Internet no es propiedad de nadie, pero resulta casi irónico comprobar como en realidad internet es propiedad de todos nosotros. Esta gigantesca y maravillosa red de redes ha cambiado nuestro mundo radicalmente, y lo ha hecho siempre basándose en un esquema descentralizado y básicamente anárquico.
Es cierto que hay organismos que cuidan de que los protocolos y estándares que se utilizan en internet evolucionen y se adapten a las necesidades que van surgiendo al ritmo adecuado, pero en todo este tiempo ninguno de los que han intentado hacerse con el control de internet lo han logrado. Uno de los principios básicos de esa maravillosa anarquía es la neutralidad en la red, y estamos a un paso de perderla para siempre.
La pesadilla en ciernes
Esa amenaza a la neutralidad a la red ha sido constante desde hace algún tiempo, pero el último ataque es el más preocupante: en Estados Unidos han anunciado un plan para acabar con la neutralidad en la red en el último de los desaguisados del gobierno de Donald Trump.
Es cierto que ese cambio a la regulación de esta industria se limite a Estados Unidos, pero es que hoy por hoy gran parte de los servicios que dominan nuestra rutina diaria están desarrollados por empresas de ese país. El peligro al que Estados Unidos y su FCC exponen a internet es enorme, sobre todo porque se plantea un cambio total de un modelo en el que todo y todos éramos iguales en internet.
Esto podría dejar de ser así con esa nueva regulación de la que han hablado nuestros compañeros en Genbeta y que le daría a las operadoras y a las empresas de internet un poder que condicionaría nuestro acceso a la información. Las consecuencias podrían ser enormes:
Bloquear contenido: mediante estas medidas estas empresas podrían prohibir el acceso a ciertos tipos de contenido o ciertos tipos de protocolos de comunicación. El ejemplo más claro aquí es bittorrent, eternamente asociado con la descarga ilegal de contenidos, y que según esa nueva regulación podría ser bloqueado legalmente. Esto no es una posibilidad remota: es una realidad inminente.
Ralentizar servicios: la desaparición de la neutralidad en la red daría lugar a (al menos) dos internets distintas. Una “para ricos” (de pago) y una “para pobres” (gratuita). Entre las desventajas de esa internet para pobres estaría el hecho que ciertos contenidos se transmitirían más lentamente, perjudicando la experiencia de usuario. Un ejemplo rápido: Netflix iría fenomenal porque ellos pueden pagar a las operadoras por acceso preferencial a los usuarios, pero un rival pequeño que quisiera emitir sus contenidos a un gran público lo tendría muy difícil: esos contenidos llegarían con peor calidad y a menor número de usuarios de forma concurrente por no poder asumir el coste de acceder a las “autopistas de peaje” de esa nueva internet.
Internet rápida, internet lenta: esa analogía con la internet para pobres y para ricos se puede extender a la de nuestra realidad cotidiana al movernos en coche: si puedes pagar una autopista de peaje, te ahorrarás atascos e incluso riesgos en carretera. Si no, a adelantar camiones e ir a menor velocidad y con más riesgo. Ese sería el funcionamiento de esa internet para pobres, con limitaciones tanto en velocidad como en acceso a contenidos.
Vodafone Pass y los lobos con piel de cordero
En nuestro país y en otros como Portugal hemos empezado a ver cómo este tipo de políticas empezaban a tener cabida gracias a planes aparentemente inocuos y atractivos para los usuarios como los de Vodafone Pass.
La interesante propuesta de esta operadora es desde luego llamativa: tienen distintos “pases” para distintos tipos de contenido, de forma que puedas consumir todo lo que quieras en esos distintos segmentos sin preocuparte por el consumo de datos contratado aparte. Así, tienen un “Maps Pass”, un “Video Pass”, un “Social Pass” y un “Music Pass”.
En todos ellos la idea es clara: pagar un plus para disfrutar en el móvil de una “tarifa plana” en contenidos como vídeo. El problema, claro, es que la lista de servicios disposnibles en esos pases es limitada: no están todos los que son, aunque en Vodafone aclaran que no tienen una lista cerrada de aplicaciones y cualquier servicio que lo desee puede incorporarse gratuitamente rellenando un formulario.
Hay otro problema añadido: en el caso del vídeo, por ejemplo, tenemos un acceso normal con vídeos en calidad estándar a 8 euros al mes, y otro a calidad 1080p que cuesta 17 euros al mes. Una vez más se diferencia el tipo de contenido (porque los contenidos FullHD tienen mayores exigencias de tráfico, entre otras cosas), lo que a su vez vuelve a crear desigualdades. El que quiere (y puede), disfrutará de un servicio para ricos. El que no, tendrá que conformarse con el servicio para pobres.
Aquí el mensaje de Vodafone es impecable, porque ellos simplemente dan opciones. El problema es que el efecto final es el mismo: se crea una segmentación que antes no existía y que favorece ciertos contenidos y a ciertas operadoras sobre otras. Da igual que otros servicios se puedan apuntar, porque mientras lo hacen —y mientras Vodafone los integra, algo que no sabemos cuánto puede tardar— esos servicios y empresas que tratan de competir están perdiendo potenciales clientes porque ellos no están en esa internet para ricos. Las oportunidades, aunque Vodafone no cierre esa puerta, dejan de ser las mismas para todos.
Bendita anarquía, no nos dejes
Los efectos de esa nueva regulación que la FCC quiere imponer en Estados Unidos podrían ser demoledores. Es probable que el modelo seguido por Vodafone Pass se extienda a un buen montón de servicios en empresas en EE.UU., y es también probable que muchos usuarios no se den cuenta de que esas tarifas planas que se benefician del zero-rating son una amenaza real al funcionamiento de internet.
Lo son porque como apuntaba nuestra compañera Érika García en Xataka Móvil, nuestra libertad de elección queda comprometida. Estamos asistiendo a un caso claro de discriminación positiva que condiciona modelos de consumo, aunque en Europa —donde se sigue defendiendo la neutralidad en la red— de momento estos servicios zero-rating sí son legales.
¿Cómo lo condiciona? No solo favoreciendo ciertos servicios y ciertas empresas, sino también ciertos tipos de contenido sobre otros. Si Vodafone Pass —con sus luces y sus sombras, insistimos— te ofrece que puedas estar todo el día enchufado a WhatsApp, Facebook o Instagram, Tinder o Twitter (entre otras) sin pagar más que la cuota mensual. Fantástico, claro a no ser que se tenga en cuenta que eso perjudica a otros servicios que quieren llegar a ti y por los que tendrás que pagar más si quieres disfrutarlos a todo trapo. No solo eso: no tendrás tiempo para hacerlo porque ya te pasas toda la vida enchufado a esas aplicaciones de mensajería y redes sociales.
Aquí hay un claro debate para los usuarios, que lógicamente pensarán “bueno, si yo lo único que uso al día es WhatsApp e Instagram, esto me favorece y no hace daño a nadie”. Lo hace porque como decimos condiciona aún más al usuario a un tipo de servicio y un tipo de contenido, haciendo más difícil (“tengo que pagar más por Netflix en el móvil, paso” o “uf no tengo tiempo para Netflix, paso”) que otras empresas puedan comercializar sus servicios.
Los ejemplos, importante, son con servicios y empresas potentes, pero la cosa se complica cuando quien quiere que conozcas su servicio es una pequeña startup en el mundo de la mensajería, el vídeo o la música. Antes ya lo tenían difícil, pero al final competían en cierta igualdad de condiciones porque la neutralidad en la red garantiza ese acesso igualitario a la información.
Ahora lo tendrán casi imposible, y esa falta de neutralidad en la red provocará una centralización dramática y la vuelta a esos monopolios de los que tanto nos quejábamos no hace mucho. Las críticas a Timofónica Telefónica eran habituales, por ejemplo, y aunque ahora sigue habiéndolas la situación ha cambiado radicalmente gracias a la liberalización de un mercado que se ha abierto a otros competidores (nos timen también o no, esa es otra cuestión).
La lucha por la neutralidad de la red es la lucha por que esa prodigiosa anarquía siga siendo la base de internet. Los usuarios solo podemos hacer una cosa: unirnos a la protesta, algo que podemos hacer con iniciativas como Battle for the Net. Adivinad quién se ha apuntado: el menda lerenda. El mismo que sigue pensando que es una bendición que hoy en día podamos seguir disfrutando de esa maravillosa anarquía digital llamada internet.
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Internet no es propiedad de nadie, pero resulta casi irónico comprobar como en realidad internet es propiedad de todos nosotros. Esta gigantesca y maravillosa red de redes ha cambiado nuestro mundo radicalmente, y lo ha hecho siempre basándose en un esquema descentralizado y básicamente anárquico.
Es cierto que hay organismos que cuidan de que los protocolos y estándares que se utilizan en internet evolucionen y se adapten a las necesidades que van surgiendo al ritmo adecuado, pero en todo este tiempo ninguno de los que han intentado hacerse con el control de internet lo han logrado. Uno de los principios básicos de esa maravillosa anarquía es la neutralidad en la red, y estamos a un paso de perderla para siempre.
La pesadilla en ciernes
Esa amenaza a la neutralidad a la red ha sido constante desde hace algún tiempo, pero el último ataque es el más preocupante: en Estados Unidos han anunciado un plan para acabar con la neutralidad en la red en el último de los desaguisados del gobierno de Donald Trump.
Es cierto que ese cambio a la regulación de esta industria se limite a Estados Unidos, pero es que hoy por hoy gran parte de los servicios que dominan nuestra rutina diaria están desarrollados por empresas de ese país. El peligro al que Estados Unidos y su FCC exponen a internet es enorme, sobre todo porque se plantea un cambio total de un modelo en el que todo y todos éramos iguales en internet.
Esto podría dejar de ser así con esa nueva regulación de la que han hablado nuestros compañeros en Genbeta y que le daría a las operadoras y a las empresas de internet un poder que condicionaría nuestro acceso a la información. Las consecuencias podrían ser enormes:
Vodafone Pass y los lobos con piel de cordero
En nuestro país y en otros como Portugal hemos empezado a ver cómo este tipo de políticas empezaban a tener cabida gracias a planes aparentemente inocuos y atractivos para los usuarios como los de Vodafone Pass.
La interesante propuesta de esta operadora es desde luego llamativa: tienen distintos “pases” para distintos tipos de contenido, de forma que puedas consumir todo lo que quieras en esos distintos segmentos sin preocuparte por el consumo de datos contratado aparte. Así, tienen un “Maps Pass”, un “Video Pass”, un “Social Pass” y un “Music Pass”.
En todos ellos la idea es clara: pagar un plus para disfrutar en el móvil de una “tarifa plana” en contenidos como vídeo. El problema, claro, es que la lista de servicios disposnibles en esos pases es limitada: no están todos los que son, aunque en Vodafone aclaran que no tienen una lista cerrada de aplicaciones y cualquier servicio que lo desee puede incorporarse gratuitamente rellenando un formulario.
Hay otro problema añadido: en el caso del vídeo, por ejemplo, tenemos un acceso normal con vídeos en calidad estándar a 8 euros al mes, y otro a calidad 1080p que cuesta 17 euros al mes. Una vez más se diferencia el tipo de contenido (porque los contenidos FullHD tienen mayores exigencias de tráfico, entre otras cosas), lo que a su vez vuelve a crear desigualdades. El que quiere (y puede), disfrutará de un servicio para ricos. El que no, tendrá que conformarse con el servicio para pobres.
Aquí el mensaje de Vodafone es impecable, porque ellos simplemente dan opciones. El problema es que el efecto final es el mismo: se crea una segmentación que antes no existía y que favorece ciertos contenidos y a ciertas operadoras sobre otras. Da igual que otros servicios se puedan apuntar, porque mientras lo hacen —y mientras Vodafone los integra, algo que no sabemos cuánto puede tardar— esos servicios y empresas que tratan de competir están perdiendo potenciales clientes porque ellos no están en esa internet para ricos. Las oportunidades, aunque Vodafone no cierre esa puerta, dejan de ser las mismas para todos.
Bendita anarquía, no nos dejes
Los efectos de esa nueva regulación que la FCC quiere imponer en Estados Unidos podrían ser demoledores. Es probable que el modelo seguido por Vodafone Pass se extienda a un buen montón de servicios en empresas en EE.UU., y es también probable que muchos usuarios no se den cuenta de que esas tarifas planas que se benefician del zero-rating son una amenaza real al funcionamiento de internet.
Lo son porque como apuntaba nuestra compañera Érika García en Xataka Móvil, nuestra libertad de elección queda comprometida. Estamos asistiendo a un caso claro de discriminación positiva que condiciona modelos de consumo, aunque en Europa —donde se sigue defendiendo la neutralidad en la red— de momento estos servicios zero-rating sí son legales.
¿Cómo lo condiciona? No solo favoreciendo ciertos servicios y ciertas empresas, sino también ciertos tipos de contenido sobre otros. Si Vodafone Pass —con sus luces y sus sombras, insistimos— te ofrece que puedas estar todo el día enchufado a WhatsApp, Facebook o Instagram, Tinder o Twitter (entre otras) sin pagar más que la cuota mensual. Fantástico, claro a no ser que se tenga en cuenta que eso perjudica a otros servicios que quieren llegar a ti y por los que tendrás que pagar más si quieres disfrutarlos a todo trapo. No solo eso: no tendrás tiempo para hacerlo porque ya te pasas toda la vida enchufado a esas aplicaciones de mensajería y redes sociales.
Aquí hay un claro debate para los usuarios, que lógicamente pensarán “bueno, si yo lo único que uso al día es WhatsApp e Instagram, esto me favorece y no hace daño a nadie”. Lo hace porque como decimos condiciona aún más al usuario a un tipo de servicio y un tipo de contenido, haciendo más difícil (“tengo que pagar más por Netflix en el móvil, paso” o “uf no tengo tiempo para Netflix, paso”) que otras empresas puedan comercializar sus servicios.
Los ejemplos, importante, son con servicios y empresas potentes, pero la cosa se complica cuando quien quiere que conozcas su servicio es una pequeña startup en el mundo de la mensajería, el vídeo o la música. Antes ya lo tenían difícil, pero al final competían en cierta igualdad de condiciones porque la neutralidad en la red garantiza ese acesso igualitario a la información.
Ahora lo tendrán casi imposible, y esa falta de neutralidad en la red provocará una centralización dramática y la vuelta a esos monopolios de los que tanto nos quejábamos no hace mucho. Las críticas a
TimofónicaTelefónica eran habituales, por ejemplo, y aunque ahora sigue habiéndolas la situación ha cambiado radicalmente gracias a la liberalización de un mercado que se ha abierto a otros competidores (nos timen también o no, esa es otra cuestión).La lucha por la neutralidad de la red es la lucha por que esa prodigiosa anarquía siga siendo la base de internet. Los usuarios solo podemos hacer una cosa: unirnos a la protesta, algo que podemos hacer con iniciativas como Battle for the Net. Adivinad quién se ha apuntado: el menda lerenda. El mismo que sigue pensando que es una bendición que hoy en día podamos seguir disfrutando de esa maravillosa anarquía digital llamada internet.
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