Esta es una versión adaptada y traducida del texto “A.I. is Doing Legal Work. But It Won’t Replace Lawyers, Yet” publicado por Steve Lohr el 19 de marzo de 2017 en The New York Times.
Grandes
avances en inteligencia artificial para la industria legal han hecho
que muchos abogados se preocupen de que su profesión sea la próxima
víctima de Silicon Valley.
Pero
investigaciones recientes, e incluso personas trabajando en software de
automatización legal, dicen que la adopción de inteligencia artificial
en firmas de abogados será un proceso lento que se hará tarea por tarea.
Te guste o no, un robot no reemplazará tu trabajo. Al menos no en el futuro inmediato.
“Hay una idea popular de que si puedes automatizar una parte de un trabajo, el resto de ese trabajo es tarea sencilla”, dice Frank Levy, economista laboral del Massachusetts Institute of Technology. “Eso no es verdad”.
Una
técnica de inteligencia artificial conocida como procesamiento de
lenguaje natural logró predecir qué documentos serán relevantes para un
caso, por ejemplo.
Pero otras tareas de los
abogados, como asesorar clientes, escribir reportes, negociar y
presentarse en la corte, parecen a salvo de la automatización, al menos
por un tiempo.
“La pregunta interesante es dónde la tecnología estará de aquí a tres o cinco años”, dice Ben Allgrove, socio en Baker McKenzie, una firma con 4,600 abogados. “Y la respuesta es que no sabemos.”
Dana
Remus, un profesor en la Escuela de Leyes de la Universidad de Carolina
del Norte, y Mr. Levy estudiaron el riesgo de automatización del
trabajo de abogados en grandes firmas. Concluyeron que poner toda la
nueva tecnología legal en marcha inmediatamente generaría una caída de
13% en las horas de abogados.
Un sendero de adopción más realista reduciría las horas de los abogados en 2,5% a lo largo de cinco años.
La
investigación también sugiere que las grandes firmas ya han tercerizado
o automatizado las tareas básicas de revisión de documentos. Solo un 4%
del tiempo de los abogados es utilizado en esa tarea.
Esta conclusión gradualista también aparece en investigaciones más amplias sobre la tecnología y trabajo.
En
enero, el McKinsey Global Institute encontró que, aunque la mitad de
todas las tareas podrían ser automatizadas con la tecnología actual,
solo el 5% de los trabajos podrían ser completamente automatizados.
Según
esta definición de la tecnología actual (ampliamente disponible o al
menos siendo testeada en un laboratorio) McKinsey estima que el 23% del
trabajo del abogado podría ser automatizado.
La
tecnología va a desempaquetar aspectos del trabajo legal a lo largo de
las siguientes dos décadas, no de los siguientes dos años, señalan los
expertos.
Abogados altamente remunerados
trabajarán en los escalones superiores de la escalera de tareas legales.
Otros servicios legales serán desarrollados por no abogados (el
equivalente legal de las enfermeras) o por la tecnología.
Los
clientes corporativos ya no están dispuestos a pagar altas tarifas
horarias a firmas legales para que finalmente sean abogados junior los
que terminen haciendo el trabajo de rutina.
Esas
tareas ya están siendo automatizadas y tercerizadas, tanto por las
firmas en sí mismas, como por proveedores externos como Axiom, Thomson
Reuters, Elevate y las firmas contables conocidas como Big Four.
Así que el socio de una firma del futuro será el líder de un equipo. “Y varios de los jugadores serán máquinas”, dice Michael Mills, abogado y director de estrategia de una startup de tecnología legal llamada Neota Logic.
Brecha Sorpresiva
El
avance de la tecnología es impredecible. Por años, los economistas
laborales dijeron que el trabajo de rutina en una fábrica podría
reducirse a una serie de reglas que podrían ser computarizadas.
Suponían que los profesionales, como los abogados, estarían a salvo porque su trabajo está basado en el lenguaje.
Pero
los avances en inteligencia artificial cambiaron de supuesto. La
tecnología destrabó el trabajo rutinario de analizar documentos y buscar
pasajes relevantes.
Así que las grandes
firmas legales, conscientes del riesgo de largo plazo, están tomando
iniciativas para entender la tecnología emergente, adaptarla y
explotarla.
Dentons, una firma global con
más de 7,000 abogados, creó un brazo de innovación y startups, Nextlaw
Labs, en 2015. Además de monitorear la tecnología más reciente, la
unidad invirtió en siete startups.
“Nuestra industria está siendo disrumpida, y deberíamos hacer algo de eso nosotros. No solo ser las víctimas de la disrupción”, dice John Fernandez, director de innovación de Dentons.
El
mes pasado, Baker McKenzie estableció un comité de innovación de socios
veteranos para seguir tecnología legal emergente y definir la
estrategia. La inteligencia artificial despertó un gran interés, pero
las firmas todavía la usan principalmente para tareas de tipo “buscar y
encontrar” en descubrimiento electrónico, due diligence y revisión de
contratos, dice Mr. Allgrove.
Más de 280 startups de tecnología legal levantaron $757 millones desde 2012, según la firma de investigación CB Insights.
En
muchas de estas startups, el progreso es alentador pero medido. Cada
una de especializa en un área específica de la ley, como quiebras o
patentes, o en cierta tarea legal, como revisión de contratos. Su
software aprende con el tiempo, pero solo después de haber sido
entrenado por humanos.
Cuando Alexander
Hudek, un ingeniero de software cuyo currículum incluye el proyecto de
genoma humano, empezó a trabajar en automatizar la revisión de contactos
legales en 2011, pensó que solo tendría que adaptar algoritmos
existentes y que solo le tomaría algunos meses de trabajo.
Pero
le llevó dos años y medio refinar el software para identificar
conceptos como cláusulas de no competencia en contratos, dice Mr. Hudek,
director de tecnología de Kira Systems.
Kira
reduce drásticamente la cantidad de documentos que deben ser leídos por
humanos. Pero cierta lectura humana todavía es requerida.
La
ganancias de eficiencia son notables. Los clientes de Kira reportan
haber reducido el tiempo de abogados necesario para la revisión de
contratos entre un 20 y un 60%, dice Noah Waisberg, CEO de Kira.
En
Miami, Luis Salazar, socio en una forma de cinco abogados, empezó a
usar software de la startup Ross Intelligence para su práctica de
quiebras de empresas.
Pregunta por el caso
más similar al que tienes entre manos y Ross, que utiliza la
inteligencia artificial de IBM Watson, lee miles de casos y devuelve una
lista de los más relevantes, dice Mr. Salazar.
Aunque
era escéptico al comienzo, Salazar testeó a Ross contra sí mismo. Tras
10 horas de buscar en bases de datos online, encontró un caso donde los
hechos eran casi exactamente iguales al que tenía entre manos. Ross
encontró ese caso casi inmediatamente.
Salazar
estuvo especialmente impresionado por un servicio de memos legales de
Ross. Uno tipea una pregunta legal y Ross responde al día siguiente con
un par de párrafos que resumen la respuesta y un memo de explicación de
dos páginas.
Los resultados son imposibles de distinguir de un memo escrito por un abogado. “Me voló la cabeza”, dice Salazar. “Si sigue mejorando, muchísimas personas podrían perder su trabajo.”
Pero
no aún. El sistema es bastante bueno para identificar casos, pero aún
no escribe muy bien, dice Jimoh Ovbiagele, director de tecnología de
Ross. Son humanos quienes toman el texto bruto producido por Ross y
crean los memos finales, una tarea que lleva un día.
Los ingenieros de la startup están intentando automatizar por completo el proceso de redacción del memo, pero Ovbiagele dice: “Todavía estamos muy lejos de este punto”.
Los Buenos Viejos Tiempos
James
Yoon, un abogado de Palo Alto, California, recuerda 1999 como la cima
de la vieja manera de practicar el derecho. Un caso importante de
patentes, en esa época, necesitaba el trabajo de tres socios, cinco
asociados y cuatro paralegales.
Hoy, un caso comparable necesitaría un socio, dos asociados y un paralegal.
Dos
factores obvios llevaron a esa reducción: el recorte de presupuestos
legales, y tecnologías digitales que automatizaron ciertas tareas, como
la búsqueda de documentos, dice Mr. Yoon, socio en Wilson Sonsini
Goodrich & Rosati.
Mr. Yoon usa
herramientas de software como Lex Machina y Raven Law para orientar la
estrategia de litigación en sus casos de patentes. Estos programas
navegan entre decisiones de las cortes para hacer predicciones sobre
jueces y abogados.
¿Cuáles son las
probabilidades de que cierta moción sea aprobada por un juez particular,
basándose en sus decisiones pasadas? ¿El abogado de la otra parte
típicamente va a juicio o suele arreglar los casos?
Mr.
Yoon compara lo que hace con la forma en que los analistas de baseball y
fútbol analizan las tendencias de jugadores y entrenadores de sus
rivales.
El software, advierte, “está cambiando como se toman decisiones y está cambiando la profesión”.
Pero
el impacto sobre el empleo podría no ser tan grande. La tecnología para
el análisis de datos asiste el trabajo humano más que reemplazarlo. De
hecho, el trabajo que insume la mayor parte del tiempo de Mr. Yoon
involucra estrategia, creatividad, juicio y empatía – y esos esfuerzos
aún no pueden automatizarse.
Mr. Yoon, que tiene 49 años, es la prueba. En 1999, su tarifa horaria era de $400. Hoy cobra $1,100 por hora.
“Por ahora, experiencia como la mía es algo por lo que la gente está dispuesta a pagar”, dice Yoon. “Lo que los clientes ya no quieren pagar es el trabajo de rutina”.
“El problema es que la tecnología hace que cada vez mayor parte del trabajo se vuelva rutina”.
Via
Esta es una versión adaptada y traducida del texto “A.I. is Doing Legal Work. But It Won’t Replace Lawyers, Yet” publicado por Steve Lohr el 19 de marzo de 2017 en The New York Times.
Grandes avances en inteligencia artificial para la industria legal han hecho que muchos abogados se preocupen de que su profesión sea la próxima víctima de Silicon Valley.
Pero investigaciones recientes, e incluso personas trabajando en software de automatización legal, dicen que la adopción de inteligencia artificial en firmas de abogados será un proceso lento que se hará tarea por tarea.
Te guste o no, un robot no reemplazará tu trabajo. Al menos no en el futuro inmediato.
“Hay una idea popular de que si puedes automatizar una parte de un trabajo, el resto de ese trabajo es tarea sencilla”, dice Frank Levy, economista laboral del Massachusetts Institute of Technology. “Eso no es verdad”.
Una técnica de inteligencia artificial conocida como procesamiento de lenguaje natural logró predecir qué documentos serán relevantes para un caso, por ejemplo.
Pero otras tareas de los abogados, como asesorar clientes, escribir reportes, negociar y presentarse en la corte, parecen a salvo de la automatización, al menos por un tiempo.
“La pregunta interesante es dónde la tecnología estará de aquí a tres o cinco años”, dice Ben Allgrove, socio en Baker McKenzie, una firma con 4,600 abogados. “Y la respuesta es que no sabemos.”
Dana Remus, un profesor en la Escuela de Leyes de la Universidad de Carolina del Norte, y Mr. Levy estudiaron el riesgo de automatización del trabajo de abogados en grandes firmas. Concluyeron que poner toda la nueva tecnología legal en marcha inmediatamente generaría una caída de 13% en las horas de abogados.
Un sendero de adopción más realista reduciría las horas de los abogados en 2,5% a lo largo de cinco años.
La investigación también sugiere que las grandes firmas ya han tercerizado o automatizado las tareas básicas de revisión de documentos. Solo un 4% del tiempo de los abogados es utilizado en esa tarea.
Esta conclusión gradualista también aparece en investigaciones más amplias sobre la tecnología y trabajo.
En enero, el McKinsey Global Institute encontró que, aunque la mitad de todas las tareas podrían ser automatizadas con la tecnología actual, solo el 5% de los trabajos podrían ser completamente automatizados.
Según esta definición de la tecnología actual (ampliamente disponible o al menos siendo testeada en un laboratorio) McKinsey estima que el 23% del trabajo del abogado podría ser automatizado.
La tecnología va a desempaquetar aspectos del trabajo legal a lo largo de las siguientes dos décadas, no de los siguientes dos años, señalan los expertos.
Abogados altamente remunerados trabajarán en los escalones superiores de la escalera de tareas legales. Otros servicios legales serán desarrollados por no abogados (el equivalente legal de las enfermeras) o por la tecnología.
Los clientes corporativos ya no están dispuestos a pagar altas tarifas horarias a firmas legales para que finalmente sean abogados junior los que terminen haciendo el trabajo de rutina.
Esas tareas ya están siendo automatizadas y tercerizadas, tanto por las firmas en sí mismas, como por proveedores externos como Axiom, Thomson Reuters, Elevate y las firmas contables conocidas como Big Four.
Así que el socio de una firma del futuro será el líder de un equipo. “Y varios de los jugadores serán máquinas”, dice Michael Mills, abogado y director de estrategia de una startup de tecnología legal llamada Neota Logic.
Brecha Sorpresiva
El avance de la tecnología es impredecible. Por años, los economistas laborales dijeron que el trabajo de rutina en una fábrica podría reducirse a una serie de reglas que podrían ser computarizadas.
Suponían que los profesionales, como los abogados, estarían a salvo porque su trabajo está basado en el lenguaje.
Pero los avances en inteligencia artificial cambiaron de supuesto. La tecnología destrabó el trabajo rutinario de analizar documentos y buscar pasajes relevantes.
Así que las grandes firmas legales, conscientes del riesgo de largo plazo, están tomando iniciativas para entender la tecnología emergente, adaptarla y explotarla.
Dentons, una firma global con más de 7,000 abogados, creó un brazo de innovación y startups, Nextlaw Labs, en 2015. Además de monitorear la tecnología más reciente, la unidad invirtió en siete startups.
“Nuestra industria está siendo disrumpida, y deberíamos hacer algo de eso nosotros. No solo ser las víctimas de la disrupción”, dice John Fernandez, director de innovación de Dentons.
El mes pasado, Baker McKenzie estableció un comité de innovación de socios veteranos para seguir tecnología legal emergente y definir la estrategia. La inteligencia artificial despertó un gran interés, pero las firmas todavía la usan principalmente para tareas de tipo “buscar y encontrar” en descubrimiento electrónico, due diligence y revisión de contratos, dice Mr. Allgrove.
Más de 280 startups de tecnología legal levantaron $757 millones desde 2012, según la firma de investigación CB Insights.
En muchas de estas startups, el progreso es alentador pero medido. Cada una de especializa en un área específica de la ley, como quiebras o patentes, o en cierta tarea legal, como revisión de contratos. Su software aprende con el tiempo, pero solo después de haber sido entrenado por humanos.
Cuando Alexander Hudek, un ingeniero de software cuyo currículum incluye el proyecto de genoma humano, empezó a trabajar en automatizar la revisión de contactos legales en 2011, pensó que solo tendría que adaptar algoritmos existentes y que solo le tomaría algunos meses de trabajo.
Pero le llevó dos años y medio refinar el software para identificar conceptos como cláusulas de no competencia en contratos, dice Mr. Hudek, director de tecnología de Kira Systems.
Kira reduce drásticamente la cantidad de documentos que deben ser leídos por humanos. Pero cierta lectura humana todavía es requerida.
La ganancias de eficiencia son notables. Los clientes de Kira reportan haber reducido el tiempo de abogados necesario para la revisión de contratos entre un 20 y un 60%, dice Noah Waisberg, CEO de Kira.
En Miami, Luis Salazar, socio en una forma de cinco abogados, empezó a usar software de la startup Ross Intelligence para su práctica de quiebras de empresas.
Pregunta por el caso más similar al que tienes entre manos y Ross, que utiliza la inteligencia artificial de IBM Watson, lee miles de casos y devuelve una lista de los más relevantes, dice Mr. Salazar.
Aunque era escéptico al comienzo, Salazar testeó a Ross contra sí mismo. Tras 10 horas de buscar en bases de datos online, encontró un caso donde los hechos eran casi exactamente iguales al que tenía entre manos. Ross encontró ese caso casi inmediatamente.
Salazar estuvo especialmente impresionado por un servicio de memos legales de Ross. Uno tipea una pregunta legal y Ross responde al día siguiente con un par de párrafos que resumen la respuesta y un memo de explicación de dos páginas.
Los resultados son imposibles de distinguir de un memo escrito por un abogado. “Me voló la cabeza”, dice Salazar. “Si sigue mejorando, muchísimas personas podrían perder su trabajo.”
Pero no aún. El sistema es bastante bueno para identificar casos, pero aún no escribe muy bien, dice Jimoh Ovbiagele, director de tecnología de Ross. Son humanos quienes toman el texto bruto producido por Ross y crean los memos finales, una tarea que lleva un día.
Los ingenieros de la startup están intentando automatizar por completo el proceso de redacción del memo, pero Ovbiagele dice: “Todavía estamos muy lejos de este punto”.
Los Buenos Viejos Tiempos
James Yoon, un abogado de Palo Alto, California, recuerda 1999 como la cima de la vieja manera de practicar el derecho. Un caso importante de patentes, en esa época, necesitaba el trabajo de tres socios, cinco asociados y cuatro paralegales.
Hoy, un caso comparable necesitaría un socio, dos asociados y un paralegal.
Dos factores obvios llevaron a esa reducción: el recorte de presupuestos legales, y tecnologías digitales que automatizaron ciertas tareas, como la búsqueda de documentos, dice Mr. Yoon, socio en Wilson Sonsini Goodrich & Rosati.
Mr. Yoon usa herramientas de software como Lex Machina y Raven Law para orientar la estrategia de litigación en sus casos de patentes. Estos programas navegan entre decisiones de las cortes para hacer predicciones sobre jueces y abogados.
¿Cuáles son las probabilidades de que cierta moción sea aprobada por un juez particular, basándose en sus decisiones pasadas? ¿El abogado de la otra parte típicamente va a juicio o suele arreglar los casos?
Mr. Yoon compara lo que hace con la forma en que los analistas de baseball y fútbol analizan las tendencias de jugadores y entrenadores de sus rivales.
El software, advierte, “está cambiando como se toman decisiones y está cambiando la profesión”.
Pero el impacto sobre el empleo podría no ser tan grande. La tecnología para el análisis de datos asiste el trabajo humano más que reemplazarlo. De hecho, el trabajo que insume la mayor parte del tiempo de Mr. Yoon involucra estrategia, creatividad, juicio y empatía – y esos esfuerzos aún no pueden automatizarse.
Mr. Yoon, que tiene 49 años, es la prueba. En 1999, su tarifa horaria era de $400. Hoy cobra $1,100 por hora.
“Por ahora, experiencia como la mía es algo por lo que la gente está dispuesta a pagar”, dice Yoon. “Lo que los clientes ya no quieren pagar es el trabajo de rutina”.
“El problema es que la tecnología hace que cada vez mayor parte del trabajo se vuelva rutina”.
Via
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