Elsevier vuelve a ser tema de discusión en relación con las ataduras que impone a la libre circulación del conocimiento. En un artículo publicado el 4 de mayo, Kevin Smith, Director de la oficina de Copyright and Scholarly Communication de la Universidad de Duke, denuncia que las medidas publicadas en abril por Elsevier, relacionadas con compartir conocimiento y fomentar el open access, están lejos de ésto y más bien construyen nuevas ataduras para la libre circulación del conocimiento.
¿Rompiendo barreras para la libre circulación del conocimiento?
Quienes estamos involucrados en el activismo por la cultura libre, recordaremos el hito que significó el boicoteo a Elsevier en el año 2012, donde científicos de diversas áreas tomaron medidas contra la compañía debido al precio exorbitante de sus artículos, sus prácticas abusivas respecto a los autores y su apoyo a proyectos como SOPA (Stop Online Piracy Act), RWA (Research Works Act) y PIPA (Protect IP Act). Las acciones de estos científicos fue negarse a publicar, evaluar o editar artículos para las revistas de la editorial y recolectar firmas para denunciar sus malas prácticas en relación con el acceso al conocimiento. Seguramente las nuevas prácticas de Elsevier responden a esto.
Las nuevas políticas de Elsevier buscan facilitar el proceso de los autores que quieren compartir sus artículos. Con este fin, se describen una serie de medidas que están dirigidas a explicar a los autores cuándo y cómo pueden hacerlo, desde el proceso de pre-submission hasta después del embargo. El objetivo es intentar insertarse en la práctica del open access, una cuestión que ninguna editorial académica puede negar (y menos ellos después del boicoteo del 2012), y al mismo tiempo, regular el proceso de compartir para no interferir en el negocio editorial.
La crítica de Smith —quién, paradójicamente, trabaja en una universidad que no utiliza el open access en sus revistas (Duke University Press)— se dirige a este intento de regulación. El autor señala que Elsevier impone un embargo de al menos un año antes de que los autores puedan auto-archivar sus artículos, tiempo que se puede extender incluso hasta cuatro años. En segundo lugar, y esto quizás me parece más grave, una vez que se acaba el embargo y el autor quiere poner su artículo a disposición de la comunidad, Elsevier señala en sus políticas cómo seguirá siendo controlado el acceso al artículo: los autores tienen la obligación de utilizar el tipo de licencia creative commons más restrictiva (la CC-BY-NC-ND).
Por otra parte, Smith denuncia que los autores deben navegar a través de distintas páginas web para poder dar con la lista de los diferentes tipos de embargo, según la revista donde se quiere publicar, y que esta lista tiene alrededor de 50 páginas. Y menciona una cuestión importante: que gran parte de las revistas académicas provenientes de América Latina, África y Oriente Medio no imponen embargos. Así, son los países dominantes los que imponen fuertes políticas al acceso al conocimiento producidos por ellos, pero no tienen ningún reparo en aprovechar los conocimientos disponibles libremente en nuestros países (y eso se ve, por ejemplo, en los tratados como el TPP). En este sentido, la discusión respecto a que el acceso al conocimiento está desigualmente distribuido es un conflicto que deberíamos mirar a la luz de la discusión relacionada con la “colonización del saber” (entendida como el rol de la epistemología y las tareas generales de la producción del conocimiento en la reproducción de regímenes de pensamiento coloniales) analizada por Walter Mignolo y otros autores latinoamericanos representantes de las corrientes de pensamiento post-colonialista y post-occidentalista.
La industria apropiándose de las prácticas del compartir.
Lo que Elsevier llama “unleashing the power of academic sharing” es, tal como señala Smith, una forma de regular la libre circulación de conocimientos y de imponer barreras utilizando herramientas que habían sido creadas justamente para lo contrario. Como dijimos, después del periodo de embargo, exige a los autores que utilicen las formas más restrictivas de la licencia CC (no comercial y no obras derivadas). Todos sabemos que el sistema creative commons también es una forma de regular la circulación de conocimientos, y que tiene muchas imperfecciones. Por supuesto que no es un sistema perfecto, así como tampoco que todo circule libremente (Acá discutí algo sobre ese tema).
Lentamente, y de forma sigilosa, vemos como las prácticas de compartir y el discurso asociado a éstas va entrando en la industria y la publicidad. Sabemos que quienes no vieron la fuerza de las políticas de compartir, simplemente desaparecieron, es cosa de ver el caso de la industria de la música. Las industrias que entendieron que el open access y la cultura del compartir no tienen vuelta atrás, han tratado de subirse al carro, muchas veces de manera perversa. Esto de apropiarse del discurso y de que el sistema económico capitalista trate de re-inventarse a partir de las nuevas prácticas que erosionan sus estructuras, no es cosa de ahora, siempre ha pasado así. Como activistas, debemos estar atentos para que estas apropiaciones no se transformen en regulaciones que afecten la libre circulación del conocimiento y la cultura.
Fuente imagen: The Conversation
Elsevier vuelve a ser tema de discusión en relación con las ataduras que impone a la libre circulación del conocimiento. En un artículo publicado el 4 de mayo, Kevin Smith, Director de la oficina de Copyright and Scholarly Communication de la Universidad de Duke, denuncia que las medidas publicadas en abril por Elsevier, relacionadas con compartir conocimiento y fomentar el open access, están lejos de ésto y más bien construyen nuevas ataduras para la libre circulación del conocimiento.
¿Rompiendo barreras para la libre circulación del conocimiento?
Quienes estamos involucrados en el activismo por la cultura libre, recordaremos el hito que significó el boicoteo a Elsevier en el año 2012, donde científicos de diversas áreas tomaron medidas contra la compañía debido al precio exorbitante de sus artículos, sus prácticas abusivas respecto a los autores y su apoyo a proyectos como SOPA (Stop Online Piracy Act), RWA (Research Works Act) y PIPA (Protect IP Act). Las acciones de estos científicos fue negarse a publicar, evaluar o editar artículos para las revistas de la editorial y recolectar firmas para denunciar sus malas prácticas en relación con el acceso al conocimiento. Seguramente las nuevas prácticas de Elsevier responden a esto.
Las nuevas políticas de Elsevier buscan facilitar el proceso de los autores que quieren compartir sus artículos. Con este fin, se describen una serie de medidas que están dirigidas a explicar a los autores cuándo y cómo pueden hacerlo, desde el proceso de pre-submission hasta después del embargo. El objetivo es intentar insertarse en la práctica del open access, una cuestión que ninguna editorial académica puede negar (y menos ellos después del boicoteo del 2012), y al mismo tiempo, regular el proceso de compartir para no interferir en el negocio editorial.
La crítica de Smith —quién, paradójicamente, trabaja en una universidad que no utiliza el open access en sus revistas (Duke University Press)— se dirige a este intento de regulación. El autor señala que Elsevier impone un embargo de al menos un año antes de que los autores puedan auto-archivar sus artículos, tiempo que se puede extender incluso hasta cuatro años. En segundo lugar, y esto quizás me parece más grave, una vez que se acaba el embargo y el autor quiere poner su artículo a disposición de la comunidad, Elsevier señala en sus políticas cómo seguirá siendo controlado el acceso al artículo: los autores tienen la obligación de utilizar el tipo de licencia creative commons más restrictiva (la CC-BY-NC-ND).
Por otra parte, Smith denuncia que los autores deben navegar a través de distintas páginas web para poder dar con la lista de los diferentes tipos de embargo, según la revista donde se quiere publicar, y que esta lista tiene alrededor de 50 páginas. Y menciona una cuestión importante: que gran parte de las revistas académicas provenientes de América Latina, África y Oriente Medio no imponen embargos. Así, son los países dominantes los que imponen fuertes políticas al acceso al conocimiento producidos por ellos, pero no tienen ningún reparo en aprovechar los conocimientos disponibles libremente en nuestros países (y eso se ve, por ejemplo, en los tratados como el TPP). En este sentido, la discusión respecto a que el acceso al conocimiento está desigualmente distribuido es un conflicto que deberíamos mirar a la luz de la discusión relacionada con la “colonización del saber” (entendida como el rol de la epistemología y las tareas generales de la producción del conocimiento en la reproducción de regímenes de pensamiento coloniales) analizada por Walter Mignolo y otros autores latinoamericanos representantes de las corrientes de pensamiento post-colonialista y post-occidentalista.
La industria apropiándose de las prácticas del compartir.
Lo que Elsevier llama “unleashing the power of academic sharing” es, tal como señala Smith, una forma de regular la libre circulación de conocimientos y de imponer barreras utilizando herramientas que habían sido creadas justamente para lo contrario. Como dijimos, después del periodo de embargo, exige a los autores que utilicen las formas más restrictivas de la licencia CC (no comercial y no obras derivadas). Todos sabemos que el sistema creative commons también es una forma de regular la circulación de conocimientos, y que tiene muchas imperfecciones. Por supuesto que no es un sistema perfecto, así como tampoco que todo circule libremente (Acá discutí algo sobre ese tema).
Lentamente, y de forma sigilosa, vemos como las prácticas de compartir y el discurso asociado a éstas va entrando en la industria y la publicidad. Sabemos que quienes no vieron la fuerza de las políticas de compartir, simplemente desaparecieron, es cosa de ver el caso de la industria de la música. Las industrias que entendieron que el open access y la cultura del compartir no tienen vuelta atrás, han tratado de subirse al carro, muchas veces de manera perversa. Esto de apropiarse del discurso y de que el sistema económico capitalista trate de re-inventarse a partir de las nuevas prácticas que erosionan sus estructuras, no es cosa de ahora, siempre ha pasado así. Como activistas, debemos estar atentos para que estas apropiaciones no se transformen en regulaciones que afecten la libre circulación del conocimiento y la cultura.
Fuente imagen: The Conversation
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