Muchos pueden encontrar repugnante la pregunta que sobre cuánta desigualdad es “demasiada”. Desigualdad es, al fin y al cabo, una mala palabra.
Sin embargo, esta nota no trata de dilucidar qué es o no es justo, sino de analizar cómo afecta la desigualdad el crecimiento de un país.
Estados Unidos es hoy más desigual de lo que jamás ha sido: el 10% más rico recibe la mitad de los ingresos de todo el país. En el Reino Unido, ese 10% se queda con el 40%.
Pero no son Washington o Londres los únicos desiguales. Aunque desde 1990 miles de millones de personas en el mundo han salido de la pobreza, la desigualdad está en alza también en naciones como China e India.
Las ideas para combatir la desigualdad y los niveles de “tolerancia” que tienen los expertos hacia este fenómeno varían y en muchos casos se oponen completamente.
Para Deirdre McCloskey, profesora emérita de Economía en la Universidad de Illinois, Chicago, la desigualdad podría ser incluso mucho mayor, siempre y cuando no haya sido generada por la fuerza o el fraude.
El capitalismo
“El crecimiento en el último par de siglos no tiene precedentes”, señala McCloskey y recuerda que el mundo se ha vuelto más igualitario desde la Revolución Industrial del siglo XIX.
Para la entrevistada, el capitalismo no es el problema, sino la solución.
“La forma equivocada de curar la desigualdad es atacar a la gente más alta o más linda o que tiene mejores padres o vive en países más ricos. La forma correcta es levantar a los pobres”, sostiene McCloskey y añade:
“Yo estoy de acuerdo con que me cobren impuestos para ayudar a los muy pobres, pero no quiero matar a la gallina de los huevos de oro, y esa gallina es el capitalismo”.
Pero para otros, la desigualdad puede ser la gallina muerta del capitalismo.
Jared Bernstein, quien trabajó como asesor económico de Barack Obama hasta 2011, considera que la distancia entre ricos y pobres pone en peligro a toda la sociedad.
“Debido a que las familias de medios y bajos ingresos no reciben la clase de ingresos a los que estaban acostumbrados, ellos piden prestado para compensar esa diferencia, y eso provoca esas grandes burbujas que, cuando explotan, dañan el crecimiento de la economía”.
Otra consecuencia señalada por Bernstein es que los ideales que mueven a la sociedad capitalista pueden desaparecer si estos niveles de desigualdad continúan.
“Muchas familias pobres no tienen dinero para invertir en la educación de sus hijos y entonces las nuevas generaciones pierden la oportunidad de alcanzar mejores trabajos y ascender en la escala social, la esencia del sueño americano”.
Incentivos
Para McCloskey la desigualdad ha subido y bajado irregularmente en estos años, “pero en mi opinión no es un tema tan relevante como parece en la actualidad”.
Quizás en la actualidad se haya vuelto un tema relevante porque, en muchas áreas, existe mayor desigualdad estos días.
Los grandes ejecutivos de las compañías estadounidenses reciben más de 200 veces el ingreso promedio de un trabajador de esas compañías. En los años 60 del siglo pasado cobraban 20 veces más. Algunos sugieren limitar estos salarios, pero McCloskey se opone.
“Pienso que crear una regulación que estipule que un ejecutivo pueda cobrar, no sé, 50 veces lo que cobra un empleado, no va a reducir la desigualdad de forma substancial”, piensa la profesora.
Para McCloskey, eso podría en cambio dañar la competencia y reducir el incentivo de trabajar duro y generar riqueza.
Pero Bernstein sostiene que debemos preocuparnos por otro incentivo, o por la falta del mismo.
“La franja de desigualdad entre el crecimiento y el ingreso de las familias trabajadoras conspira contra el incentivo básico de que trabajar duro será recompensado”.
Entonces, si para McCloskey es tolerable un nivel de desigualdad aún mayor, qué nivel de desigualdad aceptaría el ex asesor económico de Clinton.
“Si uno pudiera regresar al tiempo donde la productividad y el ingreso para las familias de clase media crecían juntos en nuestro país, más o menos a mediados de los 70, uno vería que el 1% arriba de la escala se llevaba el 10% de todo el ingreso. Ahora se lleva 20 veces más. Eso es demasiado”, opina Bernstein.
“No estoy diciendo que necesariamente debamos regresar a los niveles de los años 70, pero sí pienso que un buen índice sería que el ingreso de las familias con ingresos medios crezca a un ritmo cercano a la tasa de crecimiento de la productividad, y eso es algo que no hemos visto por un rato”.
Muchos pueden encontrar repugnante la pregunta que sobre cuánta desigualdad es “demasiada”. Desigualdad es, al fin y al cabo, una mala palabra.
Sin embargo, esta nota no trata de dilucidar qué es o no es justo, sino de analizar cómo afecta la desigualdad el crecimiento de un país.
Estados Unidos es hoy más desigual de lo que jamás ha sido: el 10% más rico recibe la mitad de los ingresos de todo el país. En el Reino Unido, ese 10% se queda con el 40%.
Pero no son Washington o Londres los únicos desiguales. Aunque desde 1990 miles de millones de personas en el mundo han salido de la pobreza, la desigualdad está en alza también en naciones como China e India.
Las ideas para combatir la desigualdad y los niveles de “tolerancia” que tienen los expertos hacia este fenómeno varían y en muchos casos se oponen completamente.
Para Deirdre McCloskey, profesora emérita de Economía en la Universidad de Illinois, Chicago, la desigualdad podría ser incluso mucho mayor, siempre y cuando no haya sido generada por la fuerza o el fraude.
El capitalismo
“El crecimiento en el último par de siglos no tiene precedentes”, señala McCloskey y recuerda que el mundo se ha vuelto más igualitario desde la Revolución Industrial del siglo XIX.
Para la entrevistada, el capitalismo no es el problema, sino la solución.
“La forma equivocada de curar la desigualdad es atacar a la gente más alta o más linda o que tiene mejores padres o vive en países más ricos. La forma correcta es levantar a los pobres”, sostiene McCloskey y añade:
“Yo estoy de acuerdo con que me cobren impuestos para ayudar a los muy pobres, pero no quiero matar a la gallina de los huevos de oro, y esa gallina es el capitalismo”.
Pero para otros, la desigualdad puede ser la gallina muerta del capitalismo.
Jared Bernstein, quien trabajó como asesor económico de Barack Obama hasta 2011, considera que la distancia entre ricos y pobres pone en peligro a toda la sociedad.
“Debido a que las familias de medios y bajos ingresos no reciben la clase de ingresos a los que estaban acostumbrados, ellos piden prestado para compensar esa diferencia, y eso provoca esas grandes burbujas que, cuando explotan, dañan el crecimiento de la economía”.
Otra consecuencia señalada por Bernstein es que los ideales que mueven a la sociedad capitalista pueden desaparecer si estos niveles de desigualdad continúan.
“Muchas familias pobres no tienen dinero para invertir en la educación de sus hijos y entonces las nuevas generaciones pierden la oportunidad de alcanzar mejores trabajos y ascender en la escala social, la esencia del sueño americano”.
Incentivos
Para McCloskey la desigualdad ha subido y bajado irregularmente en estos años, “pero en mi opinión no es un tema tan relevante como parece en la actualidad”.
Quizás en la actualidad se haya vuelto un tema relevante porque, en muchas áreas, existe mayor desigualdad estos días.
Los grandes ejecutivos de las compañías estadounidenses reciben más de 200 veces el ingreso promedio de un trabajador de esas compañías. En los años 60 del siglo pasado cobraban 20 veces más. Algunos sugieren limitar estos salarios, pero McCloskey se opone.
“Pienso que crear una regulación que estipule que un ejecutivo pueda cobrar, no sé, 50 veces lo que cobra un empleado, no va a reducir la desigualdad de forma substancial”, piensa la profesora.
Para McCloskey, eso podría en cambio dañar la competencia y reducir el incentivo de trabajar duro y generar riqueza.
Pero Bernstein sostiene que debemos preocuparnos por otro incentivo, o por la falta del mismo.
“La franja de desigualdad entre el crecimiento y el ingreso de las familias trabajadoras conspira contra el incentivo básico de que trabajar duro será recompensado”.
Entonces, si para McCloskey es tolerable un nivel de desigualdad aún mayor, qué nivel de desigualdad aceptaría el ex asesor económico de Clinton.
“Si uno pudiera regresar al tiempo donde la productividad y el ingreso para las familias de clase media crecían juntos en nuestro país, más o menos a mediados de los 70, uno vería que el 1% arriba de la escala se llevaba el 10% de todo el ingreso. Ahora se lleva 20 veces más. Eso es demasiado”, opina Bernstein.
“No estoy diciendo que necesariamente debamos regresar a los niveles de los años 70, pero sí pienso que un buen índice sería que el ingreso de las familias con ingresos medios crezca a un ritmo cercano a la tasa de crecimiento de la productividad, y eso es algo que no hemos visto por un rato”.
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