Habitualmente tendemos a asociar las medidas llevadas a cabo por grandes organismos con el fin de identificar al ciudadano como un interés por mantenerlo controlado. Y en algunos casos esto es cierto.
Sin embargo, y quizás debido a que los beneficios que ofrece la estandarización de identidades ya nos parecen tan básicos, obviamos la importancia que tiene el que un ciudadano pueda, de cara a cualquier administración, demostrar que es X persona.
Sin pretender entrar en temas políticos, y mucho menos sin querer vanagloriar una figura que, como líder de un sistema totalitarista, e indistintamente del pie hacia donde cojeaba, seguramente ha hecho más mal que bien en la vida de muchísimas personas, hay que recordar que en Venezuela Chávez llegó al poder gracias, precisamente, a algunas iniciativas que tenían como objetivo dotar de voz y voto a minorías que hasta entonces “no existían legislativamente”. La misión Identidad (ES), encuadrada dentro del Plan Bolívar 2000, dotó de documentos de identidad a miles de ciudadanos venezolanos. Miles de ciudadanos que, de pronto, podían acceder a algo tan crítico como puede ser el sistema educativo o sanitario. Que podían abrirse una cuenta bancaria, que podían casarse, que podían comprar un piso… Y, por supuesto, que podían votar. Cosa que, por cierto, no le venía nada mal a Chávez.
A los que vemos desde fuera la difícil situación que estáis viviendo algunos por esos lares nos cuesta entender cómo aún hay muchos chavistas que, sin embargo, pueden estar a favor o en contra del régimen de Maduro. Pero es que el chavismo fue el único movimiento que en vuestra tierra democratizó un aspecto tan crítico de la vida en sociedad como es la identificación:
El poder demostrar que Pepito se llama Pepito, y que por tanto, una administración, sea pública o privada, puede llegar a acuerdos con Pepito.
Y aunque el chavismo también representa muchísimas más cosas con las que posiblemente muchos no estemos ni de lejos de acuerdo; al igual que ocurrió por aquí con el régimen de Franco y la feroz evolución en cuanto a infraestructura de carreteras y apertura de universidades, hay que reconocer los aciertos incluso de aquellos que tanto daño han hecho.
Le cuento todo esto para dotar de contextualidad al acuerdo (EN) que recientemente Accenture y Microsoft firmaban con las Naciones Unidas con la idea de desarrollar una red de identificación digital de personas basada en la tecnología blockchain.
La identificación digital de las personas no identificadas
Imagínese que, de pronto, podemos dotar a los más de 1.100 millones de personas que carecen de documentos oficiales con una suerte de identificación digital oficial y universalizada.
Una identificación compatible con la mayoría de sistemas de identificación nacionales, válida a efectos legales y auspiciada por las Naciones Unidas.
¿Suena bien el asunto, verdad?
Respecto a la parte técnica, que es lo que de verdad nos interesa por aquí, hay poco que contar.
Por lo que he podido leer, parece que Accenture ofrece la plataforma de blockchain que ya tiene montada para que sirva de base. Microsoft se encargaría de dotar de peso la infraestructura, y Naciones Unidas de hacerla llegar a los más necesitados. Hay otros stakeholders inmersos en el desarrollo, pero vaya, que estos tres son los de más peso.
Las razones para apostar por blockchain como tecnología de background ya deberían ser conocidas por los lectores de esta página. Blockchain ofrece una manera muy cómoda de modularizar las conexiones con otros sistema de gestión de identidades que ya están en uso en el resto de países, descontando el hecho de que aunque blockchain no es identificable, si deja un rastro que no se puede modificar. Justo el escenario que podría interesar en la gestión de identidades.
Ahora bien, hay que recordar que Accenture estaba también trabajando en un blockchain con permisos de administración. Un proyecto que en su día critiqué, y que más adelante pude hasta defender bajo la óptica del derecho al olvido.
Me pregunto si en este caso la plataforma de la que hablan en Accenture contará con estos permisos de edición de identidades, quizás con la idea de cubrir tanto la petición expresa de un ciudadano por eliminar su identidad digital del sistema (si es que esto debería permitirse, que esa es otra), así como aquellos ciudadanos que por la razón que sea vean cambiados algunos de los elementos identificativos que en su día se registraron (nombre, apellidos, género, domicilio…).
Hacia un único sistema de identificación
El proyecto nace con el objetivo de poder salvaguardar los derechos humanos de los refugiados, pero es potencialmente extrapolable a cualquier ciudadano, e incluso me atrevería a decir que podría servir de base a un sistema unificado de identidades.
Ya no solo hablamos entonces de ofrecer garantías a ese porcentaje de la sociedad que a día de hoy está marginado legal y administrativamente, sino de crear un ecosistema de identidad único, descentralizado y auditable por terceros.
Un pasito más de cara a esa hipotética sociedad única, sin banderas y fronteras, que esperemos en algún momento lleguemos a construir, y que nos dotaría de una base tan sólida como es la identificación para tejer un ecosistema de servicios y derechos que fueran globales, no localizados geográficamente.
Realmente la tecnología de nuestros días ya lo permite, y lo único que rema en contra de este escenario son los intereses nacionalistas. El que a mi, como español, no me interese que “extranjeros” se beneficien de los derechos de los que yo dispongo en mi país, uno de los más aventajados del primer mundo.
Que a nosotros nos ha costado sudor y lágrimas llegar a la buena situación actual, como para colmo tener que compartirla con otros que no han tenido tanta suerte.
Es un tema complicado y lo entiendo. Como todo en esta vida, habrá que buscar puntos medios para ayudar a los más necesitados sin que ello signifique ir en contra del resto. Y esto se traduce en igualdad de oportunidades. Ni más, ni menos.
Entre ellas, el derecho a contar con un documento de identidad válido ahí donde la guerra o el hambre los lleven.
Recuerde: Hoy son ellos. Mañana quizás seamos nosotros.
Fuente
Habitualmente tendemos a asociar las medidas llevadas a cabo por grandes organismos con el fin de identificar al ciudadano como un interés por mantenerlo controlado. Y en algunos casos esto es cierto.
Sin embargo, y quizás debido a que los beneficios que ofrece la estandarización de identidades ya nos parecen tan básicos, obviamos la importancia que tiene el que un ciudadano pueda, de cara a cualquier administración, demostrar que es X persona.
Sin pretender entrar en temas políticos, y mucho menos sin querer vanagloriar una figura que, como líder de un sistema totalitarista, e indistintamente del pie hacia donde cojeaba, seguramente ha hecho más mal que bien en la vida de muchísimas personas, hay que recordar que en Venezuela Chávez llegó al poder gracias, precisamente, a algunas iniciativas que tenían como objetivo dotar de voz y voto a minorías que hasta entonces “no existían legislativamente”. La misión Identidad (ES), encuadrada dentro del Plan Bolívar 2000, dotó de documentos de identidad a miles de ciudadanos venezolanos. Miles de ciudadanos que, de pronto, podían acceder a algo tan crítico como puede ser el sistema educativo o sanitario. Que podían abrirse una cuenta bancaria, que podían casarse, que podían comprar un piso… Y, por supuesto, que podían votar. Cosa que, por cierto, no le venía nada mal a Chávez.
A los que vemos desde fuera la difícil situación que estáis viviendo algunos por esos lares nos cuesta entender cómo aún hay muchos chavistas que, sin embargo, pueden estar a favor o en contra del régimen de Maduro. Pero es que el chavismo fue el único movimiento que en vuestra tierra democratizó un aspecto tan crítico de la vida en sociedad como es la identificación:
Y aunque el chavismo también representa muchísimas más cosas con las que posiblemente muchos no estemos ni de lejos de acuerdo; al igual que ocurrió por aquí con el régimen de Franco y la feroz evolución en cuanto a infraestructura de carreteras y apertura de universidades, hay que reconocer los aciertos incluso de aquellos que tanto daño han hecho.
Le cuento todo esto para dotar de contextualidad al acuerdo (EN) que recientemente Accenture y Microsoft firmaban con las Naciones Unidas con la idea de desarrollar una red de identificación digital de personas basada en la tecnología blockchain.
La identificación digital de las personas no identificadas
Imagínese que, de pronto, podemos dotar a los más de 1.100 millones de personas que carecen de documentos oficiales con una suerte de identificación digital oficial y universalizada.
Una identificación compatible con la mayoría de sistemas de identificación nacionales, válida a efectos legales y auspiciada por las Naciones Unidas.
¿Suena bien el asunto, verdad?
Respecto a la parte técnica, que es lo que de verdad nos interesa por aquí, hay poco que contar.
Por lo que he podido leer, parece que Accenture ofrece la plataforma de blockchain que ya tiene montada para que sirva de base. Microsoft se encargaría de dotar de peso la infraestructura, y Naciones Unidas de hacerla llegar a los más necesitados. Hay otros stakeholders inmersos en el desarrollo, pero vaya, que estos tres son los de más peso.
Las razones para apostar por blockchain como tecnología de background ya deberían ser conocidas por los lectores de esta página. Blockchain ofrece una manera muy cómoda de modularizar las conexiones con otros sistema de gestión de identidades que ya están en uso en el resto de países, descontando el hecho de que aunque blockchain no es identificable, si deja un rastro que no se puede modificar. Justo el escenario que podría interesar en la gestión de identidades.
Ahora bien, hay que recordar que Accenture estaba también trabajando en un blockchain con permisos de administración. Un proyecto que en su día critiqué, y que más adelante pude hasta defender bajo la óptica del derecho al olvido.
Me pregunto si en este caso la plataforma de la que hablan en Accenture contará con estos permisos de edición de identidades, quizás con la idea de cubrir tanto la petición expresa de un ciudadano por eliminar su identidad digital del sistema (si es que esto debería permitirse, que esa es otra), así como aquellos ciudadanos que por la razón que sea vean cambiados algunos de los elementos identificativos que en su día se registraron (nombre, apellidos, género, domicilio…).
Hacia un único sistema de identificación
El proyecto nace con el objetivo de poder salvaguardar los derechos humanos de los refugiados, pero es potencialmente extrapolable a cualquier ciudadano, e incluso me atrevería a decir que podría servir de base a un sistema unificado de identidades.
Ya no solo hablamos entonces de ofrecer garantías a ese porcentaje de la sociedad que a día de hoy está marginado legal y administrativamente, sino de crear un ecosistema de identidad único, descentralizado y auditable por terceros.
Un pasito más de cara a esa hipotética sociedad única, sin banderas y fronteras, que esperemos en algún momento lleguemos a construir, y que nos dotaría de una base tan sólida como es la identificación para tejer un ecosistema de servicios y derechos que fueran globales, no localizados geográficamente.
Realmente la tecnología de nuestros días ya lo permite, y lo único que rema en contra de este escenario son los intereses nacionalistas. El que a mi, como español, no me interese que “extranjeros” se beneficien de los derechos de los que yo dispongo en mi país, uno de los más aventajados del primer mundo.
Que a nosotros nos ha costado sudor y lágrimas llegar a la buena situación actual, como para colmo tener que compartirla con otros que no han tenido tanta suerte.
Es un tema complicado y lo entiendo. Como todo en esta vida, habrá que buscar puntos medios para ayudar a los más necesitados sin que ello signifique ir en contra del resto. Y esto se traduce en igualdad de oportunidades. Ni más, ni menos.
Entre ellas, el derecho a contar con un documento de identidad válido ahí donde la guerra o el hambre los lleven.
Recuerde: Hoy son ellos. Mañana quizás seamos nosotros.
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