Es sin duda lo mejor que puedes leer hoy en prensa, aunque sea largo: este artículo de investigación del premio Pulitzer Greg Miller en el Washington Post, titulado «The intelligence coup of the century«, en el que expone cómo la compañía suiza de criptografía que muchísimos países del mundo utilizan para cifrar sus comunicaciones era, en realidad, propiedad de la CIA, y cómo eso ha permitido al gobierno de los Estados Unidos espiar sus comunicaciones durante décadas. Una impresionante novela de espías… salvo por el pequeño detalle de que no es una novela.
Es un descubrimiento impresionante que explica muchísimas cosas: que 120 países, desde Irán hasta el Vaticano, pasando por las juntas militares latinoamericanas, la India, Pakistán y muchos más, hayan estado utilizando los productos y servicios de un mismo proveedor de criptografía, la suiza Crypto AG, por los que pagaron millones de dólares, y que esa compañía, cuyos accionistas eran secretos, estuviese bajo el control de la agencia de inteligencia norteamericana, en asociación con su contrapartida alemana. Una operación conocida primero como Thesaurus y posteriormente como Rubicon, que permite entender hasta qué punto la inteligencia norteamericana era capaz de conocer lo que ocurría en el mundo y de, en muchas ocasiones, ponerlo bajo su control: simplemente, era un jugador de poker con capacidad para ver las jugadas de casi todos los que participaban en la partida.
La operación abarca prácticamente cinco décadas, las de la conocida como Pax Americana, y ha sido conocida gracias a un fichero clasificado al que tuvieron acceso periodistas del Washington Post y de la cadena pública alemana ZDF. Durante ese tiempo, la CIA fue capaz de monitorizar esas comunicaciones y compartirlas con algunos de sus aliados, desde la crisis de los rehenes en Irán hasta las transmisiones argentinas en la guerra de las Malvinas. Ni Rusia ni China, contrapartidas de poder a nivel mundial de los Estados Unidos, llegaron a utilizar nunca los servicios de Crypto AG, posiblemente por sospechar sobre su accionariado.
La agencia de espionaje alemana, BND, abandonó la operación en 1990 por miedo a que fuese descubierta y expuesta, pero los Estados Unidos simplemente adquirieron su parte del accionariado y continuaron explotando el acceso a las comunicaciones hasta 2018, cuando finalmente vendieron sus acciones y liquidaron la compañía en Liechtenstein, un estado que permite el secreto de ese tipo de operaciones. ¿Por qué se desprendieron de las acciones de un activo tan estratégico? La razón es fácil de entender: en esa época, el acceso a la criptografía se hizo mucho más ubicuo y distribuido, pasó a ser una tecnología que podía incorporarse a prácticamente cualquier app y a cualquier dispositivo no especializado, y los países comenzaron a utilizar cada vez más alternativas propias a los servicios de Crypto AG. Eso explicaría, en gran medida, el interés que el gobierno norteamericano mantuvo en el desarrollo de sistemas de espionaje y monitorización, que fue expuesto en las revelaciones de Edward Snowden en el año 2013.
El país hegemónico en el mundo, el que tenía más poder, cimentaba ese poder en el control de la información, en su capacidad para acceder de manera secreta a las comunicaciones de muchísimos otros países. Un auténtico testimonio de la importancia de los sistemas de información, y de cómo un país fue capaz de engañar a muchos otros durante varias décadas y jugar el juego de la geopolítica con las cartas marcadas.
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Es sin duda lo mejor que puedes leer hoy en prensa, aunque sea largo: este artículo de investigación del premio Pulitzer Greg Miller en el Washington Post, titulado «The intelligence coup of the century«, en el que expone cómo la compañía suiza de criptografía que muchísimos países del mundo utilizan para cifrar sus comunicaciones era, en realidad, propiedad de la CIA, y cómo eso ha permitido al gobierno de los Estados Unidos espiar sus comunicaciones durante décadas. Una impresionante novela de espías… salvo por el pequeño detalle de que no es una novela.
Es un descubrimiento impresionante que explica muchísimas cosas: que 120 países, desde Irán hasta el Vaticano, pasando por las juntas militares latinoamericanas, la India, Pakistán y muchos más, hayan estado utilizando los productos y servicios de un mismo proveedor de criptografía, la suiza Crypto AG, por los que pagaron millones de dólares, y que esa compañía, cuyos accionistas eran secretos, estuviese bajo el control de la agencia de inteligencia norteamericana, en asociación con su contrapartida alemana. Una operación conocida primero como Thesaurus y posteriormente como Rubicon, que permite entender hasta qué punto la inteligencia norteamericana era capaz de conocer lo que ocurría en el mundo y de, en muchas ocasiones, ponerlo bajo su control: simplemente, era un jugador de poker con capacidad para ver las jugadas de casi todos los que participaban en la partida.
La operación abarca prácticamente cinco décadas, las de la conocida como Pax Americana, y ha sido conocida gracias a un fichero clasificado al que tuvieron acceso periodistas del Washington Post y de la cadena pública alemana ZDF. Durante ese tiempo, la CIA fue capaz de monitorizar esas comunicaciones y compartirlas con algunos de sus aliados, desde la crisis de los rehenes en Irán hasta las transmisiones argentinas en la guerra de las Malvinas. Ni Rusia ni China, contrapartidas de poder a nivel mundial de los Estados Unidos, llegaron a utilizar nunca los servicios de Crypto AG, posiblemente por sospechar sobre su accionariado.
La agencia de espionaje alemana, BND, abandonó la operación en 1990 por miedo a que fuese descubierta y expuesta, pero los Estados Unidos simplemente adquirieron su parte del accionariado y continuaron explotando el acceso a las comunicaciones hasta 2018, cuando finalmente vendieron sus acciones y liquidaron la compañía en Liechtenstein, un estado que permite el secreto de ese tipo de operaciones. ¿Por qué se desprendieron de las acciones de un activo tan estratégico? La razón es fácil de entender: en esa época, el acceso a la criptografía se hizo mucho más ubicuo y distribuido, pasó a ser una tecnología que podía incorporarse a prácticamente cualquier app y a cualquier dispositivo no especializado, y los países comenzaron a utilizar cada vez más alternativas propias a los servicios de Crypto AG. Eso explicaría, en gran medida, el interés que el gobierno norteamericano mantuvo en el desarrollo de sistemas de espionaje y monitorización, que fue expuesto en las revelaciones de Edward Snowden en el año 2013.
El país hegemónico en el mundo, el que tenía más poder, cimentaba ese poder en el control de la información, en su capacidad para acceder de manera secreta a las comunicaciones de muchísimos otros países. Un auténtico testimonio de la importancia de los sistemas de información, y de cómo un país fue capaz de engañar a muchos otros durante varias décadas y jugar el juego de la geopolítica con las cartas marcadas.
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