Decir
que el iPhone X marcó tendencia es una absoluta obviedad: tras su
lanzamiento, la práctica totalidad de los modelos de todos los
fabricantes pasaron a obsesionarse con la eliminación del botón frontal,
con la ausencia de borde, con el notch,
y con tener pantallas que ocupasen toda su superficie frontal, algunos
desplazando el sensor de huella a la parte de atrás, y otros
incorporando directamente sus propios sistemas de reconocimiento facial.
Las variaciones sobre el esquema marcado por Apple fueron mínimas y
prácticamente testimoniales, como el teardrop de One Plus o las notch settings de Essential.
Sin
embargo, la innovación que Apple presentaba, particularmente en lo
referido a Face ID y a la seguridad, iba más allá de una simple cuestión
estética. Como no podía ser de otra manera, su presentación generó todo
tipo de intentos en todo el mundo de batir las medidas de seguridad
creadas por la compañía, con resultados prácticamente anecdóticos:
además del caso de los gemelos, que solo supone una preocupación para un limitado grupo de personas en el mundo, únicamente una compañía vietnamita, Bkav, fue capaz de presentar una muy poco convincente prueba de concepto para intentar saltarse el sistema, basado en una máscara complicadísima, cara y suplementada con varios adminículos adicionales como
una nariz de silicona y unas zonas de alrededor de los ojos obtenidas
mediante imágenes infrarrojas bidimensionales que había que construir
aparte y con un elevadísimo nivel de detalle, en un trabajo que requería
acceso a escáneres faciales de gran precisión y muchas horas de trabajo
de varios artistas altamente especializados. Por muchos intentos que la
compañía hizo de presentar su método como “razonable”, la evidencia
era clara: la seguridad planteada por Apple estaba perfectamente a la
altura de lo esperado, y únicamente alguien con un interés muy
específico podía plantearse utilizar un método así.
Las razones que llevaban a que el Face ID
de Apple fuese tan sumamente seguro eran claras: la compañía utiliza un
sensor con dos módulos, uno que proyecta una cuadrícula de pequeños
puntos infrarrojos sobre el rostro de la persona, y otro que lee el
patrón resultante y genera un mapa tridimensional, que es comparado con
el registrado previamente por el usuario utilizando un subsistema
seguro. El resultado es un procedimiento que se convierte en natural de
manera prácticamente inmediata, y que soporta incluso variaciones como
el uso de gafas, sombreros u otros elementos habituales sin que ello
sirva para que ninguna otra persona pueda desbloquear tu smartphone.
¿Qué
pasa cuando ese elemento es copiado por otras compañías empeñadas en
rivalizar con Apple? Pues sencillamente, que la copia es una basura
comparada con el original. Mientras el objetivo de Apple es obtener un
sistema altamente seguro y sumamente usable, el del resto de las
compañías se define como “presentar algo que se parezca a lo de Apple”, y
los resultados son los que son. Un artículo de Thomas Brewster en
Forbes, “We broke into a bunch of Android phones with a 3D-printed head“,
describe como un simple escaneo tridimensional de la cara de una
persona y su posterior reproducción en una impresora tridmensional
permite acceder a terminales de LG, Samsung y One Plus sin ningún tipo
de problema, mientras falla claramente con el iPhone. Las comparaciones
con el improbable y alambicado método presentado en su momento por Bkav
son clarísimas: mientras nadie en su sano juicio se plantearía elaborar
una máscara tan sofisticada y especializada como aquella, prácticamente
cualquiera puede obtener un escaneo tridimensional de su cabeza en pocos
minutos – aquí está la mía a
falta aún de algún pulido, hecha en un ratito sin más equipo
especializad que una cámara normal – y acceso a una impresora 3D, y
dedicarse a desbloquear un smartphone si tiene un mínimo
incentivo para ello. En las pruebas de Brewster, únicamente otra
compañía alcanzó un nivel de precisión similar al de Apple y rechazó
sistemáticamente la impresión tridimensional como intento de
identificación: Microsoft con su Windows Hello.
Como bien dice el artículo original, es probable que el hecho de que
estemos hablando de las dos compañías tecnológicas más valiosas del
mundo no sea casual.
El artículo prueba una vez más la importancia de ser quien marca la innovación y la agenda de una industria. El original, frente a las copias. No, no es una cuestión – seguramente anecdótica – de si alguien se va a plantear escanear tu cabeza e imprimirla en 3D para acceder a tu smartphone: eso es lo de menos. Lo que importa es ver lo que algunas compañías, en sus intentos por copiar al líder que presenta un nuevo desarrollo, son capaces de presentar como producto definitivo, aunque esté claramente por debajo en sus prestaciones. Una simple cuestión de aspiraciones, de entender la diferencia entre quien aspira a crear algo nuevo frente a quien simplemente aspira a parecerse lo suficiente a ello como para que el mercado se lo crea. Una cuestión de interpretar adecuadamente la innovación y su valor.
Fuente
Decir que el iPhone X marcó tendencia es una absoluta obviedad: tras su lanzamiento, la práctica totalidad de los modelos de todos los fabricantes pasaron a obsesionarse con la eliminación del botón frontal, con la ausencia de borde, con el notch, y con tener pantallas que ocupasen toda su superficie frontal, algunos desplazando el sensor de huella a la parte de atrás, y otros incorporando directamente sus propios sistemas de reconocimiento facial. Las variaciones sobre el esquema marcado por Apple fueron mínimas y prácticamente testimoniales, como el teardrop de One Plus o las notch settings de Essential.
Sin embargo, la innovación que Apple presentaba, particularmente en lo referido a Face ID y a la seguridad, iba más allá de una simple cuestión estética. Como no podía ser de otra manera, su presentación generó todo tipo de intentos en todo el mundo de batir las medidas de seguridad creadas por la compañía, con resultados prácticamente anecdóticos: además del caso de los gemelos, que solo supone una preocupación para un limitado grupo de personas en el mundo, únicamente una compañía vietnamita, Bkav, fue capaz de presentar una muy poco convincente prueba de concepto para intentar saltarse el sistema, basado en una máscara complicadísima, cara y suplementada con varios adminículos adicionales como una nariz de silicona y unas zonas de alrededor de los ojos obtenidas mediante imágenes infrarrojas bidimensionales que había que construir aparte y con un elevadísimo nivel de detalle, en un trabajo que requería acceso a escáneres faciales de gran precisión y muchas horas de trabajo de varios artistas altamente especializados. Por muchos intentos que la compañía hizo de presentar su método como “razonable”, la evidencia era clara: la seguridad planteada por Apple estaba perfectamente a la altura de lo esperado, y únicamente alguien con un interés muy específico podía plantearse utilizar un método así.
Las razones que llevaban a que el Face ID de Apple fuese tan sumamente seguro eran claras: la compañía utiliza un sensor con dos módulos, uno que proyecta una cuadrícula de pequeños puntos infrarrojos sobre el rostro de la persona, y otro que lee el patrón resultante y genera un mapa tridimensional, que es comparado con el registrado previamente por el usuario utilizando un subsistema seguro. El resultado es un procedimiento que se convierte en natural de manera prácticamente inmediata, y que soporta incluso variaciones como el uso de gafas, sombreros u otros elementos habituales sin que ello sirva para que ninguna otra persona pueda desbloquear tu smartphone.
¿Qué pasa cuando ese elemento es copiado por otras compañías empeñadas en rivalizar con Apple? Pues sencillamente, que la copia es una basura comparada con el original. Mientras el objetivo de Apple es obtener un sistema altamente seguro y sumamente usable, el del resto de las compañías se define como “presentar algo que se parezca a lo de Apple”, y los resultados son los que son. Un artículo de Thomas Brewster en Forbes, “We broke into a bunch of Android phones with a 3D-printed head“, describe como un simple escaneo tridimensional de la cara de una persona y su posterior reproducción en una impresora tridmensional permite acceder a terminales de LG, Samsung y One Plus sin ningún tipo de problema, mientras falla claramente con el iPhone. Las comparaciones con el improbable y alambicado método presentado en su momento por Bkav son clarísimas: mientras nadie en su sano juicio se plantearía elaborar una máscara tan sofisticada y especializada como aquella, prácticamente cualquiera puede obtener un escaneo tridimensional de su cabeza en pocos minutos – aquí está la mía a falta aún de algún pulido, hecha en un ratito sin más equipo especializad que una cámara normal – y acceso a una impresora 3D, y dedicarse a desbloquear un smartphone si tiene un mínimo incentivo para ello. En las pruebas de Brewster, únicamente otra compañía alcanzó un nivel de precisión similar al de Apple y rechazó sistemáticamente la impresión tridimensional como intento de identificación: Microsoft con su Windows Hello. Como bien dice el artículo original, es probable que el hecho de que estemos hablando de las dos compañías tecnológicas más valiosas del mundo no sea casual.
El artículo prueba una vez más la importancia de ser quien marca la innovación y la agenda de una industria. El original, frente a las copias. No, no es una cuestión – seguramente anecdótica – de si alguien se va a plantear escanear tu cabeza e imprimirla en 3D para acceder a tu smartphone: eso es lo de menos. Lo que importa es ver lo que algunas compañías, en sus intentos por copiar al líder que presenta un nuevo desarrollo, son capaces de presentar como producto definitivo, aunque esté claramente por debajo en sus prestaciones. Una simple cuestión de aspiraciones, de entender la diferencia entre quien aspira a crear algo nuevo frente a quien simplemente aspira a parecerse lo suficiente a ello como para que el mercado se lo crea. Una cuestión de interpretar adecuadamente la innovación y su valor.
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