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No es una revolución: es un nuevo renacimiento en red

<em>No es una revolución: es un nuevo renacimiento en red</em>

Manifestación frente al Congreso de los Diputados. FERNANDO SÁNCHEZ

La revolución se nos queda pequeña. Su centenario muro semántico parece desmoronarse. De hecho, la era Red activa un cañonazo de preguntas hacia el corazón del significado de revolución. ¿La revolución es solo ese “cambio violento en las instituciones políticas, económicas o sociales de una nación” que recoge el diccionario? ¿El nuevo sistema apenas surge tras la toma del poder? ¿Y si la toma del poder, como en Egipto, viene de la mano del ejército? ¿Sigue existiendo la secuencia revolución, contra-revolución, involución? ¿Será que la Red está forjando, sin tomar el poder, un nuevo sistema a partir de nuevos protocolos y conexiones improbables?

Hace unos años, el pensador marxista John Holloway, en su libro Changing the world without taking power, empezó a entrever los caminos secretos de las nuevas revoluciones. Holloway, entusiasmado con aquellos neozapatistas mexicanos que se aliaron a los hackers, cuestionó de lleno el significado de revolución. Aquellos encapuchados que construían un mundo propio al margen del Estado, aquellas Zonas Autónomas Zapatistas del Estado de Chiapas a medio camino de las utopías piratas de Hakim Bey y la cultura indígena orientada al bien común, inspiraron a Holloway: “En esta lucha revolucionaria no hay modelos, no hay recetas, simplemente una pregunta terriblemente urgente. No una pregunta vacía, sino una pregunta llena de mil respuestas”. Tal vez, no necesitemos un nuevo y único significado para revolución. Quizá baste con conectar entre sí las múltiples nuevas respuestas.

Renacimiento

El escritor/activista Douglas Ruskoff tiene otra tesis que cuestiona la revolución. En Open Source Democracy defiende que la revolución no ha llegado. Y que lo que estamos viviendo es un nuevo renacimiento. “Los renacimientos son momentos históricos de recontextualización. Un?renacimiento es un salto dimensional. Nuestra perspectiva gira tan?dramáticamente que nuestro entendimiento de los elementos más?fundamentales cambia. Las historias que hemos venido usando ya no funcionan”. El renacimiento, el salto dimensional, precede a las revoluciones. La perspectiva de la pintura de Piero della Francesca (entre otros) derivaría en teoría matemática y acabaría, siglos después, con la idea de Tierra plana. El tipo móvil de la imprenta que sustituyó al?manuscrito cambió la relación escritor-lector. Y dinamitó la política. La Red, conectando pares, desconfigura las definiciones de casi todo. De los medios de comunicación a la revolución, los significados de los?diccionarios parecen no encajar en esta nueva dimensión.

El Renacimiento, según el prestigioso James P. Carse, no fue un “intento de promover otra visión, sino de encontrar otras visiones que prometiesen otras visiones”. El Renacimiento fue más un nuevo horizonte que un conjunto de respuestas. Un nuevo horizonte, en palabras de Carse, que no surgió contra nadie y que formulaba una invitación constante a unirse a él.

Tal vez la revolución no esté en la línea del horizonte. Tal vez estemos apenas en un profundo proceso de Renacimiento. Y puede incluso que ni siquiera necesitemos la revolución tal como la entendemos hasta ahora. De hecho, una visión pesimista de los tres años de revueltas que comenzaron con la Revolución de los Jazmines de Túnez a finales de 2010 nos presentaría un cuadro desalentador. El ejército llevando las riendas del Egipto que tumbó a Hosni Mubarak. Un Gobierno férreo y neoliberal en la España agitada por el 15M. El conservador Enrique Peña Nieto gobernando México tras la explosión #YoSoy132. Erdogan, dirigiendo con capitalista mano de hierro la Turquía post #DirenGezi. ¿Cambiar el mundo sin tomar el poder?

La red creada “no es lo que ha hecho Occupy Wall Street, sino la red que se ha creado”. La frase la pronunció Joan Donovan, participante en InterOccupy, el  encuentro Tres años de revueltas interconectadas celebrado en octubre en Barcelona. Y arroja un hilo de luz sobre el infravalorado?renacimiento en red que está floreciendo en el mundo. De Túnez a Brasil, de Turquía a España, de Grecia a Egipto, la llamada #GlobalRevolution está en los detalles de la red creada. La #GlobalRevolution, más Renacimiento que revolución, más conexión que éxito concreto, se entiende mirando y relacionando los diferentes microcosmos. No hay necesidad de aquella Utopía de mayo del 68, aquel inofensivo “Debajo de los adoquines está la playa”. No hace falta porque la #GlobalRevolution, las revueltas interconectadas, han construido su propia utopía: decenas, cientos, miles de micro-utopías en red.

El prototipo, una palabra de la cultura digital, es un clave de este nuevo Renacimiento: “Ejemplar original o primer molde en que se fabrica una figura u otra cosa”. La #GlobalRevolution es un sistema de prototipos micro-utópicos conectados entre sí y casi en tiempo real. Prototipos jurídicos, comunicativos, políticos, urbanos, culturales, tecnológicos… Y estos prototipos conectados en un nuevo sistema red más abierto y participativo irán reemplazando cualquier modelo fijo. Tal vez no haga falta una revolución que encaje en la definición clásica. Tal vez no haga falta tomar el poder. Porque este renacimiento de micro-utopías interconectadas irá sustituyendo las piezas del sistema, poco a poco, irremediablemente.

La #globalrevolution son los abogados del 15M español –Legal SolTomaParte – que cuelgan su documentación en Internet con licencias libres y trabajan para el bien común. O los Advogados Ativistas que protegen a los manifestantes de Brasil. La #GlobalRevolution son los ciudadanos construyendo la auto comunicación de masas de la que habla Manuel Castells. El TomaLaTele del 15M, la plataforma Mídia Independente Coletiva (MIC) de Río de Janeiro u Occupy Gezi News (12) de Turquía son micro-utopías que moldean un nuevo renacimiento comunicativo. La #globalRevolution no es apenas un estallido social. La #GlobalRevolution es la Athens Wireless Metropolitan Network que construye conexiones libres de Wi-Fi en Atenas, un festival de música que gracias al crowdfunding de la red #YoSoy132 que abarrota la Ciudad de México o una biblioteca digital y libre llamada Bookcamping.cc, nacida al calor del 15M. La #globalrevolution no necesita diccionarios férreos, no. Y bien podría ser un conjunto de vínculos, una reconexión de hiperlocalidades dispersas.

La #Global Revolution – ese nuevo sistema de prototipos imperfectos y mejorados colectivamente –  no es lo que ha hecho, sino la red creada. Cuando muchos daban por muertos a los Indignados españoles, la red humana cocina nuevos espacios urbanos autogobernados, como El Campo de Cebada en Madrid que consigue el prestigioso premio europeo Golden Nica. Y más todavía: pone a disposición de causas concretas como la huelga de barrenderos de Madrid y las revueltas de Gamonal un tupido sistema red que pauta a los medios y viraliza causas.

Cuando algunos dilapidaban a Occupy Wall Street, el poder latente de la red crea el proceso #OccupySandy, que socorre mejor a los neoyorquinos tras el huracán Sandy que el Estado y/o el mercado. Y es que la #GlobalRevolution, más proceso que objetivo, se asemeja aquella imprevisible Guerrilla de T.E. Lawrence, a aquellos árabes que derrotaron al imperio Otomano entre 1916 y 1918 huyendo de las lógicas de la guerra clásica. La #GlobalRevolution sería, parafraseando Guerrilla, “una influencia, algo invulnerable, intangible, que se mueve como el gas”. Aparece donde no se la espera. Es la legión de estudiantes de #DirenODTU replanta árboles en el campus universitario que Erdogan quería convertir en autopista. O el Rolling Jubilee vinculado a Occupy Wall Street, que compra deudas privadas para luego perdonarlas. O el #EfectoGamonal que expande por el mundo la lucha de los vecinos del barrio burgalés de Gamonal y complementa la estrategia de la acción directa y la negociación de los vecinos.

Huelga de construcción

La #GlobalRevolution, la guerrilla-gas, huye de la estrategia clásica de?la clase obrera, de sus  huelgas masivas. Sin ser antagonista con esa fórmula –algunos colectivos trabajan en una huelga autogobernada del 99% sin sindicatos– la #GlobalRevolution no encuentra su fuerza en la paralización, si no en construcción. No es el boicot, sino el movimiento. Además, su poder no consiste apenas en la sustitución de las piezas del sistema. Su secreto explosivo está en la posibilidad de construir sus propias piezas. Piezas-prototipos fabricadas de forma abierta, en flujos compartidos. Su golpe no es, por ejemplo, bloquear un puerto, sino construir un nuevo puerto lo suficientemente atractivo como para sustituir al viejo. O mejor todavía: crear un nuevo sistema de huertos urbanos comunitarios, monedas paralelas, micropuertos y redes de impresoras 3D para fabricar objetos que haga innecesario el megapuerto del pasado.

“No nos mires, únete”, corean los indignados españoles. “No tumbes al enemigo, deja que se una a nosotros”, afirma Douglas Ruskoff. La #GlobalRevolution no es apenas un estallido social. Es una palanca que nos traslada a una nueva dimensión-horizonte en la que las micro-utopías van sustituyendo al viejo mundo, de abajo arriba, construyendo nuevos espacios comunes, nuevos procesos agregadores. Micro-utopías que van conformando una nueva metautopía conectora, una capa aérea y transversal, atmosférica y rizomática. ¿Quién necesita, pues, la revolución ortodoxa de los diccionarios?

Nada para concluir este inventario de micro-utopías interconectadas, esta incipiente metautopía, como una frase que Douglas Ruskoff usa para definir a Occupy Wall Street: “El movimiento se asemeja a la red. En parte, porque es difícil de conceptualizar, por su estructura entre iguales, P2P. Por su capacidad de tolerar que no haya un final, y sí una serie de conexiones. Cada conexión es un nuevo comienzo hacia algo nuevo, y se despliega y se despliega, como la vida misma”.