Al menos hasta que alguien se da cuenta de que el estudio tiene más investigadores que muestras (como en este ejemplo) o que el dato peca de algún error (como este otro) y lo denuncia. De ahí la importancia de lugares como Maldita, que nos ayudan a combatir los bulos y las mentiras.
¿Alguna vez te has sentido engañado por un argumento sospechoso? En este artículo repasamos algunos de estos engaños pseudocientíficos con ejemplos comunes.
¿Qué es una falacia y por qué luchar contra ellas?
Las falacias son falsos argumentos. Se los considera recursos argumentativos que no se sostienen lógicamente. Se aprovechan de los sentimientos y la ignorancia del contrario para tratar de convencerle de algo, generalmente de algo que es mentira. Estos argumentos conducen a error y no buscan la verdad, sino la persuasión.
Los vemos mucho en los anuncios, en los ‘debates’ televisados e incluso se cuelan en las noticias. Suponen un problema serio para la sociedad. Una ciudadanía engañada es fácilmente manipulable, por lo que trataremos de poner ejemplos realistas para que estos engaños sean identificados.
Falacia de asociación: culpabilidad por cercanía
La falacia de asociación es uno de los falsos
argumentos más utilizados en política. Consiste en afirmar “que las
cualidades de un objeto específico se corresponden con las de un grupo
general”. No aporta pruebas a favor o en contra de ningún dato. Solo
emite ruido. Un ejemplo corriente:
Vega es una madre de 34 años con dos hijas que apoya a la formación naranja.
Vega pertenece a un grupo de madres en un grupo de WhatsApp.
Falacia: el resto de madres votan a la formación naranja.
Y otro, también político, típico de la televisión:
El partido político Alfa está en contra de subir las pensiones.
El partido político Beta pacta con Alfa sobre educación.
Falacia: el partido político Beta está en contra de subir las pensiones.
Hace un tiempo la Universidad de Nueva York trabajaba en un estudio que relacionaba cierto grado de psicopatía con la música escuchada. Este tipo de estudios es caldo de cultivo para la pseudociencia. Por ejemplo, si se descubre que el 90% de los psicópatas escucha a Marilyn Manson, una falacia de asociación será la de llamar psicópata a quien también lo escuche, solo por estar remotamente relacionado.
Para rebatirla: Identifique las consecuencias y sostenga que el que queramos que algo sea cierto no hace que sea verdad.
Argumento ad verecundiam: es verdad porque lo dice Paco
Un argumento muy común en los anuncios es el argumento ad verecundiam,
el dar por cierta una información tomando como argumento quién es su
emisor. Por ejemplo, que un futbolista diga que tal o cual maquinilla es
la mejor del mercado.
Otro caso: un grupo ecologista alerta sobre el peligro de un vertido
tóxico junto a la costa. ¿Los creemos porque son ecologistas? ¿Debemos
pensar que es mentira porque tratan de maximizar el problema, siendo
quienes son? En realidad, ninguna de las dos aproximaciones es
razonable.
Lo coherente es ir con un equipo técnico, hacer mediciones objetivas, e informar en función de ellas, como hicieron Mona Hanna-Attisha y el profesor Marc Edwards, los ganadores del premio a la desobediencia del MIT. Esto no suele darse, y es frecuente toparse en los medios con opiniones personales de famosos que acaban por convertirse en falsas verdades.
Para rebatirla: Demuestre que o – la persona citada no es una autoridad en el campo o – hay desacuerdo entre las autoridades sobre el asunto en cuestión.
Argumento ad hominem: es mentira porque lo dice Paco
Si el argumento ad verecundiam daba la razón a alguien solo por el hecho de ser quien es, el argumento ad hominem la quita para atacar al contrario. Suele usarse en campaña electoral para desprestigiar al oponente.
—¿Lo dijo Paco? Debe de ser mentira, porque lo ha dicho él.
En realidad, el argumento ad hominem no busca rebatir nada, solo atacar. Persigue descalificar al contrario e ir minando poco a poco el debate. Por el mismo motivo resulta complicado rebatirlo, no suele haber nada que rebatir.
Para rebatirla: Identifique el ataque y demuestre que ni la personalidad ni las circunstancias de la persona tienen nada que ver con la verdad o falsedad de la proposición que se defiende.
Argumento ad baculum: ¿Cómo no vas creerme, si somos amigas?
Si el lector ha apalancado alguna vez capital en bolsa, sin duda le resultará más fácil de entender la falacia ad baculum. Imaginémonos que hablamos con un conocido que nos cuenta algo, un hecho del que dudamos. Al vernos dudar, nos responde:
—¿Cómo voy a confiar en ti si dudas de mí?
Está usando la falacia ad baculum. Basaría su credibilidad en una afirmación que ni siquiera ha demostrado. A menudo está relacionada con la persuasión y la cercanía, y es la que usan los padres para decirnos que los Reyes Magos existen. ¿Cómo no vas a creer a tus padres?
Para rebatirla: Identifique la amenaza y la proposición, y deje claro que la amenaza no tiene relación con la verdad o falsedad de la proposición.
Argumento ex populo: millones de moscas no pueden estar equivocadas
La gente suele tener opinión sobre temas que desconoce. Esto es
perfectamente legítimo, ya que todos podemos opinar. Diferente es que
tengamos razón. Cuando se usa una encuesta pública con opiniones no
acertadas para defender un argumento, tenemos una falacia ex populo.
Que mucha gente piense que algo sea cierto no significa que lo sea. Miremos el ejemplo del terraplanismo, la homeopatía o la parapsicología. La popularidad de una idea no tiene ninguna relación con su veracidad. Aunque la encuesta pueda ser interesante para medir el nivel de cultura de la gente, no sirve como argumento para defenderla.
Para rebatirla: La frase popular de las moscas es, sin duda, contundente como pocas, además de señalar el camino: incidir en que la popularidad de una idea no tiene ninguna relación con su veracidad.
Argumento ad ignorantiam: como no puedes probar lo contrario, es verdad
¿Alguna vez has encontrado alguien que afirma que el Sol es hueco? Estas personas suelen usar argumentos ad ignorantiam
para sostener sus ideas. Nadie ha ido a bucear el Sol y ver si está o
no hueco. Como no se puede probar que sea denso, ¿será hueco?
Lo cierto es que no. Todos los cuerpos del sistema solar aumentan en densidad cuando avanzamos desde las capas exteriores a su centro. Que no podamos ir a medir no significa que no usemos otras herramientas teóricas y experimentales para sacar conclusiones. Lo contrario es el argumento ad ignorantiam.
Para rebatirla: Poner el dedo sobre el hecho de que pese a no conocer algo, si hago una afirmación sobre ese algo tengo que demostrar ese algo, ni más, ni menos, y que no tengamos ni idea de lo que pasa no le da a él carta blanca para inventarse lo que sea.
Falacia tu quoque: si te equivocas, estás perdido
¿Alguna vez te has preguntado por qué los políticos nunca reculan?
Aunque se equivoquen, y especialmente si se equivocan, meten primera y
tiran para adelante sin mirar atrás. La razón se encuentra en la falacia tu quoque, que relaciona un error previo con no tener la razón en un debate.
Cuando un personaje público se equivoca, sus ideas futuras suelen ser
atacadas echando la vista atrás y recordando aquel error. Sin embargo,
que una persona se haya equivocado previamente no significa que lo
vuelva a hacer en el futuro.
Falacias y falsos argumentos hay muchos. La ARP, Sociedad para el Avance del Pensamiento Crítico, dispone en una sección de su web los argumentos más comunes, con ejemplos actuales y mecanismos (racionales) de defensa. Solo una ciudadanía crítica puede saber cuándo la engañan.
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Las pseudociencias, las fake news y las falacias campan a sus anchas por internet. Resulta extraordinariamente fácil inventar una mentira y liberarla a la red de redes. Allí se suele dar el efecto bola de nieve, y tanto datos inventados como falsos estudios tienden a tomar consistencia.
Al menos hasta que alguien se da cuenta de que el estudio tiene más investigadores que muestras (como en este ejemplo) o que el dato peca de algún error (como este otro) y lo denuncia. De ahí la importancia de lugares como Maldita, que nos ayudan a combatir los bulos y las mentiras.
¿Alguna vez te has sentido engañado por un argumento sospechoso? En este artículo repasamos algunos de estos engaños pseudocientíficos con ejemplos comunes.
¿Qué es una falacia y por qué luchar contra ellas?
Las falacias son falsos argumentos. Se los considera recursos argumentativos que no se sostienen lógicamente. Se aprovechan de los sentimientos y la ignorancia del contrario para tratar de convencerle de algo, generalmente de algo que es mentira. Estos argumentos conducen a error y no buscan la verdad, sino la persuasión.
Los vemos mucho en los anuncios, en los ‘debates’ televisados e incluso se cuelan en las noticias. Suponen un problema serio para la sociedad. Una ciudadanía engañada es fácilmente manipulable, por lo que trataremos de poner ejemplos realistas para que estos engaños sean identificados.
Falacia de asociación: culpabilidad por cercanía
La falacia de asociación es uno de los falsos argumentos más utilizados en política. Consiste en afirmar “que las cualidades de un objeto específico se corresponden con las de un grupo general”. No aporta pruebas a favor o en contra de ningún dato. Solo emite ruido. Un ejemplo corriente:
Y otro, también político, típico de la televisión:
Hace un tiempo la Universidad de Nueva York trabajaba en un estudio que relacionaba cierto grado de psicopatía con la música escuchada. Este tipo de estudios es caldo de cultivo para la pseudociencia. Por ejemplo, si se descubre que el 90% de los psicópatas escucha a Marilyn Manson, una falacia de asociación será la de llamar psicópata a quien también lo escuche, solo por estar remotamente relacionado.
Para rebatirla:
Identifique las consecuencias y sostenga que el que queramos que algo sea cierto no hace que sea verdad.
Argumento ad verecundiam: es verdad porque lo dice Paco
Un argumento muy común en los anuncios es el argumento ad verecundiam, el dar por cierta una información tomando como argumento quién es su emisor. Por ejemplo, que un futbolista diga que tal o cual maquinilla es la mejor del mercado.
Otro caso: un grupo ecologista alerta sobre el peligro de un vertido tóxico junto a la costa. ¿Los creemos porque son ecologistas? ¿Debemos pensar que es mentira porque tratan de maximizar el problema, siendo quienes son? En realidad, ninguna de las dos aproximaciones es razonable.
Lo coherente es ir con un equipo técnico, hacer mediciones objetivas, e informar en función de ellas, como hicieron Mona Hanna-Attisha y el profesor Marc Edwards, los ganadores del premio a la desobediencia del MIT. Esto no suele darse, y es frecuente toparse en los medios con opiniones personales de famosos que acaban por convertirse en falsas verdades.
Para rebatirla:
Demuestre que o
– la persona citada no es una autoridad en el campo o
– hay desacuerdo entre las autoridades sobre el asunto en cuestión.
Argumento ad hominem: es mentira porque lo dice Paco
Si el argumento ad verecundiam daba la razón a alguien solo por el hecho de ser quien es, el argumento ad hominem la quita para atacar al contrario. Suele usarse en campaña electoral para desprestigiar al oponente.
—¿Lo dijo Paco? Debe de ser mentira, porque lo ha dicho él.
En realidad, el argumento ad hominem no busca rebatir nada, solo atacar. Persigue descalificar al contrario e ir minando poco a poco el debate. Por el mismo motivo resulta complicado rebatirlo, no suele haber nada que rebatir.
Para rebatirla:
Identifique el ataque y demuestre que ni la personalidad ni las circunstancias de la persona tienen nada que ver con la verdad o falsedad de la proposición que se defiende.
Argumento ad baculum: ¿Cómo no vas creerme, si somos amigas?
Si el lector ha apalancado alguna vez capital en bolsa, sin duda le resultará más fácil de entender la falacia ad baculum. Imaginémonos que hablamos con un conocido que nos cuenta algo, un hecho del que dudamos. Al vernos dudar, nos responde:
—¿Cómo voy a confiar en ti si dudas de mí?
Está usando la falacia ad baculum. Basaría su credibilidad en una afirmación que ni siquiera ha demostrado. A menudo está relacionada con la persuasión y la cercanía, y es la que usan los padres para decirnos que los Reyes Magos existen. ¿Cómo no vas a creer a tus padres?
Para rebatirla:
Identifique la amenaza y la proposición, y deje claro que la amenaza no tiene relación con la verdad o falsedad de la proposición.
Argumento ex populo: millones de moscas no pueden estar equivocadas
La gente suele tener opinión sobre temas que desconoce. Esto es perfectamente legítimo, ya que todos podemos opinar. Diferente es que tengamos razón. Cuando se usa una encuesta pública con opiniones no acertadas para defender un argumento, tenemos una falacia ex populo.
Que mucha gente piense que algo sea cierto no significa que lo sea. Miremos el ejemplo del terraplanismo, la homeopatía o la parapsicología. La popularidad de una idea no tiene ninguna relación con su veracidad. Aunque la encuesta pueda ser interesante para medir el nivel de cultura de la gente, no sirve como argumento para defenderla.
Para rebatirla:
La frase popular de las moscas es, sin duda, contundente como pocas, además de señalar el camino: incidir en que la popularidad de una idea no tiene ninguna relación con su veracidad.
Argumento ad ignorantiam: como no puedes probar lo contrario, es verdad
¿Alguna vez has encontrado alguien que afirma que el Sol es hueco? Estas personas suelen usar argumentos ad ignorantiam para sostener sus ideas. Nadie ha ido a bucear el Sol y ver si está o no hueco. Como no se puede probar que sea denso, ¿será hueco?
Lo cierto es que no. Todos los cuerpos del sistema solar aumentan en densidad cuando avanzamos desde las capas exteriores a su centro. Que no podamos ir a medir no significa que no usemos otras herramientas teóricas y experimentales para sacar conclusiones. Lo contrario es el argumento ad ignorantiam.
Para rebatirla:
Poner el dedo sobre el hecho de que pese a no conocer algo, si hago una afirmación sobre ese algo tengo que demostrar ese algo, ni más, ni menos, y que no tengamos ni idea de lo que pasa no le da a él carta blanca para inventarse lo que sea.
Falacia tu quoque: si te equivocas, estás perdido
¿Alguna vez te has preguntado por qué los políticos nunca reculan? Aunque se equivoquen, y especialmente si se equivocan, meten primera y tiran para adelante sin mirar atrás. La razón se encuentra en la falacia tu quoque, que relaciona un error previo con no tener la razón en un debate.
Cuando un personaje público se equivoca, sus ideas futuras suelen ser atacadas echando la vista atrás y recordando aquel error. Sin embargo, que una persona se haya equivocado previamente no significa que lo vuelva a hacer en el futuro.
Falacias y falsos argumentos hay muchos. La ARP, Sociedad para el Avance del Pensamiento Crítico, dispone en una sección de su web los argumentos más comunes, con ejemplos actuales y mecanismos (racionales) de defensa. Solo una ciudadanía crítica puede saber cuándo la engañan.
Imágenes | iStock/BernardaSv, iStock/Kenishirotie, iStock/AntonioGuillem, iStock/SIphotography
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