¿Cuántas veces no hemos recibido críticas destructivas, burlas o malos comentarios en línea? Aquí te damos cuatro pasos simples para lidiar con la “mala leche” eficientemente, y ayudar a seguir construyendo una comunidad en línea más civilizada y agradable.
No importa la cultura, lugar o plataforma virtual, siempre va a haber alguien que esté en desacuerdo contigo. Desafortunadamente, te lo pueden hacer saber de manera poco apetitosa. “Lo que escribiste/dijiste son puras estupideces”, “comunista al peo”, “facho cu…”, “argentino narigón” y un sinfín de epítetos y adjetivos (des)calificativos. Esta costumbre dista de ser algo solamente de nuestro país: se ve en foros y noticias de medios de todo el mundo. Ahora, ¿cómo reaccionar de manera civilizada? ¿Cómo responder a este tipo de comentarios?
Primero, hay que entender una regla universal básica: al igual que la risa y el buen humor se contagian, lo mismo ocurre con sus contrapartes emocionales. Los gritos generan más gritos, y la rabia genera más rabia. En los comentarios en línea, la mala leche tiende a generar más mala leche. En el caso de los trolls (personas cuyo fin es simplemente provocar y sembrar el caos porque sí), este tipo de reacción es precisamente lo que esperan. Por lo que el primer paso para lidiar con malos comentarios es ponerle un alto a este ciclo vicioso. Si se hace bien, se puede hasta incluso dar vuelta los resultados.
1. No enganchar
Puede que lo que te hayan dicho o escrito te patee. Puede que atente contra tu religión, tu familia, tu mascota y tu alineación política (si tienes). ¡No dejes que te saquen los choros del canasto! Es simplemente un comentario, y muy probablemente proviene de alguien que no te conoce. No vale la pena tomárselo a pecho; de hecho, mientras menos lo hagas, vas a tener más tranquilidad (y claridad de mente) para reaccionar o seguir con tu día. Date unos minutos, respira hondo, y ve al paso número dos.
2. Distinguir la intención del comentario
¿Busca aportar de alguna manera, o simplemente molestar? Muchas veces las personas tienen dificultad para expresarse, o lo hacen de la manera que están acostumbradas o han sido educadas. Es bueno separar la paja del trigo: te va a permitir definir si vale la pena responder o no.
3. Acción: un, dos, tres, ¡madurez!
Tienes dos opciones: ignorar o responder.
- a) Ignorar: Probablemente la manera más fácil de lidiar con un mal comentario es ignorarlo. De hecho, cuando es un troll el que está armando trifulca, lo mejor es no echarle leña al fuego. (“No alimente al troll”, como dicen por ahí). Como muchos otros sitios de noticias y blogs, El Definido tiene el botón “denunciar”, que le da la oportunidad a los otros usuarios de reportar y ocultar el comentario indeseado. Cuando es una página o blog propio, está la opción de moderar los comentarios personalmente.
- b) Responder: En El Definido tenemos un sistema que funciona bastante bien, en mi opinión. Si bien no es un método pauteado, es a grosso modo algo así:
En la respuesta, es bueno partir reconociendo y validando el derecho a no estar de acuerdo. Luego, rescatar las partes que uno encuentra válidas (“tienes razón al decir que…”). A continuación, explicar con argumentos qué no compartimos y por qué. Y, ya sea al comienzo o al final de la respuesta, es esencial admitir que podemos no estar en lo correcto, y pedir disculpas si es que efectivamente ha habido un error o falta de información por nuestra parte. Finalmente, es conciliador el agradecerle a la persona por su opinión y/o invitarla a seguir el debate de manera más constructiva: es sorprendente lo bien que puede responder alguien cuando se le habla civilizadamente.
Una parte importantísima del proceso de respuesta es que hay que respetar la opinión de la otra persona: uno ofrece sus propios argumentos, y será la decisión del interlocutor el aceptarlos o no. ¡Se puede perfectamente tener mutuo respeto sin necesariamente estar de acuerdo!
4. Aprender que uno no es dueño de la verdad
Esto es obvio, pero en el fragor de la lucha puede ser difícil recordarlo. Somos humanos, no somos perfectos y, aunque los argumentos de la otra persona sean pobres, no significa que los nuestros sean la verdad última. Por lo que es ejemplar el responder con humildad.
Si la otra persona está en lo correcto, vale la pena comerse el orgullo y admitirlo: más que ser sumiso, es un acto de valentía y madurez. ¡Además de que es una formidable manera de zanjar un comentario o crítica dura! Muchas veces es lo último que espera la persona que está haciendo el “ataque”.
Fuente
¿Cuántas veces no hemos recibido críticas destructivas, burlas o malos comentarios en línea? Aquí te damos cuatro pasos simples para lidiar con la “mala leche” eficientemente, y ayudar a seguir construyendo una comunidad en línea más civilizada y agradable.
No importa la cultura, lugar o plataforma virtual, siempre va a haber alguien que esté en desacuerdo contigo. Desafortunadamente, te lo pueden hacer saber de manera poco apetitosa. “Lo que escribiste/dijiste son puras estupideces”, “comunista al peo”, “facho cu…”, “argentino narigón” y un sinfín de epítetos y adjetivos (des)calificativos. Esta costumbre dista de ser algo solamente de nuestro país: se ve en foros y noticias de medios de todo el mundo. Ahora, ¿cómo reaccionar de manera civilizada? ¿Cómo responder a este tipo de comentarios?
Primero, hay que entender una regla universal básica: al igual que la risa y el buen humor se contagian, lo mismo ocurre con sus contrapartes emocionales. Los gritos generan más gritos, y la rabia genera más rabia. En los comentarios en línea, la mala leche tiende a generar más mala leche. En el caso de los trolls (personas cuyo fin es simplemente provocar y sembrar el caos porque sí), este tipo de reacción es precisamente lo que esperan. Por lo que el primer paso para lidiar con malos comentarios es ponerle un alto a este ciclo vicioso. Si se hace bien, se puede hasta incluso dar vuelta los resultados.
1. No enganchar
Puede que lo que te hayan dicho o escrito te patee. Puede que atente contra tu religión, tu familia, tu mascota y tu alineación política (si tienes). ¡No dejes que te saquen los choros del canasto! Es simplemente un comentario, y muy probablemente proviene de alguien que no te conoce. No vale la pena tomárselo a pecho; de hecho, mientras menos lo hagas, vas a tener más tranquilidad (y claridad de mente) para reaccionar o seguir con tu día. Date unos minutos, respira hondo, y ve al paso número dos.
2. Distinguir la intención del comentario
¿Busca aportar de alguna manera, o simplemente molestar? Muchas veces las personas tienen dificultad para expresarse, o lo hacen de la manera que están acostumbradas o han sido educadas. Es bueno separar la paja del trigo: te va a permitir definir si vale la pena responder o no.
3. Acción: un, dos, tres, ¡madurez!
Tienes dos opciones: ignorar o responder.
En la respuesta, es bueno partir reconociendo y validando el derecho a no estar de acuerdo. Luego, rescatar las partes que uno encuentra válidas (“tienes razón al decir que…”). A continuación, explicar con argumentos qué no compartimos y por qué. Y, ya sea al comienzo o al final de la respuesta, es esencial admitir que podemos no estar en lo correcto, y pedir disculpas si es que efectivamente ha habido un error o falta de información por nuestra parte. Finalmente, es conciliador el agradecerle a la persona por su opinión y/o invitarla a seguir el debate de manera más constructiva: es sorprendente lo bien que puede responder alguien cuando se le habla civilizadamente.
Una parte importantísima del proceso de respuesta es que hay que respetar la opinión de la otra persona: uno ofrece sus propios argumentos, y será la decisión del interlocutor el aceptarlos o no. ¡Se puede perfectamente tener mutuo respeto sin necesariamente estar de acuerdo!
4. Aprender que uno no es dueño de la verdad
Esto es obvio, pero en el fragor de la lucha puede ser difícil recordarlo. Somos humanos, no somos perfectos y, aunque los argumentos de la otra persona sean pobres, no significa que los nuestros sean la verdad última. Por lo que es ejemplar el responder con humildad.
Si la otra persona está en lo correcto, vale la pena comerse el orgullo y admitirlo: más que ser sumiso, es un acto de valentía y madurez. ¡Además de que es una formidable manera de zanjar un comentario o crítica dura! Muchas veces es lo último que espera la persona que está haciendo el “ataque”.
Fuente
Compartir esto: