“El software se está comiendo al mundo”, dice el inversor Marc Andreessen. También a la política. El proceso desintermediación digital afecta a la democracia representativa, donde los representantes ocupan el lugar de intermediarios. Gracias a Internet, no hay ningún obstáculo técnico para que los ciudadanos opinen y voten directamente sobre cualquier tema.
Pero aquí empiezan los problemas que tradicionalmente se achacan a la democracia directa: “Los ciudadanos no tienen formación para decidir sobre temas complejos”, “Hay riesgo de que las mayorías incultas sean manipuladas por líderes populistas”, etc.
El problema es que estos argumentos generalmente se desarrollan en abstracto, sin una comprensión de cómo funcionan las democracias directas, como la de la Antigua Atenas. Una buena forma de estudiar esta dinámica es a través de los artefactos, como los arqueólogos.
Desde las reformas democráticas de Clístenes en el siglo VI A.C., la polis desarrolló muy potentes tecnologías de la información para sus instituciones políticas.
El kleroterion (Κληρωτήριον), un bolillero antiguo
El kleroterion era un dispositivo de aleatorización que se utilizaba para sortear a los ciudadanos que ocuparían puestos públicos y a los jurados de los juicios. Los atenienses eran conscientes de los riesgos que la corrupción imponía sobre su sistema de justicia.
Un juez o un pequeño tribunal pueden ser sobornados o amenazados. Una multitud, no. Por eso, a la hora de realizar un juicio, solían constituir jurados muy grandes (hasta 500 personas), a los que elegían aleatoriamente y a último minuto.
Cada ciudadano tenía un documento de identidad llamado pinakion, una placa de bronce o madera con su nombre grabado.
El kleroterion era un bloque de piedra con una serie de ranuras ordenadas en filas. Cada ciudadano introducía su pinakion en una ranura. Una vez que todas estaban completas, un oficial de justicia (llamado archon) echaba bolas de bronce blancas y negras en un embudo de la parte superior del kleroterion.
Las bolas bajaban por un tubo y eran mezcladas por un dispositivo de rotación. Luego, se iban extrayendo sucesivamente por la parte inferior. De arriba hacia abajo, se iba definiendo si cada fila de candidatos era aceptada como jurado. Si salía bola blanca, la fila de ciudadanos era incorporada al jurado. Si salía bola negra, era excluida. Y así sucesivamente hasta agotar el número de filas.
Una crítica frecuente a la democracia directa dice que el público no puede estar informado ni tener conocimiento sobre todos los temas sobre lo que debe decidir una asamblea. ¿Cómo pueden los ciudadanos deliberar y emitir un veredicto sobre temas tan diversos como finanzas, política exterior, obras públicas, etc.?
El ekklesiasterion (ἐκκλησιαστήριον), un sistema de agregación de información
Un argumento a favor de la representación es que los representantes tienen mayor conocimiento para la toma de decisiones. Pero los atenienses tenían otra respuesta.
La polis tenía dos órganos legislativos: el Consejo de los 500 y la Asamblea (ekklesia). El Consejo se componía de 500 miembros elegidos por sorteo por un año. Llevaba la gestión cotidiana y preparaba la agenda para las discusiones de la Asamblea, donde participaban todos los ciudadanos.
La geometría del ekklesiasterion, el lugar donde sesionaba la Asamblea, estaba optimizada para que cada participante pudiera ver a todos los demás. Los miembros definían su voto por las reacciones y gestos que observaban en los expertos de referencia. Era un sistema de reputación.
Nadie sabía todo sobre finanzas, política exterior y obras públicas. Pero todos sabían quiénes eran los expertos en cada tema. En función de las reacciones de los expertos cada ciudadano definía su voto. De esta forma, la Asamblea tomaba decisiones sobre temas muy complejos sin necesidad de representantes.
Un ostrakon es una pieza de cerámica, de donde deriva el término “ostracismo”. Era una práctica concebida para evitar el riesgo de tiranía.
Ostrakas, mercados de predicción contra la tiranía
Cada año, la Asamblea decidía si debía llevarse a cabo una votación de ostracismo. Si la mayoría de un quórum de 6000 ciudadanos votaba afirmativamente, se realizaba una votación con un procedimiento muy específico.
Se cerraba la zona del ágora y se dejaban abiertas 10 entradas, una para cada una de las tribus que componían la Antigua Grecia. Los ciudadanos entraban por esas puertas, con una ostraka en la que habían grabado el nombre del ciudadano que les parecía más peligroso para el Estado.
Los funcionarios recogían las ostraka en la puerta y mantenían a los ciudadanos dentro del predio hasta que todos votaron. El ciudadano con más votos eran enviado al exilio por 10 años.
Era un resguardo contra la tiranía. Servía para cortar la carrera política de potenciales líderes populistas. A diferencia de los votos en la Asamblea, que se hacían a mano alzada, éste era secreto para evitar represalias e intimidaciones.
En síntesis, la democracia ateniense era mucho más compleja de lo que muchos creen. Las instituciones de la polis habían sido optimizadas para evitar corrupción, difundir información, fomentar el debate y controlar impulsos populistas. Parecidas a las propuestas de la democracia líquida.
Estas prácticas quedaron grabadas en los artefactos que nos legaron los griegos. Muchas de ellas se vuelven relevantes gracias a las tecnologías de la era digital. Internet facilita la creación de sistemas de reputación y mercados de predicción.
La desintermediación típica de los procesos de software nos permite pensar en reproducir muchas de las instituciones de la vieja polis. Los artefactos serán otros, desde luego, pero las preocupaciones son las mismas. Acercar a los ciudadanos a la toma de decisiones políticas no significa aumentar los riesgos de abusos de poder. Es un paso a la construcción de una Nueva Atenas.
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“El software se está comiendo al mundo”, dice el inversor Marc Andreessen. También a la política. El proceso desintermediación digital afecta a la democracia representativa, donde los representantes ocupan el lugar de intermediarios. Gracias a Internet, no hay ningún obstáculo técnico para que los ciudadanos opinen y voten directamente sobre cualquier tema.
Pero aquí empiezan los problemas que tradicionalmente se achacan a la democracia directa: “Los ciudadanos no tienen formación para decidir sobre temas complejos”, “Hay riesgo de que las mayorías incultas sean manipuladas por líderes populistas”, etc.
El problema es que estos argumentos generalmente se desarrollan en abstracto, sin una comprensión de cómo funcionan las democracias directas, como la de la Antigua Atenas. Una buena forma de estudiar esta dinámica es a través de los artefactos, como los arqueólogos.
Desde las reformas democráticas de Clístenes en el siglo VI A.C., la polis desarrolló muy potentes tecnologías de la información para sus instituciones políticas.
El kleroterion (Κληρωτήριον), un bolillero antiguo
El kleroterion era un dispositivo de aleatorización que se utilizaba para sortear a los ciudadanos que ocuparían puestos públicos y a los jurados de los juicios. Los atenienses eran conscientes de los riesgos que la corrupción imponía sobre su sistema de justicia.
Un juez o un pequeño tribunal pueden ser sobornados o amenazados. Una multitud, no. Por eso, a la hora de realizar un juicio, solían constituir jurados muy grandes (hasta 500 personas), a los que elegían aleatoriamente y a último minuto.
Cada ciudadano tenía un documento de identidad llamado pinakion, una placa de bronce o madera con su nombre grabado.
El kleroterion era un bloque de piedra con una serie de ranuras ordenadas en filas. Cada ciudadano introducía su pinakion en una ranura. Una vez que todas estaban completas, un oficial de justicia (llamado archon) echaba bolas de bronce blancas y negras en un embudo de la parte superior del kleroterion.
Las bolas bajaban por un tubo y eran mezcladas por un dispositivo de rotación. Luego, se iban extrayendo sucesivamente por la parte inferior. De arriba hacia abajo, se iba definiendo si cada fila de candidatos era aceptada como jurado. Si salía bola blanca, la fila de ciudadanos era incorporada al jurado. Si salía bola negra, era excluida. Y así sucesivamente hasta agotar el número de filas.
Una crítica frecuente a la democracia directa dice que el público no puede estar informado ni tener conocimiento sobre todos los temas sobre lo que debe decidir una asamblea. ¿Cómo pueden los ciudadanos deliberar y emitir un veredicto sobre temas tan diversos como finanzas, política exterior, obras públicas, etc.?
El ekklesiasterion (ἐκκλησιαστήριον), un sistema de agregación de información
Un argumento a favor de la representación es que los representantes tienen mayor conocimiento para la toma de decisiones. Pero los atenienses tenían otra respuesta.
La polis tenía dos órganos legislativos: el Consejo de los 500 y la Asamblea (ekklesia). El Consejo se componía de 500 miembros elegidos por sorteo por un año. Llevaba la gestión cotidiana y preparaba la agenda para las discusiones de la Asamblea, donde participaban todos los ciudadanos.
La geometría del ekklesiasterion, el lugar donde sesionaba la Asamblea, estaba optimizada para que cada participante pudiera ver a todos los demás. Los miembros definían su voto por las reacciones y gestos que observaban en los expertos de referencia. Era un sistema de reputación.
Nadie sabía todo sobre finanzas, política exterior y obras públicas. Pero todos sabían quiénes eran los expertos en cada tema. En función de las reacciones de los expertos cada ciudadano definía su voto. De esta forma, la Asamblea tomaba decisiones sobre temas muy complejos sin necesidad de representantes.
Un ostrakon es una pieza de cerámica, de donde deriva el término “ostracismo”. Era una práctica concebida para evitar el riesgo de tiranía.
Ostrakas, mercados de predicción contra la tiranía
Cada año, la Asamblea decidía si debía llevarse a cabo una votación de ostracismo. Si la mayoría de un quórum de 6000 ciudadanos votaba afirmativamente, se realizaba una votación con un procedimiento muy específico.
Se cerraba la zona del ágora y se dejaban abiertas 10 entradas, una para cada una de las tribus que componían la Antigua Grecia. Los ciudadanos entraban por esas puertas, con una ostraka en la que habían grabado el nombre del ciudadano que les parecía más peligroso para el Estado.
Los funcionarios recogían las ostraka en la puerta y mantenían a los ciudadanos dentro del predio hasta que todos votaron. El ciudadano con más votos eran enviado al exilio por 10 años.
Era un resguardo contra la tiranía. Servía para cortar la carrera política de potenciales líderes populistas. A diferencia de los votos en la Asamblea, que se hacían a mano alzada, éste era secreto para evitar represalias e intimidaciones.
En síntesis, la democracia ateniense era mucho más compleja de lo que muchos creen. Las instituciones de la polis habían sido optimizadas para evitar corrupción, difundir información, fomentar el debate y controlar impulsos populistas. Parecidas a las propuestas de la democracia líquida.
Estas prácticas quedaron grabadas en los artefactos que nos legaron los griegos. Muchas de ellas se vuelven relevantes gracias a las tecnologías de la era digital. Internet facilita la creación de sistemas de reputación y mercados de predicción.
La desintermediación típica de los procesos de software nos permite pensar en reproducir muchas de las instituciones de la vieja polis. Los artefactos serán otros, desde luego, pero las preocupaciones son las mismas. Acercar a los ciudadanos a la toma de decisiones políticas no significa aumentar los riesgos de abusos de poder. Es un paso a la construcción de una Nueva Atenas.
Federico Ast. Fundador de Nueva Atenas.
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