Cuando lleguen las elecciones presidenciales en noviembre, sea quien sea el sucesor de Barack Obama en la Casa Blanca, la NSA seguirá espiando a americanos y extranjeros. Los dos candidatos muestran una asombrosa similitud en sus ideas sobre la NSA.
Cuando lleguen las elecciones presidenciales en noviembre, sea quien sea el sucesor de Barack Obama en la Casa Blanca, la NSA seguirá espiándote.
Hay cosas que nunca cambian, el Sol sale por el Este, el agua moja, y los países se espían los unos a los otros. Hillary Clinton y Donald Trump, los presuntos candidatos Demócrata y Republicano respectivamente, no difieren mucho en cuanto a la NSA ni en opiniones sobre Edward Snowden.
La NSA tiene una doble función, en cuanto a sus capacidades de conseguir y agregar información se refiere, la realizada a ciudadanos estadounidenses, y al resto. La primera es la que está siendo revisada tras las revelaciones de Snowden hace años, pero sin garantías de cambios de calado.
La segunda es considerada por la mayoría de legisladores y miembros del ejecutivo de Washington como algo a mantener, e incluso incrementar. Al fin y al cabo, espiar es espiar. Y Estados Unidos lo hace muy bien.
No obstante, durante 2013, la CIA, la NSA, la NRO y demás miembros del aparato de inteligencia recibieron casi 13.000 millones de dólares para ser utilizados en materia de recolección, análisis y procesado de datos interceptados.
Qué haría Trump
“Lo que hace de una presidencia de Trump algo verdaderamente terrorífico es la idea de tenerlo a él al mando del aparato de seguridad americano“. Así comenzaba Ryan Cooper, veterano reportero político de Washington, una columna sobre el candidato del Partido Republicano.
En 2013, en una entrevista en Fox, Donald Trump afirmó que Snowden era un “traidor”, y que debería ser tratado como tal.
Trump: Pienso que Snowden es una gran amenaza, creo que es un horrible traidor y tú sabes lo que solíamos hacer en la época dorada cuando éramos un país fuerte, sabes qué hacíamos con los traidores, ¿verdad?
Entrevistador: Bueno, los matábamos, Donald.
Luego prosiguió afirmando todo el daño de Snowden a Estados Unidos, y que deben traerlo de vuelta.
Trump: Este hombre está haciendo daño al país, y además nos está haciendo quedar como bobos. No podemos permitir a este hombre salir por ahí, regalar todos nuestros secretos y avergonzarnos. Deberíamos ir a por él y traerle de vuelta.
No es que Obama sea un gran fan de Snowden. En el pasado el actual Presidente ha usado terminología no muy distinta a la de Donald Trump, pero la retórica de Trump pasa más por la emoción que por el garantismo jurídico para Snowden.
En cuanto a reformar la NSA, a nivel de espionaje de sus propios ciudadanos, Donald Trump afirmaba a finales de 2015 que estaba de acuerdo con mantener la recolección de metadata, la información relacionada con los datos de las telecomunicaciones de los estadounidenses que en ocasiones puede ser tan reveladora como los propios datos, pero que permite crear una retórica de protección de garantías de privacidad.
“Tiendo a ponerme de parte de la Seguridad” decía Trump a Hugh Hewitt, tras un debate con Marco Rubio —en la misma posición— y Ted Cruz. El texano era el único de los tres que se demostraba contento de que el programa de recolección de metadata fuera detenido. Para ser un candidato anti-establishment, Donald Trump parece estar muy de acuerdo con el control total y absoluto de las vidas de sus ciudadanos.
Trump se reafirmaba: “cuando tienes el mundo que está mirándonos y pensando en destruirnos, me pongo del lado de la seguridad”. Luego el candidato republicano afirmó que rehabilitaría parte de la Patriot Act que permitía la recolección de los metadata.
Algo más revelador del propio Trump fue la siguiente admisión.
Trump: Asumo que cada vez que descuelgo el teléfono hay gente escuchando mis conversaciones de todas formas, si quieres que te diga la verdad.
Edificante.
Y si gana Clinton
Se puede discutir que la candidata del Partido Demócrata tiene múltiples, variadas e importantes diferencias con su rival Republicano. En cuanto a la la actuación de NSA sobre ciudadanos estadounidenses, hay alguna distinción clave, aunque sea retórica.
En una entrevista con Kara Swisher, de Recode:
Clinton: Bueno, pienso que la NSA debe ser más transparente con lo que está haciendo, compartir con los americanos, cosa que no ha estado haciendo. Y creo que gran parte de las reacciones sobre la NSA, era de gente que se sentía traicionada. “Espera, no me has dicho que estabas haciendo esto”. Y ahora de repente, estás leyéndolo en la portada de los periódicos.
Así que cuando me preguntan: “Tú lo frenarías?”. Bueno, la NSA tiene que actuar acorde a la ley. Y nosotros como país debemos decidir cuáles son las normas.
El principal problema es que Hillary Clinton ha mantenido posiciones de poder durante la década pasada, tanto en el Senado como en la Casa Blanca como Secretaria de Estado, definiendo las mismas normas que afirma hará cumplir a la NSA.
Clinton habla de “encontrar un equilibrio”, pero no estaba dentro del grupo de Representantes Demócratas que apoyaban legislación que añadiría transparencia a las labores de la NSA.
La candidata tiene una intensa y burocrática lucha interna con la NSA que se remonta a su época como Secretaria de Estado. Durante su carrera presidencial en 2008, Clinton se quedó enganchada a su BlackBerry. El problema es que cuatro años después, su nuevo puesto hacía necesario medidas de seguridad que su Berry no era capaz de gestionar. Clinton pasó meses pidiendo que la NSA le confeccionara una BlackBerry especial, como la de Barack Obama. Laagencia se negó, Clinton se hizo la despistada, y no solo continuó haciendo uso de tu confiado aparato, empezó a usar su email personal, con servidor en su domicilio, para labores de Estado. Algo que el FBI lleva años en plena investigación formal, mientras analiza si hay que presentar cargos.
Lo cual nos lleva a la siguiente cuestión. Es difícil saber cómo gestionaría Clinton el propuesto perdón presidencial a Edward Snowden, pero parece que no estaría por la labor.
Clinton: Violó las leyes de los Estados Unidos. Podía haber sido un delator de ilegalidades. Habría conseguido todas las protecciones de un delator. Podría haber advertido de todas las preocupaciones que ha advertido. Y pienso que habría habido una respuesta positiva.
Clinton olvida cómo trata el Pentágono a los delatores legales internos. El caso de John Crane, un alto oficial de la institución militar, intentó proteger la tarea de estos ciudadanos, pero fue rutinariamente desdeñado y apartado de sus responsabilidades.
También olvida la historia de delatores como Bill Binney, que dimitió tras tres décadas en la NSA cuando se enteró de la extensión de los programas de vigilancia nacional en 2001. En 2007, el FBI asaltó su hogar y requisó sus ordenadores y discos, dos meses tras haber haber sido descartado que rompiera ninguna ley. O de Thomas Drake, o de J. Kirk Wiebe, o de Diane Roark, ejemplos de delatores internos que siguieron el procedimiento y fueron acusados de delitos, arrastrados por la vía judicial durante años y acosados por el FBI. Todo por seguir el consejo que Clinton daba a Snowden.
Cuando lleguen las elecciones presidenciales en noviembre, sea quien sea el sucesor de Barack Obama en la Casa Blanca, la NSA seguirá espiando a americanos y extranjeros. Los dos candidatos muestran una asombrosa similitud en sus ideas sobre la NSA.
Cuando lleguen las elecciones presidenciales en noviembre, sea quien sea el sucesor de Barack Obama en la Casa Blanca, la NSA seguirá espiándote.
Hay cosas que nunca cambian, el Sol sale por el Este, el agua moja, y los países se espían los unos a los otros. Hillary Clinton y Donald Trump, los presuntos candidatos Demócrata y Republicano respectivamente, no difieren mucho en cuanto a la NSA ni en opiniones sobre Edward Snowden.
La NSA tiene una doble función, en cuanto a sus capacidades de conseguir y agregar información se refiere, la realizada a ciudadanos estadounidenses, y al resto. La primera es la que está siendo revisada tras las revelaciones de Snowden hace años, pero sin garantías de cambios de calado.
La segunda es considerada por la mayoría de legisladores y miembros del ejecutivo de Washington como algo a mantener, e incluso incrementar. Al fin y al cabo, espiar es espiar. Y Estados Unidos lo hace muy bien.
No obstante, durante 2013, la CIA, la NSA, la NRO y demás miembros del aparato de inteligencia recibieron casi 13.000 millones de dólares para ser utilizados en materia de recolección, análisis y procesado de datos interceptados.
Qué haría Trump
“Lo que hace de una presidencia de Trump algo verdaderamente terrorífico es la idea de tenerlo a él al mando del aparato de seguridad americano“. Así comenzaba Ryan Cooper, veterano reportero político de Washington, una columna sobre el candidato del Partido Republicano.
En 2013, en una entrevista en Fox, Donald Trump afirmó que Snowden era un “traidor”, y que debería ser tratado como tal.
Luego prosiguió afirmando todo el daño de Snowden a Estados Unidos, y que deben traerlo de vuelta.
No es que Obama sea un gran fan de Snowden. En el pasado el actual Presidente ha usado terminología no muy distinta a la de Donald Trump, pero la retórica de Trump pasa más por la emoción que por el garantismo jurídico para Snowden.
“Tiendo a ponerme de parte de la Seguridad” decía Trump a Hugh Hewitt, tras un debate con Marco Rubio —en la misma posición— y Ted Cruz. El texano era el único de los tres que se demostraba contento de que el programa de recolección de metadata fuera detenido. Para ser un candidato anti-establishment, Donald Trump parece estar muy de acuerdo con el control total y absoluto de las vidas de sus ciudadanos.
Trump se reafirmaba: “cuando tienes el mundo que está mirándonos y pensando en destruirnos, me pongo del lado de la seguridad”. Luego el candidato republicano afirmó que rehabilitaría parte de la Patriot Act que permitía la recolección de los metadata.
Algo más revelador del propio Trump fue la siguiente admisión.
Edificante.
Y si gana Clinton
Se puede discutir que la candidata del Partido Demócrata tiene múltiples, variadas e importantes diferencias con su rival Republicano. En cuanto a la la actuación de NSA sobre ciudadanos estadounidenses, hay alguna distinción clave, aunque sea retórica.
En una entrevista con Kara Swisher, de Recode:
El principal problema es que Hillary Clinton ha mantenido posiciones de poder durante la década pasada, tanto en el Senado como en la Casa Blanca como Secretaria de Estado, definiendo las mismas normas que afirma hará cumplir a la NSA.
Clinton habla de “encontrar un equilibrio”, pero no estaba dentro del grupo de Representantes Demócratas que apoyaban legislación que añadiría transparencia a las labores de la NSA.
La candidata tiene una intensa y burocrática lucha interna con la NSA que se remonta a su época como Secretaria de Estado. Durante su carrera presidencial en 2008, Clinton se quedó enganchada a su BlackBerry. El problema es que cuatro años después, su nuevo puesto hacía necesario medidas de seguridad que su Berry no era capaz de gestionar. Clinton pasó meses pidiendo que la NSA le confeccionara una BlackBerry especial, como la de Barack Obama. Laagencia se negó, Clinton se hizo la despistada, y no solo continuó haciendo uso de tu confiado aparato, empezó a usar su email personal, con servidor en su domicilio, para labores de Estado. Algo que el FBI lleva años en plena investigación formal, mientras analiza si hay que presentar cargos.
Lo cual nos lleva a la siguiente cuestión. Es difícil saber cómo gestionaría Clinton el propuesto perdón presidencial a Edward Snowden, pero parece que no estaría por la labor.
Clinton olvida cómo trata el Pentágono a los delatores legales internos. El caso de John Crane, un alto oficial de la institución militar, intentó proteger la tarea de estos ciudadanos, pero fue rutinariamente desdeñado y apartado de sus responsabilidades.
También olvida la historia de delatores como Bill Binney, que dimitió tras tres décadas en la NSA cuando se enteró de la extensión de los programas de vigilancia nacional en 2001. En 2007, el FBI asaltó su hogar y requisó sus ordenadores y discos, dos meses tras haber haber sido descartado que rompiera ninguna ley. O de Thomas Drake, o de J. Kirk Wiebe, o de Diane Roark, ejemplos de delatores internos que siguieron el procedimiento y fueron acusados de delitos, arrastrados por la vía judicial durante años y acosados por el FBI. Todo por seguir el consejo que Clinton daba a Snowden.
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