Las tecnologías de reconocimiento facial están
cada vez más presentes en el mercado tecnológico de consumo. Desde el
Face ID del iPhone X y sistemas similares en otros smartphones, al
Windows Hello mediante cámaras IR en equipos con Windows 10 compatibles,
pasando por el etiquetado automático de Facebook.
Los
usos en consumo sólo son la punta del iceberg. Hace unos meses
conocimos la “rebelión” de 4.000 empleados de Google firmando una
petición interna en el que exigían a su compañía la salida del Project Maven,
un programa militar de inteligencia artificial y aprendizaje automático
impulsado por el Departamento de Defensa de Estados Unidos con
objetivos como clasificar automáticamente imágenes de objetos y personas para uso militar.
Amazon también
se ha enfrentado a duras críticas por suministrar tecnología de
reconocimiento facial a las fuerzas del orden de Oregón y Orlando, en
documentos obtenidos por la Unión Estadounidense de Libertades Civiles
mediante una petición por la Ley de Libertad de Información, usada para vigilancia masiva que podría afectar sobre todo a los colectivos y comunidades más vulnerables, personas que no son blancas e inmigrantes.
Y no es solo Google o Amazon. Microsoft tiene tecnologías y contratos similares. Un grupo de empleados de Microsoft publicaron una carta abierta en
la que expresaron su oposición a que su compañía optara a un contrato
para crear servicios en la nube en programas militares IA para el
Departamento de Defensa de Estados Unidos.
Un grupo de académicos
académicos (300 expertos en robótica, inteligencia artificial,
relaciones internacionales, seguridad, ética y derecho) pusieron en el
punto de mira a todas las tecnológicas: “Los contratos del
Departamento de Defensa bajo consideración de Google y los contratos
similares ya en vigencia con Microsoft y Amazon, señalan una peligrosa alianza entre
la industria tecnológica privada, actualmente en posesión de grandes
cantidades de datos personales confidenciales recabados de personas de
todo el mundo, y el ejército de un país”.
Aunque las empresas tecnológicas tienen un papel fundamental que desempeñar como responsabilidad corporativa,
está claro que no todas están por la labor de establecer sus propias
reglas de ética, particularmente en un entorno tecnológico tan
competitivo.
Por ello, las tecnologías de reconocimiento facial van a necesitar una potente regulación pública para proteger los derechos fundamentales de los ciudadanos.
Claro, qué, pedir al gobierno de Estados Unidos (y a todos en general)
la regulación de estas tecnologías cuando sus agencias de inteligencia
las utilizan para espionaje masivo en todo el mundo es ‘poner al zorro a
cuidar de las gallinas’.
Las tecnologías de reconocimiento facial están cada vez más presentes en el mercado tecnológico de consumo. Desde el Face ID del iPhone X y sistemas similares en otros smartphones, al Windows Hello mediante cámaras IR en equipos con Windows 10 compatibles, pasando por el etiquetado automático de Facebook.
Los usos en consumo sólo son la punta del iceberg. Hace unos meses conocimos la “rebelión” de 4.000 empleados de Google firmando una petición interna en el que exigían a su compañía la salida del Project Maven, un programa militar de inteligencia artificial y aprendizaje automático impulsado por el Departamento de Defensa de Estados Unidos con objetivos como clasificar automáticamente imágenes de objetos y personas para uso militar.
Amazon también se ha enfrentado a duras críticas por suministrar tecnología de reconocimiento facial a las fuerzas del orden de Oregón y Orlando, en documentos obtenidos por la Unión Estadounidense de Libertades Civiles mediante una petición por la Ley de Libertad de Información, usada para vigilancia masiva que podría afectar sobre todo a los colectivos y comunidades más vulnerables, personas que no son blancas e inmigrantes.
Y no es solo Google o Amazon. Microsoft tiene tecnologías y contratos similares. Un grupo de empleados de Microsoft publicaron una carta abierta en la que expresaron su oposición a que su compañía optara a un contrato para crear servicios en la nube en programas militares IA para el Departamento de Defensa de Estados Unidos.
Un grupo de académicos académicos (300 expertos en robótica, inteligencia artificial, relaciones internacionales, seguridad, ética y derecho) pusieron en el punto de mira a todas las tecnológicas: “Los contratos del Departamento de Defensa bajo consideración de Google y los contratos similares ya en vigencia con Microsoft y Amazon, señalan una peligrosa alianza entre la industria tecnológica privada, actualmente en posesión de grandes cantidades de datos personales confidenciales recabados de personas de todo el mundo, y el ejército de un país”.
Aunque las empresas tecnológicas tienen un papel fundamental que desempeñar como responsabilidad corporativa, está claro que no todas están por la labor de establecer sus propias reglas de ética, particularmente en un entorno tecnológico tan competitivo.
Por ello, las tecnologías de reconocimiento facial van a necesitar una potente regulación pública para proteger los derechos fundamentales de los ciudadanos. Claro, qué, pedir al gobierno de Estados Unidos (y a todos en general) la regulación de estas tecnologías cuando sus agencias de inteligencia las utilizan para espionaje masivo en todo el mundo es ‘poner al zorro a cuidar de las gallinas’.
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