El Estado no hace cultura, el Estado crea las condiciones de acceso universal a los bienes simbólicos, las condiciones de creación y producción de bienes culturales, sean artefactos o mentefactos. Es porque el acceso a la cultura es un derecho básico de la ciudadanía, como el derecho a la educación, la salud, el medio ambiente saludable.
Gilberto Gil, en su discurso de asunción como Ministro de Cultura de Brasil, 2003
¿Cuál es el modelo para una cultura digital pensada en clave de
izquierda? No es la cultura emprendedora a lo Silicon Valley, donde la
palabra “cultura” es un significante vacío, un eufemismo para hablar de
ambiente de negocios.
Una propuesta integral de cultura digital en clave de izquierda puede
mirar hacia la región latinoamericana y encontrar ejemplos no tan
lejanos de políticas públicas populares de los primeros años de la
década de los 2000. Aquellas políticas impulsadas por Gilberto Gil y Juca Ferreira en Brasil, quienes se atrevieron a unir las tecnologías con lo comunitario, para pensar un nuevo paradigma de cultura digital y popular.
En Uruguay, los ejemplos son los Centros MEC, las Usinas Culturales y
los Puntos de Cultura. Esto, en el contexto de un país que apostó por
la conectividad universal, liderada por la empresa pública de
telecomunicaciones y por una política de tecnología educativa también
universal, el Plan Ceibal. Además, el país está entre los nueve gobiernos más digitalizados del mundo. Miles de trámites se han acercado a la ciudadanía. En el sector cultural tenemos el ejemplo de culturaenlinea.uy
que simplificó la postulación de proyectos a los distintos fondos
concursables que se abrieron a lo largo de los gobiernos del Frente
Amplio. Ahora los procedimientos son más accesibles y ágiles, pero no
alcanza con digitalizar la gestión. Un segundo paso, más ambicioso,
debería ser el acceso en línea de la producción final. A
las funciones de música, danza y teatro gratuitas, a la distribución de
ejemplares en bibliotecas, podemos y debemos sumar el acceso digital a
los materiales generados por la producción cultural que se financió con
fondos públicos.
Esto haría más visible el enorme aporte social de los fondos
concursables en cultura. Si estuvieran juntas y accesibles todas las
obras financiadas con estos fondos, se reconocería más su valor social y
estaríamos en mejor posición para pelear por más recursos destinados a
la cultura mediante mecanismos abiertos y concursables. Por eso
proponemos que el Estado disponibilice en un repositorio digital público
lo que se ha pagado con fondos públicos: textos, realizaciones
audiovisuales, discos, videojuegos, comics, investigaciones, etc. Todo
un amplio abanico de producción cultural propuesta por la ciudadanía,
evaluada por jurados, financiada por toda la sociedad y que debe
retornar a la sociedad. Los fondos para la cultura no tienen solamente
el fin de apoyar la producción, también el de apoyar el acceso y
disfrute cultural de forma permanente.
No es la tecnología lo central en esta estrategia, sino el nuevo
paradigma de producción, circulación y consumo cultural. Un paradigma no
lineal, sino circular, en el que las personas no solo se sientan en la
comodidad de sus casas a acceder a contenidos de Internet. Un paradigma en el cual Internet es un espacio cultural más, en el que podemos actuar y participar.
En los últimos años este paradigma ha perdido parte de su potencia
debido a la concentración de los monopolios de Internet. Se nos está
“netflixeando” la cultura, mientras asistimos con desencanto a la
marginación de aquellos espacios digitales libres y autónomos para crear
y compartir.
Creo que debemos recuperar la disputa por el espacio cultural Internet,
proponiendo políticas públicas que no sean solamente de conectividad y
consumo. Son igualmente fundamentales las políticas de alfabetización
digital crítica (que es más que saber usar la tecnología) y de creación y
circulación social de contenidos. Centros MEC, Puntos de Cultura,
Usinas Culturales, Esquinas de la Cultura en Montevideo, son políticas
que han fomentado espacios y herramientas a la producción cultural
popular. Una política amplia e inclusiva de Cultura Digital podría
fortalecer estos procesos, luchando contra el paradigma de la Internet
del consumo pasivo y el desencanto.
Para eso, desde el Ir estamos proponiendo
un vínculo entre cultura digital y nuestro buque insignia para la
Cultura, que es la cultura comunitaria. Nuestros énfasis programáticos 2020-2025 incluyen, en este sentido:
- Programa integral para la digitalización y difusión del
patrimonio cultural y artístico uruguayo, en articulación con
bibliotecas, filmotecas, archivos y museos.
- Fomentar la recuperación y reedición de obras fuera de circulación, a través de un sistema de distribución física y digital.
- Creación
de un Portal Cultural del Uruguay, que haga disponibles para toda la
ciudadanía, a través de Internet, las obras que financia el Estado con
fondos públicos. En los casos puntuales de producciones que hayan
recibido financiamiento parcial y que requieran un margen de tiempo para
la distribución comercial, se puede establecer un período de
exclusividad tras el cual estarán disponibles en el Portal para toda la
ciudadanía.
- Creación de una red de laboratorios ciudadanos para
promover proyectos de cultura digital, que funcionarán en sitios
culturales del territorio, apoyando a proyectos de cultura digital
comunitaria: radios comunitarias online, proyectos de mediactivismo,
bibliotecas digitales, etc.
- Estudiar y promover excepciones y
limitaciones al derecho de autor para el acceso a la cultura en la era
digital. Esto incluye especialmente salvaguardas para bibliotecas,
archivos, museos e instituciones educativas que brindan acceso a
materiales digitales.
- Creación de un departamento de tecnologías
y accesibilidad que estudie e implemente medidas para el acceso y
producción cultural de personas con discapacidad, en conjunto con los
colectivos involucrados.
¿Podemos retomar y profundizar las políticas de cultura digital
impulsadas por Gilberto Gil, que fueron un faro continental? 15 años
después, aquellas políticas en Brasil, su país de origen, están siendo
borradas por la derecha. En toda la región, las corporaciones de
Internet -Google, Facebook, Microsoft- están tocando a las puertas de
los gobiernos para hacerse cargo de la “transformación digital” en
distintos sectores. Vivimos un contexto de desencanto de la tecnología y
de la potencialidad de Internet como promesa de democratización de
medios. Sin embargo, un país gobernado por la izquierda y con unas
telecomunicaciones estatales, como Uruguay, puede disputar este
escenario. Podemos discutir este destino y plantear una modelo de
desarrollo cultural comunitario con un uso crítico de las tecnologías,
con software libre, con construcción de capacidades para la apropiación
del espacio digital desde los territorios, rompiendo no sólo barreras de
acceso, sino también monopolios y monocultivos tecnológicos y
mediáticos.
Estos son grandes preguntas y desafíos que desde el Ir nos planteamos. Les invito a leer esta y otras propuestas de nuestros énfasis programáticos, y a seguirnos y votarnos desde la coalición El Abrazo, Frente Amplio, en estas elecciones de octubre de 2019 en Uruguay.
Via
¿Cuál es el modelo para una cultura digital pensada en clave de izquierda? No es la cultura emprendedora a lo Silicon Valley, donde la palabra “cultura” es un significante vacío, un eufemismo para hablar de ambiente de negocios.
Una propuesta integral de cultura digital en clave de izquierda puede mirar hacia la región latinoamericana y encontrar ejemplos no tan lejanos de políticas públicas populares de los primeros años de la década de los 2000. Aquellas políticas impulsadas por Gilberto Gil y Juca Ferreira en Brasil, quienes se atrevieron a unir las tecnologías con lo comunitario, para pensar un nuevo paradigma de cultura digital y popular.
En Uruguay, los ejemplos son los Centros MEC, las Usinas Culturales y los Puntos de Cultura. Esto, en el contexto de un país que apostó por la conectividad universal, liderada por la empresa pública de telecomunicaciones y por una política de tecnología educativa también universal, el Plan Ceibal. Además, el país está entre los nueve gobiernos más digitalizados del mundo. Miles de trámites se han acercado a la ciudadanía. En el sector cultural tenemos el ejemplo de culturaenlinea.uy que simplificó la postulación de proyectos a los distintos fondos concursables que se abrieron a lo largo de los gobiernos del Frente Amplio. Ahora los procedimientos son más accesibles y ágiles, pero no alcanza con digitalizar la gestión. Un segundo paso, más ambicioso, debería ser el acceso en línea de la producción final. A las funciones de música, danza y teatro gratuitas, a la distribución de ejemplares en bibliotecas, podemos y debemos sumar el acceso digital a los materiales generados por la producción cultural que se financió con fondos públicos.
Esto haría más visible el enorme aporte social de los fondos concursables en cultura. Si estuvieran juntas y accesibles todas las obras financiadas con estos fondos, se reconocería más su valor social y estaríamos en mejor posición para pelear por más recursos destinados a la cultura mediante mecanismos abiertos y concursables. Por eso proponemos que el Estado disponibilice en un repositorio digital público lo que se ha pagado con fondos públicos: textos, realizaciones audiovisuales, discos, videojuegos, comics, investigaciones, etc. Todo un amplio abanico de producción cultural propuesta por la ciudadanía, evaluada por jurados, financiada por toda la sociedad y que debe retornar a la sociedad. Los fondos para la cultura no tienen solamente el fin de apoyar la producción, también el de apoyar el acceso y disfrute cultural de forma permanente.
No es la tecnología lo central en esta estrategia, sino el nuevo paradigma de producción, circulación y consumo cultural. Un paradigma no lineal, sino circular, en el que las personas no solo se sientan en la comodidad de sus casas a acceder a contenidos de Internet. Un paradigma en el cual Internet es un espacio cultural más, en el que podemos actuar y participar. En los últimos años este paradigma ha perdido parte de su potencia debido a la concentración de los monopolios de Internet. Se nos está “netflixeando” la cultura, mientras asistimos con desencanto a la marginación de aquellos espacios digitales libres y autónomos para crear y compartir.
Creo que debemos recuperar la disputa por el espacio cultural Internet, proponiendo políticas públicas que no sean solamente de conectividad y consumo. Son igualmente fundamentales las políticas de alfabetización digital crítica (que es más que saber usar la tecnología) y de creación y circulación social de contenidos. Centros MEC, Puntos de Cultura, Usinas Culturales, Esquinas de la Cultura en Montevideo, son políticas que han fomentado espacios y herramientas a la producción cultural popular. Una política amplia e inclusiva de Cultura Digital podría fortalecer estos procesos, luchando contra el paradigma de la Internet del consumo pasivo y el desencanto.
Para eso, desde el Ir estamos proponiendo un vínculo entre cultura digital y nuestro buque insignia para la Cultura, que es la cultura comunitaria. Nuestros énfasis programáticos 2020-2025 incluyen, en este sentido:
¿Podemos retomar y profundizar las políticas de cultura digital impulsadas por Gilberto Gil, que fueron un faro continental? 15 años después, aquellas políticas en Brasil, su país de origen, están siendo borradas por la derecha. En toda la región, las corporaciones de Internet -Google, Facebook, Microsoft- están tocando a las puertas de los gobiernos para hacerse cargo de la “transformación digital” en distintos sectores. Vivimos un contexto de desencanto de la tecnología y de la potencialidad de Internet como promesa de democratización de medios. Sin embargo, un país gobernado por la izquierda y con unas telecomunicaciones estatales, como Uruguay, puede disputar este escenario. Podemos discutir este destino y plantear una modelo de desarrollo cultural comunitario con un uso crítico de las tecnologías, con software libre, con construcción de capacidades para la apropiación del espacio digital desde los territorios, rompiendo no sólo barreras de acceso, sino también monopolios y monocultivos tecnológicos y mediáticos.
Estos son grandes preguntas y desafíos que desde el Ir nos planteamos. Les invito a leer esta y otras propuestas de nuestros énfasis programáticos, y a seguirnos y votarnos desde la coalición El Abrazo, Frente Amplio, en estas elecciones de octubre de 2019 en Uruguay.
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