Mi columna en El Español de esta semana se titula “La seguridad como excusa“, y habla de las tensiones entre Apple y el FBI al hilo del requerimiento de la agencia de investigación a la marca para que colabore facilitando el acceso al iPhone 5S de Syed Rizwan Farook, uno de los autores de la masacre de San Bernardino.
El enfado de Tim Cook es patente: lo que la agencia gubernamental le demanda no es que colabora permitiendo el acceso a unos datos que están en poder de la compañía, sino que desarrolle, con todas sus líneas de código, una solución nueva, un nuevo procedimiento para poder acceder a un iPhone reinstalando una nueva versión del sistema operativo en la que determinadas funciones de seguridad estén desactivadas. Y cuando, para exteriorizar su frustración ante la demanda del FBI, publica una carta abierta a sus usuarios explicándoles que no es que no quiera colaborar con la lucha antiterrorista, sino que lo que le piden es precisamente una amenaza a la seguridad y a la libertad, va la agencia y la acusa de poner el marketing por delante de la lucha antiterrorista en su escala de prioridades.
Tengo extraordinariamente claro con quien estoy en este caso. Desarrollar un producto para debilitar la seguridad de un producto y entregarlo a alguien que ha probado ser extraordinariamente negligente en su uso anteriormente es una barbaridad. Es poner a todos tus usuarios en situación de poder ser espiados sin ningún tipo de garantías. Ya ha aparecido algún periodista diciendo que Apple ya había desbloqueado anteriormente iPhones para otros casos en unas setenta ocasiones (falso), y jueces afirmando que si Apple desbloquea ese terminal, tienen muchos casos más en los que inmediatamente pedirán lo mismo. La petición del FBI sentaría un precedente peligrosísimo, una línea que no se puede cruzar.
Afortunadamente, los ciudadanos y la industria parece estar alineándose del lado de la compañía. Manifestaciones de apoyo a la decisión de Apple en sus tiendas, y múltiples cartas de la EFF, de ACLU , de Google o de WhatsApp alineándose con la decisión compañía hacen pensar que es posible que el gobierno pierda la importante batalla de la opinión pública y abandone sus pretensiones. Ni parece razonable pensar que vaya a extraerse nada de ese terminal (considerando que el terrorista destruyó minuciosamente todas las pruebas que podrían generar hipotéticas pistas sobre su actuación), ni tiene sentido pedir a los ingenieros que desarrollan la seguridad de un producto que diseñen una vía para debilitarla. Si añadimos además que la cadena de custodia del propio terminal fue defectuosa y que hubo un cambio de clave posterior al día de los hechos, todo indica que las pretensiones del gobierno norteamericano son simplemente jugar con las palabras para no llamar “puerta trasera” a lo que realmente lo es y utilizar la excusa del atentado terrorista para obtener un procedimiento que le permita su uso en otros casos. Como en otros casos, tener una opinión formada es fundamental: el argumento intuitivo de “si te lo pide el gobierno, hazlo, porque es por el bien de todos” no siempre funciona, y este es claramente uno de esos casos en los que no es así.
Mi columna en El Español de esta semana se titula “La seguridad como excusa“, y habla de las tensiones entre Apple y el FBI al hilo del requerimiento de la agencia de investigación a la marca para que colabore facilitando el acceso al iPhone 5S de Syed Rizwan Farook, uno de los autores de la masacre de San Bernardino.
El enfado de Tim Cook es patente: lo que la agencia gubernamental le demanda no es que colabora permitiendo el acceso a unos datos que están en poder de la compañía, sino que desarrolle, con todas sus líneas de código, una solución nueva, un nuevo procedimiento para poder acceder a un iPhone reinstalando una nueva versión del sistema operativo en la que determinadas funciones de seguridad estén desactivadas. Y cuando, para exteriorizar su frustración ante la demanda del FBI, publica una carta abierta a sus usuarios explicándoles que no es que no quiera colaborar con la lucha antiterrorista, sino que lo que le piden es precisamente una amenaza a la seguridad y a la libertad, va la agencia y la acusa de poner el marketing por delante de la lucha antiterrorista en su escala de prioridades.
Tengo extraordinariamente claro con quien estoy en este caso. Desarrollar un producto para debilitar la seguridad de un producto y entregarlo a alguien que ha probado ser extraordinariamente negligente en su uso anteriormente es una barbaridad. Es poner a todos tus usuarios en situación de poder ser espiados sin ningún tipo de garantías. Ya ha aparecido algún periodista diciendo que Apple ya había desbloqueado anteriormente iPhones para otros casos en unas setenta ocasiones (falso), y jueces afirmando que si Apple desbloquea ese terminal, tienen muchos casos más en los que inmediatamente pedirán lo mismo. La petición del FBI sentaría un precedente peligrosísimo, una línea que no se puede cruzar.
Afortunadamente, los ciudadanos y la industria parece estar alineándose del lado de la compañía. Manifestaciones de apoyo a la decisión de Apple en sus tiendas, y múltiples cartas de la EFF, de ACLU , de Google o de WhatsApp alineándose con la decisión compañía hacen pensar que es posible que el gobierno pierda la importante batalla de la opinión pública y abandone sus pretensiones. Ni parece razonable pensar que vaya a extraerse nada de ese terminal (considerando que el terrorista destruyó minuciosamente todas las pruebas que podrían generar hipotéticas pistas sobre su actuación), ni tiene sentido pedir a los ingenieros que desarrollan la seguridad de un producto que diseñen una vía para debilitarla. Si añadimos además que la cadena de custodia del propio terminal fue defectuosa y que hubo un cambio de clave posterior al día de los hechos, todo indica que las pretensiones del gobierno norteamericano son simplemente jugar con las palabras para no llamar “puerta trasera” a lo que realmente lo es y utilizar la excusa del atentado terrorista para obtener un procedimiento que le permita su uso en otros casos. Como en otros casos, tener una opinión formada es fundamental: el argumento intuitivo de “si te lo pide el gobierno, hazlo, porque es por el bien de todos” no siempre funciona, y este es claramente uno de esos casos en los que no es así.
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