Esta semana, Amnistía Internacional hacía públicos los resultados de un estudio sobre los abusos de los que son objeto las mujeres en las redes sociales. Del informe se podía extraer, por ejemplo, que una de cada cinco mujeres en España afirmaba haber experimentado abusos o acoso en las redes al menos en una ocasión. La investigación también revelaba que un 26% de estas mujeres que habían sido acosadas como mínimo una vez habían sufrido doxing. Pero, ¿a qué hace referencia esta concepto?
Consiste en “amenazar a una persona mediante la revelación de datos personales”, explica a La Vanguardia Enrique Dans, experto en redes sociales y profesor de la IE Business School. “El acosador puede revelar desde el teléfono hasta el lugar de residencia, con lo cual la persona pasa a sentirse amenazada”, añade.
Dans tiene claro que el doxing “es una forma de acoso”, una especie de “escrache virtual” que puede dejar de serlo “si alguien te espera en la puerta de tu casa porque por la red se ha difundido tu dirección”.
Evidentemente, ser víctima de esta práctica no sale gratis, aunque no afecta a todos de la misma forma. No es lo mismo que el afectado sea un menor de edad que un adulto. “El menor necesita de una persona mayor a su lado para poder solventar estas situaciones”, algo que no es fácil “porque les cuesta mucho pedir ayuda cuando muchas veces piensan que ellos han podido tener algo que ver con lo que les sucede”, esgrime Irene Montiel, profesora de Criminología de la UOC y doctora en Psicología. Mientras que en el caso de los adultos dependerá “de distintas variables, como la personalidad”.
Para Montiel, uno de los principales problemas es que “en internet el tiempo disponible para actuar es muy limitado porque todo pasa muy rápidamente”. Eso hace que no se pueda “controlar todo lo que pasa y la difusión que se hace de algo”. Evidentemente, esta realidad genera en la víctima “una situación de descontrol que se traduce en emociones de indefensión: ‘No puedo hacer nada’”.
Este escenario conlleva “una situación constante de ansiedad” donde la víctima cree “que no hay ningún lugar seguro, que, vaya donde vaya, pueden saber quién es”. El nivel de incomodidad es tal que la persona objeto del acoso “puede estar continuamente pensando que está siendo evaluada, juzgada, y que incluso pueden darse consecuencias reales”. En este sentido, Montiel recuerda que muchas de estas situaciones han acabado con despidos en el trabajo o expulsiones de centros educativos.
La ansiedad que sufre una víctima de doxing “puede generar una situación de estrés que podría acabar cronificándose y repercutiendo tanto a nivel de salud mental como física”. “Una situación de estrés crónico puede provocar muchos problema de salud a largo plazo”, advierte Montiel.
Lamentablemente, la práctica del doxing va en aumento. “Va al alza porque los comportamientos online son cada vez más generalizados”, reflexiona Enrique Dans. Este experto argumenta que el hecho de que una gran parte de la discusión política se haya trasladado a la red ha desembocado en que este tipo de prácticas “también hayan escalado”. “No estamos inventando nada, estamos haciendo algo que ya tenía su paralelismo fuera de la red”, asevera.
Perfil del acosador
Respecto al retrato robot del atacante, Irene Montiel defiende que la tipología “es muy variada”. “Hay los que tienen el objetivo de aislar a la víctima socialmente y hay los que se suman a un acoso que ya se está produciendo, convirtiéndose en colaboradores”.
En palabras de Enrique Dans, lo que persigue el acosador es “elevar las barreras de entrada a la participación silenciando determinadas opiniones”. “Si se hace un proceso de ‘doxing’ habrá opiniones a las que les costará más aparecer en la red y darán la callada por respuesta”.
También se puede dar el caso de que el acosador difunda algo de alguien que simplemente es falso. Un hecho que, como señala Dans, puede comportar “problemas de seguridad por una identificación inadecuada”. Sin embargo, no todos los expertos entienden como doxing la difusión de información falsa. “Eso es más bien intoxicar”, defiende Yago Jesús, experto en seguridad informática, aunque apunta que “mezclar verdad con mentira blanquea la mentira, algo que lleva haciéndose en política desde hace mucho tiempo”.
Cómo evitarlo
La mejor manera de combatir el doxing es “teniendo claro qué dice la red de ti o qué puede encontrar una persona si busca con ciertas intenciones”, apunta Dans. Y pone un ejemplo: “Puede ser que tengas una multa pendiente de pago que se ha publicado en el BOE. Hay que ser consciente de que alguien la puede sacar, porque eliminar de la red este tipo de informaciones es prácticamente imposible”.
El doxing se puede dar a pequeña escala, en la esfera personal, pero también se practica a gran escala. “El verdadero riesgo es cuando lo haces contra una organización”, apunta Yago Jesús. “Se puede conseguir 40 correos electrónicos de una empresa a los cuales se les puede enviar un correo que contenga un adjunto que provoque que se pueda tomar el control de ese ordenador y, a partir de ahí, controlar toda la organización”, añade.
Para este experto, no entraña una gran dificultad hacer daño a una compañía. Y las empresas lo saben. “Ahora mismo, las auditorías de seguridad, más allá de intentar saber si tienes una web vulnerable, miran el grado de exposición de la misma”, esgrime Jesús. “Ahora, todos los ataques, incluso los gubernamentales, ya no se centran en una web concreta, sino en las personas que las conforman, intentando obtener toda la información de la compañía en cuestión”.
No es nada fácil detectar quién está detrás de esos ataques. “Si está bien coordinado y bien organizado, es prácticamente imposible saberlo. Cuando se dice que ‘detrás de ese ataque estaba Rusia o Irán’ es mera especulación. Es más literatura que otra cosa”, arguye Jesús.
Detectar posibles atacantes
Lo que cada vez más hacen las compañías para protegerse, según este experto en seguridad informática, es lanzar señuelos, liberando lo que se conoce como Honeypots y Honeytokens. “Me invento con disimulo un perfil de consejero delegado, publico deliberadamente su correo electrónico y su móvil, y lo monitorizo para saber si están atacando a mi compañía. Si llega un correo a este señor que no existe de verdad, sólo públicamente en internet, sabré que hay alguien que está rastreando la compañía para un posible ataque. Ahora es una tendencia muy en alza”.
‘Doxing’ bueno
A pesar de lo dicho hasta ahora, existe una modalidad de doxing benigna “que es la que puede hacer cualquiera cuando lo derivan a un médico”, señala Jesús. En esos casos, “es normal ‘gloglear’ el nombre junto a la palabra ‘negligencia’”. “Este tipo de búsqueda es positiva porque se obtiene un perfil”, defiende este consultor, a quien el doxing “sano” le parece una práctica “incluso deseable”.
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Esta semana, Amnistía Internacional hacía públicos los resultados de un estudio sobre los abusos de los que son objeto las mujeres en las redes sociales. Del informe se podía extraer, por ejemplo, que una de cada cinco mujeres en España afirmaba haber experimentado abusos o acoso en las redes al menos en una ocasión. La investigación también revelaba que un 26% de estas mujeres que habían sido acosadas como mínimo una vez habían sufrido doxing. Pero, ¿a qué hace referencia esta concepto?
Consiste en “amenazar a una persona mediante la revelación de datos personales”, explica a La Vanguardia Enrique Dans, experto en redes sociales y profesor de la IE Business School. “El acosador puede revelar desde el teléfono hasta el lugar de residencia, con lo cual la persona pasa a sentirse amenazada”, añade.
Dans tiene claro que el doxing “es una forma de acoso”, una especie de “escrache virtual” que puede dejar de serlo “si alguien te espera en la puerta de tu casa porque por la red se ha difundido tu dirección”.
Evidentemente, ser víctima de esta práctica no sale gratis, aunque no afecta a todos de la misma forma. No es lo mismo que el afectado sea un menor de edad que un adulto. “El menor necesita de una persona mayor a su lado para poder solventar estas situaciones”, algo que no es fácil “porque les cuesta mucho pedir ayuda cuando muchas veces piensan que ellos han podido tener algo que ver con lo que les sucede”, esgrime Irene Montiel, profesora de Criminología de la UOC y doctora en Psicología. Mientras que en el caso de los adultos dependerá “de distintas variables, como la personalidad”.
Para Montiel, uno de los principales problemas es que “en internet el tiempo disponible para actuar es muy limitado porque todo pasa muy rápidamente”. Eso hace que no se pueda “controlar todo lo que pasa y la difusión que se hace de algo”. Evidentemente, esta realidad genera en la víctima “una situación de descontrol que se traduce en emociones de indefensión: ‘No puedo hacer nada’”.
Este escenario conlleva “una situación constante de ansiedad” donde la víctima cree “que no hay ningún lugar seguro, que, vaya donde vaya, pueden saber quién es”. El nivel de incomodidad es tal que la persona objeto del acoso “puede estar continuamente pensando que está siendo evaluada, juzgada, y que incluso pueden darse consecuencias reales”. En este sentido, Montiel recuerda que muchas de estas situaciones han acabado con despidos en el trabajo o expulsiones de centros educativos.
La ansiedad que sufre una víctima de doxing “puede generar una situación de estrés que podría acabar cronificándose y repercutiendo tanto a nivel de salud mental como física”. “Una situación de estrés crónico puede provocar muchos problema de salud a largo plazo”, advierte Montiel.
Lamentablemente, la práctica del doxing va en aumento. “Va al alza porque los comportamientos online son cada vez más generalizados”, reflexiona Enrique Dans. Este experto argumenta que el hecho de que una gran parte de la discusión política se haya trasladado a la red ha desembocado en que este tipo de prácticas “también hayan escalado”. “No estamos inventando nada, estamos haciendo algo que ya tenía su paralelismo fuera de la red”, asevera.
Perfil del acosador
Respecto al retrato robot del atacante, Irene Montiel defiende que la tipología “es muy variada”. “Hay los que tienen el objetivo de aislar a la víctima socialmente y hay los que se suman a un acoso que ya se está produciendo, convirtiéndose en colaboradores”.
En palabras de Enrique Dans, lo que persigue el acosador es “elevar las barreras de entrada a la participación silenciando determinadas opiniones”. “Si se hace un proceso de ‘doxing’ habrá opiniones a las que les costará más aparecer en la red y darán la callada por respuesta”.
También se puede dar el caso de que el acosador difunda algo de alguien que simplemente es falso. Un hecho que, como señala Dans, puede comportar “problemas de seguridad por una identificación inadecuada”. Sin embargo, no todos los expertos entienden como doxing la difusión de información falsa. “Eso es más bien intoxicar”, defiende Yago Jesús, experto en seguridad informática, aunque apunta que “mezclar verdad con mentira blanquea la mentira, algo que lleva haciéndose en política desde hace mucho tiempo”.
Cómo evitarlo
La mejor manera de combatir el doxing es “teniendo claro qué dice la red de ti o qué puede encontrar una persona si busca con ciertas intenciones”, apunta Dans. Y pone un ejemplo: “Puede ser que tengas una multa pendiente de pago que se ha publicado en el BOE. Hay que ser consciente de que alguien la puede sacar, porque eliminar de la red este tipo de informaciones es prácticamente imposible”.
El doxing se puede dar a pequeña escala, en la esfera personal, pero también se practica a gran escala. “El verdadero riesgo es cuando lo haces contra una organización”, apunta Yago Jesús. “Se puede conseguir 40 correos electrónicos de una empresa a los cuales se les puede enviar un correo que contenga un adjunto que provoque que se pueda tomar el control de ese ordenador y, a partir de ahí, controlar toda la organización”, añade.
Para este experto, no entraña una gran dificultad hacer daño a una compañía. Y las empresas lo saben. “Ahora mismo, las auditorías de seguridad, más allá de intentar saber si tienes una web vulnerable, miran el grado de exposición de la misma”, esgrime Jesús. “Ahora, todos los ataques, incluso los gubernamentales, ya no se centran en una web concreta, sino en las personas que las conforman, intentando obtener toda la información de la compañía en cuestión”.
No es nada fácil detectar quién está detrás de esos ataques. “Si está bien coordinado y bien organizado, es prácticamente imposible saberlo. Cuando se dice que ‘detrás de ese ataque estaba Rusia o Irán’ es mera especulación. Es más literatura que otra cosa”, arguye Jesús.
Detectar posibles atacantes
Lo que cada vez más hacen las compañías para protegerse, según este experto en seguridad informática, es lanzar señuelos, liberando lo que se conoce como Honeypots y Honeytokens. “Me invento con disimulo un perfil de consejero delegado, publico deliberadamente su correo electrónico y su móvil, y lo monitorizo para saber si están atacando a mi compañía. Si llega un correo a este señor que no existe de verdad, sólo públicamente en internet, sabré que hay alguien que está rastreando la compañía para un posible ataque. Ahora es una tendencia muy en alza”.
‘Doxing’ bueno
A pesar de lo dicho hasta ahora, existe una modalidad de doxing benigna “que es la que puede hacer cualquiera cuando lo derivan a un médico”, señala Jesús. En esos casos, “es normal ‘gloglear’ el nombre junto a la palabra ‘negligencia’”. “Este tipo de búsqueda es positiva porque se obtiene un perfil”, defiende este consultor, a quien el doxing “sano” le parece una práctica “incluso deseable”.
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