Hace seis años que Verónica Cabana se mudó con su familia de la ciudad de Buenos Aires a una zona agrícola de la provincia. Buscaban aire libre. Pero se encontraron con glifosato, la sustancia que según los médicos provocó los serios problemas respiratorios que padece su hijo de 7 años.
“Hasta el año y medio Fausto no había tenido ni un resfrío, no había tenido nada. A los dos meses que nos vamos a vivir ahí empieza con su primer broncoespasmo”, cuenta esta ama de casa a RT.
La fumigación con agroquímicos se practica a solo 200 metros de su casa, a pesar de que un fallo de la Corte Suprema de Justicia impide hacerlo a menos de un radio de 5 kilómetros. La impotencia se mezcla con el sentimiento de culpa en esta madre, que siente que acercó a sus hijos a un riesgo impensado.
“Cada vez que él cae es siempre pensar en lo mismo, en que nosotros buscábamos lo mejor y bueno… nos salió mal. Pero nosotros también pensamos que no salió mal por nuestra culpa. Nosotros no buscamos que nuestro hijo se envenene, sino que hay alguien que lo está envenenando”, dice.
Para Andrés Carrasco, médico especializado en el tema, ese alguien se encarna en una multinacional: Monsanto. Él asegura que los resultados de estudios sobre las consecuencias del modelo de producción agrícola que encabeza esa empresa en el mundo son incuestionables y revela cifras alarmantes en la Argentina.
Personas de entre 30 y 40 años mueren de cáncer y la gente dice ‘Uy, se murió Fulanito, tan pronto! ¿De qué será?’… ¿De qué será? Sabemos bien de qué es, pero nadie quiere despertar
“Una exploración alrededor de 50.000 personas muestra claramente que en los últimos años el cáncer, y algunos tipos de cáncer en particular, han crecido. Así como los abortos espontáneos, las malformaciones y las alteraciones reproductivas. Y además también las alteraciones endócrinas”, afirma Andrés Carrasco.
En 2011 Monsanto desembarcó en el país con tres plantas productoras de semillas cuya puesta en funcionamiento encuentra la fuerte resistencia de las poblaciones locales, acompañadas por grupos de ambientalistas. Ellos denuncian que tras la máscara de optimizar la producción de alimentos, se encuentra un plan imperialista que condena a los países latinoamericanos en beneficio de los grandes centros de poder.
“EE.UU. es un caso siempre tan complejo para nosotros que estamos en estas latitudes y que padecemos siempre la política norteamericana. Parece que nuestra función en este mundo globalizado es ser proveedores de materia prima, aunque eso se lleve nuestra vida y nuestra posibilidad de futuro”, afirma Jimena Romero, ambientalista de Millones contra Monsanto.
En el último año Verónica puede dar cuenta de varias de las vidas que quedaron truncadas en su entorno, por una razón que ella parece tener clara. “Hay más de 20 personas que han muerto. Personas de entre 30 y 40 años que han muerto de cáncer de páncreas, de estómago. Dos o tres meses es lo que han tardado en matarlos. Y la gente dice ‘Uy, se murió Fulanito, tan pronto! ¿De qué será?’… ¿De qué será? Sabemos bien de qué es, pero nadie quiere despertar”, dice Verónica Cabana.
Mientras millones de personas en todo el mundo alzan sus voces, Monsanto parece tener aceitados los mecanismos para seguir funcionando, desestimando los estudios que no solo apuntan a los pesticidas, sino también al consumo de alimentos genéticamente modificados.
En las grandes ciudades compramos todos los días alimentos sin ninguna identificación de si son transgénicos o no; cuando los ambientalistas aseguran que el 70% de ellos sí lo serían. Para los detractores de Monsanto hay evidencias científicas que indican que cualquiera de estos productos reviste riesgo para la salud de quienes los consumimos. Un riesgo del cual nadie queda exento.
Hace seis años que Verónica Cabana se mudó con su familia de la ciudad de Buenos Aires a una zona agrícola de la provincia. Buscaban aire libre. Pero se encontraron con glifosato, la sustancia que según los médicos provocó los serios problemas respiratorios que padece su hijo de 7 años.
“Hasta el año y medio Fausto no había tenido ni un resfrío, no había tenido nada. A los dos meses que nos vamos a vivir ahí empieza con su primer broncoespasmo”, cuenta esta ama de casa a RT.
La fumigación con agroquímicos se practica a solo 200 metros de su casa, a pesar de que un fallo de la Corte Suprema de Justicia impide hacerlo a menos de un radio de 5 kilómetros. La impotencia se mezcla con el sentimiento de culpa en esta madre, que siente que acercó a sus hijos a un riesgo impensado.
“Cada vez que él cae es siempre pensar en lo mismo, en que nosotros buscábamos lo mejor y bueno… nos salió mal. Pero nosotros también pensamos que no salió mal por nuestra culpa. Nosotros no buscamos que nuestro hijo se envenene, sino que hay alguien que lo está envenenando”, dice.
Para Andrés Carrasco, médico especializado en el tema, ese alguien se encarna en una multinacional: Monsanto. Él asegura que los resultados de estudios sobre las consecuencias del modelo de producción agrícola que encabeza esa empresa en el mundo son incuestionables y revela cifras alarmantes en la Argentina.
“Una exploración alrededor de 50.000 personas muestra claramente que en los últimos años el cáncer, y algunos tipos de cáncer en particular, han crecido. Así como los abortos espontáneos, las malformaciones y las alteraciones reproductivas. Y además también las alteraciones endócrinas”, afirma Andrés Carrasco.
En 2011 Monsanto desembarcó en el país con tres plantas productoras de semillas cuya puesta en funcionamiento encuentra la fuerte resistencia de las poblaciones locales, acompañadas por grupos de ambientalistas. Ellos denuncian que tras la máscara de optimizar la producción de alimentos, se encuentra un plan imperialista que condena a los países latinoamericanos en beneficio de los grandes centros de poder.
“EE.UU. es un caso siempre tan complejo para nosotros que estamos en estas latitudes y que padecemos siempre la política norteamericana. Parece que nuestra función en este mundo globalizado es ser proveedores de materia prima, aunque eso se lleve nuestra vida y nuestra posibilidad de futuro”, afirma Jimena Romero, ambientalista de Millones contra Monsanto.
En el último año Verónica puede dar cuenta de varias de las vidas que quedaron truncadas en su entorno, por una razón que ella parece tener clara. “Hay más de 20 personas que han muerto. Personas de entre 30 y 40 años que han muerto de cáncer de páncreas, de estómago. Dos o tres meses es lo que han tardado en matarlos. Y la gente dice ‘Uy, se murió Fulanito, tan pronto! ¿De qué será?’… ¿De qué será? Sabemos bien de qué es, pero nadie quiere despertar”, dice Verónica Cabana.
Mientras millones de personas en todo el mundo alzan sus voces, Monsanto parece tener aceitados los mecanismos para seguir funcionando, desestimando los estudios que no solo apuntan a los pesticidas, sino también al consumo de alimentos genéticamente modificados.
En las grandes ciudades compramos todos los días alimentos sin ninguna identificación de si son transgénicos o no; cuando los ambientalistas aseguran que el 70% de ellos sí lo serían. Para los detractores de Monsanto hay evidencias científicas que indican que cualquiera de estos productos reviste riesgo para la salud de quienes los consumimos. Un riesgo del cual nadie queda exento.
Compartir esto: