La tecnología nunca cesa en su empeño por darnos juguetes nuevos. Uno de los favoritos, en la actualidad: un sistema de videovigilancia en manos de vecindarios y propietarios, que pueden instalar en la zona al precio de 1.500 dólares por cámara y año. Las cámaras incluyen baterías recargables con energía solar y tecnología LTE (uno de los más recientes estándares para comunicaciones inalámbricas) para conectividad.
El sistema ofrece, entre otras cosas, la posibilidad de identificar matrículas de coche y discernir entre si se trata de residentes o no. Sus algoritmos de visión artificial permiten, además, reconocer el color o la marca del vehículo. Funcionalidades que se han materializado en 9,59 millones de dólares en la última ronda de financiación de Flock Safety, la empresa detrás de todo esto.
Según sus declaraciones, la start-up cuenta que se trata de un sistema de búsqueda «similar a Google». Si ocurre un incidente en el vecindario, «pueden buscar ‘camión’ o ‘coche blanco’ y ver los vehículos que coincidan con esa descripción». Luego, «pueden descargar la grabación y la matrícula y enviarlo a la policía».
Desde Flock Safety presentan su herramienta como un sistema para llegar a «eliminar los delitos sin violencia» de los que, en muchas ocasiones, «no quedan pruebas». La idea nació de la necesidad de ofrecer a la comunidad un servicio de vigilancia barato y acorde a la tecnología actual: «A día de hoy, dieciocho mil casas en veinte estados forman parte de Flock».
Las grabaciones de las cámaras, activas las veinticuatro horas, se almacenan en la nube y se eliminan completamente después de 30 días. Flock Safety no tiene acceso a ellas. «Los residentes que compran las cámaras son los propietarios de las grabaciones», aseguran. Además, los residentes pueden «poner sus vehículos en la ‘lista segura’, de forma que si el sistema reconoce un vehículo de dicha lista, elimina automáticamente la grabación, permitiendo a los residentes ser invisibles a las cámaras».
Durante la conversación mantenida con los responsables de Flock Safety, resaltan que no se trata de una vigilancia «activa», sino de un sustituto de los «grupos de vigilancia del vecindario» (neighborhood watch) que ofrece pruebas reales más allá del testimonio de testigos.
La buena intencionalidad del proyecto ofrece algunas dudas a la hora de materializarse como algo que recae en manos humanas. Lo que Flock Safety deja en bandeja a los vecinos es una cantidad inmensa de datos que, en la mayoría de los casos, no saben ni pueden analizar. ¿Qué se supone que debemos hacer con esas decenas de criminales potenciales que se pasean por nuestro barrio?
Desde la empresa hacen referencia al robo de una bicicleta de 3.000 dólares en la ciudad estadounidense de Atlanta que, gracias a Flock Safety, pudo resolverse. La cámara, recientemente instalada en el vecindario, había captado imágenes del ladrón transportando la bicicleta en su coche.
Obviamente, el hecho de contar con equipos de vigilancia en zonas residenciales puede ayudar a resolver este tipo de delitos menores. Pero ¿qué ocurre cuando entran en juego la naturaleza y subjetividad de las personas? Al fin y al cabo, hablamos de sistemas de detección y visionado, no de sistemas expertos con capacidad para tomar decisiones.
¿Se pueden obviar las situaciones de conflicto entre miembros de un vecindario? ¿Puede convertirse la eliminación automática de imágenes de los propietarios en un arma de doble filo? ¿Qué ocurre con los barrios habitados por minorías?
Teniendo en cuenta las habituales conductas raciales occidentales, que suelen poner el ojo en las personas de color ante cualquier signo de delito, cabe preguntarse si puede llegar a ser positivo contar con este tipo de sistemas o si, por el contrario, estaremos promoviendo nuevas injusticias y exclusión social.
Flock Safety, así como tantas otras start-ups que proliferan en los últimos años, nacen de esa visión naíf que promete revolucionar nuestro día a día a golpe de algoritmo. Medir la crispación y la libertad de las personas debe ser, también, una prioridad en esa carrera tecnológica; una carrera que asume que estamos dispuestos a que una cámara siga todos nuestros movimientos. ¿Lo estamos?
La tecnología nunca cesa en su empeño por darnos juguetes nuevos. Uno de los favoritos, en la actualidad: un sistema de videovigilancia en manos de vecindarios y propietarios, que pueden instalar en la zona al precio de 1.500 dólares por cámara y año. Las cámaras incluyen baterías recargables con energía solar y tecnología LTE (uno de los más recientes estándares para comunicaciones inalámbricas) para conectividad.
El sistema ofrece, entre otras cosas, la posibilidad de identificar matrículas de coche y discernir entre si se trata de residentes o no. Sus algoritmos de visión artificial permiten, además, reconocer el color o la marca del vehículo. Funcionalidades que se han materializado en 9,59 millones de dólares en la última ronda de financiación de Flock Safety, la empresa detrás de todo esto.
Según sus declaraciones, la start-up cuenta que se trata de un sistema de búsqueda «similar a Google». Si ocurre un incidente en el vecindario, «pueden buscar ‘camión’ o ‘coche blanco’ y ver los vehículos que coincidan con esa descripción». Luego, «pueden descargar la grabación y la matrícula y enviarlo a la policía».
Desde Flock Safety presentan su herramienta como un sistema para llegar a «eliminar los delitos sin violencia» de los que, en muchas ocasiones, «no quedan pruebas». La idea nació de la necesidad de ofrecer a la comunidad un servicio de vigilancia barato y acorde a la tecnología actual: «A día de hoy, dieciocho mil casas en veinte estados forman parte de Flock».
Las grabaciones de las cámaras, activas las veinticuatro horas, se almacenan en la nube y se eliminan completamente después de 30 días. Flock Safety no tiene acceso a ellas. «Los residentes que compran las cámaras son los propietarios de las grabaciones», aseguran. Además, los residentes pueden «poner sus vehículos en la ‘lista segura’, de forma que si el sistema reconoce un vehículo de dicha lista, elimina automáticamente la grabación, permitiendo a los residentes ser invisibles a las cámaras».
Durante la conversación mantenida con los responsables de Flock Safety, resaltan que no se trata de una vigilancia «activa», sino de un sustituto de los «grupos de vigilancia del vecindario» (neighborhood watch) que ofrece pruebas reales más allá del testimonio de testigos.
La buena intencionalidad del proyecto ofrece algunas dudas a la hora de materializarse como algo que recae en manos humanas. Lo que Flock Safety deja en bandeja a los vecinos es una cantidad inmensa de datos que, en la mayoría de los casos, no saben ni pueden analizar. ¿Qué se supone que debemos hacer con esas decenas de criminales potenciales que se pasean por nuestro barrio?
Desde la empresa hacen referencia al robo de una bicicleta de 3.000 dólares en la ciudad estadounidense de Atlanta que, gracias a Flock Safety, pudo resolverse. La cámara, recientemente instalada en el vecindario, había captado imágenes del ladrón transportando la bicicleta en su coche.
Obviamente, el hecho de contar con equipos de vigilancia en zonas residenciales puede ayudar a resolver este tipo de delitos menores. Pero ¿qué ocurre cuando entran en juego la naturaleza y subjetividad de las personas? Al fin y al cabo, hablamos de sistemas de detección y visionado, no de sistemas expertos con capacidad para tomar decisiones.
¿Se pueden obviar las situaciones de conflicto entre miembros de un vecindario? ¿Puede convertirse la eliminación automática de imágenes de los propietarios en un arma de doble filo? ¿Qué ocurre con los barrios habitados por minorías?
Teniendo en cuenta las habituales conductas raciales occidentales, que suelen poner el ojo en las personas de color ante cualquier signo de delito, cabe preguntarse si puede llegar a ser positivo contar con este tipo de sistemas o si, por el contrario, estaremos promoviendo nuevas injusticias y exclusión social.
Flock Safety, así como tantas otras start-ups que proliferan en los últimos años, nacen de esa visión naíf que promete revolucionar nuestro día a día a golpe de algoritmo. Medir la crispación y la libertad de las personas debe ser, también, una prioridad en esa carrera tecnológica; una carrera que asume que estamos dispuestos a que una cámara siga todos nuestros movimientos. ¿Lo estamos?
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