Si queremos que todo el mundo pueda acceder a la información, conviene distribuirla en formatos de documento abiertos que no dependen de un software específico.
Recientemente supimos que como muchas otras instituciones ya lo han hecho antes, el gobierno del Reino Unido también se atrevió a tomar el camino del open source en lo público. Los ministros buscaban formas de ahorrar decenas de millones de libras al año abandonando el caro software producido por firmas como Microsoft. Desde el 2010 hasta el 2014, el Reino Unido había pagado 200 millones de libras solo en la suite ofimática de esta compañía. Como cualquier gobierno con dos dedos de frente haría, investigaron la posibilidad de abaratar los costes usando tecnologías libres que pudieran producir archivos en el formato Open Document Format, como lo hacen OpenOffice y actualmente Google Docs.
Quiero ver que se use un mayor rango de software, para que la gente pueda acceder a la información que necesita sin tener que comprar una marca de software específica. Queremos que los departamentos puedan compartir documentos más fácilmente y que el público pueda usar y transmitir la información del gobierno. Para ello, hemos preguntado a la gente por los problemas que tienen para acceder a los documentos y después hemos hablado con expertos para hacer frente a estos retos.
– Francis Maude, ministro para el Cabinet Office.
Para los que no lo conozcáis aún, el ODF (Open Document Format) es una familia internacional de estándares para guardar y procesar informaciónque trasciende aplicaciones y proveedores específicos. Lo importante de este formato es su capacidad de ser usado por cualquier tipo de aplicación. Acceder a la información sin tener que comprar una marca de software específica
De esta
manera, no importa el software que se use para leer un ODF, pues al ser un formato dedocumento abierto cualquier aplicación podrá implementar las especificaciones necesarias para que pueda ser procesado de la forma adecuada. En definitiva, mejora la interoperabilidad.
Los que usan programas libres comoOpenOffice o LibreOffice, conocen el dolor de cabeza que pueden llegar a dar los formatos privativos, que no llegan a procesarse correctamente y provocan que la información del documento se desorganice completamente. Es totalmente legítimo que los proveedores de software elijan dar la espalda a los formatos libres y desarrollen un propio formato para los documentos creados en sus aplicaciones. Lo que no se debería admitir jamás es que en los sectores públicos se usen esos formatos privativos de documentos.
Por una educación libre
Imaginemos la situación de un estudiante cualquiera. En el centro donde realiza sus estudios, el profesorado distribuye los documentos en formatos privativos como .doc o .docx. Si ese estudiante quiere trabajar con esos archivos puede tener la suerte de que la aplicación que esté usando consiga procesarlos bien, pero también puede pasar que su software sea incapaz de organizar el documento de la manera adecuada, dificultando así de forma significativa la comprensión del texto. En esta situación, el alumno se verá obligado a comprar (o si no dispone de recursos a piratear) el software que use su centro para crea documentos, que probablemente será Microsoft Office.
Es una dependencia que se podría evitar hablando con los encargados y pidiéndoles que utilicen formatos accesibles para todo el mundo, si no es mediante ODF que sea al menos mediante PDF.
Desde aquí me gustaría concienciar a toda institución que distribuya documentos acerca de la importancia que tienen los formatos libres. Si la libertad del público no es su prioridad, pueden adoptar un punto de vista más pragmático y pensar en los costes que pueden llegar a abaratar mediante las tecnologías libres. Que piensen también en que si usan un estándar libre, no se verán afectados por las políticas de las compañías que quizá en un futuro decidan que no quieren dar soporte a sus propios formatos privativos antiguos y les fuercen así a comprar las siguientes versiones de su software. Los formatos de documento abiertos están hecho a prueba de tiempo (no dependen de compañías), son y siempre serán libres (y fáciles) de implementar para toda aplicación. Por lo tanto, digamos no a los formatos privativos y usemos todos un estándar libre.
Si queremos que todo el mundo pueda acceder a la información, conviene distribuirla en formatos de documento abiertos que no dependen de un software específico.
Recientemente supimos que como muchas otras instituciones ya lo han hecho antes, el gobierno del Reino Unido también se atrevió a tomar el camino del open source en lo público. Los ministros buscaban formas de ahorrar decenas de millones de libras al año abandonando el caro software producido por firmas como Microsoft. Desde el 2010 hasta el 2014, el Reino Unido había pagado 200 millones de libras solo en la suite ofimática de esta compañía. Como cualquier gobierno con dos dedos de frente haría, investigaron la posibilidad de abaratar los costes usando tecnologías libres que pudieran producir archivos en el formato Open Document Format, como lo hacen OpenOffice y actualmente Google Docs.
Para los que no lo conozcáis aún, el ODF (Open Document Format) es una familia internacional de estándares para guardar y procesar informaciónque trasciende aplicaciones y proveedores específicos. Lo importante de este formato es su capacidad de ser usado por cualquier tipo de aplicación.
De estamanera, no importa el software que se use para leer un ODF, pues al ser un formato dedocumento abierto cualquier aplicación podrá implementar las especificaciones necesarias para que pueda ser procesado de la forma adecuada. En definitiva, mejora la interoperabilidad.
Los que usan programas libres comoOpenOffice o LibreOffice, conocen el dolor de cabeza que pueden llegar a dar los formatos privativos, que no llegan a procesarse correctamente y provocan que la información del documento se desorganice completamente. Es totalmente legítimo que los proveedores de software elijan dar la espalda a los formatos libres y desarrollen un propio formato para los documentos creados en sus aplicaciones. Lo que no se debería admitir jamás es que en los sectores públicos se usen esos formatos privativos de documentos.
Por una educación libre
Imaginemos la situación de un estudiante cualquiera. En el centro donde realiza sus estudios, el profesorado distribuye los documentos en formatos privativos como .doc o .docx. Si ese estudiante quiere trabajar con esos archivos puede tener la suerte de que la aplicación que esté usando consiga procesarlos bien, pero también puede pasar que su software sea incapaz de organizar el documento de la manera adecuada, dificultando así de forma significativa la comprensión del texto. En esta situación, el alumno se verá obligado a comprar (o si no dispone de recursos a piratear) el software que use su centro para crea documentos, que probablemente será Microsoft Office.
Es una dependencia que se podría evitar hablando con los encargados y pidiéndoles que utilicen formatos accesibles para todo el mundo, si no es mediante ODF que sea al menos mediante PDF.
Desde aquí me gustaría concienciar a toda institución que distribuya documentos acerca de la importancia que tienen los formatos libres. Si la libertad del público no es su prioridad, pueden adoptar un punto de vista más pragmático y pensar en los costes que pueden llegar a abaratar mediante las tecnologías libres. Que piensen también en que si usan un estándar libre, no se verán afectados por las políticas de las compañías que quizá en un futuro decidan que no quieren dar soporte a sus propios formatos privativos antiguos y les fuercen así a comprar las siguientes versiones de su software. Los formatos de documento abiertos están hecho a prueba de tiempo (no dependen de compañías), son y siempre serán libres (y fáciles) de implementar para toda aplicación. Por lo tanto, digamos no a los formatos privativos y usemos todos un estándar libre.
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