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Chile: 5.675.980 de analfabetos digitales

Viejito en computador

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Como ya sabemos, la Internet posee enormes potencialidades relacionales y de conocimiento,pero también es un reflejo de la realidad concreta en que se desarrolla. Digamos simplemente que en nuestro caso, la Internet también refleja el clasismo y la discriminación reinante en la sociedad.

A continuación dos ejemplos a tomar en cuenta:

El primero de ellos, el más reciente, se refiere a un estudio dado a conocer este pasado sábado 22 de noviembre de 2014 por el diario La Tercera, y se refiere a un Estudio Internacional de Alfabetización Computacional y Manejo de Información (ICILS)aplicado en Chile en noviembre de 2013 a un universo de 3.189 estudiantes de 8° básico por la Asociación Internacional para la Evaluación del Logro Educativo (IEA), en conjunto con la Agencia de Calidad de la Educación. De acuerdo con el estudio, Chile obtuvo un promedio de 487 puntos, por debajo de la media internacional, fijada en 500. El dato que llama mayormente la atención es aquel que se refiere al nivel 4, “que implica habilidades avanzadas…el que cumple con los requerimientos de búsqueda especificados, o crear un diseño balanceado de texto e imágenes para una planilla informativa” (La Tercera, página 28). En este ítem, el resultado es bastante mediocre, un 0.48 %.

Antecedentes previos al anterior Estudio, lo encontramos en el cuestionado CENSO de 2012. Sin embargo, para el propósito de estas líneas, ya ahí hay datos reveladores respecto al estado del arte de los niveles de alfabetización digital alcanzados por el país en los últimos lustros. De acuerdo con ése CENSO, un 36.79% de los habitantes mayores de 5 años de Chile, o sea, una cifra cercana a los 5.675.980 ciudadanos, “no puede buscar información en Internet, ni escribir y enviar un correo electrónico”. En términos sencillos, son analfabetos digitales. Este dato ayuda a graficar que así como la Internet integra e incluye, la misma sociedad en su articulación discriminatoria y clasista, profundiza, reproduce y eterniza sus formas excluyentes y las traslapa a otras formas de organización social y productiva. La exclusión en la era digital es sin embargo mucho más compleja y difícil de reducir. ¿Por qué?

Porque la tecnología cambia demasiado rápido. Se dice que las nuevas generaciones, es decir aquellas nacidas al amparo de la Internet, por el sólo hecho de haber nacido en esta era quedarían al margen de esos retos alfabetizadores que la era digital también nos plantea. Pero los resultados de la evaluación ICILS-Agencia de Calidad de la Educación, dicen otra cosa. Si bien el hecho de tener acceso a estas tecnologías desde pequeño facilita su uso, digamos también que estos usos tienen distintas complejidades y van planteando disimiles desafíos entre las diferentes etapas del desarrollo de la tecnología. Por cierto, “estar dentro” facilita las cosas, pero no es automático y requiere de prácticas culturales de aprendizaje permanente y alfabetización continua. Para la generación de conocimiento nuevo, las competencias que dicho proceso plantea son aún más exigentes y requieren ser formadas, en lo posible desde edad temprana de modo inclusivo e integrador a nivel país.

Una visión tecnocrática digital, querrá que el mercado resuelva la “cobertura” como suele decirse. La incorporación a la era digital de ese poco más de 5.6 millones de chilenos, corresponde asumirse desde la formulación de políticas públicas, antes que los vicios y taras de la sociedad, en su reproducción estructural excluyente, consolide una situación de indigencia social apenas empezamos como país a rozar la era digital.

Desde el punto de vista del conocimiento, a través de plataformas tecnoeducativas y capital humano especializado, podemos obtener un potencial extraordinario para impulsar procesos formativos, a cualquier nivel y en cualquier dominio del saber humano. La base tecnológica existe, hoy el desafío es cómo y para qué utilizarla. Así, la distance education, Web-based Learning, el eLearning y últimamente el M-Learning, acompañado de una docena de términos más, reflejan el mismo fenómeno: la red se convierte en una opción formativa complementaria de la educación presencial convencional. Su ocurrencia, sin embargo, requiere de capital humano formado para maximizar su uso, y además desarrollar en los estudiantes otras competencias y habilidades.

¿Por qué esta modalidad de enseñanza-aprendizaje online, más comúnmente conocida en el sector servicios como elearning, está al margen del debate por la Reforma Educacional?

El eLearning es mucho más que “colgar” en un determinado soporte virtual un cierto contenido de escasa interactividad entre sus partes componentes. Esta modalidad –en el amplio sentido que permiten sus combinaciones- podrá beneficiarse de las herramientas de la Web 2.0, en la medida en que ensanche el espectro interactivo que hoy permite el desarrollo de la tecnología y supere su mal endémico que es el e-Reading.
Desde nuestra perspectiva, la revolución tecnológica llegó para quedarse, “la lleva” en muchos ámbitos de la vida moderna. A menos que aceptemos como país quedarnos en la medianía de los rankings internacionales especializados, podemos generar competencias que nos permitan timonearla para crear riqueza y bienestar social.