Hace algunos años, cuando empezaba a revisar escritos de Lawrence Lessig —impulsor de las licencias Creative Commons (CC)—, encontré una muy buena traducción de Free Culture. Esta edición en español tiene una licencia CC y está disponible su versión digital sin costo alguno. Pero es un PDF y yo quería un EPUB. Revisando el sitio de esta editorial encontré casos similares con otros títulos a su disposición con CC y en PDF.
Me surgió una idea muy sencilla: ¿por qué no les pedía los archivos originales únicamente para hacer una versión EPUB? Continuaría respetando los términos de la licencia CC BY-NC (usar la obra dando atribución y sin fines comerciales).
Además, si a ellos no les agradaba la idea de que el EPUB estuviera disponible en otros sitios —como en Internet Archive o LibGen— también estaba dispuesto a entregar ese material para que solo en su sitio estuviera disponible, sin necesidad de atribución por su desarrollo.
Con entusiasmo les escribí. ¿Quién negaría trabajo voluntario para tener sus libros en otros formatos? Pasaron algunos días y la respuesta fue clara: no estaban interesados en este momento y, si lo quería, podía hacerlo por mi cuenta a partir del PDF: no podían entregarme los archivos originales.
Hacer un EPUB a partir de un PDF no es una tarea difícil, pero es un trabajo innecesario. Cuando partes de un PDF existe la necesidad de volver a darle formato a todo el libro. No es complicado localizar encabezados o bloques de cita.
Sin embargo, la tarea se va incrementando conforme se tiene que dividir el cuerpo del texto de las notas, eliminar guiones de separación, encontrar resaltes tipográficos —itálicas, versalitas o negritas—, sanar el cuerpo bibliográfico y verificar párrafo por párrafo que el contenido esté en su orden correcto, ya que cuando se extrae el texto de un PDF en ciertas ocasiones algunos párrafos aparecen en otro lado de la obra.
Todo esto puede evitarse si en lugar de partir del PDF se usan los archivos que se usaron para maquetar el documento; por lo general, los archivos de InDesign o de algún procesador de texto, e imágenes en PS, JPEG, TIF o PNG.
Aún más tiempo implica si el texto del PDF es imagen con OCR, ya que, por lo general, al menos un 5 % de las palabras fueron mal reconocidas, o si hay imágenes intercaladas en el texto, que también se tienen que extraer y enmendar.
Cuando el autor o el editor no desea entregar estos archivos, implica al menos la necesidad de realizar una lectura de la obra. Si hablamos del caso de la prestación de un servicio, esto implica que el autor o el editor terminarán por pagar más por el desarrollo del EPUB debido a que existe la necesidad de trabajo adicional redundante tanto en el aspecto técnico como de cuidado editorial.
La situación con esta traducción de Free Culture no es aislada. Con un enfoque exclusivo a obras con copyleft o de dominio público, la falta de disponibilidad de los archivos originales, e incluso la indisposición de liberarlos por el temor a la piratería —cuando en realidad las licencias que usan suponen ciertas reglas de uso, sin importar que sea un PDF o sus archivos de maquetación—, es el pan de cada día.
En este sentido podemos decir que la mayoría de los casos estos tipos de licencias permiten un uso abierto mas no libre de las obras, pese a que se inscriben en el movimiento de «free culture» y no de «open access».
Lo gratuito, lo abierto y lo libre
Los movimientos de cultura libre y de acceso abierto a la información tienen un antecedente en común que es ajeno a la tradición editorial: el surgimiento del software libre y su principal bifurcación, el movimiento del código abierto.
Aquí «tradición editorial» no solo implica una serie de técnicas y de conocimientos editoriales que surgen de tecnologías análogas desde el surgimiento de la imprenta. También comprende las doctrinas jurídicas que desde el siglo XVII fueron constituyéndose en torno al quehacer editorial y que actualmente se conocen como los derechos de autor.
En 1983, ante la masificación de las computadoras personales y la intromisión de grandes corporaciones en el desarrollo de software dentro y fuera de las universidades estadounidenses, un grupo de programadores —donde el más conocido es Richard Stallman— deciden hacerle frente a la situación mediante el movimiento del software libre, el precursor de la Free Software Foundation (FSF), el proyecto GNU y la licencia GPL. En general, la «libertad» se entiende en cuatro sentidos:
- libertad de usar el programa (libertad 0).
- libertad de estudiar y modificar el programa (libertad 1).
- libertad de distribuir copias del programa (libertad 2).
- libertad de mejorar el programa (libertad 3).
Para mayor información se recomienda revisar el apartado «Filosofía del Proyecto GNU» del sitio de la FSF.
Estas libertades implican no solo tener el programa ejecutable, sino también el acceso al código. Además, para evitar que posteriores modificaciones del programa queden sin ser accesibles, es menester algún tipo de mecanismo legal que impida que esto suceda.
Así es como nace la idea de las licencias de uso, que si bien en ningún caso es una negación de los derechos de autor o de patentes —al menos no desde un marco jurídico—, sí es una flexibilización en la gestión de lo que ahora se aglutina en el término de «propiedad intelectual». La explicación dada por Creative Commons no podía ser más clara: no es todos sino algunos derechos reservados.
Una de las primeras licencias de uso fue la creada por la FSF: la General Public License (GPL). Una de las principales características de esta licencia es su carácter hereditario: todo lo que se cree a partir de un programa liberado con GPL tendrá que tener a su vez GPL. Desde El manifiesto de GNU se explicita que esto se debe a que es una forma de tener garantizada la libertad en los cuatro sentidos mencionados con anterioridad.
Sin embargo, un grupo de programadores que formaban parte del movimiento no les agradó el carácter moralizante de lo entendido por «libertad» y los mecanismos necesarios para defenderla. Lo hereditario se percibió como virulento y, ante el desacuerdo, en 1998 se bifurcó el movimiento del código abierto (open source).
Uno de los integrantes más conocidos es Eric Raymond cuyo escrito La catedral y el bazar hace patente el desapego de la cuestión moral, así como se dan una serie de «aforismos» prácticos para el desarrollo de software en un esquema abierto.
Una de las principales diferencias entre el software libre y el código abierto es que el primero explícitamente hace hincapié en el carácter ético y social del desarrollo de software, mientras el segundo se aboca más a la cuestión pragmática que implica este desarrollo.
En el software libre, ningún programa que forme parte de un proyecto libre puede ser privativo, cuyo autor no ha hecho público el código, normalmente como estrategia para su venta. En el código abierto es posible convivir con ciertos elementos privativos, si en la práctica se quiere conseguir un producto lo más abierto posible o hacer funcionar el hardware de un dispositivo.
¿El software libre o de código abierto es gratuito? Sí y no. Cualquier persona puede descargar de manera gratuita el software libre o de código abierto, pero esto no impide que alguien pueda vender este software, sea para recuperar los costos marginales o como forma de conseguir recursos para un colectivo u organización. Por esto lo gratuito, lo abierto y lo libre no siempre son sinónimos.
Creación y edición abierta
La discusión dentro del desarrollo de software pronto se generalizó al quehacer cultural en general. La pretensión ética y social del software libre catapultó sus inquietudes a lo que Lessig empezaría a trabajar bajo el término de «cultura libre».
El enfoque pragmático para el acceso al código permitió la gestación de lo que ahora conocemos como «acceso abierto» (open access). Si bien lo abierto y lo libre en muchas ocasiones conviven sin problemas, en el acceso abierto lo primordial es la disponibilidad del contenido. En este sentido, los colectivos, organizaciones o instituciones enfocadas al acceso abierto no tienen la necesidad de ir más allá de la apertura en el producto cultural final.
En la cultura libre se insiste en la relevancia social de la apertura en el acceso de las creaciones culturales. Pero también la cultura libre implica una postura ética hacia nuestra cultura. Creative Commons es una síntesis de estos esfuerzos al ser un conjunto de licencias de uso pensadas para aquellos autores que desean permitir la distribución y uso de su obra bajo la confianza de que el usuario no empleará su creación para otros fines a los permitidos por estas licencias.
Creative Commons es una apuesta social y ética no punitiva respecto a nuestra herencia cultural orientada a la creación. Y es aquí donde empezamos a ver sus límites cuando en lugar de creación hablamos de edición. Una edición con CC únicamente tiene la necesidad de hacer accesible el producto final de un conjunto de quehaceres culturales.
Por ejemplo, si hablamos de la edición de una obra, hay esfuerzos conjuntos de los autores, los editores, los diseñadores y más personas para producir un libro. Esta edición, si tiene CC, ha de estar a disposición pública para su distribución y uso. Sin embargo, en ningún caso esto implica que los archivos que fueron empleados para producir la obra tengan que ser liberados: solo existe el compromiso de abrir el producto final.
¿Qué inconvenientes tiene esto para la edición? El solo tener el acceso al producto final implica que en muchos casos será necesario un proceso de ingeniería inversa para dar de nuevo con una serie de contenidos útiles para la reedición de una obra.
La extracción del texto y de las imágenes, y su reformateo o enmendación es ingeniería inversa, que una vez dominada la vuelve un trabajo innecesario. La ingeniería inversa es un buen método de aprendizaje, pero una vez pasado el umbral pedagógico se convierte en una actividad monótona y consumidora de una enorme cantidad de tiempo.
En este sentido, las licencias CC dentro en el mundo editorial dan fruto a obras abiertas mas no libres, ediciones cuyo único acceso es el producto final, afín para el usuario y el lector promedio, pero rara vez útil o funcional para editores o desarrolladores interesados en crear nuevas ediciones u otros formatos.
Edición libre
Aunque al hablar de «edición» se hace mención a la «edición de publicaciones», el aspecto editorial cubre otro tipo de productos culturales cuya ingeniería inversa rara vez permite dar con información con la misma calidad que los contenidos originales utilizados para su creación. Los casos más evidentes es la edición de música o de videos, donde la separación de las distintas capas visuales o sonoras es una tarea muy compleja, sino inútil.
Por la falta de necesidad de liberar el contenido originario de un producto final licenciado con CC, surge la idea de la «edición libre». Otro de sus antecedentes pueden encontrarse en la inquietud dentro del software libre por crear documentación —como manuales impresos— que al mismo tiempo sean libres; es decir, que no exista la necesidad de pagar por ellos —aunque tampoco se impide esta posibilidad— y que cualquier usuario pueda reeditarlos.
La edición libre, más que antagónica a la edición abierta, es hacer explícitas las necesidades implicadas en la edición de material mediante la constitución de ciertas obligaciones para autores y editores para permitir el uso directo de los archivos originales.
Así como en el software libre la disponibilidad del código es necesaria, en la edición libre el acceso a los archivos utilizados para la edición no es negociable. Por supuesto, esto presenta la ventaja o la desventaja de tener un fuerte sentido ético al anunciar que la apertura del producto final no es suficiente: que la liberación de todo el material empleado es una necesidad para otros editores.
La edición libre también tiene implícito un carácter que incluso dentro del copyleft es problemático: la reedición. Con las ediciones abiertas o en el acceso abierto el usuario tiene la libertad de usar distintos aspectos de estas obras; p. ej., para citarlos o para hacer obras derivadas. No obstante, el límite de esta práctica se vuelve conflictivo cuando no solo hablamos de uso derivado de obras, sino la modificación es estas mismas en pos de una mejor edición.
Cuando en un libro o en paper como lectores encontramos alguna errata o información incorrecta, lo usual es responderle al autor o al editor para que este rectifique o corrija la información. Rara es la vez que al propio lector se le permite modificar directamente la obra. La edición libre implica que cualquier usuario en potencia puede modificar, aunque sea ligeramente, una obra, incluso para tergiversarla…
La tergiversación o el plagio no son problemas resueltos en la edición libre, pero tampoco lo son en las ediciones abiertas, las licencias CC, el acceso abierto e incluso mediante fuertes restricciones de los derechos de propiedad intelectual como el DRM. La edición libre solo quiere decir que como editores no tenemos la necesidad de hacer un doble trabajo.
Licencias para la edición libre
Licencia de Producción de Pares
La Licencia de Producción de Pares (LPP) está basada en la licencia CC BY-NC-SA 3.0, lo cual implica que se permite el uso de la obra licenciada siempre y cuando no se ignore la atribución, no se utilice para fines comerciales y se comparta con el mismo tipo de licencia. Pero en lugar de pertenecer al movimiento de copyleft, se inscribe en el movimiento de copyfarleft. Es decir, permite el uso de la obra siempre y cuando sus autores «conserven el valor del producto de su trabajo», lo cual quiere decir que no solo es «no comercial» sino también «no capitalista».
Muchos lectores podría causarles inquietud el carácter «no capitalista» de la LPP. Lo dejaré como asunto pendiente, ya que lo que quiero tratar sobre la LPP es la cuestión de «libertad» de la edición de obras con LPP…
La Licencia de Producción de Pares no obliga explícitamente a liberar todos los contenidos utilizados para la producción de una obra. En sí no es una licencia de edición libre —ni creo que su interés sea este—. Sin embargo, por la manera en cómo ha sido utilizada por colectivos y organizaciones, en varias ocasiones funciona como una licencia de edición libre, ya que no solo está disponible el producto final, sino los archivos que ayudaron para la producción de la obra.
Un ejemplo de proyecto editorial que utiliza la LPP como edición libre es Ediciones La Social. A diferencia de otras editoriales que liberan sus contenidos con licencias CC, este proyecto editorial también facilita los archivos editables de cada una de sus obras, lo que permite su reedición o creación de otros formatos.
Un ejemplo que va al caso con este tema es el libro Muestra Libre. Reflexiones sobre Piratería, Software Libre y Diseño, que está disponible en PDF o en el formato abierto de procesador de textos (ODT). El acceso al archivo editable me permitió desarrollar sin dificultades, junto con una amiga, su versión EPUB, cuya publicación no causó molestia a Ediciones La Social.
Esto no es un caso aislado, sino una muestra de la tendencia de proyectos editoriales que utilizan la LPP en sus obras. Lo que en estos colectivos u organización se hace patente es la búsqueda de crear redes cooperativas de trabajo o al menos de no impedir o interferir en el trabajo realizado por otros.
Mucho ayuda el que no estorba, y de este modo la LPP funciona como licencia de edición libre al no dificultar el quehacer editorial mediante la reserva de los archivos editables. De la intención de desarrollar un EPUB con la edición en español de Free Culture a la creación del EPUB de Muestra Libre existe un mar de diferencias que ejemplifica la distinción entre la edición abierta y la edición libre.
Licencia Editorial Abierta y Libre
Hace algún tiempo en Perro Triste se lanzó una propuesta de licencia de uso en pos de la edición libre: la Licencia Editorial Abierta y Libre (LEAL, acrónimo sugerido por un «hackeditor», porque en un principio fue LELA). Algunas de las características de la LEAL son las siguientes:
- Los autores o editores tienen la obligación de hacer pública los archivos editables utilizados durante la producción de una obra.
- La comercialización es posible, siempre y cuando no sea el único medio de adquisición de los archivos editables o del producto final.
- La licencia supone un acuerdo previo entre las personas involucradas en la producción de una obra para que esta sea abierta y libre.
- La atribución no es necesaria.
La LEAL hace posible que cualquier usuario tenga acceso a los archivos editables, con lo cual se evita la ingeniería inversa al mismo tiempo que fomenta la reedición de las obras sin la necesidad de pedir permiso a los autores o editores «originales».
Ejemplos de uso de la LEAL están la misma LEAL, las publicaciones hechas por Perro Triste, algunos libros elaborados por una compañera de trabajo y el material que se publicó como la «Historia de la edición digital», «Derecho de autor cero», mis entradas en este blog y hasta escritos aún en proceso de redacción como «Cryptodoc».
Al permitirse la comercialización, la LEAL no forma parte del movimiento de copyfarleft como la LPP. Más que un fomento al uso «capitalista» de las obras licenciadas con LEAL, obedece a la intención ya presente en el software libre de no imposibilitar la comercialización al poder ser un mecanismo de apoyo a los proyectos editoriales que publican con LEAL. No obstante, es una de las características potencialmente problemáticas que aún no se ha analizado a fondo, ya que en sí el copyfarleft no prohíbe la comercialización con el fin de mantener vivo un proyecto cultural.
La liberación de los archivos editables muchas veces implica la publicación del trabajo realizado por un grupo de personas, las cuales no en pocas ocasiones estarán de acuerdo en ello. Por esto, la LEAL supone un acuerdo previo, para así evitar que los usuarios que se valen de una obra con LEAL tengan que pedir permisos de uso a cada uno de los involucrados o, peor aún, que se vean implicados en un proceso legal.
El acuerdo previo no es resuelto por la LEAL, sino que este puede ser desde un acuerdo informal o verbal, hasta la firma de contratos o convenios de cada uno de los colaboradores. En este sentido el marco legal presupuesto no está contemplado por la LEAL, lo que también la constituye como un punto débil.
Por último, la ausencia de atribución es contraria a uno de los supuestos dentro del copyleft y del copyright: en uno u otro caso supone que cada obra derivada ha de hacer mención a los autores y editores de la obra originaria. Si bien una de las dos tipos de licencias propuestas, la LEAL-A, añade la necesidad de atribución, la LEAL estándar prescinde de ello. ¿Por qué? La LEAL no solo tiene la intención de ser una licencia de uso para ediciones libres, sino abrir la discusión a lo que suponen los conceptos de «atribución», «autoría» y «obra» (derivada). Este es el principal punto conflictivo que le he visto a la LEAL y que, por supuesto, requiere discusión.
Como sea, la LEAL es solo una propuesta por estas y otras dificultades —por ejemplo, su relación con otras licencias de uso que solo se enfocan a la creación, como las CC—. Lo relevante aquí es rescatar que la edición libre va más allá de las licencias Creative Commons, ya que su objetivo no es solo la apertura del producto final, sino explícitamente hacer públicos los archivos editables.
Si gran parte del sector editorial continúa siendo escéptico a Creative Commons, ¿qué tanta pertinencia tiene un movimiento —la edición libre— que también pretende la publicación de los archivos editables de una edición?
Fuente
Hace algunos años, cuando empezaba a revisar escritos de Lawrence Lessig —impulsor de las licencias Creative Commons (CC)—, encontré una muy buena traducción de Free Culture. Esta edición en español tiene una licencia CC y está disponible su versión digital sin costo alguno. Pero es un PDF y yo quería un EPUB. Revisando el sitio de esta editorial encontré casos similares con otros títulos a su disposición con CC y en PDF.
Me surgió una idea muy sencilla: ¿por qué no les pedía los archivos originales únicamente para hacer una versión EPUB? Continuaría respetando los términos de la licencia CC BY-NC (usar la obra dando atribución y sin fines comerciales).
Además, si a ellos no les agradaba la idea de que el EPUB estuviera disponible en otros sitios —como en Internet Archive o LibGen— también estaba dispuesto a entregar ese material para que solo en su sitio estuviera disponible, sin necesidad de atribución por su desarrollo.
Con entusiasmo les escribí. ¿Quién negaría trabajo voluntario para tener sus libros en otros formatos? Pasaron algunos días y la respuesta fue clara: no estaban interesados en este momento y, si lo quería, podía hacerlo por mi cuenta a partir del PDF: no podían entregarme los archivos originales.
Hacer un EPUB a partir de un PDF no es una tarea difícil, pero es un trabajo innecesario. Cuando partes de un PDF existe la necesidad de volver a darle formato a todo el libro. No es complicado localizar encabezados o bloques de cita.
Sin embargo, la tarea se va incrementando conforme se tiene que dividir el cuerpo del texto de las notas, eliminar guiones de separación, encontrar resaltes tipográficos —itálicas, versalitas o negritas—, sanar el cuerpo bibliográfico y verificar párrafo por párrafo que el contenido esté en su orden correcto, ya que cuando se extrae el texto de un PDF en ciertas ocasiones algunos párrafos aparecen en otro lado de la obra.
Todo esto puede evitarse si en lugar de partir del PDF se usan los archivos que se usaron para maquetar el documento; por lo general, los archivos de InDesign o de algún procesador de texto, e imágenes en PS, JPEG, TIF o PNG.
Aún más tiempo implica si el texto del PDF es imagen con OCR, ya que, por lo general, al menos un 5 % de las palabras fueron mal reconocidas, o si hay imágenes intercaladas en el texto, que también se tienen que extraer y enmendar.
Cuando el autor o el editor no desea entregar estos archivos, implica al menos la necesidad de realizar una lectura de la obra. Si hablamos del caso de la prestación de un servicio, esto implica que el autor o el editor terminarán por pagar más por el desarrollo del EPUB debido a que existe la necesidad de trabajo adicional redundante tanto en el aspecto técnico como de cuidado editorial.
La situación con esta traducción de Free Culture no es aislada. Con un enfoque exclusivo a obras con copyleft o de dominio público, la falta de disponibilidad de los archivos originales, e incluso la indisposición de liberarlos por el temor a la piratería —cuando en realidad las licencias que usan suponen ciertas reglas de uso, sin importar que sea un PDF o sus archivos de maquetación—, es el pan de cada día.
En este sentido podemos decir que la mayoría de los casos estos tipos de licencias permiten un uso abierto mas no libre de las obras, pese a que se inscriben en el movimiento de «free culture» y no de «open access».
Lo gratuito, lo abierto y lo libre
Los movimientos de cultura libre y de acceso abierto a la información tienen un antecedente en común que es ajeno a la tradición editorial: el surgimiento del software libre y su principal bifurcación, el movimiento del código abierto.
Aquí «tradición editorial» no solo implica una serie de técnicas y de conocimientos editoriales que surgen de tecnologías análogas desde el surgimiento de la imprenta. También comprende las doctrinas jurídicas que desde el siglo XVII fueron constituyéndose en torno al quehacer editorial y que actualmente se conocen como los derechos de autor.
En 1983, ante la masificación de las computadoras personales y la intromisión de grandes corporaciones en el desarrollo de software dentro y fuera de las universidades estadounidenses, un grupo de programadores —donde el más conocido es Richard Stallman— deciden hacerle frente a la situación mediante el movimiento del software libre, el precursor de la Free Software Foundation (FSF), el proyecto GNU y la licencia GPL. En general, la «libertad» se entiende en cuatro sentidos:
Para mayor información se recomienda revisar el apartado «Filosofía del Proyecto GNU» del sitio de la FSF.
Estas libertades implican no solo tener el programa ejecutable, sino también el acceso al código. Además, para evitar que posteriores modificaciones del programa queden sin ser accesibles, es menester algún tipo de mecanismo legal que impida que esto suceda.
Así es como nace la idea de las licencias de uso, que si bien en ningún caso es una negación de los derechos de autor o de patentes —al menos no desde un marco jurídico—, sí es una flexibilización en la gestión de lo que ahora se aglutina en el término de «propiedad intelectual». La explicación dada por Creative Commons no podía ser más clara: no es todos sino algunos derechos reservados.
Una de las primeras licencias de uso fue la creada por la FSF: la General Public License (GPL). Una de las principales características de esta licencia es su carácter hereditario: todo lo que se cree a partir de un programa liberado con GPL tendrá que tener a su vez GPL. Desde El manifiesto de GNU se explicita que esto se debe a que es una forma de tener garantizada la libertad en los cuatro sentidos mencionados con anterioridad.
Sin embargo, un grupo de programadores que formaban parte del movimiento no les agradó el carácter moralizante de lo entendido por «libertad» y los mecanismos necesarios para defenderla. Lo hereditario se percibió como virulento y, ante el desacuerdo, en 1998 se bifurcó el movimiento del código abierto (open source).
Uno de los integrantes más conocidos es Eric Raymond cuyo escrito La catedral y el bazar hace patente el desapego de la cuestión moral, así como se dan una serie de «aforismos» prácticos para el desarrollo de software en un esquema abierto.
Una de las principales diferencias entre el software libre y el código abierto es que el primero explícitamente hace hincapié en el carácter ético y social del desarrollo de software, mientras el segundo se aboca más a la cuestión pragmática que implica este desarrollo.
En el software libre, ningún programa que forme parte de un proyecto libre puede ser privativo, cuyo autor no ha hecho público el código, normalmente como estrategia para su venta. En el código abierto es posible convivir con ciertos elementos privativos, si en la práctica se quiere conseguir un producto lo más abierto posible o hacer funcionar el hardware de un dispositivo.
¿El software libre o de código abierto es gratuito? Sí y no. Cualquier persona puede descargar de manera gratuita el software libre o de código abierto, pero esto no impide que alguien pueda vender este software, sea para recuperar los costos marginales o como forma de conseguir recursos para un colectivo u organización. Por esto lo gratuito, lo abierto y lo libre no siempre son sinónimos.
Creación y edición abierta
La discusión dentro del desarrollo de software pronto se generalizó al quehacer cultural en general. La pretensión ética y social del software libre catapultó sus inquietudes a lo que Lessig empezaría a trabajar bajo el término de «cultura libre».
El enfoque pragmático para el acceso al código permitió la gestación de lo que ahora conocemos como «acceso abierto» (open access). Si bien lo abierto y lo libre en muchas ocasiones conviven sin problemas, en el acceso abierto lo primordial es la disponibilidad del contenido. En este sentido, los colectivos, organizaciones o instituciones enfocadas al acceso abierto no tienen la necesidad de ir más allá de la apertura en el producto cultural final.
En la cultura libre se insiste en la relevancia social de la apertura en el acceso de las creaciones culturales. Pero también la cultura libre implica una postura ética hacia nuestra cultura. Creative Commons es una síntesis de estos esfuerzos al ser un conjunto de licencias de uso pensadas para aquellos autores que desean permitir la distribución y uso de su obra bajo la confianza de que el usuario no empleará su creación para otros fines a los permitidos por estas licencias.
Creative Commons es una apuesta social y ética no punitiva respecto a nuestra herencia cultural orientada a la creación. Y es aquí donde empezamos a ver sus límites cuando en lugar de creación hablamos de edición. Una edición con CC únicamente tiene la necesidad de hacer accesible el producto final de un conjunto de quehaceres culturales.
Por ejemplo, si hablamos de la edición de una obra, hay esfuerzos conjuntos de los autores, los editores, los diseñadores y más personas para producir un libro. Esta edición, si tiene CC, ha de estar a disposición pública para su distribución y uso. Sin embargo, en ningún caso esto implica que los archivos que fueron empleados para producir la obra tengan que ser liberados: solo existe el compromiso de abrir el producto final.
¿Qué inconvenientes tiene esto para la edición? El solo tener el acceso al producto final implica que en muchos casos será necesario un proceso de ingeniería inversa para dar de nuevo con una serie de contenidos útiles para la reedición de una obra.
La extracción del texto y de las imágenes, y su reformateo o enmendación es ingeniería inversa, que una vez dominada la vuelve un trabajo innecesario. La ingeniería inversa es un buen método de aprendizaje, pero una vez pasado el umbral pedagógico se convierte en una actividad monótona y consumidora de una enorme cantidad de tiempo.
En este sentido, las licencias CC dentro en el mundo editorial dan fruto a obras abiertas mas no libres, ediciones cuyo único acceso es el producto final, afín para el usuario y el lector promedio, pero rara vez útil o funcional para editores o desarrolladores interesados en crear nuevas ediciones u otros formatos.
Edición libre
Aunque al hablar de «edición» se hace mención a la «edición de publicaciones», el aspecto editorial cubre otro tipo de productos culturales cuya ingeniería inversa rara vez permite dar con información con la misma calidad que los contenidos originales utilizados para su creación. Los casos más evidentes es la edición de música o de videos, donde la separación de las distintas capas visuales o sonoras es una tarea muy compleja, sino inútil.
Por la falta de necesidad de liberar el contenido originario de un producto final licenciado con CC, surge la idea de la «edición libre». Otro de sus antecedentes pueden encontrarse en la inquietud dentro del software libre por crear documentación —como manuales impresos— que al mismo tiempo sean libres; es decir, que no exista la necesidad de pagar por ellos —aunque tampoco se impide esta posibilidad— y que cualquier usuario pueda reeditarlos.
La edición libre, más que antagónica a la edición abierta, es hacer explícitas las necesidades implicadas en la edición de material mediante la constitución de ciertas obligaciones para autores y editores para permitir el uso directo de los archivos originales.
Así como en el software libre la disponibilidad del código es necesaria, en la edición libre el acceso a los archivos utilizados para la edición no es negociable. Por supuesto, esto presenta la ventaja o la desventaja de tener un fuerte sentido ético al anunciar que la apertura del producto final no es suficiente: que la liberación de todo el material empleado es una necesidad para otros editores.
La edición libre también tiene implícito un carácter que incluso dentro del copyleft es problemático: la reedición. Con las ediciones abiertas o en el acceso abierto el usuario tiene la libertad de usar distintos aspectos de estas obras; p. ej., para citarlos o para hacer obras derivadas. No obstante, el límite de esta práctica se vuelve conflictivo cuando no solo hablamos de uso derivado de obras, sino la modificación es estas mismas en pos de una mejor edición.
Cuando en un libro o en paper como lectores encontramos alguna errata o información incorrecta, lo usual es responderle al autor o al editor para que este rectifique o corrija la información. Rara es la vez que al propio lector se le permite modificar directamente la obra. La edición libre implica que cualquier usuario en potencia puede modificar, aunque sea ligeramente, una obra, incluso para tergiversarla…
La tergiversación o el plagio no son problemas resueltos en la edición libre, pero tampoco lo son en las ediciones abiertas, las licencias CC, el acceso abierto e incluso mediante fuertes restricciones de los derechos de propiedad intelectual como el DRM. La edición libre solo quiere decir que como editores no tenemos la necesidad de hacer un doble trabajo.
Licencias para la edición libre
Licencia de Producción de Pares
La Licencia de Producción de Pares (LPP) está basada en la licencia CC BY-NC-SA 3.0, lo cual implica que se permite el uso de la obra licenciada siempre y cuando no se ignore la atribución, no se utilice para fines comerciales y se comparta con el mismo tipo de licencia. Pero en lugar de pertenecer al movimiento de copyleft, se inscribe en el movimiento de copyfarleft. Es decir, permite el uso de la obra siempre y cuando sus autores «conserven el valor del producto de su trabajo», lo cual quiere decir que no solo es «no comercial» sino también «no capitalista».
Muchos lectores podría causarles inquietud el carácter «no capitalista» de la LPP. Lo dejaré como asunto pendiente, ya que lo que quiero tratar sobre la LPP es la cuestión de «libertad» de la edición de obras con LPP…
La Licencia de Producción de Pares no obliga explícitamente a liberar todos los contenidos utilizados para la producción de una obra. En sí no es una licencia de edición libre —ni creo que su interés sea este—. Sin embargo, por la manera en cómo ha sido utilizada por colectivos y organizaciones, en varias ocasiones funciona como una licencia de edición libre, ya que no solo está disponible el producto final, sino los archivos que ayudaron para la producción de la obra.
Un ejemplo de proyecto editorial que utiliza la LPP como edición libre es Ediciones La Social. A diferencia de otras editoriales que liberan sus contenidos con licencias CC, este proyecto editorial también facilita los archivos editables de cada una de sus obras, lo que permite su reedición o creación de otros formatos.
Un ejemplo que va al caso con este tema es el libro Muestra Libre. Reflexiones sobre Piratería, Software Libre y Diseño, que está disponible en PDF o en el formato abierto de procesador de textos (ODT). El acceso al archivo editable me permitió desarrollar sin dificultades, junto con una amiga, su versión EPUB, cuya publicación no causó molestia a Ediciones La Social.
Esto no es un caso aislado, sino una muestra de la tendencia de proyectos editoriales que utilizan la LPP en sus obras. Lo que en estos colectivos u organización se hace patente es la búsqueda de crear redes cooperativas de trabajo o al menos de no impedir o interferir en el trabajo realizado por otros.
Mucho ayuda el que no estorba, y de este modo la LPP funciona como licencia de edición libre al no dificultar el quehacer editorial mediante la reserva de los archivos editables. De la intención de desarrollar un EPUB con la edición en español de Free Culture a la creación del EPUB de Muestra Libre existe un mar de diferencias que ejemplifica la distinción entre la edición abierta y la edición libre.
Licencia Editorial Abierta y Libre
Hace algún tiempo en Perro Triste se lanzó una propuesta de licencia de uso en pos de la edición libre: la Licencia Editorial Abierta y Libre (LEAL, acrónimo sugerido por un «hackeditor», porque en un principio fue LELA). Algunas de las características de la LEAL son las siguientes:
La LEAL hace posible que cualquier usuario tenga acceso a los archivos editables, con lo cual se evita la ingeniería inversa al mismo tiempo que fomenta la reedición de las obras sin la necesidad de pedir permiso a los autores o editores «originales».
Ejemplos de uso de la LEAL están la misma LEAL, las publicaciones hechas por Perro Triste, algunos libros elaborados por una compañera de trabajo y el material que se publicó como la «Historia de la edición digital», «Derecho de autor cero», mis entradas en este blog y hasta escritos aún en proceso de redacción como «Cryptodoc».
Al permitirse la comercialización, la LEAL no forma parte del movimiento de copyfarleft como la LPP. Más que un fomento al uso «capitalista» de las obras licenciadas con LEAL, obedece a la intención ya presente en el software libre de no imposibilitar la comercialización al poder ser un mecanismo de apoyo a los proyectos editoriales que publican con LEAL. No obstante, es una de las características potencialmente problemáticas que aún no se ha analizado a fondo, ya que en sí el copyfarleft no prohíbe la comercialización con el fin de mantener vivo un proyecto cultural.
La liberación de los archivos editables muchas veces implica la publicación del trabajo realizado por un grupo de personas, las cuales no en pocas ocasiones estarán de acuerdo en ello. Por esto, la LEAL supone un acuerdo previo, para así evitar que los usuarios que se valen de una obra con LEAL tengan que pedir permisos de uso a cada uno de los involucrados o, peor aún, que se vean implicados en un proceso legal.
El acuerdo previo no es resuelto por la LEAL, sino que este puede ser desde un acuerdo informal o verbal, hasta la firma de contratos o convenios de cada uno de los colaboradores. En este sentido el marco legal presupuesto no está contemplado por la LEAL, lo que también la constituye como un punto débil.
Por último, la ausencia de atribución es contraria a uno de los supuestos dentro del copyleft y del copyright: en uno u otro caso supone que cada obra derivada ha de hacer mención a los autores y editores de la obra originaria. Si bien una de las dos tipos de licencias propuestas, la LEAL-A, añade la necesidad de atribución, la LEAL estándar prescinde de ello. ¿Por qué? La LEAL no solo tiene la intención de ser una licencia de uso para ediciones libres, sino abrir la discusión a lo que suponen los conceptos de «atribución», «autoría» y «obra» (derivada). Este es el principal punto conflictivo que le he visto a la LEAL y que, por supuesto, requiere discusión.
Como sea, la LEAL es solo una propuesta por estas y otras dificultades —por ejemplo, su relación con otras licencias de uso que solo se enfocan a la creación, como las CC—. Lo relevante aquí es rescatar que la edición libre va más allá de las licencias Creative Commons, ya que su objetivo no es solo la apertura del producto final, sino explícitamente hacer públicos los archivos editables.
Si gran parte del sector editorial continúa siendo escéptico a Creative Commons, ¿qué tanta pertinencia tiene un movimiento —la edición libre— que también pretende la publicación de los archivos editables de una edición?
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