La semana antes de irme a Cuba me dio por ordenar mi biblioteca de juegos.
¿La razón? Me di cuenta de que tenía instalados juegos que ni sabía que tenía.
Como seguramente sepa, utilizo desde hace ya unos cuantos meses mi HP Spectre 360 como ordenador principal, que ha desplazado al iMac de finales del 2007 gracias a esa pedazo de pantalla ultrapanorámica que sin lugar a dudas ha sido la compra estrella de este año.
En su momento estuve motivado a hacerme con una torre de PC, pero al final, y en vista que el mercado de realidad virtual todavía no está a la altura, me he contenido. Lo que significa que de pronto pasé de tener un dispositivo de trabajo/disfrute con almacenamiento de sobra (medio tera tiene mi iMac), a un portátil dirigido al uso en movilidad con apenas 100GBs (128 contando Windows 10 y ese porcentaje que el fabricante se reserva ante eventuales vaivenes de la cadena de producción). Ahora sume a esto la suite Adobe, algunas carpetas sincronizadas de las nubes que utilizo para mi trabajo diario, y unas cuantas herramientas de desarrollo web, y se dará cuenta que poco espacio me queda. Alrededor de 30GBs libres.
Al HP Spectre le he metido una tarjeta SD de tipo 10 con 60GBs que sencilla y llanamente me da la vida (otra de las razones por las cuales ni me he molestado en hablar de ese esperpento de MacBook Pro con Touch Bar), y cuando estoy en casa, le tengo conectado un disco externo de 1 tera donde realmente está todo el contenido histórico. Ya sabe, las fotos de mi vida, los archivos (facturas y demás) que me niego a sincronizar con la nube, mi BBDD de música, series y películas, y también el grueso de juegos que tengo instalados.
Es decir, que por diversos motivos, en Steam tengo creadas tres bibliotecas de las que se suministra la plataforma:
- La de C:, donde está Steam y alguno de esos juegos que obligan a ser instalados en el Disco Duro principal.
- La de la SD, donde quería tener aquellos juegos que pesan poco y que se prestan a ser disfrutados en viajes.
- La del disco externo, donde está (o debería estar) el resto.
¿Qué fallaba entonces? Que de Steam no vive únicamente el hombre, y en ese afán de cada vez más empresas de sumarse a crear su propia plataforma, tengo a día de hoy mi biblioteca de juegos repartida entre Steam, Uplay, Origin, EpicGames, Blizzard, GoGGalaxy y EVEOnline. Cada uno con sus juegos instalados en a saber dónde, y muchos de ellos que ni siquiera tenía constancia de su existencia.
Problemas del primer mundo
Esto que le comento seguramente le pase también a usted con el resto de bibliotecas digitales que tiene. Si no son juegos, serán series, música, fotografías, películas, programas o aplicaciones. O lo mismo archivos repartidos en mil y un carpetas y mil y un servicios en la nube.
A lo que voy es que me ha faltado ponerme a revisar programa por programa para darme cuenta de la cantidad de contenido digital que tengo y que nunca he disfrutado. Solo en Steam tengo 146 juegos, y tranquilamente la mitad aún ni los he abierto. Y esto afecta por igual a mi cerca de 50GBs de música, cuya reproducción (de continuo) me llevaría varios años. ¿Estamos locos?
Es, de facto, un problema del primer mundo, y soy consciente de lo banal que suena. Ya quisiera un chaval de mozambique o una familia siria “sufrir tremenda tragedia”, pero dejando de lado este hecho, es algo en lo que las plataformas digitales están fallando.
O al menos, algo en lo que fallan de cara al usuario, habida cuenta de que de cara a las arcas es una situación idílica.
La mayoría de estas plataformas están creadas para ofrecer incentivos a la adquisición de nuevos productos, pero no para gestionar adecuadamente un stock que, con el tiempo, lo más normal es que se vuelva inabarcable. El que además la mayoría de usuarios no tengan problemas de almacenamiento (los costes de los discos son cada vez más bajos) y que el contenido digital en estas plataformas “no ocupa espacio” hasta que no lo instalamos, tampoco ayuda.
Y me da que esto genera en el cliente (o sea, usted y un servidor) una barrera de acceso que incentiva aún más caer en las ofertas irresistibles de estas plataformas. A almacenar por almacenar contenido que jamás vamos a utilizar. Ese síndrome de diógenes digital que tan pronto afecta a la cuantificación absurda, como a la cabezonería de hacerte con lo último sin tan siquiera haber explotado al máximo lo que ya tenías a tu disposición.
Islas de cordura en un océano de capitalismo mordaz
De todos los anteriores, únicamente Steam cuenta con un filtrado por categorías (unas que vienen por defecto, y la posibilidad de crear nuevas) y la capacidad de incluir títulos de fuera de su catálogo. El resto, o cuentan con un filtrado básico (juegos instalados, más jugados…) o directamente te muestran la biblioteca entera y búsquese usted la vida.
Plex ofrece esa suerte de categorización del contenido en base a los metadatos de los archivos audiovisuales que enlazamos con su servicio. Y obliga a cambio a mantener una estructura de carpetas que requiere un trabajo extra por parte del usuario. Y ese es el problema, que la plataforma, y pese a que sin lugar a dudas ha avanzado bastante en estos últimos años, sigue sin ser asequible para el grueso de la sociedad, que lo más normal es que gestione su contenido a mano, directamente desde el propio gestor de carpetas del sistema operativo, profundamente ineficiente para estas situaciones.
Y así llego a Google Fotos, que ha sabido magistralmente solucionar (o al menos paliar) este problema con las fotografías… a cambio de vender nuestra alma a la compañía. Porque para utilizar Google Fotos tenemos que aceptar que por defecto todo lo que sincronicemos acabará en los servidores de Google. Y sí, nos hará ese trabajo de ordenar el caos de nuestra biblioteca, incluso atreviéndose a sugerir mejoras y recopilaciones que suelen ser una verdadera delicia.
Pero salvando estos contados casos (y algunos que se me habrán escapado y/o he obviado para agilizar la lectura), hay todavía mucho camino por recorrer.
Porque…:
- ¿Qué hay de todos aquellos que además de Plex utilizamos Netflix, o Wuaki, u OrangeTV? Pues que nos tocará administrar por separado cada catálogo.
- ¿Qué hay de esos juegos que en vez de contar con su propio ejecutable, se abren desde la propia plataforma, como es el caso de todos los de EpicGames? Que Steam no los puede reconocer como tal, y por tanto no hay manera de incluirlos de forma centralizada en una misma biblioteca.
- ¿Qué hay de todo ese contenido que no cuenta con los metadatos correctos, y por ende, no es correctamente etiquetado en una plataforma como iTunes? Que aparecerá como Desconocido, en una categoría de decenas o centenares de archivos que se saltan a la ligera los nombres del documento que quizás usted había metido a mano para identificarlos.
- ¿Qué hay de todas esas aplicaciones que tenemos instaladas en nuestro móvil y que jamás volvemos a saber de ellas, habida cuenta de lo incómodo que se vuelve un menú como el de Android o una carpeta como la de iOS conforme más elementos tiene? ¿O esas aplicaciones que hemos tenido que instalar de fuera del market oficial (como el market de Amazon), y que usarán su propio sistema de actualización y categorización ajeno al principal? Aplicaciones que podrían llegar a suponer un riesgo de seguridad y privacidad a futuro, tan pronto puedan ser revendidas a terceros. Y que en todo caso, estarán a día de hoy afectando al rendimiento global del dispositivo fuera de los cánones de control que esperaríamos.
- ¿Por qué Dropbox, o Google Drive, o iCloud, o Box, o SkyDrive, no ofrecen una opción para mostrar su contenido en la misma carpeta que el resto de servicios en la nube? No es raro para aquellos que trabajamos en equipos distribuidos o con diferentes clientes tener que compaginar el uso de una o dos de estas plataformas, y sería una gran ayuda de cara a administrar los proyectos de forma centralizada.
En definitiva, que las bibliotecas digitales, y en especial, esas plataformas de gestión de fotografías/vídeo/juegos/aplicaciones que tan bien se prestan para el descubrimiento de nuevo contenido están fallando a la hora de ofrecer al usuario facilidades para sincronizarse con otros elementos que no están cortados con el mismo rasero.
Todo esto (recalco) en ecosistemas a priori abiertos, como es el PC, la web, y es Android. Ya ni hablemos si nos tiramos hacia derroteros como el de las videoconsolas o entornos profundamente cerrados como el de iOS.
La semana antes de irme a Cuba me dio por ordenar mi biblioteca de juegos.
¿La razón? Me di cuenta de que tenía instalados juegos que ni sabía que tenía.
Como seguramente sepa, utilizo desde hace ya unos cuantos meses mi HP Spectre 360 como ordenador principal, que ha desplazado al iMac de finales del 2007 gracias a esa pedazo de pantalla ultrapanorámica que sin lugar a dudas ha sido la compra estrella de este año.
En su momento estuve motivado a hacerme con una torre de PC, pero al final, y en vista que el mercado de realidad virtual todavía no está a la altura, me he contenido. Lo que significa que de pronto pasé de tener un dispositivo de trabajo/disfrute con almacenamiento de sobra (medio tera tiene mi iMac), a un portátil dirigido al uso en movilidad con apenas 100GBs (128 contando Windows 10 y ese porcentaje que el fabricante se reserva ante eventuales vaivenes de la cadena de producción). Ahora sume a esto la suite Adobe, algunas carpetas sincronizadas de las nubes que utilizo para mi trabajo diario, y unas cuantas herramientas de desarrollo web, y se dará cuenta que poco espacio me queda. Alrededor de 30GBs libres.
Al HP Spectre le he metido una tarjeta SD de tipo 10 con 60GBs que sencilla y llanamente me da la vida (otra de las razones por las cuales ni me he molestado en hablar de ese esperpento de MacBook Pro con Touch Bar), y cuando estoy en casa, le tengo conectado un disco externo de 1 tera donde realmente está todo el contenido histórico. Ya sabe, las fotos de mi vida, los archivos (facturas y demás) que me niego a sincronizar con la nube, mi BBDD de música, series y películas, y también el grueso de juegos que tengo instalados.
Es decir, que por diversos motivos, en Steam tengo creadas tres bibliotecas de las que se suministra la plataforma:
¿Qué fallaba entonces? Que de Steam no vive únicamente el hombre, y en ese afán de cada vez más empresas de sumarse a crear su propia plataforma, tengo a día de hoy mi biblioteca de juegos repartida entre Steam, Uplay, Origin, EpicGames, Blizzard, GoGGalaxy y EVEOnline. Cada uno con sus juegos instalados en a saber dónde, y muchos de ellos que ni siquiera tenía constancia de su existencia.
Problemas del primer mundo
Esto que le comento seguramente le pase también a usted con el resto de bibliotecas digitales que tiene. Si no son juegos, serán series, música, fotografías, películas, programas o aplicaciones. O lo mismo archivos repartidos en mil y un carpetas y mil y un servicios en la nube.
A lo que voy es que me ha faltado ponerme a revisar programa por programa para darme cuenta de la cantidad de contenido digital que tengo y que nunca he disfrutado. Solo en Steam tengo 146 juegos, y tranquilamente la mitad aún ni los he abierto. Y esto afecta por igual a mi cerca de 50GBs de música, cuya reproducción (de continuo) me llevaría varios años. ¿Estamos locos?
Es, de facto, un problema del primer mundo, y soy consciente de lo banal que suena. Ya quisiera un chaval de mozambique o una familia siria “sufrir tremenda tragedia”, pero dejando de lado este hecho, es algo en lo que las plataformas digitales están fallando.
O al menos, algo en lo que fallan de cara al usuario, habida cuenta de que de cara a las arcas es una situación idílica.
La mayoría de estas plataformas están creadas para ofrecer incentivos a la adquisición de nuevos productos, pero no para gestionar adecuadamente un stock que, con el tiempo, lo más normal es que se vuelva inabarcable. El que además la mayoría de usuarios no tengan problemas de almacenamiento (los costes de los discos son cada vez más bajos) y que el contenido digital en estas plataformas “no ocupa espacio” hasta que no lo instalamos, tampoco ayuda.
Y me da que esto genera en el cliente (o sea, usted y un servidor) una barrera de acceso que incentiva aún más caer en las ofertas irresistibles de estas plataformas. A almacenar por almacenar contenido que jamás vamos a utilizar. Ese síndrome de diógenes digital que tan pronto afecta a la cuantificación absurda, como a la cabezonería de hacerte con lo último sin tan siquiera haber explotado al máximo lo que ya tenías a tu disposición.
Islas de cordura en un océano de capitalismo mordaz
De todos los anteriores, únicamente Steam cuenta con un filtrado por categorías (unas que vienen por defecto, y la posibilidad de crear nuevas) y la capacidad de incluir títulos de fuera de su catálogo. El resto, o cuentan con un filtrado básico (juegos instalados, más jugados…) o directamente te muestran la biblioteca entera y búsquese usted la vida.
Plex ofrece esa suerte de categorización del contenido en base a los metadatos de los archivos audiovisuales que enlazamos con su servicio. Y obliga a cambio a mantener una estructura de carpetas que requiere un trabajo extra por parte del usuario. Y ese es el problema, que la plataforma, y pese a que sin lugar a dudas ha avanzado bastante en estos últimos años, sigue sin ser asequible para el grueso de la sociedad, que lo más normal es que gestione su contenido a mano, directamente desde el propio gestor de carpetas del sistema operativo, profundamente ineficiente para estas situaciones.
Y así llego a Google Fotos, que ha sabido magistralmente solucionar (o al menos paliar) este problema con las fotografías… a cambio de vender nuestra alma a la compañía. Porque para utilizar Google Fotos tenemos que aceptar que por defecto todo lo que sincronicemos acabará en los servidores de Google. Y sí, nos hará ese trabajo de ordenar el caos de nuestra biblioteca, incluso atreviéndose a sugerir mejoras y recopilaciones que suelen ser una verdadera delicia.
Pero salvando estos contados casos (y algunos que se me habrán escapado y/o he obviado para agilizar la lectura), hay todavía mucho camino por recorrer.
Porque…:
En definitiva, que las bibliotecas digitales, y en especial, esas plataformas de gestión de fotografías/vídeo/juegos/aplicaciones que tan bien se prestan para el descubrimiento de nuevo contenido están fallando a la hora de ofrecer al usuario facilidades para sincronizarse con otros elementos que no están cortados con el mismo rasero.
Todo esto (recalco) en ecosistemas a priori abiertos, como es el PC, la web, y es Android. Ya ni hablemos si nos tiramos hacia derroteros como el de las videoconsolas o entornos profundamente cerrados como el de iOS.
Compartir esto: