Artículos

La brecha digital que condena a los más pobres – Technology Review

A medida que la economía se vuelve cada vez más digital, millones de estadounidense sin acceso a internet ven cómo la falta de conocimientos informáticos y habilidades digitales les impide salir de la pobreza

La mayoría de los hogares de Estados Unidos disponen de un servicio de internet, pero no ocurre así en las zonas pobres de Cleveland, en el estado de Ohio (EEUU), y su periferia. Según una encuesta de 2012, el 58 % de los hogares de la zona con ingresos anuales inferiores a 20.000 dólares (unos 19.200 euros) no disponían ni de ancho de banda ni de acceso móvil a interne en sus hogares, muchas veces debido al coste. Otro 10% tenía un móvil con conexión a internet, aunque no banda ancha en casa. Hasta hace poco, uno de esos hogares era un piso de dos dormitorios en una planta baja del proyecto de viviendas públicas Outhwaite Homes. Allí, una circunspecta niña de trece años llamada Ma’Niyah Larry vive con su madre, Marcella.

Ma´Niyah sigue un plan de educación especial para las matemáticas; para ayudarle, se le han asignado problemas que ha de resolver en línea mediante la Academia Khan. Pero su madre asegura que no se puede permitir el servicio de banda ancha de Time Warner Cable, cuyo precio es a partir de 50 dólares (unos 48 euros) al mes, incluso para una oferta de nuevo cliente, más módem e impuestos (el precio subiría significativamente después del primer año de contrato, cuando expira la oferta).

La familia tiene un smartphone, pero a Ma’Niyah le resulta difícil utilizar la pequeña pantalla. Marcella, su madre, también vigila de cerca su consumo de datos: sólo un par de vídeos de la Academia Khan acabaría con su límite mensual. Una biblioteca a tan solo un par de manzanas ofrece un buen acceso a internet, pero, explica Marcella Larry, “la zona está tan mal que resulta peligroso andar por esas calles”. El dormitorio de Ma’Niyah, en el que cuelga un atrapasueños con plumas, da a un patio con césped en el que los tiros de las bandas retumbaron durante dos noches el verano pasado. Ma’Niyah huyó en busca de la seguridad del salón.

El problema se ha intentado abordar con un gran mosaico de intentos. La agencia de viviendas públicas de la zona, la Autoridad de Viviendas Metropolitana de Cuyahoga, le dio una tableta a Ma´Niya y un punto de acceso inalámbrico a través de un programa piloto para ayudar a cerrar la “brecha de deberes” entre los niños que tienen ordenadores conectados a internet en casa y los que no. Marcella Larry, su madre, cumple los requisitos para acogerse a un programa de descuentos de la compañía de telecomunicaciones AT&T para familias que reciben ayudas para manutención: un servicio de DSL -mucho más lento de lo que el Gobierno define como banda ancha- por línea telefónica por entre 5 y 10 dólares (entre unos 4,8 y 9,6 euros) al mes. Dista mucho de una solución a largo plazo. AT&T accedió a ofrecer el paquete durante cuatro años como parte de su estrategia para obtener el visto bueno a la adquisición de Direct TV.

Marcella y Ma´Niyah son parte de los millones de personas que se encuentran en el lado equivocado de la persistente brecha digital de Estados Unidos. Según una encuesta de Pew Research, un tercio de los adultos estadounidenses no están suscritos a ningún servicio de internet en su hogar más rápido que las conexiones por línea conmutada de hace años. No lo están cuando muchas tareas básicas -buscar trabajo, hacer los deberes, acceder a servicios sociales e incluso trabajar- requieren estar en línea. Incluso muchas personas que están dispuestas a pagar por este servicio no lo pueden obtener. 34 millones de estadounidenses carecen de acceso a servicios de banda ancha según la definición de la Comisión Federal de Comunicaciones de EEUU (FCC, por sus siglas en inglés): una velocidad de bajada de al menos 25 megabits por segundo y una velocidad de subida de tres megabits por segundo. Estas velocidades son lo que el director de la FCC, Tom Wheeler, considera “elementos esenciales para las comunicaciones del siglo XXI”.

Las personas sin un buen ancho de banda no está necesariamente desconectadas del todo. Muchas dependen de los teléfonos inteligentes, pero debido al tamaño de las pantallas  y los límites de las tarifas de datos, no representan un sustituto adecuado de la conexión en casa.

Su ausencia en algunas comunidades es un problema cada vez mayor en un momento en el que los empleos del futuro serán cada vez más digitales: según la Oficina de Estadísticas del Trabajo de Estados Unidos, 500.000 puestos de trabajo en el ámbito de las tecnologías de la información se crearán durante los próximos años. En la actualidad, y según estudios conjuntos de Microsoft Research y Pew Research Center, ya uno de cada 20 adultos estadounidenses obtiene parte de sus ingresos de la llamada economía gig y los empleos informados y puntuales que promueve (sin incluir los servicios de transporte o alquiler de viviendas). La previsión es que las oportunidades de este tipo no hagan más que aumentar, aunque para la gente que cuente con banda ancha en sus casa.

En Cleveland, que junto con Detroit figura en la lista de las ciudades peor conectadas de Estados Unidos, la ayuda ya está en camino para algunos residentes. Proyectos de viviendas públicas como el que habitan Marcella y Ma’Niyah Larry están a punto de beneficiarse de un ambicioso proyecto pensado para proporcionar el servicio de conexión a internet más rápido de la ciudad a partir de la combinación de redes de fibra óptica y un nuevo tipo de conexiones inalámbricas.

Sin embargo, por el momento no existe ninguna solución completa para estas ciudades, tampoco para el país al completo. A pesar de haber inventado los protocolos de internet, Estados Unidos se ha quedado muy rezagado en comparación con gran parte del mundo industrializado en cuanto a su velocidad de ancho de banda y la asequibilidad de las conexiones a internet de calidad, un problema especialmente notorio en los centros urbanos y las zonas rurales. Durante la historia de Estados Unidos, el país se volcó para conseguir un acceso universal tanto a la electricidad como a las líneas telefónicas. El país necesita ahora un ambicioso plan para mejorar la conexión a internet, reducir su coste y lograr que niñas como Ma’Niyah y cualquier otra persona que lo necesite puedan tenerla.

Abrir las puertas

Por supuesto, los ordenadores y la conexión por banda ancha no dan paso como por arte de magia a títulos universitarios y mejores empleos. Después de todo, una gran parte de lo que hace la gente en internet una vez lo consigue apenas puede considerarse productivo. Pero puede que la razón sea que algunas personas carecen de la formación adecuada para usar de manera eficaz el software y los servicios en línea. Y existe mucha correlación entre el acceso a una conexión de banda ancha y el nivel de ingresos o la obtención de trabajo. Como dice el consejero sobre asuntos económicos de la Casa Blanca, “la brecha digital tiene probabilidades de representar tanto una causa como una consecuencia de otras disparidades demográficas”.

Cuando la gente sí obtiene ancho de banda y formación informática, sus vidas pueden cambiar de manera considerable. Un ejemplo es el caso de Monica Moore. Madre soltera en un barrio en decadencia de la zona este de Cleveland, Moore había trabajado más de 20 años como archivista en la clínica Cleveland. Entonces, hace tres años llegaron las malas noticias: “En el trabajo, dijeron que todo pasaría a ser historiales médicos electrónicos, que iban a externalizar mi trabajo”, recuerda Moore, ahora de 47 años de edad. “Dios mío, mi empleo”, pensó.

Moore tenía pocas habilidades informáticas y rara vez utilizaba internet. El alto coste del servicio de Time Warner Cable le mantenía fuera de la red. Pero al enfrentarse a la perspectiva de perder su empleo, se armó de valor y entró en un centro de formación llamado el Centro de Comunidad de Ashbury. Empezó a aprender a utilizar software como Office y Excel, y acabó estudiando asignaturas en línea de la Universidad de Phoenix (EEUU). Dedicó noche tras noche a estudiar hasta que, a principios de 2016, obtuvo un título universitario en finanzas. Es una de las más de 6.000 personas que han aprendido informática durante los últimos cinco años gracias al Centro Comunitario de Ashbury y los socios de la organización sin animo de lucro Conecta Tu Comunidad.

Hoy, Moore aún trabaja para la Clínica Cleveland. Pero ha obtenido un nuevo puesto en el que gana 20.000 dólares (unos 19.200 euros) al año más que el anterior: edita y sube informes digitales en el concurrido laboratorio de cateterización cardíaca. “He estado 20 años estancada en el mismo trabajo porque no tenía los medios, la tecnología”, indica Moore. “Esto [la formación informática] me ha abierto muchas puertas, y estoy muy agradecida”. A medida que terminaba sus estudios universitarios, Moore cambió de parecer sobre la importancia de contar con acceso a internet en su casa. Decidió que merecía la pena pagar 154 dólares (unos 147 euros) al mes por un contrato de cable con acceso a internet de alta velocidad en su nueva casa en el suburbio de Cleveland Euclid Sur.

Rápido y barato

Para resolver el problema del acceso a internet para las personas de con menos ingresos, Cleveland necesita centrar su atención en las viviendas públicas o subvencionadas, donde residen 50.000 de los 375.000 habitantes de la ciudad. Me desplacé hasta la planta 14 de un proyecto de viviendas públicas llamado Cedar Estates con el CEO de una organización local sin ánimo de lucro llamado DigitalC, Lev Gonick. Allí, mientras estábamos bajo la lluvia, pudimos observar una vista panorámica del auge y caída de la industria de Estados Unidos. Al norte estaba la Torre Terminal, un símbolo de la fuerza económica que tuvo la región: un edificio de 52 plantas de estilo art decó que llegó a ser el segundo más alto del país. Hacia el sur,  el humo salía de dos plantas acereras, los vestigios de una industria local que hoy da trabajo a menos de 2.000 personas cuando en su momento llegó a darlo a 47.000. También ante nuestros ojos: fábricas abandonadas y manzanas de casas del estilo de construcción balloon frame que prácticamente carecen de valor.

Gonick, el CEO de DigitalC, señaló el Hospital Caritativo de San Vicente, a un kilómetro de donde nos encontrábamos. Una red de fibra óptica de alta velocidad pasa por el hospital; construida gracias a una subvención federal para estimular la economía en 2009. Esa red conecta instituciones que incluyen al menos 800 colegios, instalaciones médicas y edificios gubernamentales en la zona metropolitana de Cleveland. El plan actual es ampliar la red hasta los residentes de los proyectos de vivienda pública. Llevar la fibra óptica desde el Hospital Caritativo de San Vicente hasta Cedar Estates y otros edificios cercanos costaría 350.000 dólares (unos 335.000 euros). DigitalC, en cambio, quiere cerrar esa brecha con una tecnología inalámbrica cuya instalación costará la décima parte: un sistema de transmisión de onda milimétrica de una empresa llamada Siklu. El nuevo servicio será capaz de proporcionar conexiones de un gigabit por segundo al edificio, y un banco de servidores en la sala de telefonía ubicada en el sótano de Cedar Estates utilizará la red de telefonía de cobre existente para proporcionar ancho de banda a las 163 viviendas.

El objetivo: proporcionar el servicio más rápido y barato de la ciudad para eliminar por completo la barrera económica a la que se enfrentan los residentes más pobres. Gonick cree que el proyecto completo resulta tan barato de construir que cuando se le añada un subsidio de la FCC (llamado “línea vital”) de 9,25 dólares (unos 8,85 euros) al mes, todos los inquilinos del proyecto de viviendas públicas podrán permitirse fácilmente la conexión de banda ancha.

Aunque facilitar un servicio rápido y barato es un objetivo de por sí, DigitalC y sus socios también tienen planes de equipar a todos los inquilinos de la Autoridad de Viviendas Metropolitana Cuyahoga con ordenadores y programas de formación similares a los que ofrece el centro comunitario Ashbury. Los inquilinos también serán enviados a escuelas de formación profesionales como Career Online High School. Al mismo tiempo, el Gobierno del Condado de Cuyahoga está trabajando para ofrecer más servicios en línea, incluidas la formación profesional, el registro para obtener beneficios sociales y potencialmente un servicio de citas de telemedicina, según el director de Información y Transformación del condado, Scot Rourke. “Queremos hacer más que gestionar la pobreza”, explica. “Si disponemos de ancho de banda, podemos llevar a cabo un mayor número de acciones educativas y formativas. Tenemos que dirigir a la gente hacia empleos que les proporcionen el sueldo que les permita salir de la pobreza“.

Los caminos hacia ese tipo de trabajos existen para quienes los busquen. Uno de los nuevos negocios dentro de la Torre Terminal es WeCanCodeIt, un boot camp de ingeniería de software de 12 semanas de duración para gente con poca experiencia tecnológica. El programa busca prepararlos para trabajos como el desarrollo web. Una alumna es Melissa Hughes, de 40 años, que dejó su trabajo como orientadora de pruebas de VIH en Filadelfia (EEUU) y ahora está desempleada. “En mi campo anterior no había estabilidad”, dice. “Adquirir conocimiento de programación me abrirá más oportunidades”.

Nuevas iniciativas para enseñar a los más pequeños a programar también están tomando forma. En un semanario reciente de “programación hip-hop” organizado por varias instituciones académicas en un espacio de oficinas del centro urbano, profesores y bibliotecarios se fotografiaron haciendo pasos de break dance y después utilizaron Scratch, el popular lenguaje de programación y comunidad en línea creados por el Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT, EEUU), para diseñar animaciones multimedia de sus hazañas. La bibliotecaria del suburbio de Cleveland Warrensville Heights explicó al público lo que tenía en mente: los niños que abarrotan la biblioteca después del colegio en busca de actividades. “Queremos enseñar a los niños cómo crear cosas en línea, no sólo cómo encontrar información”, explicó entre pasos de baile. “Si puedes lograr que los más pequeños empiecen a pensar en cómo programar, les ayudará a medida que crezcan”.

Perder el miedo

Mientras que el proyecto de Gonick podría convertirse en un modelo para expandir una conexión de banda ancha económica en viviendas públicas junto a programas educativos que promuevan su buen uso, también se necesita solucionar un problema más amplio: ¿cómo podemos lograr que haya infraestructuras digitales más baratas en el resto del país? La clave consiste en estimular la competencia. Por ejemplo, después de que Google empezara a ofrecer ancho de banda por medio de líneas de fibra óptica en la zona de la Ciudad de Kansas (EEUU) en 2013, los proveedores existentes aumentaron la velocidad de sus servicios en un 86 % respecto a lo que ofrecían un año antes; el mayor incremento del país en ese momento, según Akamai Technologies.

Pero Cleveland no ha tenido tanta suerte. Sólo dispone de dos empresas que proporcionan servicios de conexión a internet, Time Warner Cable y AT&T, que apenas puede competir. AT&T no ofrece en la mayor parte de la ciudad nada que se asemeje a los que la FCC considera una conexión de banda ancha, y algunas calles sólo pueden obtener conexión por línea conmutada.

La situación quizá sea peor en las zonas rurales. A una hora en coche hacia el este de Cleveland, se llega a la comunidad de Andover, en la frontera con el estado de Pensilvania (EEUU). Gran parte de la región sólo dispone de un lento servicio de DSL de Century Link. “Afirman que es de ‘alta velocidad’, pero para descargar algo tarda literalmente minutos”, señala la jubilada Cindy Schwenk y que colabora a tiempo parcial en la Biblioteca Pública de Andover. Cuando se encuentra allí, puede utilizar la red wifi para descargar cosas en su smartphone en cuestión de segundos porque el edificio, a diferencia de los hogares de la zona, dispone de una rápida conexión cortesía de un consorcio estatal de bibliotecas. Algunas personas se quedan en sus coches justo fuera del edificio después de la hora de cierre para conectarse a internet.

La zona de Andover depende económicamente de residentes temporales que disfrutan de sus vacaciones en el cercano lago Pymatuning. Pero otras zonas sin este tipo de atractivos pueden quedarse atrás en una economía cada vez más digital.

¿Cómo podemos impulsar la competencia en estos sitios? Un modelo está emergiendo: permitir a los gobiernos locales encontrar socios que construyan la infraestructura básica de fibra óptica, o al menos la canalización vacía que aloja los cables bajo tierra, para después permitir a los proveedores de servicios competir por clientes mediante tales redes (o llevar la fibra óptica por el conducto, según el caso). Eso es lo que están haciendo varias ciudades, incluida la meca del aeroespacio de Huntsville, Alabama (EEUU).

Lo que está sucediendo en Huntsville no es ingeniería aeroespacial. La ciudad está construyendo la infraestructura básica de fibra óptica, conocida como “fibra oscura”. Después, Google “alumbrará” la fibra óptica y proporcionará el servicio. En Ammon, Idaho (EEUU), la ciudad construyó una red de fibra óptica y permite a proveedores privados competir entre sí. Ahora los clientes pueden utilizar una interfaz web para cambiar de proveedor en cuestión de segundos. No hay necesidad de instalar las cajas de servicios por cable específicas de una empresa determinada ni las cajas de interconexión óptica que abundan en los hogares de todo el país.

Pero en la mayoría de los sitios, los esfuerzos por instalar nuevas redes a menudo chocan con obstáculos claramente poco tecnológicos. Por ejemplo, los postes de telefonía o electricidad. Casi siempre son propiedad de una empresa eléctrica o de telefonía, y estas tienen interés en que añadir cables de fibra óptica a sus postes sea lento y costoso. La FCC ha refinado la normativa que regula cómo las empresas se unen a los postes, pero, bajo las leyes federales, las reglas sólo benefician a los proveedores de servicios de internet, las empresas de telefonía y las empresas de servicios por cable. Si la entidad que intenta instalar fibra óptica resulta ser, por ejemplo, una agencia de reurbanización del condado en una zona rural, las regulación de la FCC no se aplica. En ese caso, los propietarios de los postes tienen la potestad para alargar y entorpecer el proceso, incluso si el gobierno estatal o local ha dicho a la agencia que puede utilizarlos.

Para el director de la iniciativa comunitaria de redes de banda ancha del Instituto de Autosuficiencia Local, Christopher Mitchell, acabar con la burocracia para instalar fibra óptica y adoptar modelos de servicios flexibles para facilitar la competencia podría “ayudar a abandonar los rígidos modelos actuales de servicios informáticos”. Esto, opina, podría ayudar a acabar por fin con la brecha digital de Estados Unidos.

¿Se merecen todas las personas un acceso rápido y asequible a internet, al igual que el suministro de agua, el alcantarillado, la electricidad y el servicio telefónico? En el piso de Ma’Niyah Larry y en el centro comunitario de Ashbury, donde Monica Moore redirigió su carrera, se puede compartir ese argumento. “Nunca faltan personas que quieren presentarse aquí y aprender”, comentó el director del proyecto de colaboración Conecta Tu Comunidad, Bill Callahan, mientras recorríamos el centro comunitario.

Una de esas personas fue Claudette Hughley, una ayudante de fisioterapia de 55 años de edad sin empleo y madre de tres hijos mayores de edad. Ha pasado su vida “desconectada” y necesita encontrar un trabajo. Ahora ha aprendido a utilizar el correo electrónico, crear y editar documentos de Word y cómo buscar ofertas de trabajo en línea. Todos son pequeños pasos hacia superar totalmente la brecha digital. “Simplemente, me siento cada vez más cómoda con cosas así”, explica. “Quiero abrir mi mente y no sentir miedo”.

*Datos de los gráficos: Consejo de Asesores Económicos, Pew Research (2015)