Durante las últimas semanas hemos sido testigos de dos noticias importantísimas para el mundo de la cultura, los derechos de autor y la tecnología, y no podemos dejarlas pasar sin hacer una mínima reflexión al respecto, esperando que las conclusiones que ellas arrojan no pasen inadvertidas.
La primera aconteció en Chile y corresponde al Informe Anual 2013 “Cultura y Tiempo Libre”, elaborado por el Instituto Nacional de Estadísticas (INE), en convenio con el Consejo Nacional de la Cultura y las Artes (CNCA), y que fuera dado a conocer en el marco de la Feria Internacional del Libro de Santiago (FILSA). Sin entrar en el detalle de las cifras, la tendencia al alza en materia de creaciones culturales de origen nacional es clara, en particular en lo que respecta a música y películas.
La segunda noticia también se refiere a la publicación de un informe. Esta vez se trata del tercero de la serie denominada “The Sky is Rising”, proveniente del sitio especializado en temas de propiedad intelectual Techdirt, y que se concentra en el análisis de lo que ocurre en Estados Unidos en materia de creación cultural, entendida como libros, música, películas y videojuegos.
¿La conclusión? Similar a la del estudio chileno que mencionamos antes: las cifras que dan cuenta de la producción de contenidos van en alza, demostrando que la producción cultural no está condenada a desaparecer, sino que prospera en un nuevo renacimiento.
Además, va más allá y constata la existencia de nuevos canales de distribución, que ahora incorporan formas no tradicionales asociadas con las nuevas tecnologías. El modelo de negocios relacionado con la cultura se modificó, basándose más en el acceso que en la propiedad y contemplando una relación más directa entre el creador y su público.
Por otra parte, estas mismas tecnologías han modificado los formatos o plataformas a los que estábamos tradicionalmente acostumbrados para acceder a contenidos, masificándose el uso de versiones digitales perfectamente legales de libros y música, y el acceso en línea a películas y videojuegos. Con esto se echa por tierra el mito que caracteriza a Internet como una plataforma que desincentiva la creación al facilitar la circulación de material protegido por el derecho de autor al margen de la legalidad.
Definitivamente el reporte de Techdirt trae buenas noticias para los creadores y los consumidores de cultura, el panorama se ha ampliado positivamente y con ello se abren nuevos desafíos para todos los involucrados. Para el público: navegar exitosamente en la numerosa oferta de contenidos; para los creadores: atraer la atención del público mientras crean con una libertad mayor a la que probablemente hayan experimentado nunca antes; para ambos y para los encargados de generar políticas públicas: lidiar con los constantes cambios y ajustes de un nuevo modelo de negocios en clara expansión.
Ahora, volviendo a Chile, parece claro que la tendencia detectada por Techdirt para Estados Unidos, y anteriormente para un puñado de países de Europa en similares términos, resulta totalmente aplicable, tal como dio cuenta el Informe anual presentado en FILSA.
Verificada la tendencia de crecimiento en términos numéricos, es hora de hacerse cargo de los demás descubrimientos detectados en la experiencia comparada, dejando de lado de una vez por todas el mito que tradicionalmente ha permeado nuestro quehacer, discurso y leyes, y que señala que la cultura se encuentra permanentemente en riesgo de desaparecer, atribuyendo gran parte de la responsabilidad de ese supuesto fenómeno a las nuevas tecnologías, ya que la realidad es claramente distinta.
En este mismo sentido, resulta fundamental detener los constantes esfuerzos legislativos –tanto nacionales como mediante tratados internacionales- de aumentar las sanciones asociadas a la infracción de la propiedad intelectual, que usualmente terminan por apuntar contra conductas inocuas, sobretodo cuando ellas se encuentran aparejadas a un pobre entendimiento de cómo funcionan estas nuevas tecnologías, y en especial Internet.
Con todo, es importante dejar sentado que la digitalización de la cultura no resulta excluyente de las formas tradicionales de difusión de la misma. Es necesario comprender que se trata de un nuevo modelo que no pretende destruir o eliminar a las formas tradicionales de distribución de contenidos, sino que se hace cargo de un espectro del mercado que no resulta satisfecho con ellas y que son más proclives al uso de la tecnología, lo que finalmente agrega público en lugar de restarlo.
Durante las últimas semanas hemos sido testigos de dos noticias importantísimas para el mundo de la cultura, los derechos de autor y la tecnología, y no podemos dejarlas pasar sin hacer una mínima reflexión al respecto, esperando que las conclusiones que ellas arrojan no pasen inadvertidas.
La primera aconteció en Chile y corresponde al Informe Anual 2013 “Cultura y Tiempo Libre”, elaborado por el Instituto Nacional de Estadísticas (INE), en convenio con el Consejo Nacional de la Cultura y las Artes (CNCA), y que fuera dado a conocer en el marco de la Feria Internacional del Libro de Santiago (FILSA). Sin entrar en el detalle de las cifras, la tendencia al alza en materia de creaciones culturales de origen nacional es clara, en particular en lo que respecta a música y películas.
La segunda noticia también se refiere a la publicación de un informe. Esta vez se trata del tercero de la serie denominada “The Sky is Rising”, proveniente del sitio especializado en temas de propiedad intelectual Techdirt, y que se concentra en el análisis de lo que ocurre en Estados Unidos en materia de creación cultural, entendida como libros, música, películas y videojuegos.
¿La conclusión? Similar a la del estudio chileno que mencionamos antes: las cifras que dan cuenta de la producción de contenidos van en alza, demostrando que la producción cultural no está condenada a desaparecer, sino que prospera en un nuevo renacimiento.
Además, va más allá y constata la existencia de nuevos canales de distribución, que ahora incorporan formas no tradicionales asociadas con las nuevas tecnologías. El modelo de negocios relacionado con la cultura se modificó, basándose más en el acceso que en la propiedad y contemplando una relación más directa entre el creador y su público.
Por otra parte, estas mismas tecnologías han modificado los formatos o plataformas a los que estábamos tradicionalmente acostumbrados para acceder a contenidos, masificándose el uso de versiones digitales perfectamente legales de libros y música, y el acceso en línea a películas y videojuegos. Con esto se echa por tierra el mito que caracteriza a Internet como una plataforma que desincentiva la creación al facilitar la circulación de material protegido por el derecho de autor al margen de la legalidad.
Definitivamente el reporte de Techdirt trae buenas noticias para los creadores y los consumidores de cultura, el panorama se ha ampliado positivamente y con ello se abren nuevos desafíos para todos los involucrados. Para el público: navegar exitosamente en la numerosa oferta de contenidos; para los creadores: atraer la atención del público mientras crean con una libertad mayor a la que probablemente hayan experimentado nunca antes; para ambos y para los encargados de generar políticas públicas: lidiar con los constantes cambios y ajustes de un nuevo modelo de negocios en clara expansión.
Ahora, volviendo a Chile, parece claro que la tendencia detectada por Techdirt para Estados Unidos, y anteriormente para un puñado de países de Europa en similares términos, resulta totalmente aplicable, tal como dio cuenta el Informe anual presentado en FILSA.
Verificada la tendencia de crecimiento en términos numéricos, es hora de hacerse cargo de los demás descubrimientos detectados en la experiencia comparada, dejando de lado de una vez por todas el mito que tradicionalmente ha permeado nuestro quehacer, discurso y leyes, y que señala que la cultura se encuentra permanentemente en riesgo de desaparecer, atribuyendo gran parte de la responsabilidad de ese supuesto fenómeno a las nuevas tecnologías, ya que la realidad es claramente distinta.
En este mismo sentido, resulta fundamental detener los constantes esfuerzos legislativos –tanto nacionales como mediante tratados internacionales- de aumentar las sanciones asociadas a la infracción de la propiedad intelectual, que usualmente terminan por apuntar contra conductas inocuas, sobretodo cuando ellas se encuentran aparejadas a un pobre entendimiento de cómo funcionan estas nuevas tecnologías, y en especial Internet.
Con todo, es importante dejar sentado que la digitalización de la cultura no resulta excluyente de las formas tradicionales de difusión de la misma. Es necesario comprender que se trata de un nuevo modelo que no pretende destruir o eliminar a las formas tradicionales de distribución de contenidos, sino que se hace cargo de un espectro del mercado que no resulta satisfecho con ellas y que son más proclives al uso de la tecnología, lo que finalmente agrega público en lugar de restarlo.
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