Laura Alba Quispe C. / La Paz
“La impresora es un prototipo. No tiene fines comerciales”. Es lo que primero menciona a quemarropa Paulo Loma, quien para titularse de ingeniero electrónico creó este artefacto particular.
Se trata de la primera impresora 3D creada en la Universidad Mayor de San Andrés (UMSA). Pero lo que hace diferente a este dispositivo de los que existen en el mercado es que está hecho a partir de material “reutilizado”.
Una impresora de esta naturaleza es capaz de imprimir diversos objetos como casas, autos e incluso comida, que antes de ser impresos son diseñados en una computadora.
En la actualidad se pueden adquirir vía internet y una persona con el conocimiento necesario puede armarla. No obstante, en el caso de Paulo, él no adquirió nada por esa vía, sino que creó un aparato propio a partir de piezas “que puedes encontrar -menciona- en ferreterías o tiendas de artefactos electrónicos”.
Esta impresora está ensamblada con piezas que Paulo encontró en la feria 16 de Julio de El Alto, “en el sector donde vende chatarra electrónica”.
Con estos componentes, el ingeniero puso en marcha su proyecto, que le servirá para titularse.
La iniciativa comenzó, cuenta Loma, con el diseño de la impresora, no sólo la parte física sino también la operativa. “El diseño de la parte física se realizó con el programa Sketchup, y la parte electrónica con el programa Proteus”, manifestó, antes de afirmar que después continuó con la adquisición de los materiales.
Algo esencial de esta impresora son los programas que requiere para empezar a funcionar: son al menos cinco. De estos, Loma creó dos, la “interfaz gráfica”, que sirve para comunicar, operar y controlar el dispositivo; y el programa de funcionamiento de la máquina, que permite el “control manual” desde la computadora a la que está conectada.
La técnica para la impresión es la misma que utilizan otras impresoras 3D, la cual se llama “moldeamiento por deposición fundida”. “El material que generalmente utilizan las impresoras 3D es material plástico PLA (termoplástico que se obtiene a partir del almidón de maíz o de yuca) y ABS (plástico resistente a golpes), que se venden por kilo, rollos, pero se obtienen exclusivamente por importación” explica Paulo.
Este estudiante encontró una solución “alternativa y básica” para el material de impresión, que se puede conseguir en cualquier lugar: las botellas PET. Esto porque el que se utiliza a menudo en las impresoras comerciales debe importarse de otros países.
En un principio Paulo, afirma, pensó en utilizar trozos enteros de plástico, pero luego de diseñar el extrusor -que es la pieza de donde sale el material derretido para la impresión- utilizó tiras de las botellas PET.
El extrusor se alimenta de manera manual, y derrite el plástico para después dar la forma a la pieza diseñada, que se envía desde el ordenador. Para hacer el extrusor y calentar el plástico, Paulo utilizó una resistencia de ducha. “Al ser un prototipo tiene varias limitaciones, pero eso no significa que no pueda mejorar” expresa Paulo, quien reconoce que la impresión, por ahora, es de baja calidad. Sin embargo, asegura, que en “precisión” ésta imprime igual que una “impresora 3D comercial”, pues las impresiones de prueba tienen la mismas dimensiones que los diseños virtuales.
Este joven estudiante de ingeniero tiene muchas proyectos, uno de ellos es mejorar el prototipo y hacer de él una microplanta de reciclaje y, porque no, realizar proyectos más ambiciosos como una impresora que imprima objetos “grandes como ser casas”
Laura Alba Quispe C. / La Paz
“La impresora es un prototipo. No tiene fines comerciales”. Es lo que primero menciona a quemarropa Paulo Loma, quien para titularse de ingeniero electrónico creó este artefacto particular.
Se trata de la primera impresora 3D creada en la Universidad Mayor de San Andrés (UMSA). Pero lo que hace diferente a este dispositivo de los que existen en el mercado es que está hecho a partir de material “reutilizado”.
Una impresora de esta naturaleza es capaz de imprimir diversos objetos como casas, autos e incluso comida, que antes de ser impresos son diseñados en una computadora.
En la actualidad se pueden adquirir vía internet y una persona con el conocimiento necesario puede armarla. No obstante, en el caso de Paulo, él no adquirió nada por esa vía, sino que creó un aparato propio a partir de piezas “que puedes encontrar -menciona- en ferreterías o tiendas de artefactos electrónicos”.
Esta impresora está ensamblada con piezas que Paulo encontró en la feria 16 de Julio de El Alto, “en el sector donde vende chatarra electrónica”.
Con estos componentes, el ingeniero puso en marcha su proyecto, que le servirá para titularse.
La iniciativa comenzó, cuenta Loma, con el diseño de la impresora, no sólo la parte física sino también la operativa. “El diseño de la parte física se realizó con el programa Sketchup, y la parte electrónica con el programa Proteus”, manifestó, antes de afirmar que después continuó con la adquisición de los materiales.
Algo esencial de esta impresora son los programas que requiere para empezar a funcionar: son al menos cinco. De estos, Loma creó dos, la “interfaz gráfica”, que sirve para comunicar, operar y controlar el dispositivo; y el programa de funcionamiento de la máquina, que permite el “control manual” desde la computadora a la que está conectada.
La técnica para la impresión es la misma que utilizan otras impresoras 3D, la cual se llama “moldeamiento por deposición fundida”. “El material que generalmente utilizan las impresoras 3D es material plástico PLA (termoplástico que se obtiene a partir del almidón de maíz o de yuca) y ABS (plástico resistente a golpes), que se venden por kilo, rollos, pero se obtienen exclusivamente por importación” explica Paulo.
Este estudiante encontró una solución “alternativa y básica” para el material de impresión, que se puede conseguir en cualquier lugar: las botellas PET. Esto porque el que se utiliza a menudo en las impresoras comerciales debe importarse de otros países.
En un principio Paulo, afirma, pensó en utilizar trozos enteros de plástico, pero luego de diseñar el extrusor -que es la pieza de donde sale el material derretido para la impresión- utilizó tiras de las botellas PET.
El extrusor se alimenta de manera manual, y derrite el plástico para después dar la forma a la pieza diseñada, que se envía desde el ordenador. Para hacer el extrusor y calentar el plástico, Paulo utilizó una resistencia de ducha. “Al ser un prototipo tiene varias limitaciones, pero eso no significa que no pueda mejorar” expresa Paulo, quien reconoce que la impresión, por ahora, es de baja calidad. Sin embargo, asegura, que en “precisión” ésta imprime igual que una “impresora 3D comercial”, pues las impresiones de prueba tienen la mismas dimensiones que los diseños virtuales.
Este joven estudiante de ingeniero tiene muchas proyectos, uno de ellos es mejorar el prototipo y hacer de él una microplanta de reciclaje y, porque no, realizar proyectos más ambiciosos como una impresora que imprima objetos “grandes como ser casas”
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