por Carlos Castillo para Manzana Mecánica
Camila Monasterio es una artista española que acaba de sacar a la venta su homónimo disco debut Camila (2014). Lo suyo es la música brasileña, el reggae y el soul. El disco para descarga digital se vende a €0 o más, y el CD en formato digipack por €8.
Toda su música se distribuye bajo una licencia Creative Commons No-Comercial con una novedosa cláusula adicional, la “cláusula mantera”. Esta cláusula permite el uso comercial de la obra por vendedores callejeros ambulantes (el “top manta“).
Hay dos razones fundamentales para la artista; primero, que para muchos es la única forma que tienen de sobrevivir; segundo, que el castigo contra ellos es absolutamente desproporcionado.
A continuación sus respuestas a una entrevista por e-mail que le hicimos (una versión resumida aparece en el sitio de Creative Commons España).
¿Recuerdas la primera vez que tuviste contacto con las licencias Creative Commons?
Llegué a las Creative Commons allá por el 2007, en el momento en que mi banda de reggae (Hotdrop) iba a editar su primer disco. Uno de nosotros llegó con la idea de estas licencias, que las escoges a tu medida, que te permiten compartir y, de alguna forma, impulsan la difusión cultural por otros cauces a los que ya conocíamos. A mí me encantó la idea, porque además resultaba lógico. Nosotros decidíamos los términos en los que se difundiría nuestra música. Nos situaba en un lugar en el que creadores/as no solemos estar ya que éramos nosotros quienes elegíamos; ninguna ley, ninguna entidad gestora tendría nada que decir al respecto. Para mí el blindaje de una propiedad intelectual que se defiende contra competidores e intrusos no tiene mucho sentido. Una cosa es que se te reconozcan los derechos como autora y otra es que lo que tú crees tenga que estar sujeto a las normas hechas a medidas para que ciertas formas de negocio triunfen,
¿Consideras que entiendes a cabalidad las leyes de copyright de España y Europa? ¿Crees que los demás artistas las entienden?
Reconozco que la complejidad del funcionamiento de la gestión de la propiedad intelectual me sobrepasa. Hay muchas cosas que no entiendo y en varias ocasiones amigos expertos me han dedicado ratos largos a explicarme su intríngulis. Existen conceptos de fondo complicados, como la naturaleza y función de los contratos editoriales; también hechos sorprendentes como que, al parecer, la SGAE gane muchísimo dinero con los hilos musicales de los programas nocturnos. Hay mucho por aprender y debatir. Pero de todas formas, para mí un ‘todos los derechos reservados’ es demasiado conservador si se pretende un crecimiento y desarrollo de la cultura deslocalizado, no afectado sólo por la tendencia, a diferentes niveles de profesionalidad y al alcance de todo el mundo. Creo que hay cosas que son de sentido común y que, sin ser grandes expertas, es legítimo opinar, preguntar e investigar otras formas posibles.
No creo además que la mayoría de los artistas entiendan muy bien las entrañas de la gestión de la propiedad intelectual (y me incluyo). Hay que tener muy claro los actores en juego (autores, intérpretes, discográficas) y los intereses de cada uno, y además tener un conocimiento profundo de la industria. Me atrevería a decir que sólo artistas que de alguna forma cuestionan esta férrea defensa de la PI, son los que se han atrevido a bucear por estos lares y tal vez estén mejor informados y sean más conscientes de las repercusiones que entraña la gestión de estos derechos. Aunque, tal vez, es un atrevimiento.
¿Si pudieras establecer un sistema de leyes respecto al copyright para favorecer a los artistas emergentes, qué harías?
La verdad que mi interés en el tema no va tanto porque como artista emergente o independiente esto no me favorece. Creo que al mercantilizar el arte y la cultura se somete un bien común a las leyes de un mercado que interesa mantener porque favorece a unos pocos. Internet ha dejado todo patas arriba y las leyes en pos de la protección de esa propiedad intelectual son cada vez más severas. El pensar que alguien pueda acabar en la cárcel por descargar material protegido con copyright me parece de ciencia ficción. Y es algo que podrá ocurrir si se aprueba la próxima reforma del Código Penal. Entonces, seamos o no artistas consagrados, aficionados, profesionales, comerciales o independientes, creo que si castigamos (o dejamos que quienes nos representan castiguen) el uso o difusión de lo que hemos creado (y que supuestamente nos pertenece), nos equivocamos.
Para mí el foco de debate y de la acción deberían ser otros, como buscar modelos de gestión cooperativa o colectiva. Por ejemplo, si en lugar de un disco, soy profesora universitaria y acabo de formular una teoría, no se la vendería a nadie. Es parte de mi trabajo para el cual ya tengo un sueldo. El problema es cuando nos pagamos todo nosotros y estamos sin ningún respaldo, listos para lanzarnos al torbellino del mercado. Ahí es donde hay que ponerse a pensar. Algunas librerías asociativas, por ejemplo, han sabido inventar y sobrevivir, y eso que todo lo editan con licencias libres (traficantes.net).
Por eso creo que es crucial también desligar la idea de PI con la supuesta protección de la cultura; lo que se protege con tal dureza es un negocio en el que la cultura es la mercancía. Si se trata el capital cultural como un objeto más o menos rentable y no como un bien común, la ciudadanía sale perdiendo. Crear leyes férreas para la difusión de la cultura es, hoy día, ponerle puertas al campo, y diría yo contraproducente para generar esa conciencia colectiva de cultura.
¿En qué momento se te ocurrió la “cláusula mantera”?
Estaba tratando de decidirme sobre la licencia del disco. Tenía claro que iba a ser creative commons y que la iba a poner a precio libre (incluyendo el gratis) para que todo el mundo que quisiera la pudiera tener. La pega era si dar permiso para hacer uso comercial. Estaba ya convencida de poner una ‘no comercial’ o sea, que para hacer un uso comercial del mismo te pido que me preguntes (por aquello de la autogestión, hacer música cuesta un esfuerzo económico). Pero me escocía el tema de la manta.
Yo participo en la Asociación sin Papeles de Madrid, donde ahora estamos llevando a cabo una campaña contra la reforma del Código Penal (dentro de la plataforma NoSomosDelito) que contempla que vender en la manta volverá a ser delito (se despenalizó en 2010 tras una dura campaña). Conocemos de cerca el tremendo dolor con la que muchas leyes se traducen en las vidas de nuestros compañeros. ¿cómo iba yo a sacar algo que no da permiso a hacer un uso comercial sabiendo que hay gente que sólo sobreviven por vender cds y dvds copiados?
Hablando con una amigo (David Aristegui) me dijo que por qué no añadía el permiso específico para que se pueda vender en la manta. Me (nos) pareció que hacer una cláusula así servía para visibilizar lo sangrante que es que los manteros puedan ser condenados al circuito penal eterno. Porque es una de las atrocidades actuales: que en el supuesto nombre del arte alguien que apenas sobrevive sea criminalizado. ¿de verdad la creatividad, el arte, o nuestros derechos como autoras reciben tal agresión por parte de los manteros que hay que responder con semejante violencia? porque significa persecución policial, calabozos, juicios, elevadas multas y e incluso cárcel ¿y todo por vender cds en el mundo de la era digital o en cualquier otro mundo posible? mi deseo es que esta pregunta se la haga cuanta más gente mejor.
¿Algo más que quieras decir?
Las leyes deberían responder a los intereses de un bienestar común. No sólo al de unos pocos. Una alternativa es elegir o adaptar nosotras mismas las licencias para evitar que alguien regule en tu nombre. Otra es, con estructuras sociales preparadas para ello (cooperativas o algo similar) seamos capaces de autogestionarnos. O que las sociedades que gestionan las PI tomen un rumbo diferente a la actual. O más bien las tres cosas a la vez, y seguro que hay muchas más posibilidades. Pero no le veo mucho sentido a mantener un modelo que sobre todo defiende un negocio particular. Con esto no quiero decir que todo tenga que ser gratis, y que los artistas no merecen retribución por su trabajo, ni mucho menos. Pero creo que esta devolución que se le hace a artistas no debería pasar por legislar con semejante dolor. Y esa me parece una buena razón como para ponerse a pensar en algo mejor.
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