la que nos enfrentamos hoy en día.
Tenemos tan sólo una nueva herramienta, y su bondad o su maldad depende de cómo la utilicemos: únanse a la “Resistencia Sináptica” y combatan la propaganda
Lo anterior pueden parecer muy malos augurios para cualquier socioeconomía y sus individuos, especialmente a juzgar por la deriva social que vemos en la mayor parte de los países desarrollados. Simplemente recordarles aquí que, por ejemplo, la invención de la rueda sirvió tanto para fabricar medios de transporte, como para inventar medios de tortura descoyuntando poco a poco a las víctimas. Lo mismo ocurre con las redes sociales y con los avances en técnicas psico-sociales de masas: pueden haber traído muchas cosas buenas a nuestro mundo, pero pueden ser también utilizadas como macabras armas de manipulación masiva. El problema no es este o aquel invento, sino que el problema es la propia naturaleza humana (de algunos).
Por poner una nota de (matizado) optimismo con la que cerrar este análisis, les diré que, al igual que las ofensivas cibersociales se intensifican día a día, también lo hacen los mecanismos de defensa social. Por ahora, realmente todavía no hay nada con demasiada entidad, pero hay prometedoras iniciativas dispersas destinadas a fomentar el espíritu crítico desde los colegios e institutos.
También se han puesto en marcha servicios de “fact checking” (o de contrastar noticias) que permiten distinguir lo fiable de lo falso, pero que han demostrado una efectividad relativa (por el momento). Lamentablemente, también hay iniciativas que ya son más paliativas que preventivas, como algoritmos que tratan de predecir dónde y cómo va a surgir el próximo foco de revuelta social. Estas predicciones se basan mayormente en el parecer que los individuos expresan en las redes sociales.
Sí, esas mismas redes sociales que sirven para propagar la desinformación, son la clave para igualmente combatirla y propagar la información veraz: no hay otra, o es eso o es poner fronteras a internet. Y para los que alberguen todavía alguna duda de la dimensión económica del asunto de hoy, les recomiendo leer en el penúltimo enlace cómo los patrones más recurrentes de predicción de revueltas populares son por el deterioro de algún factor netamente económico.
¿Recuerdan lo que les decía de que la gente (generalmente) se conforma y se mantiene mansamente tolerante con el sistema mientras que tiene sus necesidades básicas cubiertas? He aquí la demostración. La economía y la ingeniería social más puntera han encontrado un terreno donde se solapan y que se disputan fervientemente. El nexo de unión es que lo económico es clave en nuestros sistemas porque una mayoría ya es consciente de su importancia: muchas veces proyectamos nuestro futuro con lo económico, por lo que toca la sensación de seguridad más instintiva, y se presta a la visceralidad.
Obviamente, los mecanismos de defensa social que citábamos antes van como siempre por detrás de las nuevas formas de ofensiva, pero el hecho es que llegar van llegando conforme van aflorando los peligros de las nuevas herramientas. En realidad, la ecuación se reduce a si seremos capaces de defendernos de la propaganda económica más rápido del ritmo con el que sean capaces de ir inoculándola. Pongan su granito de arena, y esfuércense día a día por informarse de forma plural y leer con espíritu crítico (también a nosotros).
Sé que supone un gran esfuerzo, pero nadie dijo que una democracia sana fuese fácil de conseguir: ésa es la mejor forma que tienen ustedes de asegurar su futuro socioeconómico (y el de sus hijos). Resistan, lean, contrasten, chequeen, huyan de lo dirigidamente pasional, ejerciten el espíritu crítico, y no se rindan jamás ante la sinrazón de otros. Por favor, únanse a la “Resistencia Sináptica”: la democracia y la socioeconomía les necesitan más que nunca. El futuro del mundo está en sus manos y… sobre todo, en sus mentes.
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