Internet no es gratis, y las redes sociales que visitas a diario tampoco, puesto que pagas con tus datos personales. Este es un mensaje que se lleva varios años tratando de inculcar en la sociedad. Mucha gente es consciente de ello, e incluso la justicia está empezando a actuar los casos de servicios como Facebook o WhatsApp, pero esto es sólo la punta del iceberg.
Algo tan aparentemente inocente como una extensión para tu navegador también puede estar obteniendo y vendiendo tus datos personales. No sólo extensiones de baja calidad, sino, como ha destapado un medio aleman, también otras con tan buena calificación como la popular WOT: Web of Trust. Por lo tanto no tengas miedo a cómo Facebook pueda abusar de sus cookies, porque seguramente ya le hayas regalado tus datos a quien menos nos lo esperemos.
El caso de WOT no es ni el único ni el último del que sabremos, pero sí es un buen ejemplo de lo poco que a veces nos preocuparnos por nuestra privacidad. Y es que con las extensiones no tenemos la excusa de que nos de pereza leer largos términos de uso: al darle a instalar nos aparece un mensaje en el que lo único que se nos dice es que leerán todos los datos de nuestro historial.
¿Bajamos la guardia con las extensiones?
Poco a poco nos estamos concienciando de que las redes sociales nos cobran con nuestra privacidad. Las seguimos utilizando igual, pero la preocupación de los usuarios hace que en algunos casos las autoridades decidan intervenir, lo que a su vez le da más voz al tema y hace que más gente se quiera informar de lo que pasa.
Si crees que el riesgo es mínimo porque las extensiones no acceden a tantos datos volvemos al tema de WOT. Los periodistas alemanes les compraron datos que incluían diez millones de páginas web. El problema es que los datos no estaban del todo anonimizados, y en ellos había URLs que revelaban nombres de usuario, correos electrónicos o nombres propios. También direcciones de email de cuentas de PayPal o nombres de usuario de Skype.
Y es que las páginas que visitas dicen más de ti de lo que piensas. Por ejemplo, en este caso puntual pudieron saber información de investigaciones policiales o las preferencias sexuales de un juez. También obtuvieron el nombre de algunos que buscaban drogas o prostitutas online, e incluso la información financiera de algunas empresas.
De hecho, hace un año un estudio reveló que el 10% de las más de 40.000 extensiones que analizaron hacían más de lo que decían. Algunas añadían publicidad a las páginas que visitamos, otras registraban lo que escribimos o incluso insertaban códigos de afiliados en ciertas tiendas online para lucrarse con nuestras compras.
¿Y qué podemos hacer?
Vale, es verdad que la mayoría de extensiones necesita estos datos para funcionar, pero por ello no tenemos que bajar la guardia ni dejar de tomar precauciones. La primera siempre debería ser utilizar las extensiones oficiales de cada servicio, y no creernos que una lo es por poner entre paréntesis (by Google). Siempre fijémonos en el autor.
Esto no quiere decir que no nos tengamos que fiar de los pequeños desarrolladores o las nuevas aplicaciones alternativas, pero si lo hacemos sí que deberíamos fijarnos en el número de usuarios, las opiniones de cada uno y, si la hubiera, la sección de ayuda para detectar posibles problemas. En definitiva nosotros somos nuestra primera línea de defensa, y tenemos que saber qué instalamos.
Como hemos dicho también es importante comprobar el tipo de permisos que nos solicitan y pensar para qué podrían utilizarlos. Por poner un par de ejemplos, leer o modificar todos los datos de los sitios que visitemos podría servir para añadir publicidad, mientras que hacer lo propio con el historial les permitiría recopilar y vender nuestros hábitos de navegación.
Internet no es gratis, y las redes sociales que visitas a diario tampoco, puesto que pagas con tus datos personales. Este es un mensaje que se lleva varios años tratando de inculcar en la sociedad. Mucha gente es consciente de ello, e incluso la justicia está empezando a actuar los casos de servicios como Facebook o WhatsApp, pero esto es sólo la punta del iceberg.
Algo tan aparentemente inocente como una extensión para tu navegador también puede estar obteniendo y vendiendo tus datos personales. No sólo extensiones de baja calidad, sino, como ha destapado un medio aleman, también otras con tan buena calificación como la popular WOT: Web of Trust. Por lo tanto no tengas miedo a cómo Facebook pueda abusar de sus cookies, porque seguramente ya le hayas regalado tus datos a quien menos nos lo esperemos.
El caso de WOT no es ni el único ni el último del que sabremos, pero sí es un buen ejemplo de lo poco que a veces nos preocuparnos por nuestra privacidad. Y es que con las extensiones no tenemos la excusa de que nos de pereza leer largos términos de uso: al darle a instalar nos aparece un mensaje en el que lo único que se nos dice es que leerán todos los datos de nuestro historial.
¿Bajamos la guardia con las extensiones?
Poco a poco nos estamos concienciando de que las redes sociales nos cobran con nuestra privacidad. Las seguimos utilizando igual, pero la preocupación de los usuarios hace que en algunos casos las autoridades decidan intervenir, lo que a su vez le da más voz al tema y hace que más gente se quiera informar de lo que pasa.
Si crees que el riesgo es mínimo porque las extensiones no acceden a tantos datos volvemos al tema de WOT. Los periodistas alemanes les compraron datos que incluían diez millones de páginas web. El problema es que los datos no estaban del todo anonimizados, y en ellos había URLs que revelaban nombres de usuario, correos electrónicos o nombres propios. También direcciones de email de cuentas de PayPal o nombres de usuario de Skype.
Y es que las páginas que visitas dicen más de ti de lo que piensas. Por ejemplo, en este caso puntual pudieron saber información de investigaciones policiales o las preferencias sexuales de un juez. También obtuvieron el nombre de algunos que buscaban drogas o prostitutas online, e incluso la información financiera de algunas empresas.
De hecho, hace un año un estudio reveló que el 10% de las más de 40.000 extensiones que analizaron hacían más de lo que decían. Algunas añadían publicidad a las páginas que visitamos, otras registraban lo que escribimos o incluso insertaban códigos de afiliados en ciertas tiendas online para lucrarse con nuestras compras.
¿Y qué podemos hacer?
Vale, es verdad que la mayoría de extensiones necesita estos datos para funcionar, pero por ello no tenemos que bajar la guardia ni dejar de tomar precauciones. La primera siempre debería ser utilizar las extensiones oficiales de cada servicio, y no creernos que una lo es por poner entre paréntesis (by Google). Siempre fijémonos en el autor.
Esto no quiere decir que no nos tengamos que fiar de los pequeños desarrolladores o las nuevas aplicaciones alternativas, pero si lo hacemos sí que deberíamos fijarnos en el número de usuarios, las opiniones de cada uno y, si la hubiera, la sección de ayuda para detectar posibles problemas. En definitiva nosotros somos nuestra primera línea de defensa, y tenemos que saber qué instalamos.
Como hemos dicho también es importante comprobar el tipo de permisos que nos solicitan y pensar para qué podrían utilizarlos. Por poner un par de ejemplos, leer o modificar todos los datos de los sitios que visitemos podría servir para añadir publicidad, mientras que hacer lo propio con el historial les permitiría recopilar y vender nuestros hábitos de navegación.
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