Hubo un tiempo en el que la naturaleza era inhóspita, fuente de amenazas y peligros. Algo parecido nos ocurre hoy con el mundo hipertecnológico que crece ante nuestros ojos.
Los esfuerzos del ser humano por domesticar la naturaleza han aumentado tanto la complejidad de las tecnologías que, paradójicamente, se han vuelto cada vez más ajenas a nosotros.
Gracias a la irrupción de las tecnologías de la información y comunicación (TIC), ahora disponemos de teléfonos móviles cada vez más potentes, baratos y fáciles de usar. Pero también más inaccesibles.
Las aplicaciones informáticas son tan complejas que a menudo el usuario no sabe cómo funcionan realmente, ni qué ocurre en su interior. Y cuanto más opacas resultan para el usuario, tanto más fáciles son de manejar.
Las tecnologías digitales están ahí: frente a nosotros, mientras leemos este artículo. Y ya no sólo transformando las sociedades, sino condicionando cada vez más nuestra forma de ser persona.
Por qué somos tecnopersonas
Las personas físicas habitan la ciudad, desarrollan sus vidas día tras día y, la mayoría, también son personas jurídicas. Sin embargo, siguiendo al matemático y filósofo de la tecnología Javier Echeverría, con la expansión de las TIC ha emergido una nueva modalidad de ser humano: la tecnopersona, que no conviene confundir con la primera.
Las tecnopersonas no están hechas de carne y hueso, ni tampoco se constituyen por documentos de identidad u otros objetos jurídicos. Están compuestas de información digital.
Si conocerse a sí mismo era ya un desafío de primer orden, ahora hay que añadir la complejidad de conocer a nuestra tecnopersona. A diferencia de la memoria orgánica, la enorme cantidad de información de la memoria digital se distribuye por múltiples centros de datos a lo largo, ancho y alto del planeta.
Una persona puede ser un ciudadano libre, pero como tecnopersona sus derechos pueden verse supeditados cada vez que cliquea en “acepto” en cualquiera de los contratos que gestionan los Señores del Aire: Google, Amazon, Apple, Facebook y otras tantas entidades que han conducido al mundo a una suerte de nuevo feudalismo.
¿Cómo se produce la alienación tecnológica?
Nadie pidió que las TIC aparecieran y que evolucionaran de esta u otra manera y, sin embargo, ahora parece que no podemos vivir sin ellas.
También parece, incluso, que estas tecnologías evolucionan de forma autónoma, en una constante búsqueda de poder a martillazos.
Ante esta idea, conocida como determinismo tecnológico, uno puede ser optimista y pensar que la tecnología mejorará indefectiblemente la vida humana. Incluso creer en el transhumanismo o cualquier otra modalidad de utopismo tecnológico.
No obstante, el desarrollo tecnológico nunca ha sido un camino de rosas. Las dinámicas de extracción y explotación de datos, por ejemplo, invaden nuestra intimidad sin apenas ser conscientes de ello. Esa incapacidad de ejercer control sobre el desarrollo tecnológico se expande configurando nuestros hábitos y creencias, nuestra forma de ver la vida. Es el carácter alienante que predomina en la mayoría de los sistemas técnicos actuales, algo que el filósofo español José Ortega y Gasset ya alertaba en su Meditación de la técnica.
En este sentido, algunos filósofos como Miguel Ángel Quintanilla y Martín Parselis promueven el desarrollo de tecnologías entrañables en oposición a las tecnologías alienantes que, entre otras cosas, no permiten a los usuarios acceder a las entrañas de sus respectivas tecnopersonas.
Las tecnologías entrañables serían tecnologías que no sólo podríamos adoptar y comprender en nuestra vida cotidiana, sino también apropiarnos de ellas, controlarlas –en lugar de que nos controlen– e incluso tomar parte en su diseño.
Si queremos proteger y gestionar nuestra identidad digital, el desarrollo de las plataformas que utilizamos debería tratar de cumplir con los diez principios que estos autores han propuesto.
Decálogo de tecnologías entrañables
Abiertas: carecen de restricciones de acceso para su uso, copia, modificación y distribución impuestas por criterios externos a la propia tecnología.
Polivalentes: capaces de integrar diferentes objetivos en un único sistema técnico, o de facilitar usos alternativos por parte de sus operadores o usuarios.
Dóciles: el funcionamiento, el control y la parada del sistema dependen eficazmente de un operador humano.
Limitadas: las tecnologías han de tener consecuencias previsibles. Si no, debe aplicarse el principio de precaución.
Reversibles: ha de ser posible restaurar el medio natural o social en que se implante un sistema técnico y rediseñar desde el inicio otras operaciones alternativas si se precisan. No podemos desencadenar proyectos tecnológicos que cambien el mundo de forma irreversible y que corran el riesgo de destruirlo.
Recuperables: las tecnologías tienen que ser susceptibles de mantenimiento activo y de recuperación de residuos. Se debe prohibir la obsolescencia programada e incorporar al diseño y la comercialización de sistemas técnicos las operaciones de recuperación, mantenimiento, reparación, gestión y reciclado de desechos.
Comprensibles: se deben evitar las “cajas negras” que producen desconocimiento. El diseño de un sistema técnico y su manual de operaciones deben facilitar la comprensión de su funcionamiento, y la identificación de sus componentes.
Participativas: deben facilitar la cooperación humana y ser socialmente inclusivas. Para ello, se han de organizar arreglos institucionales adecuados para facilitar la participación de los ciudadanos no solo en el proceso de aceptación o rechazo de una oferta tecnológica predefinida, sino también en el debate en torno a las diferentes opciones tecnológicas disponibles.
Sostenibles: deben permitir el ahorro, el reciclado de energías y recursos. El desarrollo actual de la tecnología no debe limitar las posibilidades de desarrollo futuro.
Socialmente responsables: que la implantación de una nueva tecnología no contribuya a empeorar la situación de los colectivos más desfavorecidos. Debe favorecer la distribución igualitaria de los recursos que genere y, en todo caso, sus consecuencias no deben empeorar la situación de los colectivos más desfavorecidos.
Estos diez criterios sirven para evaluar socialmente las tecnologías. Un ejemplo de referencia son los programas de código abierto. Además de ser útiles, eficientes y rentables, sus desarrollos se basan en la colaboración y participación de los usuarios.
Por lo tanto, podemos conformarnos con un desarrollo tecnológico que genere tecnopersonas alienadas o, por el contrario, ejercer la responsabilidad de desarrollar tecnologías que promuevan ser, en definitiva, tecnopersonas entrañables.
We use cookies on our website to give you the most relevant experience by remembering your preferences and repeat visits. By clicking “Accept All”, you consent to the use of ALL the cookies. However, you may visit "Cookie Settings" to provide a controlled consent.
This website uses cookies to improve your experience while you navigate through the website. Out of these, the cookies that are categorized as necessary are stored on your browser as they are essential for the working of basic functionalities of the website. We also use third-party cookies that help us analyze and understand how you use this website. These cookies will be stored in your browser only with your consent. You also have the option to opt-out of these cookies. But opting out of some of these cookies may affect your browsing experience.
Necessary cookies are absolutely essential for the website to function properly. These cookies ensure basic functionalities and security features of the website, anonymously.
Cookie
Duración
Descripción
cookielawinfo-checkbox-analytics
11 months
This cookie is set by GDPR Cookie Consent plugin. The cookie is used to store the user consent for the cookies in the category "Analytics".
cookielawinfo-checkbox-functional
11 months
The cookie is set by GDPR cookie consent to record the user consent for the cookies in the category "Functional".
cookielawinfo-checkbox-necessary
11 months
This cookie is set by GDPR Cookie Consent plugin. The cookies is used to store the user consent for the cookies in the category "Necessary".
cookielawinfo-checkbox-others
11 months
This cookie is set by GDPR Cookie Consent plugin. The cookie is used to store the user consent for the cookies in the category "Other.
cookielawinfo-checkbox-performance
11 months
This cookie is set by GDPR Cookie Consent plugin. The cookie is used to store the user consent for the cookies in the category "Performance".
viewed_cookie_policy
11 months
The cookie is set by the GDPR Cookie Consent plugin and is used to store whether or not user has consented to the use of cookies. It does not store any personal data.
Functional cookies help to perform certain functionalities like sharing the content of the website on social media platforms, collect feedbacks, and other third-party features.
Performance cookies are used to understand and analyze the key performance indexes of the website which helps in delivering a better user experience for the visitors.
Analytical cookies are used to understand how visitors interact with the website. These cookies help provide information on metrics the number of visitors, bounce rate, traffic source, etc.
Advertisement cookies are used to provide visitors with relevant ads and marketing campaigns. These cookies track visitors across websites and collect information to provide customized ads.
por José Luis Granados Mateo
Hubo un tiempo en el que la naturaleza era inhóspita, fuente de amenazas y peligros. Algo parecido nos ocurre hoy con el mundo hipertecnológico que crece ante nuestros ojos.
Los esfuerzos del ser humano por domesticar la naturaleza han aumentado tanto la complejidad de las tecnologías que, paradójicamente, se han vuelto cada vez más ajenas a nosotros.
Gracias a la irrupción de las tecnologías de la información y comunicación (TIC), ahora disponemos de teléfonos móviles cada vez más potentes, baratos y fáciles de usar. Pero también más inaccesibles.
Las aplicaciones informáticas son tan complejas que a menudo el usuario no sabe cómo funcionan realmente, ni qué ocurre en su interior. Y cuanto más opacas resultan para el usuario, tanto más fáciles son de manejar.
Las tecnologías digitales están ahí: frente a nosotros, mientras leemos este artículo. Y ya no sólo transformando las sociedades, sino condicionando cada vez más nuestra forma de ser persona.
Por qué somos tecnopersonas
Las personas físicas habitan la ciudad, desarrollan sus vidas día tras día y, la mayoría, también son personas jurídicas. Sin embargo, siguiendo al matemático y filósofo de la tecnología Javier Echeverría, con la expansión de las TIC ha emergido una nueva modalidad de ser humano: la tecnopersona, que no conviene confundir con la primera.
Las tecnopersonas no están hechas de carne y hueso, ni tampoco se constituyen por documentos de identidad u otros objetos jurídicos. Están compuestas de información digital.
Si conocerse a sí mismo era ya un desafío de primer orden, ahora hay que añadir la complejidad de conocer a nuestra tecnopersona. A diferencia de la memoria orgánica, la enorme cantidad de información de la memoria digital se distribuye por múltiples centros de datos a lo largo, ancho y alto del planeta.
Una persona puede ser un ciudadano libre, pero como tecnopersona sus derechos pueden verse supeditados cada vez que cliquea en “acepto” en cualquiera de los contratos que gestionan los Señores del Aire: Google, Amazon, Apple, Facebook y otras tantas entidades que han conducido al mundo a una suerte de nuevo feudalismo.
¿Cómo se produce la alienación tecnológica?
Nadie pidió que las TIC aparecieran y que evolucionaran de esta u otra manera y, sin embargo, ahora parece que no podemos vivir sin ellas.
También parece, incluso, que estas tecnologías evolucionan de forma autónoma, en una constante búsqueda de poder a martillazos.
Ante esta idea, conocida como determinismo tecnológico, uno puede ser optimista y pensar que la tecnología mejorará indefectiblemente la vida humana. Incluso creer en el transhumanismo o cualquier otra modalidad de utopismo tecnológico.
No obstante, el desarrollo tecnológico nunca ha sido un camino de rosas. Las dinámicas de extracción y explotación de datos, por ejemplo, invaden nuestra intimidad sin apenas ser conscientes de ello. Esa incapacidad de ejercer control sobre el desarrollo tecnológico se expande configurando nuestros hábitos y creencias, nuestra forma de ver la vida. Es el carácter alienante que predomina en la mayoría de los sistemas técnicos actuales, algo que el filósofo español José Ortega y Gasset ya alertaba en su Meditación de la técnica.
En este sentido, algunos filósofos como Miguel Ángel Quintanilla y Martín Parselis promueven el desarrollo de tecnologías entrañables en oposición a las tecnologías alienantes que, entre otras cosas, no permiten a los usuarios acceder a las entrañas de sus respectivas tecnopersonas.
Las tecnologías entrañables serían tecnologías que no sólo podríamos adoptar y comprender en nuestra vida cotidiana, sino también apropiarnos de ellas, controlarlas –en lugar de que nos controlen– e incluso tomar parte en su diseño.
Si queremos proteger y gestionar nuestra identidad digital, el desarrollo de las plataformas que utilizamos debería tratar de cumplir con los diez principios que estos autores han propuesto.
Decálogo de tecnologías entrañables
Estos diez criterios sirven para evaluar socialmente las tecnologías. Un ejemplo de referencia son los programas de código abierto. Además de ser útiles, eficientes y rentables, sus desarrollos se basan en la colaboración y participación de los usuarios.
Por lo tanto, podemos conformarnos con un desarrollo tecnológico que genere tecnopersonas alienadas o, por el contrario, ejercer la responsabilidad de desarrollar tecnologías que promuevan ser, en definitiva, tecnopersonas entrañables.
Compartir esto: