Reuters publica una información sobre el acuerdo alcanzado por la compañía pionera en el desarrollo de wearables para la cuantificación de la actividad física, Fitbit, y el gobierno de Singapur, en virtud del cual varios cientos de miles de personas podrían recibir
dispositivos de la compañía a cambio del pago de una suscripción anual
de unos $7 a su servicio personalizado de entrenamiento, en lo que constituiría la primera integración de wearables en un programa nacional de salud en el mundo. Singapur está considerado como uno de los país con el mejor sistema de salud pública del mundo, y suele estar en el grupo de cabeza en cuanto a expectativa de vida de su población.
La
noticia ha provocado una subida de más del 3% en las muy depauperadas
acciones de Fitbit (cotizan nada menos que un 90% por debajo de su
precio de salida en junio de 2015) por lo que tiene de alineamiento con
el paso del modelo de negocio de venta de productos a ingresos
recurrentes por servicios que la compañía ha afirmado llevar tiempo
persiguiendo. El gobierno del país espera llegar a en torno a un millón
de personas sobre sus 5.6 millones de habitantes, a las que pedirá
autorización a partir de octubre para compartir los datos que generen
sus dispositivos con el organismo estatal encargado de la salud pública,
Health Promotion Board (HPB).
El gobierno del país convocó un concurso para adjudicar el contrato al
que se sabe que, además de Fitbit, concurrieron también otras compañías
como Apple, aunque resulta difícil imaginar a la marca de la manzana en
un contexto de este tipo debido no solo a la especificidad de sus
dispositivos, esencialmente compatibles con los de su misma marca, sino
también a su tratamiento de la privacidad. En cualquier caso, Fitbit
está considerada hoy la quinta compañía del mundo en wearables, tras Apple, Xiaomi, Huawei y Samsung, y lleva varios años perdiendo sistemáticamente cuota de mercado.
El dispositivo propuesto para el programa es el Fitbit Inspire,
una pulsera con capacidad para almacenar datos de actividad y calidad
de sueño, resistente al agua y con hasta cinco días de duración de
batería, que además, en su versión HR, permite almacenar el ritmo
cardíaco a lo largo del día, registrar ciclos de sueño y hacer un
seguimiento del consumo de calorías. El sistema de salud pública de
Singapur basa parte de su éxito en hacer a los individuos responsables
de su salud, lo que coincide con la idea de los posibles beneficios de
la cuantificación de la actividad física.
La idea de un programa estatal de salud basado en el uso de wearables
en el que los usuarios comparten datos con un organismo gubernamental
es, como mínimo, provocativa. Se desconoce por el momento si se llevarán
a cabo integraciones que permitan, por ejemplo, a los facultativos que
tratan una dolencia determinada consultar los hábitos de sus pacientes
en función del registro de sus wearables, o hasta qué punto podrá la información generada por los usuarios ser consultada con otro tipo de fines. En el caso del gobierno de Singapur, que mira con preocupación el incremento de enfermedades coronarias y diabetes en su población,
la cuestión resulta aún más llamativa, puesto que aunque hablamos de un
gobierno que cuenta con una elevada confianza de sus ciudadanos y
niveles de satisfacción por lo general muy elevados, hay algunos
organismos internacionales que discuten su calidad democrática.
La idea de promover la salud pública recurriendo al uso de wearables y a la mayor concienciación de la población sobre la necesidad de mantener determinados patrones de actividad física, sin embargo, se alinea con una de las tendencias claras de futuro en salud preventiva, y seguramente veremos más ejemplos de adopciones masivas de este tipo en otros contextos en el futuro.
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Reuters publica una información sobre el acuerdo alcanzado por la compañía pionera en el desarrollo de wearables para la cuantificación de la actividad física, Fitbit, y el gobierno de Singapur, en virtud del cual varios cientos de miles de personas podrían recibir dispositivos de la compañía a cambio del pago de una suscripción anual de unos $7 a su servicio personalizado de entrenamiento, en lo que constituiría la primera integración de wearables en un programa nacional de salud en el mundo. Singapur está considerado como uno de los país con el mejor sistema de salud pública del mundo, y suele estar en el grupo de cabeza en cuanto a expectativa de vida de su población.
La noticia ha provocado una subida de más del 3% en las muy depauperadas acciones de Fitbit (cotizan nada menos que un 90% por debajo de su precio de salida en junio de 2015) por lo que tiene de alineamiento con el paso del modelo de negocio de venta de productos a ingresos recurrentes por servicios que la compañía ha afirmado llevar tiempo persiguiendo. El gobierno del país espera llegar a en torno a un millón de personas sobre sus 5.6 millones de habitantes, a las que pedirá autorización a partir de octubre para compartir los datos que generen sus dispositivos con el organismo estatal encargado de la salud pública, Health Promotion Board (HPB). El gobierno del país convocó un concurso para adjudicar el contrato al que se sabe que, además de Fitbit, concurrieron también otras compañías como Apple, aunque resulta difícil imaginar a la marca de la manzana en un contexto de este tipo debido no solo a la especificidad de sus dispositivos, esencialmente compatibles con los de su misma marca, sino también a su tratamiento de la privacidad. En cualquier caso, Fitbit está considerada hoy la quinta compañía del mundo en wearables, tras Apple, Xiaomi, Huawei y Samsung, y lleva varios años perdiendo sistemáticamente cuota de mercado.
El dispositivo propuesto para el programa es el Fitbit Inspire, una pulsera con capacidad para almacenar datos de actividad y calidad de sueño, resistente al agua y con hasta cinco días de duración de batería, que además, en su versión HR, permite almacenar el ritmo cardíaco a lo largo del día, registrar ciclos de sueño y hacer un seguimiento del consumo de calorías. El sistema de salud pública de Singapur basa parte de su éxito en hacer a los individuos responsables de su salud, lo que coincide con la idea de los posibles beneficios de la cuantificación de la actividad física.
La idea de un programa estatal de salud basado en el uso de wearables en el que los usuarios comparten datos con un organismo gubernamental es, como mínimo, provocativa. Se desconoce por el momento si se llevarán a cabo integraciones que permitan, por ejemplo, a los facultativos que tratan una dolencia determinada consultar los hábitos de sus pacientes en función del registro de sus wearables, o hasta qué punto podrá la información generada por los usuarios ser consultada con otro tipo de fines. En el caso del gobierno de Singapur, que mira con preocupación el incremento de enfermedades coronarias y diabetes en su población, la cuestión resulta aún más llamativa, puesto que aunque hablamos de un gobierno que cuenta con una elevada confianza de sus ciudadanos y niveles de satisfacción por lo general muy elevados, hay algunos organismos internacionales que discuten su calidad democrática.
La idea de promover la salud pública recurriendo al uso de wearables y a la mayor concienciación de la población sobre la necesidad de mantener determinados patrones de actividad física, sin embargo, se alinea con una de las tendencias claras de futuro en salud preventiva, y seguramente veremos más ejemplos de adopciones masivas de este tipo en otros contextos en el futuro.
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