Esta escena, algunas veces, es típica: te juntas con tus amigos, hablan
de su día a día, del trabajo, del partido de fútbol, qué les pareció la
película taquillera del momento, etc. Entre cerveza y cerveza, los
temas se agotan y, por alguna razón, caen en una extraña historia que se hizo viral en medios y redes sociales.
El vínculo Estados Unidos-Rusia, a través de sus mandatarios, interviniendo las elecciones de 2016 o el espionaje
por parte de los gigantes tecnológicos, son ejemplos de temas que, en
ocasiones, han tomado un matiz tan jalado por los pelos que va desde los
“videos comprometedores” que tiene Putin de Trump, hasta “las razones publicitarias por las que Instagram te escucha“. Son relatos que nos hacen preguntarnos de qué conspiranoica mentecilla salen tantas cosas.
En El Definido hemos elaborado está breve guía de pasos a seguir para desmontar (o, por lo menos, examinar al detalle) esas teorías conspirativas que, en ocasiones, llegan a nosotros y nos dejan más dudas que respuestas.
Érase una vez, el documento 1035-960…
Los reptilianos, el ataque de 2001 a las Torres Gemelas, la muerte de Adolf Hitler… Todos estos temas (y muchos otros)
han sido analizados con la lupa de las teorías conspirativas. Pero,
propiamente, ¿de dónde sale este término con el que se suele etiquetar a
esas curiosas historias?
En septiembre de 1964, la Comisión Warren, encargada de investigar y esclarecer los detalles del asesinato de John F. Kennedy, publicó su informe sobre este suceso. Sin embargo, mucha gente quedó inconforme con las conclusiones del documento y empezaron a surgir curiosas hipótesis sobre la muerte del presidente estadounidense y lo que verdaderamente ocurrió aquel día.
Ante la ola de cuestionamientos, la Agencia Central de Inteligencia de Estados Unidos (CIA, por sus siglas en inglés), publicó un comunicado “sobre las críticas al Informe Warren”, también conocido como documento 1035-960.
“Las teorías de conspiración frecuentemente han generado sospechas
sobre nuestra organización, por ejemplo, al afirmar falsamente que Lee Harvey Oswald [presunto autor del crimen] trabajó para nosotros. El
objetivo de este mensaje es proporcionar material para contrarrestar y
desacreditar los reclamos de los teóricos de la conspiración, a
fin de inhibir la circulación de dichos reclamos en otros países”, reza
parte del documento 1035-960, en el que se puede leer uno de los
primeros usos del término “teoría de conspiración”, al menos como es
percibido por el imaginario social hoy día.
En sí, para que un relato pueda ser considerado como una teoría conspirativa, debe existir “la convicción de que un grupo de actores llegan a un acuerdo secreto, con el propósito de alcanzar algún objetivo malévolo”, explica un ensayo realizado en 2018 por académicos holandeses, en conjunto con el Departamento de Política y Relaciones Internacionales de la Universidad de Oxford.
¿Y por qué tanta gente cree en teorías conspirativas?
Aunque parezca increíble, hay una gran cantidad de personas que se
identifican con algunas de las hipótesis planteadas por teóricos de la
conspiración. En 2015, aproximadamente el 50% de la población en Estados Unidos creía en al menos una de estas teorías.
Hay estudios que profundizan en la susceptibilidad de nuestro cerebro a este tipo de planteamientos y lo relacionan a lo que se conoce como adaptive conspiracism hypotesis, situación en la que una teoría conspirativa se presenta como una opción lógica en la búsqueda de seguridad, según el siguiente video del canal ASAPScience.
Para ver el video, activa los subtítulos y, en configuración, coloca traducir al español.
Mitchell Moffit, uno de los youtubers que forma parte del video, recalca que nuestro cerebro nos dice “es mejor estar preparado para un ataque enemigo que no estar preparado para nada”, y por eso algunas teorías conspirativas parecen tan convincentes. Eso está vinculado al illusory pattern perception, un sesgo cognitivo que nos hace notar patrones en estímulos aleatorios, haciéndonos más sensibles ante estos relatos.
La fórmula francesa de Sophie Mazet
¿Y qué podemos hacer cuando nos encontramos una historia que suena un
poco inverosímil, pero que, de igual forma, nos planta el virus de la
duda en nuestra mente?
La escritora francesa Sophie Mazet, autora del Manual de autodefensa intelectual, da en una entrevista lo que para ella son las preguntas claves para despejar cualquier duda:
– ¿Qué o quién es la fuente? Intentar cruzar varios autores y versiones del relato.
– ¿Qué pasaría si llevamos esa teoría hasta el final y qué implicaría eso?
Caracterizado por sus extensos y detallados análisis cinematográficos, los mismos que le han valido ser etiquetado de extremista o teórico conspirativo, el británico Rob Ager es autor del análisisCómo darle sentido a las teorías de conspiración, disponible en su sitio web y al que él mismo, humildemente, ha calificado como “uno de los estudios más equilibrados e imparciales que se pueden encontrar sobre el tema”.
En el octavo capítulo de dicho análisis, Ager desarrolla una serie de puntos para saber “si una teoría conspirativa es o no verdadera”, y aquí te traemos los cinco principales:
– No emitas juicios mientras investigas: “Si asumes
que la teoría es verdadera o falsa, mientras que la información que
tienes aún es mínima, entonces la investigación estará parcializada”.
– Pon atención a los pequeños detalles: “La más mínima tergiversación (elección de palabras, fechas, etc.) puede alterar completamente la validez de una teoría”.
– Elimina la información repetida: “Siempre que sea posible, intenta llegar a la fuente de información original”.
– Nunca confíes al 100%: “Permite la posibilidad de que algo pueda ser probado o desaprobado”.
– Familiarízate con la psicología del crimen, la corrupción, y las jerarquías sociales, corporativas, legales y políticas:
“Las teorías de conspiración suelen presentarse bajo la premisa de que
grupos de personas se sientan en secreto y abiertamente se ponen de
acuerdo para planificar y ejecutar un crimen mayor, sabiendo que lo que
están haciendo es totalmente inmoral y conscientes de cómo las personas
sufrirán en consecuencia […] A veces, el comportamiento criminal está
genuinamente impulsado de manera positiva pero equivocada, pero también
es parte de la naturaleza humana mentirnos a nosotros mismos acerca de
la nobleza de nuestras intenciones”.
Con los consejos ofrecidos tanto por Mazet como por Ager, tienes algunos puntos de partida para empezar a cuestionar esas historias que de vez en cuando y de cuando en vez se te cruzan en una conversación o mientras navegas por Internet. Ya depende de ti seguir creyendo en la posibilidad de que Elvis está vivo o en el viaje en el tiempo del ruso Sergei Ponomarenko.
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Esta escena, algunas veces, es típica: te juntas con tus amigos, hablan de su día a día, del trabajo, del partido de fútbol, qué les pareció la película taquillera del momento, etc. Entre cerveza y cerveza, los temas se agotan y, por alguna razón, caen en una extraña historia que se hizo viral en medios y redes sociales.
El vínculo Estados Unidos-Rusia, a través de sus mandatarios, interviniendo las elecciones de 2016 o el espionaje por parte de los gigantes tecnológicos, son ejemplos de temas que, en ocasiones, han tomado un matiz tan jalado por los pelos que va desde los “videos comprometedores” que tiene Putin de Trump, hasta “las razones publicitarias por las que Instagram te escucha“. Son relatos que nos hacen preguntarnos de qué conspiranoica mentecilla salen tantas cosas.
En El Definido hemos elaborado está breve guía de pasos a seguir para desmontar (o, por lo menos, examinar al detalle) esas teorías conspirativas que, en ocasiones, llegan a nosotros y nos dejan más dudas que respuestas.
Érase una vez, el documento 1035-960…
Los reptilianos, el ataque de 2001 a las Torres Gemelas, la muerte de Adolf Hitler… Todos estos temas (y muchos otros) han sido analizados con la lupa de las teorías conspirativas. Pero, propiamente, ¿de dónde sale este término con el que se suele etiquetar a esas curiosas historias?
En septiembre de 1964, la Comisión Warren, encargada de investigar y esclarecer los detalles del asesinato de John F. Kennedy, publicó su informe sobre este suceso. Sin embargo, mucha gente quedó inconforme con las conclusiones del documento y empezaron a surgir curiosas hipótesis sobre la muerte del presidente estadounidense y lo que verdaderamente ocurrió aquel día.
Ante la ola de cuestionamientos, la Agencia Central de Inteligencia de Estados Unidos (CIA, por sus siglas en inglés), publicó un comunicado “sobre las críticas al Informe Warren”, también conocido como documento 1035-960.
“Las teorías de conspiración frecuentemente han generado sospechas sobre nuestra organización, por ejemplo, al afirmar falsamente que Lee Harvey Oswald [presunto autor del crimen] trabajó para nosotros. El objetivo de este mensaje es proporcionar material para contrarrestar y desacreditar los reclamos de los teóricos de la conspiración, a fin de inhibir la circulación de dichos reclamos en otros países”, reza parte del documento 1035-960, en el que se puede leer uno de los primeros usos del término “teoría de conspiración”, al menos como es percibido por el imaginario social hoy día.
En sí, para que un relato pueda ser considerado como una teoría conspirativa, debe existir “la convicción de que un grupo de actores llegan a un acuerdo secreto, con el propósito de alcanzar algún objetivo malévolo”, explica un ensayo realizado en 2018 por académicos holandeses, en conjunto con el Departamento de Política y Relaciones Internacionales de la Universidad de Oxford.
¿Y por qué tanta gente cree en teorías conspirativas?
Aunque parezca increíble, hay una gran cantidad de personas que se identifican con algunas de las hipótesis planteadas por teóricos de la conspiración. En 2015, aproximadamente el 50% de la población en Estados Unidos creía en al menos una de estas teorías.
Hay estudios que profundizan en la susceptibilidad de nuestro cerebro a este tipo de planteamientos y lo relacionan a lo que se conoce como adaptive conspiracism hypotesis, situación en la que una teoría conspirativa se presenta como una opción lógica en la búsqueda de seguridad, según el siguiente video del canal ASAPScience.
Para ver el video, activa los subtítulos y, en configuración, coloca traducir al español.
Mitchell Moffit, uno de los youtubers que forma parte del video, recalca que nuestro cerebro nos dice “es mejor estar preparado para un ataque enemigo que no estar preparado para nada”, y por eso algunas teorías conspirativas parecen tan convincentes. Eso está vinculado al illusory pattern perception, un sesgo cognitivo que nos hace notar patrones en estímulos aleatorios, haciéndonos más sensibles ante estos relatos.
La fórmula francesa de Sophie Mazet
¿Y qué podemos hacer cuando nos encontramos una historia que suena un poco inverosímil, pero que, de igual forma, nos planta el virus de la duda en nuestra mente?
La escritora francesa Sophie Mazet, autora del Manual de autodefensa intelectual, da en una entrevista lo que para ella son las preguntas claves para despejar cualquier duda:
– ¿Qué o quién es la fuente? Intentar cruzar varios autores y versiones del relato.
– ¿Qué pasaría si llevamos esa teoría hasta el final y qué implicaría eso?
– ¿No hay una explicación mucho más simple? En esta parte cita el principio conocido como navaja de Ockham, que plantea que “la explicación más simple y suficiente es la más probable, mas no necesariamente la verdadera”.
La fórmula británica de Rob Ager
Caracterizado por sus extensos y detallados análisis cinematográficos, los mismos que le han valido ser etiquetado de extremista o teórico conspirativo, el británico Rob Ager es autor del análisis Cómo darle sentido a las teorías de conspiración, disponible en su sitio web y al que él mismo, humildemente, ha calificado como “uno de los estudios más equilibrados e imparciales que se pueden encontrar sobre el tema”.
En el octavo capítulo de dicho análisis, Ager desarrolla una serie de puntos para saber “si una teoría conspirativa es o no verdadera”, y aquí te traemos los cinco principales:
– No emitas juicios mientras investigas: “Si asumes que la teoría es verdadera o falsa, mientras que la información que tienes aún es mínima, entonces la investigación estará parcializada”.
– Pon atención a los pequeños detalles: “La más mínima tergiversación (elección de palabras, fechas, etc.) puede alterar completamente la validez de una teoría”.
– Elimina la información repetida: “Siempre que sea posible, intenta llegar a la fuente de información original”.
– Nunca confíes al 100%: “Permite la posibilidad de que algo pueda ser probado o desaprobado”.
– Familiarízate con la psicología del crimen, la corrupción, y las jerarquías sociales, corporativas, legales y políticas: “Las teorías de conspiración suelen presentarse bajo la premisa de que grupos de personas se sientan en secreto y abiertamente se ponen de acuerdo para planificar y ejecutar un crimen mayor, sabiendo que lo que están haciendo es totalmente inmoral y conscientes de cómo las personas sufrirán en consecuencia […] A veces, el comportamiento criminal está genuinamente impulsado de manera positiva pero equivocada, pero también es parte de la naturaleza humana mentirnos a nosotros mismos acerca de la nobleza de nuestras intenciones”.
Con los consejos ofrecidos tanto por Mazet como por Ager, tienes algunos puntos de partida para empezar a cuestionar esas historias que de vez en cuando y de cuando en vez se te cruzan en una conversación o mientras navegas por Internet. Ya depende de ti seguir creyendo en la posibilidad de que Elvis está vivo o en el viaje en el tiempo del ruso Sergei Ponomarenko.
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