Desde mediados del siglo XX, muchos se han acostumbrado a la idea de tener derechos humanos y cómo pueden usarse cuando esas personas sienten que están siendo amenazadas. En particular, a pesar de tener un patrimonio que se remonta más allá, la comprensión contemporánea de estos derechos se formó en gran parte en 1948. Fue entonces cuando se creó la Declaración Universal de Derechos Humanos (DUDH). Este importante documento buscaba facilitar un nuevo orden mundial tras la devastación de la Segunda Guerra Mundial. Declaró que todos los seres humanos nacerían libres e iguales. Comprometió a los Estados a proteger los derechos como los de la vida, a no sufrir tortura, a trabajar ya un nivel de vida adecuado.
Más recientemente, sin embargo, los estados han comenzado a pensarlo de nuevo. En los Estados Unidos, los primeros meses de la presidencia de Donald Trump han implicado descartar abiertamente los compromisos internacionales en materia de derechos humanos, sobre todo a través de una polémica prohibición de viajar dirigida a los países principalmente musulmanes y refugiados.
En Francia, el actual estado de emergencia nacional en vigor desde los ataques terroristas de París de 2015 ha aumentado los poderes de seguridad y de policía.
En el Reino Unido, se han hecho llamados a desechar la Ley de Derechos Humanos. Antes del Brexit, también hay una incertidumbre significativa sobre lo que las protecciones de los derechos humanos, si las hay, deben ser retenidas después de salir de la UE.
Estos acontecimientos plantean cuestiones importantes sobre lo que son los derechos humanos y lo que deberían ser en nuestro mundo cambiante. ¿Es hora de adaptarlos a nuestra realidad actual? ¿Cómo deberían ser los derechos humanos del futuro? Nuestra comprensión de los derechos humanos, concebida en gran parte en los años cuarenta y cincuenta, ya no es sostenible. Debemos estar listos y dispuestos a reevaluar lo que son los derechos humanos. De lo contrario, los gobiernos pueden hacerlo por nosotros.
Reevaluación de los derechos actuales para el futuro
La Declaración Universal de Derechos Humanos, los dos Pactos Internacionales subsiguientes y el CEDH son documentos fundamentales percibidos para establecer las cláusulas fundamentales de lo que son los derechos humanos. Estas listas proporcionaron un mapa para navegar los problemas de la época. El contexto actual, sin embargo, es muy diferente. Como resultado, estas listas ya no pueden considerarse sagradas. Necesitan una reevaluación para el futuro.
Los desarrollos científicos están cambiando la forma en que nos relacionamos con nuestros cuerpos. Podemos extender la vida humana como nunca antes y usar nuestros cuerpos como mercancías (tales como vendiendo pelo, sangre, esperma o leche materna). En 2016, una niña de 14 años pidió el derecho a congelar criogénicamente su cuerpo. Tales situaciones no encajan fácilmente dentro de los límites de las disposiciones tradicionales de derechos humanos.
Las máquinas se están volviendo cada vez más inteligentes, almacenando y utilizando datos sobre nosotros y nuestras vidas. Incluso tienen el potencial de infringir nuestra libertad cognitiva – nuestra capacidad de controlar nuestras propias mentes. Esto incluye movimientos informados por Facebook para crear una interfaz cerebro-computadora que permitirá a los usuarios escribir simplemente pensando. ¿Deben los derechos humanos protegernos de la inteligencia artificial que nosotros mismos creamos?
La misma reevaluación puede aplicarse dentro de la idea misma de lo que es ser “humano” en sí mismo. Si bien en los últimos 70 años se han asegurado derechos específicos para los niños, las mujeres, las personas con discapacidad, los trabajadores migrantes y otros, el estado de ser “humano” no debe considerarse como ahora resuelto. ¿Necesitamos repensar los derechos para abordar las experiencias de individuos que están fuera de nuestros actuales marcos de entendimiento en la sociedad? Esto podría incluir personas que se identifican como fluidos de género o no binarios y no consideran que su identidad iguale a un hombre o a una mujer.
También podemos preguntarnos si es necesario reevaluar cómo entendemos a la humanidad misma. Podríamos, por ejemplo, tratar de reconocer mejor a los seres humanos como fundamentalmente interdependientes de la naturaleza y su entorno. Como resultado, los seres humanos descontextualizados pueden no ser los mejores o los únicos sujetos de derechos. Esto podría conducir a una consideración seria de la provisión de derechos para entidades previamente consideradas no humanas, como el medio ambiente.
Presentación de una nueva utopía
Los derechos humanos ofrecen una manera de pensar sobre el tipo de futuro que queremos en términos utópicos. Este es un elemento que era importante en la posguerra, y lo sigue siendo.
En cambio, los derechos humanos pueden utilizarse para prever una nueva utopía. Esto podría basarse en nuevas formas de vivir, de ser y de estructurar la sociedad que mejor se refieran a los problemas del presente. Se podrían utilizar para pensar en una sociedad que desplaza la centralidad del Estado. Las personas, en lugar de los gobiernos, podrían convertirse en los definidores colectivos y guardianes de lo que son los derechos humanos y cómo están protegidos.
Del mismo modo, una concepción más común de los derechos humanos -que fomenta la idea de los derechos como poseídos por los humanos en las comunidades en contraposición a los individuos- podría ayudarnos a pensar en las formas de estructuración de la sociedad que van más allá del enfoque del individuo, y las cosmovisiones capitalistas.
Esto puede implicar poner más énfasis en la idea de los derechos de grupo en virtud de los cuales los derechos humanos son mantenidos por un grupo en lugar de por sus miembros individuales. Este concepto se ha empleado en relación con los pueblos indígenas y la identidad cultural, pero podría ampliarse aún más para conceptualizar otras cuestiones en términos colectivos. Por ejemplo, podríamos comenzar a usar los derechos para considerar la atención sanitaria como colectiva, involucrando diversas protecciones y obligaciones que se mantienen y se llevan a cabo en relación con otros, en contraposición con un derecho individualizado a la salud.
A través de estas acciones, se puede construir una visión utópica moderna de los derechos, basada en formas de relaciones sociales que son muy diferentes a las que actualmente experimentamos.
Los derechos humanos deben transformarse para convertirse en herramientas que estimulen la discusión crítica y el debate en el presente, ayudando a crear una nueva visión para el futuro de hoy en vez de continuar con la del siglo XX. Pensado de tal manera, los derechos humanos pueden surgir como no una cosa del pasado, sino del futuro.
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por Kathryn McNeilly
Desde mediados del siglo XX, muchos se han acostumbrado a la idea de tener derechos humanos y cómo pueden usarse cuando esas personas sienten que están siendo amenazadas. En particular, a pesar de tener un patrimonio que se remonta más allá, la comprensión contemporánea de estos derechos se formó en gran parte en 1948. Fue entonces cuando se creó la Declaración Universal de Derechos Humanos (DUDH). Este importante documento buscaba facilitar un nuevo orden mundial tras la devastación de la Segunda Guerra Mundial. Declaró que todos los seres humanos nacerían libres e iguales. Comprometió a los Estados a proteger los derechos como los de la vida, a no sufrir tortura, a trabajar ya un nivel de vida adecuado.
Estas promesas se han consolidado desde entonces en tratados internacionales, incluyendo los Pactos Internacionales de 1966 sobre Derechos Civiles y Políticos y Derechos Económicos, Sociales y Culturales y en instrumentos regionales como el Convenio Europeo de Derechos Humanos de 1950.
Más recientemente, sin embargo, los estados han comenzado a pensarlo de nuevo. En los Estados Unidos, los primeros meses de la presidencia de Donald Trump han implicado descartar abiertamente los compromisos internacionales en materia de derechos humanos, sobre todo a través de una polémica prohibición de viajar dirigida a los países principalmente musulmanes y refugiados.
En Francia, el actual estado de emergencia nacional en vigor desde los ataques terroristas de París de 2015 ha aumentado los poderes de seguridad y de policía.
En el Reino Unido, se han hecho llamados a desechar la Ley de Derechos Humanos. Antes del Brexit, también hay una incertidumbre significativa sobre lo que las protecciones de los derechos humanos, si las hay, deben ser retenidas después de salir de la UE.
Estos acontecimientos plantean cuestiones importantes sobre lo que son los derechos humanos y lo que deberían ser en nuestro mundo cambiante. ¿Es hora de adaptarlos a nuestra realidad actual? ¿Cómo deberían ser los derechos humanos del futuro? Nuestra comprensión de los derechos humanos, concebida en gran parte en los años cuarenta y cincuenta, ya no es sostenible. Debemos estar listos y dispuestos a reevaluar lo que son los derechos humanos. De lo contrario, los gobiernos pueden hacerlo por nosotros.
Reevaluación de los derechos actuales para el futuro
La Declaración Universal de Derechos Humanos, los dos Pactos Internacionales subsiguientes y el CEDH son documentos fundamentales percibidos para establecer las cláusulas fundamentales de lo que son los derechos humanos. Estas listas proporcionaron un mapa para navegar los problemas de la época. El contexto actual, sin embargo, es muy diferente. Como resultado, estas listas ya no pueden considerarse sagradas. Necesitan una reevaluación para el futuro.
Los desarrollos científicos están cambiando la forma en que nos relacionamos con nuestros cuerpos. Podemos extender la vida humana como nunca antes y usar nuestros cuerpos como mercancías (tales como vendiendo pelo, sangre, esperma o leche materna). En 2016, una niña de 14 años pidió el derecho a congelar criogénicamente su cuerpo. Tales situaciones no encajan fácilmente dentro de los límites de las disposiciones tradicionales de derechos humanos.
Las máquinas se están volviendo cada vez más inteligentes, almacenando y utilizando datos sobre nosotros y nuestras vidas. Incluso tienen el potencial de infringir nuestra libertad cognitiva – nuestra capacidad de controlar nuestras propias mentes. Esto incluye movimientos informados por Facebook para crear una interfaz cerebro-computadora que permitirá a los usuarios escribir simplemente pensando. ¿Deben los derechos humanos protegernos de la inteligencia artificial que nosotros mismos creamos?
La misma reevaluación puede aplicarse dentro de la idea misma de lo que es ser “humano” en sí mismo. Si bien en los últimos 70 años se han asegurado derechos específicos para los niños, las mujeres, las personas con discapacidad, los trabajadores migrantes y otros, el estado de ser “humano” no debe considerarse como ahora resuelto. ¿Necesitamos repensar los derechos para abordar las experiencias de individuos que están fuera de nuestros actuales marcos de entendimiento en la sociedad? Esto podría incluir personas que se identifican como fluidos de género o no binarios y no consideran que su identidad iguale a un hombre o a una mujer.
También podemos preguntarnos si es necesario reevaluar cómo entendemos a la humanidad misma. Podríamos, por ejemplo, tratar de reconocer mejor a los seres humanos como fundamentalmente interdependientes de la naturaleza y su entorno. Como resultado, los seres humanos descontextualizados pueden no ser los mejores o los únicos sujetos de derechos. Esto podría conducir a una consideración seria de la provisión de derechos para entidades previamente consideradas no humanas, como el medio ambiente.
Presentación de una nueva utopía
Los derechos humanos ofrecen una manera de pensar sobre el tipo de futuro que queremos en términos utópicos. Este es un elemento que era importante en la posguerra, y lo sigue siendo.
Sin embargo, esto no tiene que ser una visión que sea compatible con el liberalismo, el capitalismo o el estatismo, como ha sido el caso de los derechos humanos de los años cuarenta y cincuenta. Nuestros actuales instrumentos de derechos humanos fueron definidos por los Estados y defienden el derecho a la propiedad y a la libertad individual, ideas que complementan la vida en contextos liberales y capitalistas.
En cambio, los derechos humanos pueden utilizarse para prever una nueva utopía. Esto podría basarse en nuevas formas de vivir, de ser y de estructurar la sociedad que mejor se refieran a los problemas del presente. Se podrían utilizar para pensar en una sociedad que desplaza la centralidad del Estado. Las personas, en lugar de los gobiernos, podrían convertirse en los definidores colectivos y guardianes de lo que son los derechos humanos y cómo están protegidos.
Del mismo modo, una concepción más común de los derechos humanos -que fomenta la idea de los derechos como poseídos por los humanos en las comunidades en contraposición a los individuos- podría ayudarnos a pensar en las formas de estructuración de la sociedad que van más allá del enfoque del individuo, y las cosmovisiones capitalistas.
Esto puede implicar poner más énfasis en la idea de los derechos de grupo en virtud de los cuales los derechos humanos son mantenidos por un grupo en lugar de por sus miembros individuales. Este concepto se ha empleado en relación con los pueblos indígenas y la identidad cultural, pero podría ampliarse aún más para conceptualizar otras cuestiones en términos colectivos. Por ejemplo, podríamos comenzar a usar los derechos para considerar la atención sanitaria como colectiva, involucrando diversas protecciones y obligaciones que se mantienen y se llevan a cabo en relación con otros, en contraposición con un derecho individualizado a la salud.
A través de estas acciones, se puede construir una visión utópica moderna de los derechos, basada en formas de relaciones sociales que son muy diferentes a las que actualmente experimentamos.
Los derechos humanos deben transformarse para convertirse en herramientas que estimulen la discusión crítica y el debate en el presente, ayudando a crear una nueva visión para el futuro de hoy en vez de continuar con la del siglo XX. Pensado de tal manera, los derechos humanos pueden surgir como no una cosa del pasado, sino del futuro.
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